Leí Drácula durante mi adolescencia y recuerdo que, si bien me había gustado, no me voló la cabeza. Es más, hasta me emboló un poco. Definitivamente no generó en mí el mismo efecto de otros clásicos literarios de monstruos como Frankenstein o Dr. Jekyll y Mr. Hide. Recientemente me dieron ganas de releer a Bram Stoker, 15 años después, para analizar su obra de forma más detallada.