Pero
enfadarse con la persona adecuada,
en
el grado exacto, en el momento oportuno...
con
el propósito justo y el modo correcto.
Eso,
ciertamente, no es tan sencillo”
(“Ética
a Nicómaco”, Aristóteles)
Siempre me pareció sensata esta frase de nuestro
estagirita preferido. Es muy fácil sentir, pero es complicado sentir en la medida correcta… y poder canalizar ese
sentimiento hacia algo positivo. De eso mismo habla Daniel Goleman en su célebre best-seller
de 1995: “La Inteligencia Emocional”.
En realidad, el término fue acuñado por Salovey
5 años antes, pero no fue hasta esta publicación que el concepto tuvo un
impacto social espectacular.
Sí… ya sé que les hablé de que no banco demasiado los libros de auto-ayuda. Pero esto es algo distinto, y una temática ciertamente fascinante. Para entrar en tema, pensemos
en esta idea:
“Un hombre pierde su trabajo, según él,
injustamente. Al día siguiente aparece en la oficina con un arma y amenaza a su
antiguo jefe para que le devuelva su puesto. A unos pocos metros, María –quién
nunca sacó una nota menor a 9 durante la Universidad– se encuentra teniendo
problemas en su vida profesional: no logra tener el éxito que esperaba tener.
Su jefe le ha dicho que tiene problemas para el trabajo en grupo, es ansiosa y
le faltan “habilidades interpersonales”. En otro lugar y momento, un hombre
está a una hora de dar la presentación más importante de su vida. Está
nervioso, y también de muy mal humor; por la mañana le responde mal y a los
gritos a su familia que únicamente trata de brindar apoyo.”
Hace mucho que tengo ganas de hablar de este tema
apasionante. Son las emociones las que guían las acciones de cada uno de estos
personajes. En la vida real no es demasiado diferente. Nuestras emociones nos movilizan constantemente, ya sea para bien o
para mal. De esto habla la teoría de la “Inteligencia Emocional”, una relativamente
nueva pero que está empezando a dar de qué hablar.
Hoy ya se entiende que la inteligencia no es solo saber resolver problemas matemáticos, sino que va mucho más allá de eso.
Fue el psicólogo Howard Gardner quien apareció con el concepto de las “inteligencias múltiples”, advirtiendo que hay 7 (para algunos 8) distintos tipos de inteligencias, y que cada uno subyace de distintas formas y en ocasiones determinadas. Así, por ejemplo, existe lo que sería la inteligencia “lógico-matemática” que implica, dicho a grosso modo, saber resolver problemas de tipo numéricos/exactos/matemáticos, etc… pero también existe una inteligencia espacial, una artística y demás.
Esta idea de las “inteligencias múltiples” le da
una especie de flexibilidad al tema. El problema es que aún en muchos lugares se
cree que la inteligencia es algo demasiado rígido y relacionado con lo
científico, con lo exacto, con los números… (de ahí surgen también los IQ – tests
de “inteligencia”, que intentan medirla y darle un valor numérico; algo que
está empezando a cambiar en la mayoría de las empresas).
La teoría de Gardner
afirma que cada uno nace con distintos niveles de cada una de estas 7 u 8
inteligencias pero que a su vez pueden (y de hecho deben) desarrollarse. Una de
ellas, según el autor, es la inteligencia
interpersonal que tiene que ver con la relación con otros, el trabajo en
grupo, el liderazgo, la gestión y la administración, etc.
Como una “rama” de dicha inteligencia aparece la “inteligencia emocional” del psicólogo Daniel Goleman.
Como una “rama” de dicha inteligencia aparece la “inteligencia emocional” del psicólogo Daniel Goleman.
Lo de Goleman es interesante porque abrió toda una nueva rama de estudio. En su libro sostiene que son las emociones las que nos guían como personas, tanto individual como colectivamente. Conocerlas (y actuar al respecto) resulta de vital importancia para la vida en sociedad.
Ser “emocionalmente inteligente”
representaría, a grandes rasgos, manejar estos 5 requerimientos:
1.
Reconocer tus propias emociones.
2. Poder actuar de acuerdo a las emociones reconocidas.
3. Reconocer las emociones del otro.
4. Poder actuar de acuerdo a las emociones del otro.
5. Poder actuar teniendo en cuenta las emociones propias y las del otro (una especie de equilibrio, teniendo en cuenta que toda causa produce un efecto)
2. Poder actuar de acuerdo a las emociones reconocidas.
3. Reconocer las emociones del otro.
4. Poder actuar de acuerdo a las emociones del otro.
5. Poder actuar teniendo en cuenta las emociones propias y las del otro (una especie de equilibrio, teniendo en cuenta que toda causa produce un efecto)
El libro de Goleman se divide en varios capítulos
que van desde entender cómo funciona neurológicamente el cerebro (en relación a
las emociones) hasta cómo podemos
aplicar, en la práctica, los métodos del psicólogo. Esto no es “chachará”
subjetivista: todo está basado en estudios de campo, investigaciones e
historias fascinantes. Además de ser muy didáctico, Goleman tiene una habilidad fabulosa para engancharte con
los casos de estudio que él manejó.
La inteligencia emocional puede ser fomentada y
fortalecida en todos nosotros, y la falta de la misma puede influir en el intelecto
o arruinar una carrera (inclusive, hasta arruinar una vida). Somos esclavos de nuestras emociones, y
quizás no debería ser tan así.
“Muchas
veces ese equilibrio en la forma de actuar era lo que los mantenía balanceados;
a
fin de cuentas, el humano viaja siempre en un carruaje tirado por dos riendas:
la
razón y la emoción.
Ambas
deben tirar parejo para que el carruaje no vuelque.”
(Luciano Sívori, “Un verano para recordar”)
Hoy ya existen más
de 30 obras publicadas por distintos seguidores de Goleman respecto al
tema. Se trata de toda una nueva rama de estudio de la psicología –y en
particular de la inteligencia– que está teniendo muchas repercusiones positivas
en todo el mundo.
La tercera parte (“Inteligencia emocional aplicada”) fue, para mí, la más jugosa.
Tiene un marcado carácter práctico y hace hincapié en tres distintos aspectos de la vida cotidiana y la influencia de la
inteligencia emocional en cada una de ellos. De esa forma, examina cómo
estas capacidades pueden ayudarnos a cuidar o a destruir nuestras relaciones
más preciadas (trato de pareja, mundo laboral, salud, etc.)
No es mi estilo, no es la literatura que me maravilla o me hace delirar (no es Poe, no es Watchmen, no es una trepidante historia de suspenso) pero Goleman se las ingenia para mostrar una cuestión fascinante con una intensidad poco común en este tipo de obras. Recomendado para aquellos interesados en el tema y que quieran tener información de primera mano.
“La
habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso se
ha vuelto aprendizaje crucial en la vida diaria”
(―Daniel Goleman, “La Inteligencia Emocional”)