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lunes, 31 de marzo de 2014

Grandes juegos de mesa (II): “TEG, muy parecido a la guerra”

Aquellos argentinos que visitan mi blog, seguramente habrán jugado T.E.G en algún momento de su vida. Sé que yo lo hice, ¡y mucho! La vez pasada en esta sección hablé de “Clue”, y en esta ocasión le toca el turno al táctico juego de mesa argentino que vio su nacimiento en 1976 de la mano de un tal David Jiterman. Pero como suele suceder en Argentina, este original juego tuvo sus orígenes en el “WAR” (que se conoció en Latinoamérica a principios de los 70) y que a su vez se basó en el famoso RISK (creado en Francia por la década del 50 para evocar a las guerras napoleónicas).

Integrado por unos 50 países, dados, fichas y tarjetas de objetivos, el objetivo es siempre claro: ¡conquistar el mundo!

Lo interesante es que en cada juego (siempre diferente) hay dos factores que uno nunca puede controlar y que pueden llevar RÁPIDAMENTE a la perdición. El primero y obvio es la suerte. Cuando no hay suerte con los dados uno está frito, así nomás… y en toda partida va a existir un suertudo que saque todos “6”, así como siempre existirá alguien que se quejé de su mala suerte. ¡Una mala racha con los dados puede decidir la balanza en tu contra en cuestión de segundos!


El segundo factor incontrolable es el inevitable “todos contra uno” cuando uno empieza a formar su pequeño imperio, y es lo más normal del mundo. Es capitalismo puro. Eso tiende a llevar el equilibrio de las cosas, cuando empieza a nacer un nuevo “emperador” todos tenderán a pasar en su contra. Por supuesto, es además un juego donde todos (secretamente) tratarán de tirar para su objetivo, pisando la mayor cantidad de cabezas posibles pero en el momento oportuno.

Las reglas son relativamente sencillas y se aprenden en dos minutos. La mala noticia es que uno tarda mucho en aprender a jugar “bien”, a no cometer errores básicos... quién juega último, reestructuración, robar tarjeta, bloquear, pactos oportunos, cuando usar un pacto, cuando pelear y cuando retirarse.

Hoy el T.E.G. va más allá de la mesa y llegó a las tablets, a Android y la PC. TegNET es un software gratuito para jugarlo en red, por ejemplo. Tuvo 3 versiones, el “TEG Clásico”, el TEG 2 (que fue un fracaso comercial) y el TEG: LA REVANCHA, que es básicamente el clásico con una serie de mejoras. 

Estoy seguro que he perdido más veces de las que he ganado, sin embargo acá van algunos tips que me resultan claves y que a pueden sacarle una sonrisa a quien sabe de qué estoy hablando (y para el que no lo sepa, tal vez los quiera anotar):



¡11 TRUCOS PARA MEJORAR LA EXPERIENCIA DEL T.E.G!

1. Es buena idea practicar algunas técnicas básicas para arrojar dados (y si están cargados mejor).
2. Se recomienda aprenderse de memoria todas las tarjetas de misión, así viendo jugar a los demás, es posible darse cuenta de qué es lo que tienen que hacer.
3. ¡Elijan un color de fichas acorde a su estado de ánimo! ¡Ese detalle influye en todo el partido!
4. La música: un TEG sin la banda sonora adecuada puede ser altamente contraproducente. Mientras ordenábamos las fichas con mis amigos, siempre (siempre) sonaba Child's Anthem (de Toto):



5. ¿Manipulación? ¿Qué es eso? Yo les explico: "Che, ¿así que vas a regalar Europa así nomás? ¿No te importa perder Chile? Yo te doy una mano, te hago pacto chile-brasil así le podes hacer frente." Y cuando llega el momento tu adversario se lamenta: “¿Eh, pero no habíamos hecho pacto?”… “No, lo que pasa es que el pacto era por un turno, ¡a menos que lo renovaráramos!”. Por esa razón, siempre establezcan BIEN los términos del pacto, ¡que no haya palabra que pueda ser mal interpretada!
6. Traten de tener sus países lo más juntos posibles, que siempre se pueda hacer reagrupaciones entre ellos. ¡Los bloqueos son excelentes también!

7. En un juego avanzado nunca hay que menospreciar un pacto de "país internacional", más de una vez va a ser necesario para asegurarse la tarjeta (“Yo te tomo este país y te lo dejo con una ficha”).
8. Tampoco sean exagerados con los pactos, los demás jugadores se van a avisar. Lo esencial es que el otro crea que sale ganando. No se deben cerrar todas las fronteras con pactos al conquistar un continente... ¡En toda partida siempre va a haber uno que quiera hacer pactos a cualquiera y por cualquier cosa! (A ese hay que aprovecharlo)
9. Si están de racha, aprovechen (¡que no dura para siempre!) y si no... Conquisten algo sencillo únicamente para robar tarjeta. (Nunca es bueno no sacar tarjeta).

10. Cuenten las tarjetas de los demás. Si tienen 5, es seguro que tienen canje. Usen las tarjetas de continente cuanto antes, no vaya a ser cosa que lo conquiste otro...
11. Una verdad: se nota que Hitler nunca jugo T.E.G, porque Asia es indefendible, sobre todo si quien conquistó Oceanía antes está esperando una salida para las 8000 fichas que viene acumulando desde la primera vuelta. Asia es maravillosa, pero poco práctica. Puede ser atacada desde 5 continentes. En cambio Oceanía es aburrida, pero súper práctica.

¡Hasta la próxima!

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=>> Quizás les interese también el episodio anterior de este sección: Grandes juegos de mesa (I): “Clue: ¿quién es el asesino?”. Y hablando de juegos, ¿qué me dicen de este complejo juego macabro? Otro juego de mesa que pasó por el blog fue, cómo no podía ser de otra manera, el ajedrez. “El ajedrez en la ficción” y “La tabla de Flandes” (de Arturo Perez- Reverte).

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jueves, 20 de marzo de 2014

La originalidad (del cine) en tela de juicio


En 1981, siete de las cintas con más recaudación eran 100% originales, dos décadas después (en el 2011) no tuvimos ninguna. Es oficial: Hollywood le ha cerrado la puerta a historias originales. Incluso Christopher Nolan tuvo dificultades para llevar Inception a la pantalla grande (aunque, se ha dicho, está basado en una historia del Tío Rico).

Es feo tener que decir “Hollywood” como si fuera una sola cosa, una masa uniforme, una identidad indivisible. Hay mucho talento allí, grandes directores que siguen creando sus propias historias (Woody Allen y los Hermanos Coen, por decir algunos), pero su grueso está comandado por agentes comerciales y burocráticos que solo piensan en el dinero.

¡Y está bien que sea así! 

El cine es un negocio, y no dejará de serlo. Está certificado que una secuela (más o menos exitosa) es plata asegurada. El público es parcialmente culpable. Es ley de oferta y demanda. En Argentina, por ejemplo, todo lo más visto durante el 2013 fue cine puramente comercial, pochoclero.

Parece increíble, pero hay sagas que aparecieron en el 2000/2001 y siguieron dando continuaciones hasta el 2011 (El juego del miedo, Harry Potter, Rápido y Furioso).



Lo que a mí más me llama la atención, sin embargo, no son las sagas, precuelas, reboots y remakes, sino la influencia de la Literatura. Cada vez hay menos lectores y, sin embargo, cada vez hay más historias basadas en obras literarias. Hay un eterna dicotomía entre si “es mejor el libro o la película”, y la realidad es que uno de los principales problemas de la adaptación de novelas es que se pierde material. El cine y la literatura son lenguajes distintos. Muchas veces se fusionan, se mezclan… otras veces se acuestan y después no se llaman al día siguiente. 

En el mundo cinematográfico prima la imagen por encima de la palabra, mientras que en el literario es básicamente la palabra. Lo que hace que un libro sea más profundo y más rico que una película es lo mismo que hace que una puerta de madera que cruje provoque más miedo que un payaso sosteniendo globos bajo una alcantarilla: la imaginación es (y siempre será) mucho más poderosa que la vista

Creo que es importante complementar el Cine (sea el comercial o el indie) con una buena dosis de Literatura. Tomar la pastilla roja para descubrir que hay todo un universo literario detrás del cine, que es maravilloso y que muchas veces las películas no logran ajusticiar. Que la película sea mediocre o vacía, no implica necesariamente que el libro también lo sea.

El Gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald, 1925) es una novela fantástica y uno de los más grandes clásicos de la literatura americana. Su adaptación más famosa (escrita por Francis Ford Coppola en 1974, y  protagonizada por Robert Redford) me dejó deseando bastante. Está lejos de capturar la emoción y todos los simbolismos que presenta la novela. Lo de Buhrman y su Leonardo Di Caprio hace un tiempo fue un poco más interesante.

Algo similar me pasó con Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932). 


La adaptación cinematográfica de 1998 que salió directamente al cable es triste y para el olvido. La vi de chico, por casualidad (y creo que por Space), y luego me enteré que estaba basada en uno de los libros de ciencia ficción más importantes del universo entero. Me animé a leerlo (tenía no más de 14 años) y resultó ser uno de los textos que marcarían mi vida y muchas de mis pasiones futuras (aprendí a amar la ciencia ficción y las sociedades distópicas). Huxley: un genio total. Las películas de Harry Potter por otra parte, son visualmente impresionantes, pero ninguna le hace verdadera justicia a los libros. Las dos primeras adaptaciones están bastante bien en cuanto a “fidelidad”… y creo que todas capturan correctamente la esencia del “mundo mágico” que creó J.K Rowling.

Sin embargo, ninguna película está a la altura de los libros, que son obras realmente complejas y con muchos recursos narrativos interesantes. Incluso la sexta película asesinó completamente al libro (que es el mejor de todos), y hasta cambió estúpidamente el final original.

El cine es y siempre será, junto a la literatura, una de mis grandes debilidades. Pero son peras y olmos. Manejan sensaciones y lenguajes distintos. Es una pena que muchas veces se distorsione la esencia del autor en adaptaciones que lo dejan mal parado, vacío o como alguien que “se vendió por lo comercial”. 

También es una pena que el Cine no pueda crear cosas originales, sin recurrir a lo ya escrito. Aún con la marcada tendencia a no leer textos con más de 140 palabras y la preferencia hacia lo rápido y visual, todavía creo que los libros tienen mucho para enseñarnos, sin la necesidad de convertirse en una comercial película. 

Hay todo un universo, escondido entre fragmentos de papel, para complementarse con ese maravilloso fanatismo que genera el Cine.

Estudios dicen que una novela adaptada al cine eleva el 30% sus ventas. Lo que sucedió este año con la impecable primera temporada de True Detective y el libro de horror cósmico de Robert Chambers sobre el Yellow King, –un libro que hoy, 120 años después, se convirtió en un best-seller–, es simplemente impresionante. Es un claro ejemplo de cómo el cine (o la televisión) alarga la vida de un libro y le da una segunda oportunidad.


¿Qué opinan? ¿A Hollywood se le acabaron las ideas y, por eso, se la pasa robando de libros, secuelasreboots? ¿Les gusta que la cada vez tengamos menos lectores y más adaptaciones cinematográficas?

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=>> Otros posts que combinan el CINE y la LITERATURA (y les pueden interesar): “¿Sueña Phillip Dick con ovejas eléctricas?” (un post sobre la influencia de Blade Runner); “Cuando el Cine supera a la literatura” (un análisis de El Mago de Oz, la obra de 1939); “Les miserables” y las adaptaciones al cine de grandes clásicos; Top Five de Citas Incorrectas (del Cine y la Literatura)

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lunes, 10 de marzo de 2014

“Tokio Blues”, una novela de Haruki Murakami


Haruki Murakami es el escritor “cool” de estos días. Hoy entrás a una librería, pedís que te recomienden algo, y la mayoría de los vendedores te indican que te lleves algo de este autor.

Personalmente no le di bola hasta que un amigo y mi hermano me hablaron de su “prosa hipnótica”. Así que le di una oportunidad a Tokio Blues (título original: Norwegian Wood), la novela que lo llevó a la cima de la pirámide literaria comercial.

La novela es, en esencia, una historia súper nostálgica que explora los temas de la pérdida (la muerte) y la sexualidad. La muerte es un personaje más en la historia (figurativamente hablando) y ronda a los protagonistas como un fantasma. Toru Watanabe es un joven estudiante (frágil, inexperto y soñador) a finales de los años sesenta en Tokio, un momento bastante particular para los estudiantes japoneses. Esta época de protesta es el paisaje que pincela la obra donde Watanabe se debate su amor por dos mujeres diametralmente opuestas: la bella y sensible Naoko, y la enérgica Midori.

Les comparto “Tokio Blues”, para descargar en versión PDF y español: http://goo.gl/XYgdKH

***

==> ¡SPOILER ALERT! Se revelan partes de la trama en este review, así que aconsejo precaución si pretenden leer la obra.

Podemos ubicar a esta novela de 1987 dentro del género drama / coming of age, ese género que autores como Stephen King saben retratar a la perfección. El “coming of age” es, básicamente, el pasaje hacia la adultez. Este tipo de historias se centran en el crecimiento psicológico y moral de sus protagonistas, a medida que aprenden las dificultas de ser un adulto. La identidad sexual y la filosofía de vida personal son los ejes centrales de estos relatos.

En el cine es uno de mis géneros preferidos, y el séptimo arte nos ha bendecido con grandes obras que lo representan: “Mud”, “Stand by Me”, “The Way Way Back” (mi favorita del 2013) o “Super 8” (de J.J. Abrams) son algunos casos que me vienen a la mente. En literatura, el máximo exponente del coming-of-age tiene que ser “Catcher in the Rye” (El Guardián entre el Centeno, de J.D. Salinger), una obra fascinante que ya repasamos en este otro post.


“Tokio Blues” es el nombre que se le dio en castellano, y parece tener mucho más sentido que su poco interesante título en inglés. En efecto, Tokio Blues tiene, de por sí, un aire nostálgico y triste, hasta frío. Esta novela es la que le brindó fama internacional a Murakami, pero lo loco es que es la obra que menos convencional dentro de su bibliografía. Toru Watanabe es un adolescente ordinario relatando fragmentos de su vida. No están presentes los momentos surrealistas que hicieron famoso al autor.


Es difícil descifrar dónde está el verdadero atractivo de la novela. No hay un trama per sé, sino que parece más un biopic, un slice of life. Sin embargo, engancha por su simpleza al leer y su ritmo fluido. Los personajes están muy bien delineados y es fácil relacionarse con cada uno por motivos diferentes.


¿Se imaginan estar caminando plácidamente por una escena de copos de nieve que resbalan del cielo? OK. Ahora imaginen que, con cada copo de nieve, una nueva y atropellada memoria del pasado los acosa. El momento cambia completamente. A partir de allí es probable que cada copo de nieve represente algo más, algo distinto…

Esto es, un poco, lo que logra Murakami con la historia. Los personajes parecen estar como vinculados emocionalmente con ciertos objetos, momentos y canciones. Todos están quebrados emocionalmente y se asemejan a espíritus que no pueden encontrar la paz, de manera similar a lo que sucede con todos los personajes de Evangelion.

Si piensan que el tono de la historia es deprimente, no están equivocados. En general toda la novela te tira para abajo, pero el autor se las ingenia para brindarles ciertos momentos de felicidad a sus personajes.

En el 2010 salió la adaptación cinematográfica, pero todavía no la he podido ver.



Tokio Blues es, sin duda, una buena novela. Pese a su tono coloquial, desenfado, toma una serie de referencias culturales para el lector más avispado: desde las citas musicales de jazz y pop, hasta El Gran Gatsby y La Montaña Mágica, pasando por varios trabajos literarios occidentales. La influencia de J.D. Salinger y su Guardián entre el Centeno es innegable, y hay escenas que –directamente– son homenajes completos (siendo, la más obvia, aquella en la que Watanabe se corta la mano).

En ese sentido, me gustó que uno tiene las dos caras de la moneda: es una historia liviana, lineal, si uno se conforma con eso, y profunda si es lo que se busca. Eso sí: hay que estar preparado para algunas temáticas sexuales más o menos fuertes (casi tabú, diría) y largas discusiones sobre la masturbación.

Ahora tengo planeado leer algunas cosas más feel-good, más optimistas, porque realmente es una historia que te deja cierto sabor amargo (más allá de un final “feliz”). (#SpoilerAlert!) Tokio Blues comienza (y termina) con un suicidio, cerrando un círculo. El disparador de la historia es el suicidio de Kizuki, novio de Naoko y mejor amigo de Watanabe, nuestro héroe. Por eso tenía que terminar del mismo modo, con una especie de muerte por hipotenusa que de fin al engorroso triángulo amoroso. Tenía que ser así, y me encantó la sutileza con la que se trató. Naoko elige morir para dejar a Watanabe libre, sin cadenas. Aunque en la última hoja, Murakami nos cierra la historia con un brillante (aunque perturbador) cliffhanger, un momento ambiguo en el que es imposible preguntarse qué va a suceder después. (#Fin del Spoiler!)

«Death exists, not as the opposite
but as a part of life.»

(Haruki Murakami, “Tokio Blues, Norwegian Wood”)


POSDATA: El ultimo comentario que quiero hacer es sobre el triángulo amoroso en sí. Se me hizo imposible no relacionarlo con Neon Genesis Evangelion. Shinji y Watanabe tienen muchos puntos en común, y lo mismo sucede entre Asuka/Midori y Rei/Naoko. En Evangelion, Shinji se preocupa por ambas pero no cree que nadie pueda llegar a amarlo. En “Tokio Blues” la situación es similar, y las coincidencias de esta trinidad me parecieron locas porque ambas obras salieron, más o menos, en paralelo y son absolutamente diferentes.

Después entendí que, en realidad, se trata del triángulo amoroso más clásico: dos personalidades opuestas. Una dulce, sensible, común, introvertida, inocente (Rei/Naoko) y la otra más exótica, extrovertida, atrevida (Asuka/Midori). 

Es una temática universal y ha sido utilizada eternamente por el Cine y la Literatura. ¡Pero ese tema lo dejaremos para una próxima nota!


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=>> Otras reviews en el BLOG que les pueden interesar: “La Borra del Café”, una novela sin desperdicio de Mario Benedetti; “La Feria de las Tinieblas”, algo extraño dentro de la bibliografía de Ray Bradbury;  “IT” (de Stephen King) y –obviamente– “El guardián entre el Centeno”, de J.D. Salinger.

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miércoles, 5 de marzo de 2014

“¡Bang, bang!” (cuento)

– ¡Bang! Moriste –había gritado Sergio Martínez.
– ¡Le erraste como por 30 kilómetros! –exageré yo, con no más de 8 años y una voz particularmente aguda.
– ¡Bang, bang! ¿Y ahora?
– Tampoco me diste. Me agaché –respondí–. Esquivé la bala.
– ¡No seas tonto! No se puede esquivar una bala. Si estás muerto, estás muerto.
– ¡Claro que se puede! Batman y Superman las esquivan.
– ¡A Superman le rebotan! –objetó Sergio–. Y lo que decís no tiene sentido. ¡No sabés jugar! Si te disparo, tenés que quedarte tirado.
– ¡Pero si yo la esquivé! –me quejé–. Además, soy el capitán. Tengo tres vidas, así que me tenés que matar tres veces.
– ¡Yo así no juego más!

Aquellos eran los días en el verde Parque Central, o cualquier tarde en la calle de mi cuadra. Corríamos por las veredas como una avalancha infantil, gritando, saltando, riendo. Mi ametralladora era de plástico. Sergio solía usar un pedazo de tronco que había tallado con un cuchillo durante semanas. El gatillo era un broche sacado de la soga para tender la ropa.
Los chicos con un poco más de dinero compraban revólveres a cebita, que hacían estallar en las guerras de barrio mientras nos apuntábamos unos a otros. Era injusto, claro. Las balas de cebita dolían más que el aire que yo podía descargar al son de “Ra ta ta ta ta ta ta ta ta”. Las disputas eran cosa de todos los días. Surgían ágiles, cortas y violentas, pero terminaban en un minuto, tan rápido como habían florecido.

A veces las cosas se salían de control. Era la interminable discusión para determinar quién tenía razón. La sangre salía por la nariz del perdedor como símbolo del derrotado. El afligido tragaba los mocos y se retiraba con un “se lo voy a contar a mi papá” acompañado de una venganza jurada. Era parte importante de la existencia de un niño salvaje, siempre entusiasmado, siempre activo, nunca aburrido.


Aunque mi cuerpo había crecido, por dentro seguía siendo un pibe. Me estiré y alargué hasta el metro ochenta; desarrollé cuerdas vocales graves y potentes. Mis músculos se endurecieron, las líneas de la mandíbula y de los ojos se volvieron más marcadas. Pero mi cerebro nunca manifestó rasgos de haber crecido con la misma armonía. Mi inmadurez era prueba fehaciente de aquello. Con 46 años a cuestas, seguía metiéndome en problemas. Todo en mí estaba verde aún, repleto de altos robles de verano.

Durante esos segundos frente a mi amigo de la infancia, súbitamente empecé a darme cuenta de todo. Sergio “Maravilla” Martínez tenía razón; yo era el tramposo. No merecía que le hiciera sangrar la nariz a golpes. Al fin y al cabo, yo nunca esquivé su bala. No se puede esquivar una bala.
El plomo jamás dejó de dirigirse directamente hacía mí, solo le tomó algunos años más en alcanzarme.
¡Bang! Estaba muerto.

***

Tengo 45 victorias a cuestas, 28 por knock-out, y dos derrotas que prefiero no contar. (El árbitro estaba comprado). El boxeo es un deporte de impacto donde uno tiene que ser creativo para competir. No hay un set de reglas a seguir. ¡Ojo que no todo es placentero! Tengo una dieta estricta, entreno dos veces al día.

Empecé bien de abajo –como el que arranca un pozo– pero el año pasado me alcé con el título nacional de peso mediano del CMB. Hoy estoy pisando los 50 y sigo repartiendo golpes, solo que ahora se paga mejor. Mi condición social me permitió ayudar a mi viejo, que fue obrero toda su vida. Ahora vive en un Palermo Hollywood, ¿qué te parece? Mamá está contenta, aunque siempre se reza un rosario entero antes de cada pelea. 

A mí, Dios ni me va ni me viene… lo que tengo me lo gané solito, remándola como quien dice.

“Maravilla” Martínez es groso, y eso que lo conozco de chico. 

No puedo creer que lo tenga enfrente, arañando para no perder el título. Respira con pesadez. Yo también estoy bastante nervioso.  Pero soy Ricardo “Aplanadora” Catinelli, el ambicioso, el arrogante, el verdadero héroe argentino; y estoy convencido que lo voy a dejar tan desfigurado como a los 8 años. Estoy esforzándome al máximo. Además tengo intervención divina de mi lado… Mamá se va a rezar un rosario entero. Cada golpe va a ser un “¡bang!” sobre su rostro… y cuando salga campeón, mi viejo me va a decir “grande pibe… ¿nos tomamos una cerveza para festejar?”.


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=>> Los últimos CUENTOS del blog: “No más de once”, un evento trágico bajo la mirada de distintos testigos; “La distorsión en el espejo”, una visita a una adivina con consecuencias reveladores y “Instrucciones para aconsejar a través de frases”, un homenaje al gran Julio Cortázar.

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