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jueves, 29 de diciembre de 2016

¡Ahí te ves, 2016! El último post del año


El año 2016 se nos fue de las manos, como todo, no sabiendo cómo. En mi caso, tuve un año tremendo lleno de proyectos, desafíos y agradables sorpresas. El año que viene el reto más grande va a ser la llegada de Baby Benjamín.


En el blog hice algunos imperceptibles cambios que me parece que van a hacer más simples la navegación por mis diferentes categorías.

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Desde la escritura, comencé a escribir para dos sitios en Internet.

Nussocial

Primero llegó Nussocial, un blog local de participación colectiva, donde un grupo súper heterogéneo de personas escribimos notas relacionadas con Bahía Blanca (ciudad en la que vivo): lo social, lo cultural, el deporte, la moda, los emprendimientos, etc.


Lo interesante de ser tantos (y de tan variadas disciplinas) es la cantidad de notas diferentes que uno puede encontrar. Como es de esperar, yo me ocupo de la parte de cultura, literatura, cine y teatro. ¡Dense una vuelta! Es gratis y leer un poco no le hace mal a nadie. Este es el link:
Mis notas de Nussocial: http://viajarleyendo451.blogspot.com.ar/p/notas-de-nussocial.html

Hice algunas entrevistas a librerías que se dedican al “ñoñaje” y la literatura bahiense (esta es la nota), al interesante grupo de Narraciones al Instante y al de los Abuelos Lee Cuentos.

También hablé de mi trekking al Cerro Tres Picos, del cine que aporta sobre el tema del bullying, de Bahía Blanca como cuna literaria y de Elige tu Propia Aventura. (Porque siempre es un buen momento para hablar de Elige tu Propia Aventura.)

Altapeli

A su vez, empecé a redactar sobre cine para la genial página de Altapeli.com, que no puedo dejar de recomendar porque siempre tiene todos los reviews de cine al día y los chicos sorprenden todo el tiempo con notas originales y novedosas (me quiero incluir dentro de ese grupo de pibes creativos).

Mis notas de Altapeli.com: http://viajarleyendo451.blogspot.com.ar/p/notas-de-altapelicom.html


Lo que me encanta de Altapeli es que los editores te dan la libertad de hablar con soltura, sin ataduras. Ahí empecé a subir reviews de estrenos (vi mucho cine argentino independiente este año) y notas tan variadas como la vida misma.


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Mi literatura

Desde lo literario, a mediados del 2016 se publicó un relato mío de terror en la antología Pobre Diablo. Hablé al respecto en esta nota.

Algo muy loco que me pasó fue vender mi primer cuento en inglés a la Ellery Queen Mistery Magazine. Ya firmé el contrato, así que –si todo sale bien– tendrían que estar publicándolo en la revista en los próximos meses. Tengo ganas de contar bien cómo fue esa historia porque es algo que nunca habría esperado y que sucedió de formas casi místicas (y, en gran parte, gracias a este blog).

Un punto altísimo en mi (cortísima) carrera de escritor fue recibir el SEGUNDO PREMIO con mi segunda novela en el concurso internacional Vuela la Cometa (acá está toda la data).

Tuve la posibilidad de viajar a Tarragona (España), conocer a la gente de la editorial, tomarme unas cañas con todos los organizadores del concurso y, si bien no gané, quedaron interesados en la historia. Todavía estamos discutiendo los detalles, así que espero tener novedades pronto.

¿Qué más? Tuve tres reconocimientos importantes que me inflaron el pecho.
  • En el Concurso Homenaje a Silvina Ocampo recibí una mención de honor.
  • En el Certamen Literario Club Mendoza de Regatas 2016 se la jugaron con el primer premio.
  • En el Concurso Literario "Un sueño, una historia..." obtuve un segundo puesto (por este cuento).


Ya iré publicando cada una de esas historias.

La verdad es que no puedo quejarme. La literatura no me está llenando el bolsillo, pero sí resulta motivador que cada año venga superando al anterior. También me siento muy inspirado, empezando a diagramar la trama para una tercera novela.

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El blog

El blog también creció un poquito más. Está grande el guacho. Las visitas no suelen bajar de las 1000 por día y ya llevo casi 350 entradas (esta es la #347, de hecho). Desde que lo comencé en el año 2012, se convirtió en una parte fundamental de mi vida.

Este año hice tres entrevistas (a Alejandro Laurenza, a Guido Barsi y a las chicas de No me olvidé de vos) y dos diarios de viaje (“Mis días por España” y mi zarpado viaje a los refugios de El Bolsón, cuyas anécdotas y recomendaciones pueden leer acá).

También hubo varios análisis literarios (finalmente leí Rayuela, ¡qué pedazo de novela por favor!), reviews de cine, animé, algún que otro relato de mi autoría y notas bizarras que me divierten cada vez que las releo.

Desde el marketing de Netflix hasta el Contra, pasando por recursos para escritores, listas top extrañas, grandes horrores del cine, Hemingway, Stephen King, el cine de clase “B”,  cómics y dibujos animados, Game of Thrones, Pokemon GO, Roland Barthes, Elmore Leonard, Black Mirror, Alberto Laiseca, Adolfo Bioy Casares y hasta el crítico de cine Roger Ebert.

Los que me leen saben cuánto disfruto escribir y discutir sobre todos estos temas que me apasionan y son más vicios personales que otra cosa. Me resulta altamente gratificante. Por eso (y porque no encuentro otra forma de volcar todas mis necesidades de escribir) voy a seguir haciéndolo.

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Se viene mucho más… como cuando TELEFÉ te hace esas propagandas de lo que viene el año próximo.


¡¡Diciembre se viene con todo!! "Mi pobre Angelito", ¡estreno absoluto!

Tenga en la cocina del blog una nota sobre la obra maestra de Charlie Kaufman (Synecdoche, New York), una sobre el tipo de lector que es el “lector de best-sellers” y la entrevista a una de las seguidoras del blog: Denise Lopretto y su antología de cuentos “Primera Naturaleza”.

También tengo pendientes los reviews/análisis de Mundo Anillo (de Larry Niven) y de The Doors of Perception (lisérgico ensayo de Aldous Huxley). Por otro lado, en enero y principios de febrero van a estar saliendo las clásicas notas anuales de “Lo mejor del cine 2016”, “Lo mejor del animé 2016” y “Libros favoritos leídos en 2016”. Son notas que llevan bocha de tiempo pero que me re divierte hacer.

Como decían los flacos de Nivel X, si este año de Viajar Leyendo te gustó, el próximo… ¡te va a encantar! ¡Hasta el año que viene!


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=>> Otros POSTS RELACIONADOS en el blog: “Mis notas de Altapeli.com”; “El misterioso post nro. 100”; “Grandes sagas”; “Índice de mis cuentos”; “Listas TOP”; “Mis notas de Nussocial”.

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lunes, 26 de diciembre de 2016

Alberto Laiseca: narrador de narradores


No voy a ser hipócrita y decir que Laiseca me parecía un escritor soberbio, que se perdió a un grande de la literatura argentina y bla bla bla… (Alberto Laiseca falleció hace unos días). No lo voy a hacer porque no puedo hacerlo: nunca leí ninguna de sus obras. (Shame… shame…)

Más bien, a Laiseca me acerqué por sus narraciones. Y de ellas sí puedo afirmar que me parecían maravillosas.

El canal I-SAT fue (y sigue siendo) icónico en Argentina por presentar producciones nacionales de muchísima calidad y darle espacio a los cortos y programas independientes. Dentro de ellos, el antológico ciclo de TV Cuentos de Terror era genial. 

Hoy se pueden encontrar casi todos los episodios en Youtube (en este link, por ejemplo).

El ciclo, hoy considerado de culto, se emitió durante el año 2002 y llegó a ganar el premio Martín Fierro a la mejor producción en cable.

En cada episodio, un anciano de bigote prominente, sentado y fumando en medio de una habitacion vacía y oscura, con un ventilador juguetón que hacía diferentes juegos de sombras sobre su cabeza, te contaba historias de terror. 

Y puedo asegurar que asustaban en serio.


«Las aspas de un ventilador de techo giran lentamente, distribuyendo rachas de sombra y luz en un cuarto despojado. Sentado y mirando a la cámara, Alberto Laiseca se dedica a contar historias de terror. Echar a andar la videocassetera o abrir las páginas del libro son sólo modos diferentes de ingresar, conducidos por Alberto Laiseca, a un universo en donde lo importante es dejarse fascinar por un relato escalofriante



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Fue en esta serie televisiva donde muchos conocimos la calidad de narrador de Laiseca. Los extraordinarios relatos de Poe, H.P. Lovecraft, Horacio Quiroga, Mujica Lainez o Stephen King quedaban enaltecidos gracias a sus dotes actorales y la impronta fúnebre, tenebrosa, que le adicionaba.

Tengo una fascinación especial por la narración. De hecho, en otro blog para el que escribo (Nussocial) hablé en dos ocasiones sobre ellos.

En Narradores en acción les hice una entrevista a los chicos de Narradores al instante, un grupo de artistas que busca recuperar la tradición oral de la narración. Por otra parte, en El cuento del abuelo me referí al grupo de los Abuelos Lee Cuentos y sus actividades en Bahía Blanca.

El acto de narrar es la culminación externa de un proceso de enriquecimiento interior. El narrador estudió la obra a fondo, la leyó de todas las maneras posibles, patas para arriba, caminando, tirado en un hamaca paraguaya o sentado en su silla favorita; la ensayó, le buscó las formas, el tono adecuado. Es como una pequeña pieza dramática entre un protagonista y su púbilco. Y cualquier relato mundano puede volverse atrapante de la mano de un buen narrador.

En algún punto, pasa lo mismo con aquellos que saben contar un buen chiste. Landrisina es otro cuentista soberbio que tenemos en Argentina. El tipo no cuenta chistes especialmente graciosos, pero lo hace con una calma, con una elecuencia, que te envuelve por completo en la historia.

En el acto de narrar se ponen en juego todos los recursos expresivos: el gesto, la voz, el volumen, las onomatopeyas, la postura, los ademanes. Es increíble cómo la voz termina por desbordar a la palabra, la corre del lugar, se impone. Una buena voz te conquista, te seduce, te hace dar escalofríos en los momentos justos.

Hay un esfuerzo creador muy importante en el acto de narrar. No se trata únicamente de repetir una historia ya escrita. Dos personas pueden narrarte el mismo cuento y generar en vos emociones completamente diferentes.

Laiseca tenía todo eso como narrador, y también una presencia monstruosa. Su postura, siempre majestuosa, no hacía más que ayudar a meterte en el tono del relato. Acompañaba la voz con lo gestual, con la mirada, con cambios en el ritmo.


Alberto Laiseca falleció el 22 de diciembre de 2016 a los 75 años de edad.

Durante sus últimos días en un geriátrico era visitado por algunos de sus seguidores. Se dice que fue Horacio Quiroga el más grande exponente del género literario del terror en Argentina. Pero fue Laiseca su máximo difusor. Por eso, hace unos días el terror perdió a su mejor narrador.

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LINK al blog Nussocial (para el que también escribo): https://nussocial.wordpress.com

Mis dos notas sobre narradores en Nussocial:

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miércoles, 21 de diciembre de 2016

El viejo y el mar: orgullo y determinación


Imaginate lo siguiente: estás viejo. 

Salir de la cama es más difícil que nunca, te ponés de malhumor si te perdés las noticias de la mañana y no podés entender a los chicos de hoy en día. ¿Qué hacés? ¿Te amonitinás en el bingo hasta que la fortuna te sonría? Nope. ¿Vendés tu casa, te comprás un motorhome y recorrés el país sin prisa? Naaaa. 

Más bien, te subís a un bote de dudosa seguridad y te adentrás mar adentro, solo y en busca del pez más grande jamás visto.

Suena una locura, pero es exactamente lo que sucede en El viejo y el mar, la obra maestra que Ernest Hemingway escribió en 1952

La historia presenta a un testarudo anciano que supo ser un gran pescador. “Supo ser” acá es la frase clave. Las cosas no le están yendo muy bien y hace 84 días que vuelve a su choza con las manos vacías. Si no fuera por un joven vecino que le lleva comida, probablemente moriría de hambre.

Un día, decidido a atrapar al pez más grande del mar, termina encontrándose cara a cara con un imponente pez espada que le da la batalla de su vida. 

En esta nota vamos a hablar un poquito de El viejo y el mar, para intentar dilucidar cuál fue su importancia dentro de la literatura del siglo XX.


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#SpoilerAlert: ¡Dale! Es una obra con más de 60 años de antigüedad. Si no te la hicieron leer en la escuela, seguramente la escuchaste nombrar y sabés más o menos de qué va. Sin embargo… tengo que aclarar que se revelan puntos fundamentales de la trama en este post.

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El viejo y el mar sigue siendo increíblemente popular porque se ganó el status de “clásico de la literatura”. Su corta extensión, sencilla prosa y atemporal valor simbólico la han convertido en una de las obras favoritas de profesores de secundaria.

► “El viejo y el mar” en versión PDF para descargar: LINK.

Se trató del último trabajo de Hemingway y le valió el premio Nobel de la Literatura en 1954 y el Premio Pulitzer un año antes, convirtiendo a este texto en su obra de ficción más famosa.


La historia transcurre en La Habana, donde Santiago, un pobre y veterano pescador cubano de origen español, no ha atrapado un pez en varios meses. En el mar se encuentra cara a cara con un pez espada gigante con el que lucha día y noche, poniendo en peligro su propia vida.

Fue llevada al cine en una película de 1958, con Spencer Tracy y dirigida por el célebre John Sturges. También hay una miniserie de 1990 y una animación de stop-motion rusa de 1999, dirigida por Aleksandr Petrov, que –sorprendentemente– ganó un Premio de la Academia. De hecho, está verdaderamente muy buena:

  
La novela es uno de esos extraños casos donde la vida real escribe la trama. Hemingway fue conocido por hacer un uso intensivo de elementos biográficos en sus historias, mezclados con personajes que conoció en la vida real.

Se dice que el viejo cubano habría estado basado en un pescador amigo del autor, Gregorio Fuentes. Él, como Santiago, era flaco, de ojos azules y tenía una larga historia de batallar contra el mar como pescador. Fuentes era el capitán del barco de Hemingway y frecuente hablaban sobre la novela.

Hay otro aspecto llamativo y es que, si Santiago es mitad Gregorio Fuentes, también es mitad Hemingway. Él mismo estaba empezando a estar y sentirse viejo cuando escribió El viejo y el mar.

Por otro lado, venía de escribir una novela (Across the River and into the Trees) que fue odiada por la crítica. Es probable que Santiago sea un reflejo de cómo el autor se sentía por aquella época: viejo, cansado, solitario y deprimido.

De hecho, toda la obra tiene un tinte bastante deprimente y el estilo es más bien reflexivo. Algo que nunca entendí (y que hasta me molesta) es por qué Hemingway no eligió narrarla en primera persona, siendo que el 90% son monólogos internos del protagonista, reflexiones y pensamientos. Incluso, pasa gran parte de la historia solo en su bote, hablando literalmente en voz alta y a nadie en particular.

La cuestión es que, debido a que Hemingway utilizaba fuentes autobiográficas constantemente, algunos críticos eventualmente decidieron que la novela era un ataque hacia ellos. Según esta lectura, Hemingway (Santiago) es un viejo maestro al final de su carrera, siendo destruido y consumido por la crítica (El mar), pero últimamente saliendo triunfador.

Si este es el caso, El viejo y el mar no sería más que un acto literario de venganza. A esto hay que agregarle que Hemingway sufría de depresión y resentimiento por aquella época (y terminaría por suicidarse en 1961). Yo prefiero pensar que hay interpretaciones más amplias sobre la particular lucha de un hombre contra la naturaleza.

Sin intenciones de comentar demasiado, la novela se pone bastante brava. Especialmente cuando, luego de luchar durante tres días contra el inmenso pez espada (algunas veces dejándose llevar por él, otras veces resistiéndolo), el viejo logra atraparlo pero aparecen tiburones (sí, tiburones, en plural) que lo complican más todavía.


El final es bastante agridulce. Santiago pudo traer el pez a casa, y le prometió a su joven aprendiz que van a volver a trabajar juntos, pero los tiburones devoraron gran parte del animal dejando sólo restos y el esqueleto. De todas maneras, le sirvió para ganarse el respeto y apoyo de la gente del pueblo.

Hemingway expresó que no hay simbolismo en el libro. Puntualmente dijo:

«The sea is the sea. The old man is an old man … The sharks are all sharks no better and no worse.
All the symbolism that people say is shit.»

(Ernest Hemingway, siendo brutalmente honesto)

Sin embargo, ya hablé al respecto en una nota anterior (específicamente en ésta). Cuando un autor termina una obra, pasa a pertenecer al lector, al público. La interpretación de un escritor sobre sus propio trabajo no es más válida que la interpretación de cualquiera de sus muchos lectores.

Por otro lado, la estructura de fábula de la historia sugiere que –necesariamente– debe tener una carga simbólica, y hay quienes la consideran una gran alegoría.

Entre algunas de las teorías más locas de la novela, algunos consideran que hay imágenes muy claras de la cristiandad. 

Hemingway hace algunas referencias evidentes a la crucifixión de Cristo.

Otros (probablemente más cuerdos) ven en El viejo y el mar una alegoría del extranjero que lucha por ser aceptado en una comunidad. Santiago tiene raíces españolas y, de alguna forma u otra, busca el reconocimiento de sus vecinos, quiere demostrarse a sí mismo qué puede seguir siendo un pescador de renombre.

Lo interesante de la historia es que es lo suficientemente sencilla y abierta como para poder analizarla desde varias temáticas: el sufrimiento de llegar a viejo, la perseverancia y la determinación (leit motivs de la trama), el orgullo, la memoria y el pasado (la memoria es un tema dominante en la obra) y la diferencia entre “ser destruido y ser derrotado”.

«El hombre no está hecho para la derrota.
Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado

También se ven la lucha del hombre contra la destructora fuerza de la naturaleza, la soledad (el viejo habla literalmente solo durante toda la novela) y la amistad (personificada en el joven Manolín).

De cada uno de estas temáticas que Hemingway aborda puede hacerse un ensayo completo. Acá es donde reside la verdadera riqueza de la historia. El que para mí mejor maneja (o, por lo menos, el que encuentro más interesante) es el de la vejez.

«La vejez es mi despertador, ¿porque los viejos nos despertamos tan temprano?,
¿será para tener un día más largo?»

El otro gran tema de la obra es, inevitablemente, el del orgullo y la determinación. El orgullo de Santiago es la fuerza impulsora de la trama, y existen muchos paralelos entre su personalidad y la de cualquier clásico héroe de la mitología antigua.

Además de contar con gran valentía y tremenda fuerza para su edad, Santiago tiene internamente un compás moral muy certero. Constantemente está pidiéndole perdón a la gran bestia por tener que cazarla, y luego de que los tiburones devoran al pez espada, le sigue pidiendo perdón y respetando a su admirable oponente.

«Este pez podría alimentar a mucha gente, pero ¿serían dignos de comérselo?
No, claro que no

Santiago es una representación de cómo el orgullo puede motivar al hombre hacia la excelencia. Sin aquel sentido feroz del orgullo, él habría abandonado la batalla contra el pez sin siquiera haberla comenzado.

La determinación de Santiago también lo lleva a buscar trascender a las demoledoras fuerzas de la naturaleza. Sin importar las circunstancias brutales en las cuales se encuentra, el viejo exhibe una necesidad imperiosa de atrapar al pez y llevarlo a casa.


«Yo elegí ir allí y encontrarlo más allá de toda la gente.Más allá de toda la gente del mundo.
Ahora nos hemos unido, estamos juntos desde el mediodía y sin nadie que nos ayude, a ninguno de los dos

Palabras finales

Hemingway supo narrar (como pocos) esa eterna dicotomía entre amor y odio que sienten los pescadores por el mar, por ese pedacito de cielo sin barreras donde transcurre gran parte de sus vida, y donde la arriesgan con cada salida.

El viejo y el mar tiene un estilo directo, duro, con frases cotidianas que buscan unir a aquel hombre viejo y solo, en el medio del mar, con la humanidad completa. El autor da un paso más allá de la simple alegoría, incluso de la búsqueda de una interpretación épica de nuestro mundo. Hace converger, en unión armónica, al hombre con la naturaleza.

Una vez leí que si Moby Dick representa el Viejo Testamento, El viejo y el mar podría representar al Nuevo, más corto pero no menos importante. Es una idea interesante que vale la pena investigar (hay intertexto entre ambas historias, sin duda).

La novela avanza con lentitud, como el paso del tiempo en el rostro de una persona. Esa desaceleración, aquel lento vagabundeo en el que se mueve la obra, se opone directamente a nuestra idea de vivir acelerados en el tiempo.  El agua (el mar) es vida y también es amenaza de vida. Corroe la madera del barco de Santiago mientras simultáneamente lo mantiene a flote.

Estas constantes tensiones paradójicas son las que hacen de El viejo y el mar una lectura siempre memorable.

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sábado, 17 de diciembre de 2016

Los refugios de El Bolsón (diario de viaje)


Durante una semana realicé con dos amigos (Santiago y Christian) el viaje más particular de mi vida: recorrimos las montañas de El Bolsón, visitando glaciares, cascadas, lagunas y bosques, conociendo refugios y viviendo totalmente desconectados del mundo real.

Esta aventurera nota es un intento de destacar los momentos más memorables, las recomendaciones más importantes y algunas anécdotas del viaje. Una forma muy chiquita de aportar consejos para quien quiera realizar una travesía similar.

Así, tal cual está, la subí también a mi perfil de Viajeros.com.

Día 1 (domingo 4/12) – Salida desde Bahía Blanca y hostel “Meridiano 71”

Aquel domingo nos levantamos muy temprano y a las 7 y moneditas ya estábamos en la ruta. Santiago manejaba (es el más adecuado para esa tarea, y muchas tantas otras), Christian dormía atrás (luego de una noche de recital con su banda) y yo cebaba mate en el asiento del co-piloto.

Hicimos el viaje de un tirón, 11 horas desde Bahía Blanca hasta El Bolsón. De almuerzo yo había hecho unos sánguches. 

La ruta llovía de a tramos.

Al llegar, nos registramos en Informes de Montaña (es obligatorio hacerlo antes de subir a los refugios) y caímos en la primera trampa de turistas: al lado colocaron una estación de recarga de cerveza, con muy buena birra artesanal.

Como teníamos ganas de dormir en camas (sabiendo que nos esperaban varios días de refugios y bolsas de dormir) nos llegamos hasta un hostel (Meridiano 71). El lugar es un toque caro (300$ la noche en habitación compartida por persona) pero es realmente muy agradable: fogones, gran patio, lindas habitaciones. Resultó que éramos los únicos clientes de Ninke, la piba que no sólo era recepcionista sino que también vivía en el lugar.

Fue una tardecita divertida de comer empanadas, tomar algo, charlar y ver perros diferentes sobre maderas (#TrueStory). 


Hostel Meridiano 71, un pedacito de cielo.


Preparamos las mochilas para la ida y terminamos de definir nuestro itinerario para los siguientes días, que sería este:

ITINERARIO

  • Estacionamiento en Chacra Wharton (se deja una colaboración al regresar). (1)
  • Salida desde Wharton hacia Refugio Hielo Azul (primera noche). (2)
  • Subida al glaciar Hielo Azul, con un whisky, claro. (3)
  • Salida hacia Refugio Natación (segunda noche). (4)
  • Recorrido por alrededor del Natación.
  • Salida hacia Refugio Cajón Azul (tercera noche). (5)
  • Recorrido por Refugio Retamal, alrededores del Cajón Azul y Refugio Tronconada.
  • Salida hacia Refugio Playita (cuarta noche). (6)
  • Regreso a Wharton. (7)


Este mapa indica los puntos de referencia mencionados:


Y acá también hay algunos tiempos aproximados entre refugios:


Dormimos. A la noche (tipo 5.30 am) estaba mirando por la ventana y pasó un caballo, muy muy cerquita. Luego del sobresalto (y, en serio, fue un gran sobresalto) seguí durmiendo.

POSDATA LITERARIA: mi mochila tenía un poco de peso adicional. Llevaba algo de material de lectura: “Primera naturaleza” (cuentos de Denise), “Espantapájaros” (de Oliverio Girondo), una antología de cuentos de Manuel Peyrou que ya había leído durante mi adolescencia, “1984” (de Orwell) y un ensayo interesantísimo de Aldous Huxley sobre su experiencia con drogas lisérgicas.

Ya habrá posts de todos ellos.

Día 2 (lunes 5/12) – El refugio Hielo Azul (1300 msnm)

Nos levantamos todos tipo 8. Ninke se la jugó con un desayuno que incluía dulces caseros del lugar y pan casero. Para las 10 am ya estábamos en Chacra Wharton, donde podíamos dejar el auto y comenzar el recorrido hacia los refugios a pie.


El primer día de caminata es mayoritariamente cuesta arriba, a través de prados con flora silvestre y bosques. Atravesás algunos puentes y la subida se vuelve bastante (bastante) intensa. La clave está en siempre seguir la señalización de chapitas rojas y amarillas (clavadas en los árboles) para no perderse.

Habían pasado 4 horas con buen ritmo cuando equivocamos el camino (cerca de la bifurcación entre el refugio Natación y el de Hielo Azul). En un momento en el que hay que bajar hacia una laguna y girar a la derecha (para comenzar una gran bajada) hicimos exactamente lo contrario: doblamos a la izquierda sin bajar a la laguna.

La verdad es que nos habían dicho que una sección del recorrido a Hielo Azul no estaba indicada con chapitas, aquel camino errado tenía un sendero claramente marcado y todo parecía indicar que era hacia ahí.

Luego de 45 minutos de no ver chapitas, nos dimos cuenta de que estábamos muy errados. Ahí fue donde aprendimos la gran lección del lugar: “si no viste una chapita en diez o quince minutos, volvé sobre tus pasos, te estás adentrando en el bosque por cualquier camino”. En resumen: no seas como el chino.

Nos llevó otros 45 minutos volver, y ahí encontramos a un grupo de chicas (2 cordobesas y una uruguaya, Valentina) que nos dijeron hacia dónde ir. Eran, literalmente, las primeras personas que cruzábamos desde que arrancamos el viaje.

Una hora más tarde –avanzando por el rumbo correcto– llegamos al refugio de Hielo Azul. Eran las 16 p.m. y habíamos estado caminando unas 7 horas aproximadamente.

Si bien me sentía cansado, no estaba tan derrotado como lo estuve al subir los Tres Picos (hablé sobre ello en esta nota).

Recordamos que Ninke nos había contado que llegó a uno de estos refugios unos meses atrás, con nieve que pasaba sus rodillas. Una locura. Según nos contó, fue en Lago Natación (al que fuimos después), y cuando llegó no había nadie más que los gatos.


Refugio Hielo Azul. Detrás, el infinito.


Por suerte, en nuestro caso nos atendió Juan. El pernocte (300$) da derecho a colchón bajo techo, cocina y duchas. Hay birra artesanal y comidas, pero todo tiene un costo bastante elevado (y la cerveza no es de lo mejor). El lugar es hermoso, con una imponente vista de las montañas de cumbres nevadas.

Ese día charlamos con varios que estaban en el lugar: Florencia (la psicóloga/DT) y su hermano Fran (un payamédico muy particular y adepto a la cultura zen), un flaco argentino (Tony) con su novia francesa (Marie) y algunos otros más.


La noche se fue cerrando entre fideos con salsa, mates, charlas y un intento fallido de fogón. Se durmió bien, con el calor de las salamandras abrigando nuestros cuerpos.

Día 3 (martes 6/12) – Glaciar Hielo Azul (1700 msnm) y refugio Natación (1550 msnm)

Una de las señales de que me estoy poniendo viajo es que duermo cada vez menos. En este caso, me levanté solito a las 7.30 a.m., pero viendo que no había nadie levantado (y que la salamandra estaba apagada) volví a dormir hasta las 9.

Esa mañana organizamos la subida al Glaciar Hielo Azul entre varios de los que estábamos. Éramos nueve: nosotros tres, Marie y Tony, Juan y Lucas (dos flacos que arrancaban a laburar en el refugio) y dos más que conocimos en el camino y se sumaron (Eduardo y Martín, a quienes volveríamos a encontrar sobre el final del viaje).

El camino es difícil pero muy disfrutable, y el lugar es precioso. Realmente vale la pena. Un consejo que nos dio Lucas (y que yo apliqué) es “caminá como viejo para llegar como joven”. Entre ascenso, estadía y descenso nos llevó unas cuatro horas. Lo bueno es que no se precisa llevar mochilas, porque dejás todo en el refugio y se vuelve por el mismo camino. Hay unas marcas de pintura que hay que ir siguiendo.

En la base del Glaciar Hielo Azul, a unos 1700 msnm, nos tomamos un whisky con hielo suministrado por la naturaleza. El festejo perfecto.

Durante la bajada se me rompió el palo que me venía acompañando desde el inicio del recorrido. La verdad es que lo dejé caer tontamente (y con fuerza) al suelo. (-.-)

De vuelta en el refugio, Marie nos dijo que nos iba a reservar en el hostel La Casona de Odile (que, supuestamente, se las trae) ya que ellos comenzaban a bajar hacia allá. Ella y Tony llegaban el miércoles a El Bolsón, nosotros el viernes. (Spoiler alert: esa reserva nunca sucedió. Pero no nos adelantemos.)




Glaciar Hielo Azul, un whisky y buenos amigos.


Almorzamos afuera con los hermanos Fran y Flor (un arroz con salsa de lujo) y nos tiramos un rato al pasto antes de comenzar el ascenso hacia el refugio Lago Natación, nuestra próxima parada. Está a unos 1550 msnm y muy próximo al Hielo Azul (45 minutos caminando).

Habremos llegado alrededor de las 17 hs. El lugar es muy lindo, con un bosque de lenga precordillerano que rodea la laguna de alta montaña. Es bastante ideal para los amantes de la fotografía. Dormir en el refugio cuesta 250$.

En el refugio estaba Samuel, un morochón bastante joven (y, a mi parecer, un poco agreta). El lugar es mucho más agreste que el de Hielo Azul. Me pegué mi primer baño cordillerano y me recibió una araña gigante al lado de la ducha.


Lago Natación, un espejo vibrante.


Aquella tarde resolvimos el misterio de los gatos en invierno (les dejan 20 kilos de comida dentro de los refugios). Había un gato en Hielo Azul y dos en Lago Natación.

Por la noche hicimos una guitarreada con unos cordobeses y nos sacamos las ganas de hacer un buen fogón.


Día 4 (miércoles 7/12) – El anfiteatro de Natación y refugio Cajón Azul (550 msnm)

Una vez más, me levanté tipo 7 pero hacía mucha frío y volví a dormir. Se durmió poco igual, un serbio que tenía cerca roncaba como un endemoniado. Se lo dije esa mañana y se cagaba de risa.

Nos levantamos todos los que estábamos más o menos juntos (seríamos unas diez personas). El desayuno fue ligero: mate y galletitas. Con Santiago y Christian salimos a recorrer el anfiteatro y la cascada, que quedaban cerquita.

Arrancamos a caminar hacia el refugio del Cajón Azul, el principal de aquella zona de las montañas, tipo 13 hs. Hicimos una hora de caminata tranqui por un sendero de bosque y clavamos almuerzo en el arroyo. Ahí sabíamos que arrancaban tres horas de bajada (muy) fuerte.

Finalmente, arribamos al Cajón Azul tipo 16.30 hs, muertos, hechos una sopa, y con una herida de guerra (mi pantalón se encontró con una rama ingrata. Un poco de hilo y aguja lo solucionó parcialmente). Tomamos unos mates y –casi automáticamente después– una birra que resultó horrible (no garpan las birras caseras de los refugios). En particular, aquella cerveza del Cajón Azul parecía sidra vieja que se cayó al suelo y la juntaron con un trapo mugriento. Un asco.

Lo que es peor, Eduardo –el flaco que habíamos conocido en Hielo Azul– nos indicó que no la tomáramos (incluso antes de comprarla).

El refugio (que atiende Atilio, un poblador que se estableció allá hace años) es el más organizado y completo de todos. También es el más costoso (350$ el pernocte). Ahí me pegué un baño histórico, en unas duchas que eran un placer.

Mientras comíamos una picadita (salamín y aceitunas) y jugábamos una partida de cartas (“Predicciones”) se acercó una francesa que fumaba tabaco como si no hubiera mañana. Aportó un vino y le enseñamos a jugar. También cayó Mariano, un flaco de Trelew, con tortas fritas caseras que había hecho él mismo. Se puso a charlar con nosotros mientras nos veía jugar, pero rápidamente se puso medio cargoso (y durante el resto de la noche no entendió nunca que era hora de despegarse).





El Cajón Azul... y tres idiotas que lo visitaron.


La cena fue una pizza increíble que nos hizo Atilio y una botella de vino. Por la noche jugamos algunos juegos con la gente que estaba por ahí y nos fuimos directo al sobre.

Día 5 (jueves 8/12) – Refugio Retamal (755 msnm), Cajón Azul y el (olvidable) refugio Playita

Alrededor de las 10 hs salimos a conocer el Refugio Retamal. Es hermoso, sin duda el más lindo que vimos, y uno de los más recientes. Nos gustó tanto que nos dio lástima no poder quedarnos. (Igual, la birra tampoco era buena).


Refugio de El Retamal.


A la vuelta equivocamos el camino (una vez más) y una hora más tarde nos dimos cuenta de que estábamos yendo, sin querer, para el Refugio Laguitos. Recuperamos el rumbo y fuimos hasta el Cajón del Azul, donde Santiago se dio un chapuzón en el agua helada y yo me limité a mojarme los piecitos.

La caminata fue intensa. Varias horas más tarde (a las 16 hs) volvimos al refugio para enfiestarnos con un buen plato de fideos. Luego de relajarnos durante una horita (yo aproveché a tocar un rato la guitarra de los cordobeses) apareció Valentina, la acelerada petisa que habíamos cruzado en el refugio Hielo Azul cuando estuvimos perdidos. 

Con ella caminanos hasta el refugio de La Tronconada.

La Tronconada no me gustó en la más mínimo. Lo encontré desprolijo y demasiado (demasiado) hippie. Además, hay un puente de dudosa seguridad que hay que cruzar para llegar. 

Seguimos un poco más hacia abajo y llegamos hasta el refugio Playita que, si bien es muy bonito, tampoco me convenció del todo.

Playita está unos 30 minutos de caminata desde el refugio del Cajón del Azul, por el mismo sendero. Está rodeado de bosques de coihues y cipreses (aparentemente, no soy biólogo) y –como su nombre lo indica– tiene una playita.

Al ser el más cercano al Bolsón, se llena bastante de gente del pueblo que viene a pasar el día o a hacer camping. Se comenta por ahí que alguna vez se vieron OVNIS y duendes. (¿?).

Personalmente, a mí el lugar me pareció malísimo. No hay una cocina disponible (para pedir utensilios, ollas, o lo que sea, tenés que tocarle la puerta a los refugieros, que te miran con mala cara) , no te atienden bien, te apagan constantemente las luces, no te dan bola cuando pedís cosas, no hay buenas comodidades, tienen un único baño a 30 metros (y subiendo una colina), etc. Con los chicos nos arrepentimos totalmente de haber ido. El pernocte cuesta 250$. Por unos pesos más y media hora de caminata, te vas hasta el refugio del Cajón Azul y no le errás.

Resultó que ahí también estaba un ex alumno mío (Christian Zurlo), un pibe piola que nos invitó los fideos que le sobró a su grupo. Más tarde, en la noche, fuimos con él a escuchar cómo un flaco (Germán) tocaba la guitarra y cantaba. (No era la gran cosa.)


Por la noche comimos, terminamos el whisky que quedaba, jugamos unas partidas de Predicciones y nos fuimos a dormir. La verdad es que el lugar es absolutamente olvidable y ni siquiera vale la pena parar ahí.

Día 6 (viernes 9/12) – Cerveza, jazz y bares en El Bolsón

Recuerdo que me levanté ese día todavía odiando bastante aquel refugio Playita. Sigo convencido de que es totalmente innecesario visitarlo. Nos levantamos tipo 9, tomamos unos mates y salimos. No sin antes intentar convencer a una de las refugieras (Zoe) de que dejara a su tarado novio hippie de 40 años (¡40 años!) con el que claramente se vivían peleando y se fuera al casamiento del hermano que vive en España. Espero haberla convencido, porque está desperdiciando su vida en ese lugar.

Partimos hacia Chacra Wharton con más fuerzas de las que teníamos en los primeros días (sorprendentemente). La caminata fue muy tranquila. Hay un par de subidas que son DURAS, pero en tres horitas ya estábamos abajo y fue más disfrutable de lo que habría esperado. Llegamos más o menos al mediodía.



El regreso a Chacra Wharton.


Ya en El Bolsón, almorzamos una hamburguesa TREMENDA en “Los lúpulos”, recorrimos un poco la Feria de Artesanos y buscamos algún hostel. La Casona de Odile estaba llena (Tony y Marie nunca nos hicieron la reserva) así que al final terminamos en La Casita del Árbol, que estaba muy céntrico y nos agradó bastante. Las piezas compartidas costaban 220$.

Fue muy loco cómo empezaron a caernos todos los mensajes acumulados en una semana de ausencia: whatsapp, Facebook, e-mails, mensajes. Personas que querían saber si estábamos vivos, si tenían que borrar nuestro historial de Internet. En mi caso, me cayeron varias consultas de alumnos y algunas interesantes novedades literarias (que ya iré comentando en el blog con tiempo).

Aproveché un momento de relax en el hostel para ponerme al día con todos esos temas.

En el hostel empezaron a caer varias personas que ya habíamos conocido en la montaña. Por ejemplo, Eduardo y Martín, que estaban organizando un asado para toda la gente del hostel. También estaban Valentina con su novio y conocimos a una chica neuquina (Natalia) que había bajado desde Laguitos en un día (¡son como 10 horas caminando!).

La tarde se pasó entre mates, intercambios de fotos y anécdotas. Después salimos a caminar por el centro, nos cruzamos con una banda de jazz muy copada que tocaba al aire libre y caímos al Patio Cervecero (donde sí había, finalmente, cerveza artesanal en serio). El mozo se nos cagaba de la risa porque habíamos pedido una ensalada. En el lugar tocaba una banda de jazz y rock medio psicodélico.


Nuevamente en el hostel, tipo 23 horas, todos estaban de asado y se vivieron situaciones intensas cuando Sergio, el dueño, se puso muy mala onda y empezó a cagarnos innecesariamente a pedos. Después de que Santiago deslizó, con astucia, que todos podíamos dejar malas críticas del lugar en diferentes sitios, a Sergio le cambió la cara y quiso disculparse (pero ya era tarde). El colmo: ¡en un intento de disculpa nos abrió dos repugnantes Brahmas!

La noche se cerró con una visita al bar de los bolsoneros (Sol Music Bar) donde tocaba una banda bastante mediopelo. El día fue realmente muy disfrutable y hasta tuvo cierta poesía reencontrarnos con un montón de personas que habíamos cruzado días atrás en los refugios. El cierre de viaje ideal.

Día 7 (sábado 11/12) – Regreso y noche de asado en Neuquén

Es posible que me haya levantado (alrededor de las 9) con un poco de resaca. En el desayuno charlé con una española y su novio afroamericano. Ella leía Someone flew over the cucko´s nest. Yo sólo vi la adaptación protagonizada por Jack Nicholson (hablé sobre ella en esta nota).

Alcanzamos a Natalia hasta la base del cerro Piltriquitrón y salimos a comprar algo de comida y regalitos en la Feria de Artesanos. Así, finalmente emprendimos el viaje de regreso. Hicimos noche en Neuquén (donde tengo a mis viejos) para aprovechar un asado de sábado a la noche que, convenientemente, había organizado de antemano.

Unas palabras finales

A los que me leyeron hasta acá: ¡gracias! El resumen de lo que quiero decir es que quien disfrute de la naturaleza, el trekking y la ausencia de celulares, este tipo de viaje es perfecto. Yo quedé maravillado con los paisajes, con la gente, con los refugios, con aquel particular estilo de vida.

No es necesario ser un atleta para hacer lo que hice. De hecho, quienes me conocen saben que tengo el peor estado posible, me canso de respirar, de subir escaleras. Y, sin embargo, el gozo de caminar entre cascadas, senderos, rocas, puentes y bosques es enorme.





 El Cajón Azul.


Nos quedamos con ganas de volver, de recorrer otros refugios (Laguitos es una gran cuenta pendiente ahora) de seguir charlando con la gente. Nos quedamos con ganas de repetir algunos lugares y conocer otros nuevos, y me parece que es genial que sea así. Cuando hacés un viaje, siempre tienen que quedarte cosas que te inspiren a volver.


Una vez que has viajado, la travesía nunca termina, sino que es recreada una y otra vez a partir de vitrinas con recuerdos. La mente nunca puede desprenderse del viaje”. – Pat Conroy



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