Leer los clásicos
de la literatura puede ser una experiencia de aprendizaje interesante. Han
sobrevivido el paso del tiempo, son el
retrato de una época y poseen, generalmente, poderosas herramientas literarias. Es bien sabido que es imposible
leer todo lo que uno querría (o ver todo lo que uno querría). El tiempo que
dedicamos a leer una obra es tiempo que dejamos
de dedicarle a otra. Es un intercambio equivalente.
Un costo de
oportunidad.
Un sacrificio.
Por eso es tan difícil, para mí, elegir el próximo libro a leer (o –incluso-
la próxima película, serie o actividad)
Hay grandes clásicos que me quedan por leer. Este
año prometo hacerme tiempo para pegarles una mirada a “Madame Bovary” (Gustave Flaubert, 1856), “El guardián entre el centeno” (J.D. Salinger, 1951) y “Matar a un ruiseñor” (Harper Lee, 1960).
Me seguirán quedando pendientes “Mujercitas”
( Louisa May Alcott, 1868) , “Anna
Karenina” (Leo Tolstoy, 1877) y muchos otros más.
Tampoco leí “Les
Miserables”, una obra de las más importantes dentro del género romántico. La verdad es que todavía no cae dentro de mi prioridad literaria. Quizás sea porque recientemente vi la última producción musical y me
gustó bastante. Quizás no quiero arruinar
ese sentimiento leyendo la novela y cuestionando la fidelidad de su adaptación.
La película no es para todo el mundo, aunque sí una
experiencia única. Es una oportunidad de ver “ópera” en el cine. Además, tiene grandes momentos musicales como el
aclamado “I Dreamed a Dream” de Anne
Hathaway (simplemente fantástico).
Si quieren leer más sobre la película lo pueden
hacer en mi crítica.
La realidad
es que el cine y la literatura son lenguajes distintos. Muchas veces se
fusionan, se mezclan… se acuestan y
después no se llaman al día siguiente. En el mundo cinematográfico
prima la imagen por encima de la palabra, mientras que en el literario es
básicamente palabra. Lo que hace que un libro sea más profundo (y más rico) que
una película es lo mismo que hace que
una puerta de madera que cruje provoque más miedo que un payaso
sosteniendo globos bajo una alcantarilla: la imaginación es (… y siempre será..) mucho más poderosa que la visión.
He tenido el disgusto
de ver adaptaciones de cine muy inferiores a su original en papel. Es triste,
porque las malas adaptaciones persiguen
a los novelistas por el resto de sus vidas (Stephen King probablemente estaría de acuerdo conmigo… pero de eso
hablaremos en otra ocasión).
Pero hoy no es la idea debatir “si la peli es mejor que el libro”.
Tampoco criticar a Hollywood, o como
ya no crea historias originales y se la pasa robando de libros, secuelas y
reboots. Mi objetivo es remarcar que aquellos
que se animen a tomar la pastilla roja pueden descubrir todo un universo literario detrás del cine y
la televisión, que es maravilloso, y que – muchas veces – las películas no
logran ajusticiar.
Aunque no leí a Victor Hugo aún, si
busqué bastante sobre él en blogs y la web en general. Obras como “Nuestra Señora de París” (con su
versión disneyniana más “light” titulada
“El Jorobado de Notre Dame”) y “Los Miserables” han marcado un umbral
dentro de su época. Y eso es lo que hace que un clásico sea tal: nunca deja de estar de moda. Me pareció
interesante enterarme que “Los Miserables”,
escrita mientras Hugo estaba exiliado en Bruselas por oponerse a la política de
Napoleón, es acreedora de la oración más
larga jamás escrita (aproximadamente 800 palabras).
La novela, en sí, es una crítica social (al estilo de lo que hacía -de forma más metafórica- Charles Dickens) hacia la sociedad de su época. Por lo menos en la cinta (y seguramente con más profundidad en el libro) se tratan temas profundos como la injusticia, la misericordia de Dios, la libertad y la esperanza.
La historia de “El
hombre que ríe” (otra deuda personal) parece haber inspirado al
archienemigo de Batman: el Guasón.
El título hace referencia a un personaje cuya cara ha sido desfigurada y, como
consecuencia, parece que siempre lleva
orgulloso una brillante sonrisa.
En algún momento de mi vida me haré tiempo para
leerme las obras más importantes de Hugo.
Cuando lo haga, seguramente verán mi
crítica en este espacio personal para opinar y debatir.
Lamentablemente el tiempo es demasiado efímero como para poder hacer todo lo que nos
gustaría. Quizás eso sea lo hermoso de esta vida también, ¿no? Nuestra
capacidad de elección, la habilidad para hacer de nuestro tiempo lo que
deseemos. Sea un buen libro, una película, salir a caminar o recorrer el mundo…
lo importante es dejar algo en esta vida
cuando nos vayamos. Dejar algo como lo han hecho los grandes autores de la
literatura, cuyos libros seguirán trascendiendo las barreras del tiempo por
toda la eternidad. =)
OFF-TOPIC:
les comparto este video de la genial serie “Coupling”
de la BBC donde Jeff intenta “flirtear” con una chica, que se encuentra leyendo
un libro, y termina afirmando que colecciona orejas en un balde. Imperdible.
Excelente nota, Luciano. Disfruté leerla, el tono en el que está escrito, el contenido, la idea de que leer un libro es dejar de leer otro, de que el tiempo se nos va todo el tiempo y que eso puede ser sabroso también.
ResponderEliminarUn abrazo desde Venezuela.
¡Gracias por el comentario, Dayana! Estuve mirando tu blog de adaptaciones al cine, está muy interesante y completo, ¡felicitaciones!
EliminarTambién soy fan del cine, de hecho armo críticas en mi página (ojalá puedas seguirme). ¡Te mando un saludo grande!
PD: me cae muy bien la gente de Venezuela. =)
Luciano.