Una de las novelas de ciencia ficción más
fascinantes que leí en el último tiempo. Y con el plus de ser argentina, pronto
se convirtió en una de mis favoritas.
“La ruta a Trascendencia” de Alejandro Alonso (ganadora del premio UPC 2002, uno de los más importantes de
España) nos introduce a Tony, un don
nadie de treinta años y desempleado que llega al misterioso pueblo de
Trascendencia en busca de un trabajo ofrecido por su primo Lando.
Trascendencia (que antes se llamaba Redención) bien podría ser
cualquier pueblito dentro de las sierras de Córdoba (en Argentina). El lugar
fue el sitio donde cayó una nave extraterrestre y se desató “La Guerra” (que
duró nada más que quince días).
La vuelta de tuerca (la primera de muchas que
presenta la historia) es que la nave alienígena generó efectos insólitos (casi
fantásticos) en los alrededores de lo que se conoció como el Primer Epicentro.
Los habitantes comenzaron a vivir en una extensión del tiempo, como si pudieran ser conscientes de varios instantes de su existencia de forma simultánea. Por ese motivo, Transcendencia se convirtió en un pueblo cercado por tropas del ejército y en un lugar donde coexisten imágenes múltiples (“estelas”) del pasado, presente y futuro.
Los habitantes comenzaron a vivir en una extensión del tiempo, como si pudieran ser conscientes de varios instantes de su existencia de forma simultánea. Por ese motivo, Transcendencia se convirtió en un pueblo cercado por tropas del ejército y en un lugar donde coexisten imágenes múltiples (“estelas”) del pasado, presente y futuro.
La premisa es genial porque el autor presenta las reglas con mucha claridad y luego nos muestra cómo esa forma de vida transformó la personalidad de los habitantes del lugar. Alejandro Alonso decidió enfocarse en lo que le pasaría a una persona viviendo en ese ambiente y cómo se relacionarían todos entre ellos. Los trascendis o “tracs”, como ellos mismos se denominan, viven extensamente en el tiempo (se les aparece como distorsionado) y es una dimensión más que se suma a las tres del espacio físico.
Ver el día a día de Tony a medida que va comprendiendo cómo viven y piensan los
pueblerinos es una experiencia maravillosa. Curiosamente yo mismo redacté una
historia de ciencia ficción que también trabaja el concepto de la
tetradimensionalidad, pero con un enfoque diferente.
Sin arruinar
nada de la trama ni de sus sorpresas, la temática de ciencia ficción que
trabaja me pareció especialmente original. Algo de “ese estilo” había leído ya
en un antiguo cuento de uno de mis autores argentinos favoritos (Manuel
Peyrou, de quien ya hablé en este post). El relato se llama “Pudo haberme ocurrido” y trata de un
narrador que se cruza siempre al mismo tipo en la calle hasta darse cuenta que
son diferentes “versiones temporales” de esa misma persona. Si pueden
encontrarlo, léanlo porque no tiene desperdicio.
La historia, por su parte, trata el clásico tema de
“convertirse en nativo”.
Ya saben: cuando un agente externo se involucra en un nuevo mundo, raza, culto o sociedad, comienza a aprender su forma de vida y, finalmente, acaba aprehendiéndola. Es un argumento típico de la ciencia ficción (pensemos, por ejemplo, en “Una princesa de marte”, en “Un planeta llamado Traición”, en “Dune”, o incluso en películas recientes como “Avatar” y “District 9”). Alejandro Alonso le da un giro a esta temática al presentar un universo con pautas específicas y absolutamente diferente a las que todos conocemos.
Ya saben: cuando un agente externo se involucra en un nuevo mundo, raza, culto o sociedad, comienza a aprender su forma de vida y, finalmente, acaba aprehendiéndola. Es un argumento típico de la ciencia ficción (pensemos, por ejemplo, en “Una princesa de marte”, en “Un planeta llamado Traición”, en “Dune”, o incluso en películas recientes como “Avatar” y “District 9”). Alejandro Alonso le da un giro a esta temática al presentar un universo con pautas específicas y absolutamente diferente a las que todos conocemos.
Así, por ejemplo, los tracs (trascendis) pueden ver las estelas del futuro (básicamente,
ellos mismos haciendo acciones en el futuro) pero si Tony (un tridimensional) cambia el futuro con
alguna acción particular, ellos olvidan ese posible futuro. Me tomo el
atrevimiento de copiar un extracto de la novela para demostrar la sencillez con la que el autor nos
establece este concepto:
► Un extracto
del capítulo 2 (“No especularás”):
“—Mañana
Eduardo va a morir —dijo la mujer sin la menor emoción, mientras enjuagaba el
cepillo.
—¿Por
qué? ¿De qué se va a morir?
—En
el pueblo va a haber una riña y Eduardo va a participar. Eso lo va a dejar
alterado y va a desbarrancarse en la ruta. Un accidente.
—¿Y
si no va al pueblo, si se queda en casa?
—Tiene
que llevar la camioneta al mecánico.
—La
puedo llevar yo cuando vaya de regreso; te dejo el coche. Nadie tiene que
morir.
—¿Quién
habló de morir? —dijo Clara Sanguineti.
<Mañana Eduardo
va a morir.>
Me
acerqué un poco para ver su rostro. Había lágrimas en sus mejillas, pero su
sonrisa no se condecía con esas lágrimas. Ella seguía cepillando la pared como
una maniática. ¿Hablaba en broma o estaba loca de remate?
<Un
accidente.>
—Vos
hablaste de morir. Eduardo va a morir mañana al volver del pueblo.
—Yo
nunca hablé de… —Se interrumpió y sonrió con incredulidad—. Ni siquiera tiene
que ir al pueblo. ¿Podrías llevar la camioneta al mecánico?
—Sí,
dame las llaves. Me voy ahora.
—No
hay apuro.
—Está
bien —improvisé—. Quiero darle una mano a Lando con el trabajo atrasado.
—Mentiroso
—dijo ella y fue a buscar las llaves.
Intrigado
por ese comportamiento, hice pruebas con un grabador. Registré lo que decían,
cambié las condiciones de entorno de esas afirmaciones, obligándolos a pensar
en nuevos eventos, y después les pasé las declaraciones originales.
Me
preguntaban cómo lo hacía. Creían que era un truco.”
Más adelante, un científico con el que habla el
protagonista le explica como esto “es un mecanismo
de defensa. Y tan efectivo que funciona en todos los tracs, sin excepción. El
cerebro humano se adapta maravillosamente a cualquier situación”.
De formas igualmente formidables, la novela nos
cuenta que ellos son fríos porque comienzan a sentir las malas noticias mucho
antes de que ocurran, que duermen mucho para que las estelas del pasado y del
futuro se les reúnan en un mismo lugar físico (“la siesta era necesaria para que el inconsciente asimilara las
experiencias de las estelas”). O cómo procesan la realidad en paralelo (“…creando un sistema de asociación de ideas en
varios planos”). Algunos tracs
más experimentados hasta pueden ver estelas del futuro 4 o 5 días hacia
adelante (y esta habilidad se vuelve esencial para el desarrollo de la trama).
En el medio hay una serie de misterios y conflictos
que van apareciendo y la tensión va en aumento hasta un dramático desenlace que me encantó. Todo esto lleva a que el libro
te lo devores de un saque, siempre queriendo explorar más la realidad
multitemporal que propone.
Si puedo discutirle algo a la novela es que,
decididamente, se hace demasiado corta. Se compone de cinco capítulos relativamente breves. Sin embargo, aunque la
extensión es moderada, no se confundan: la historia es excepcional,
brillantemente compleja y con un tono coloquial que remite poderosamente a lo
nacional.
Eso sí: hay que aclarar que (en mi opinión) no es para el lector casual. Solo un
lector de ciencia ficción verdaderamente experimentado puede coparse con la
historia, comprender fácilmente los conceptos que plantea y disfrutar
verdaderamente la narración de Alonso. Este puede llegar a ser un punto en
contra, pero a mí fue lo que más me
compró.
A la hora de clasificar “La ruta a Trascendencia”, se hace evidente que pertenece al grado
más duro del sci-fi, donde los detalles técnicos de la narración y el rigor
científico son un foco primordial (incluso hay algunos artilugios literarios
muy creativos para recordarnos que el protagonista siempre está viendo estelas
del pasado acercándose hacia sus interlocutores). Creo que Alejandro Alonso no
tiene nada que envidiarle a grosos del hard
science fiction como Arthur Clarke
o Isaac Asimov. Su obra es
maravillosa por donde se la mire.
► Lo mejor de todo esto es que pueden leer la novela gratis y online. Los cinco capítulos que la componen
se encuentran en el último número de la revista Axxón (Axxón 263, febrero de 2015).
Acá les dejo el link: http://axxon.com.ar/rev/2015/04/axxon-263-febrero-de-2015/.
Axxón es
una revista editada en soporte informático que se dedica casi exclusivamente a
la literatura de fantasía, terror y ciencia ficción. Fue creada en 1989 por Eduardo Carletti y Fernando
Bonsembiante y hoy sigue siendo una de mis principales vicios durante mis horas
de oficina (sshhhh…). Hace muchísimos
años que leo Axxón pero esta es la primera vez que tomo algo que haya visto
allí para realizar un post.
Si se animan a leer “La ruta a Trascendencia”, tengan en cuenta que es una obra que no van a poder a soltar hasta el final (esto
si se consideran verdaderos fans de la ciencia ficción). Después de leerla, se
pasan por acá a decirme qué les pareció. ¡Hasta la próxima!
«No
especulamos, no decidimos, no evitamos.
Lo
que tenga que ser, será.»
► Lee la novela
completa de Alejandro Alonso (“La ruta a
trascendencia”) en la revista #263 de Axxón:
http://axxon.com.ar/rev/2015/04/axxon-263-febrero-de-2015/
► DE YAPA: “Demasiado tiempo”, el
relato corto de Alejandro Alonso que luego el autor expandió conceptualmente
para concebir su novela: http://axxon.com.ar/rev/2015/04/demasiado-tiempo-alejandro-alonso/
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=>> Otros posts de CIENCIA FICCIÓN en el blog: “Todos ustedes,
zombies” (un relato de Robert Heinlein);
“El hombre ilustrado” (antología de Ray Bradbury, 1951); “Ahogo, la ciencia
ficción distópica de Guido Barsi”; “Una princesa de
Marte”; “El fin de la
Eternidad”; “No tengo boca y
debo gritar” (un relato de Harlan Ellison).
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