El blog estuvo out-of-office estos
últimos días porque salí, nuevamente, a mochilear por la vida. En esta
oportunidad tuve la suerte de conocer el norte de Argentina. Uno de mis grandes
pendientes desde hace años que finalmente pude concretar. En especial
considerando que tengo a un gran amigo viviendo en Tucumán y prometiéndole mi
visita por años.
Recorrí Tucumán, Salta y Jujuy en uno de esos viajes que quedan
bien marcados en la memoria.
En este post innecesariamente
largo voy a describir algunas de mis aventuras y (como siempre me gusta hacer)
dar algunos consejos fundamentales para los que se animen a recorrer esos
hermosos parajes.
Este diario de viaje también está
subido a mi página de Viajeros.com
Día 1 – La
salida desde Bahía Blanca (viernes 26/01)
Es muy loco cómo uno se sigue
emocionando y poniéndose ansioso por un nuevo viaje con la misma intensidad que
la primera vez. Cada travesía me intriga, hace funcionar en mí instancias
desconocidas. Cada viaje me interpela y me desafía a sacarle el mejor provecho
a los lugares que visito con la menor cantidad de tiempo posible (porque,
admitámoslo, el tiempo siempre nos juega en contra).
Y, una vez más, decidí viajar
solo. Porque es más fácil, porque implica menos coordinación, porque da más
libertad. También porque tuve el permiso de Doña Natalia, mi mujer, quien me apoyó siempre a la distancia. Pero,
sobre todo, porque es hermoso. Viajar solo te invita (más bien, te obliga) a estar
con vos mismo, a enfrentarte al pensamiento, al divague, a las reflexiones más
íntimas. Y eso, a mí, me vuelve loco.
"Cambio transporte por unos buenos mates"
Después de todo, tenía notebook
con películas, mis libros, mi escritura. Tenía el celu y mapas, y
recomendaciones y personas a conocer en el camino, y gente que, desde casa, me
seguía en el recorrido. Con eso sería más que suficiente.
En fin, basta de delirios
filosóficos.
Salí en bus desde Bahía Blanca a las 3 pm en un viaje
eterno. Llegué a Buenos Aires a las 2 am, una hora más tarde de lo planeado.
En el medio me vi dos pelis (Batman: Gotham by Gaslight y Hannah and her sisters, de Woody Allen), mitad de temporada 4 de Silicon Valley y un episodio muy
divertido de Family Guy. Leí un poco
mi novela de Murakami y algunos artículos del número nuevo de La Balandra que me había llevado. Dormí
un poco (muy poco). Ya no sabía qué hacer.
Apenas pisé Buenos Aires, volví a
odiarla. Más a esa hora. Me costó encontrar el colectivo 33 para llegar a
aeroparque, y terminé tomando el 45. Tuve que preguntar bastante porque las
apps para guiarte son bastante apestosas. No ayudó que el celu se estuviera
quedando sin batería. Finalmente, llegué a aeroparque a las 3.30 am, siendo que
mi viaje salía 5.30 am.
La pasé bastante mal, durmiendo sólo
un par de horas y ocasionalmente. En el avión, por ejemplo, logré cerrar los
ojos una horita adicional. 7.30 am llegué a mi primer destino: San Miguel de Tucumán.
La épica llegada a Tucumán...
Día 2 – Tucumán:
el cerro San Javier y Yerba Buena (sábado 27/01)
Mi amigo Adrián (alias El tucu)
me pasó a buscar a mi llegada, como ya habíamos arreglado. Lástima que, en
lugar de tomarse un colectivo (que es lo que yo habría esperado), vino en taxi
y me llevó en taxi. No quiero decir cuánto le costó porque fue muy doloroso.
(500$ de dolor… cough… cough).
«Regla #1 del mochilero: el buen mochilero siempre evita el taxi, ese
engendro del demonio cuyo único objetivo es sacarle al pobre viajero el poco
dinero que lleva encima.»
Más tarde conocí a una argentina
en Jujuy que cometió el mismo error. Un taxi desde el aeropuerto de Jujuy al
centro les costó casi 600$, cuando el colectivo (que, de hecho, funciona con la
SUBE) costaba 10$. Pero ya llegaremos a eso.
La cuestión es que el taxista (Walter) resultó ser el típico taxista
porteño: divorciado, agrandado, ganador, daba consejos y todas sus historias
eran de éxito.
Lo primero que me impactó de
Tucumán fue la cantidad de verde que te golpea en la cara. Es súper llamativo.
Pronto entendí por qué lo llaman “El jardín de la república”. Enorme cantidad
de verde y humedad. El escenario tropical es hasta similar a Centroamérica, en
algún punto.
La otra cosa llamativa es la
tremenda cantidad de motos. Están por todos lados, como si fueran ratas. La
inseguridad en Tucumán es altísima, y un gran porcentaje se corresponde con los
infames motochorros. De hecho, a Adrián
lo robaron en moto unos días después de que yo me fui.
El departamento de mi amigo –bastante
desprolijo y descuidado, por cierto– no queda realmente en San Miguel de
Tucumán, sino en una ciudad pegada que se llama Yerba Buena. Están tan pegados que son casi indistinguibles, pero,
según me contaba el Tucu, tienen grandes diferencias y rivalidades. (Algo así
como Neuquén-Cipolletti).
Me recibió Benito, el molesto gato que parecía ser el dueño del lugar. Se
convertiría en mi peor enemigo durante mi estadía. Había meado en toda la casa
y dejado sus “regalitos” en la ducha del baño. Divino.
Luego de desayunar, salimos para
el Cerro San Javier tomando el
colectivo urbano 118, que nos deja arriba (35$ el pasaje). El viaje, de por sí,
es maravilloso. Vas por un camino sinuoso y en ascenso durante media hora hasta
llegar al pueblo de San Javier, que está literalmente en un cerro.
Representa un excelente punto para
obtener las mejores vistas panorámicas de la ciudad y los diversos paisajes
naturales que la rodean.
Detrás mío, Silent Hill
Un cristo enorme para hacernos sentir chiquitos
Ahí se puede ver una iglesia, una
gran cruz y demás cosas católicas. La vista panorámica de todo Tucumán es
impresionante, aunque al principio la densa niebla no nos permitió ver nada en
absoluto. Tomar unos mates en ese cerro es impagable.
Cerca hay una cascada, pero no
llegamos hasta ahí.
Dato de color: con una altura de
28 metros, el Cristo de San Javier
se convirtió en la cuarta estatua más alta del mundo de un Cristo, a 1.275
msnm.
"Este es el Cementerio de Elefantes, Simba. Aquí nunca debes venir..."
En unos artesanos cercanos intenté
regatear una figura del San Javier (salía 40$ y quería llevármela por 30$). La
mina inicialmente aceptó mi precio, pero después se enojó el artesano de al
lado (que vendía la misma estatuilla) y ella me terminó diciendo que no podía
vendérmela por esa plata.
Luego estuvimos media hora
esperando el bus de vuelta. Como si el karma me estuviera cobrando la treta que
le intenté hacer a la vieja artesana (el viejo truco “¿40 pesos? ¡Pero si el
otro me lo cobraba 30!”).
Para el almuerzo, nos tentó Johnny
B Good, que recién había abierto en Yerba Buena. La siesta fue necesaria
porque, realmente, estaba mal dormido desde el día anterior.
Cuando me desperté, Adrián se
había ido al centro a hacer unas cosas y yo debía encontrarme con él. El
ingrato de Benito seguía meando en
cada rincón del departamento, y encima lloraba por todo. En un descuido, que
hasta hoy no me perdono, cuando salí el bicho se quedó inexplicablemente
afuera.
Llegué al centro en el colectivo
102. Cuando me encontré con el Tucu, él tuvo que volverse a rescatar a Benito
de las garras de los perros asesinos del barrio.
La cara misma del mal
Tomamos unas cervezas en Porter que resultaron ser medio berretas.
Por eso nos trasladamos a Antares, donde
sabés que no le errás. Nos atendió una simpática moza a quien le adiviné la
edad y el nombre (Ana, 23. Parecería que todas las mozas se llaman “Ana” y
tienen 23 años).
Antares remontó la noche con
buenas birras y excelentes empanadas tucumanas. Compré un powerbank (100$)
porque estaba cansado de estar siempre sin batería en el celular. Recorrimos el
centro entre anécdotas y risas. Me saqué unas fotos con un perturbador Mickey y
probamos otras empanadas tucumanas que también fueron increíbles.
El centro estaba muy vivo, la
plaza llena de gente. Volvimos a casa (la vuelta fue eterna) y metimos unas
burguers. La idea inicial era volver a salir pero, para fortuna de ambos, se
largó a llover de forma torrencial, con tormenta eléctrica y todo. El combo
completo. Así que no quedó otra que irnos a dormir. Así se terminó mi primer
día en Tuculandia.
Día 3 – El Tafí
del Valle que nunca fue (domingo 28/01)
Me levanté a las 8.30 a.m. con la
intención de agarrar la mochila y salir para Tafí del Valle, mi segundo destino programado. Hay un servicio de
colectivos (La Aconquija) que
tiene varios horarios de salida: 10 a.m., 12 p.m, 14 p.m., etc. Pero las
lluvias intensas continuaban y los colectivos no salen por riesgo de
inundaciones.
De hecho, las tormentas abarcaban
tanto a San Miguel como a todo el valle, provocando bastantes inconvenientes.
Me dio bronca no haber mirado el pronóstico con unos días de anticipación para
poder tomar acciones alternativas. Finalmente perdí la reserva que tenía en
Tafí y me resigné a pasar un día más en la capital tucumana.
No es que molestara tanto, porque
tenía a mi amigo y un techo para pasar la lluvia. Así que pasamos la mañana
entre mates, guitarreada, el molesto de Benito, una breve escapada a un casino
cercano y un gran almuerzo de supremas con puré de papas.
Tipo 5 pm paró la lluvia y salimos
a dar unas vueltas al centro, donde finalmente pude tomarme la clásica foto con
la “casita” de Tucumán.
La mal llamada "casita" de Tucumán
Nuestros pies nos arrastraron, casi sin querer, hasta
Antares para degustar otras pintas. Cenamos algo en el departamento (tallarines
con salsa de cornalitos… Adrián
verdaderamente se la jugó en el aspecto culinario).
Terminamos la noche en Detroit, un barcito de barrio, donde
seguimos charlando de la vida y tomando unas pintas de dudosa calidad. A las 6
am tenía mi bondi hacia Cafayate, por lo que me levanté a las 5 de la mañana
para salir a la terminal.
El boleto estaba 390$ pero,
mostrando el carnet de estudiante, logré un descuento importante, quedando en
312$.
«Regla #2 del mochilero: tu carnet de estudiante es tu amigo. Siempre
(SIEMPRE) pregunta si hay descuentos para estudiantes en tours, pasajes,
hospedajes y entradas.»
Día 4 – Cafayate
y la quebrada de las conchas (lunes 29/01)
Pese a algunos bajones, pasé un
gran día en Cafayate, una ciudad que
me encantó y a la que volvería.
Me recordó a esos pueblitos
pequeños que conocí en Guatemala, como Antigua
y San Ignacio. Está muy pensado para
los turistas, y se ve que vive de eso y de sus bodegas. El lugar está lleno de
hostels (¡a veces hasta 3 o 4 por cuadra!) y de artesanos ofreciendo sus
sobrevaluadas fabricaciones.
Es el pueblo más importante de los
Valles Calchaquíes, conocidos por sus diferentes bodegas y las majestuosas
formaciones rocosas que pueden verse en la Quebrada de las Conchas.
El viaje fue bastante largo. Salí
de Tucumán a las 6.30 am y llegué a las 12.30 pm a Cafayate. ¡Demasiado para
hacer 220 km! El tema es que estos colectivos paran en cada pueblito en el
medio. A las 8.30 am, por ejemplo, estaba en Tafí del Valle (se me piantó un lagrimón… tendré que conocerlo en
un próximo viaje), a las 10.30 en Amaicha del Valle, etc.
Con un poco más de tiempo, me
habría gustado recorrer cada uno de esos lugarcitos. Al llegar a Cafayate,
caminé al hostel que, por suerte, quedaba cerca. En el medio comí unas
empanaditas que encontré en un puesto (10$ c/u).
El hostel en el que me quedé fue Casa de
Huesped (230$). Me decepcionó con fuerza. La gente es re amable, está
moderadamente limpio, tiene wi-fi y buena ubicación (3 cuadras del centro, 8
cuadras de la terminal). Sin embargo, es demasiado básico y rústico. La cocina,
por ejemplo, no está bien equipada y es miniatura. Las habitaciones tienen mala
iluminación y muy pocos enchufes. No es un lugar cómodo para estar.
En mi habitación estaba Derek, un amable canadiense (como todos
los canadienses) con quien intercambié unas palabras. También había un
argentino más, un tipo grande. Creo que éramos, casi literalmente, los únicos
huéspedes.
Salí a recorrer y llegué hasta
Majo Viajes, al lado de la catedral, donde consulté por la excursión a la
Quebrada de las Conchas. Logré regatear un buen precio. De 450$ que costaba
inicialmente, lo terminé pagando 350$. Luego me enteré de que por mismo viaje
otros pagaron hasta más de 500$. (Y, desde Salta, unos amigos que conocí
pagaron 1000$).
«Regla #3 del mochilero: todo precio es negociable. Especialmente los
artesanos y los guías turísticos le ponen un sobreprecio a todo. El regateo es
digno, válido y un recurso fundamental para no caer en trampas de turistas.»
Esperé a que se hiciera la hora de
la excursión con una pasable cervecita artesanal y música folkclore de fondo,
en la esquina de la plaza. La temperatura era de 23 grados y estaba nublado. Un
lujo.
La excursión me encantó y la
recomiendo ampliamente. Es cansador (arrancó a las 3 pm y volvimos a las 20.30
pm) pero vale mucho la pena.
La Quebrada de las Conchas es dueña de
uno de los paisajes más impactantes de todo el norte argentino. Las formaciones
rocosas erosionadas a lo largo de millones de años dieron lugar a curiosas
figuras y vibrantes colores: rojos, amarillos, verdes, azules, violetas,
diferentes tonos de naranjas, etc.
Caminamos por Los Colorados, Los
Castillos (donde me llevé un vinito malbec para regalar a mis viejos), El Sapo,
el Mirador Tres Cerros, el tremendo Anfiteatro y la Garganta del Diablo, el
gran final del tour.
A wild Bulbasaur appeared!
En el medio nos detuvimos en el paraje Santa Bárbara para hacer pis y comer unas tortillas. Ahí me saqué una copada foto con las llamas.
Si puedo objetar algo, el guía no
tenía demasiada onda y el grupo tampoco. Había un popurrí variado: dos señoras
alemanas, una pareja de viejitos franceses, una canadiense viajando sola, tres
parejitas argentinas, dos amigas argentinas y yo. La verdad es que no charlé
demasiado con ninguno porque ninguno de ellos tenía la mejor energía del mundo.
De todas formas, es clave la
excursión para poder meterte bien por la quebrada sin temor a perderte. El guía
nos llevó por caminatas muy lindas por lugares que, andando solo, serían
laberintos imposibles.
Para mí fue una experiencia
inolvidable que me conectó de forma intensa con la naturaleza, un viaje interno
muy especial. Lo único que me molestaba era tener que pedirle a la gente que me
sacara fotos (el gran problema de viajar solo. Pero ni en pedo me compro un
shitty-stick).
De vuelta en el hostel, compartí
una copa de vino con Derek mientras
devoraba unos fideos blancos. Lo invité a dar una vuelta conmigo al centro,
pero él prefirió irse al sobre. No había nadie más en el lugar, por lo que
terminé saliendo solo.
La plaza central estaba muy viva,
llena de gente y de música folclórica por todos lados. Me senté a tomar algo y regresé
a eso de las 11 pm, donde me fui derecho al sobre para levantarme temprano al día
siguiente.
Cafayate es un re lindo pueblo
para el que busca tranquilidad. De haber tenido un día más, habría alquilado
una bici para recorrer bien algunos cerros y diques que tiene cerca. Es súper
relajado y pintoresco. Eso sí, la señal de celular es pésima. Próxima parada: Salta capital.
Día 5 – Salta:
Cerro San Bernardo, museo y asado (martes 30/01)
Mi primer día en Salta fue un punto muy alto en el
viaje. Me levanté en Cafayate a las 7.30 am y desayuné café con tortillas. Tuve
que apurar el paso para llegar a tomar el bus El Indio, que salía 8.50 am para la
capital salteña.
No hay descuento de estudiante,
pero pude lograr un precio especial sólo por solicitar un descuento (de 240$ a
220$).
Me sigue resultando loco que un
colectivo pueda tardar 4 horas en hacer 180 km. El recorrido es hermoso,
pasando por toda la Quebrada y por cada mini pueblito en el medio (¡incluyendo Alemanía, fundado por alemanes!).
Llegué 12.30 pm En el medio vi un
thriller de terror pasable: A Dark Song,
una película independiente de origen irlandés. También continué las aventuras
que relata Murakami y vicié mi Cursed
Treasure 2 en el celu. Se hizo pesado el viaje.
Desde la terminal, el hostel reservado
estaba a unas diez o doce cuadras, un lindo paseo por el Parque San Martín
donde me hice de media docena de empanadas salteñas a 35$ (un regalo). Comer en
Salta, de hecho, es realmente barato. ¡Ni se justifica cocinar por esos
precios!
Me gustó mucho el hostel Ferienhaus. Pagué 475$ por las dos noches y tiene todo lo
que un buen hostel tiene que tener: buena ubicación (está en pleno centro),
buenos espacios comunes, wi-fi, habitaciones bien equipadas (lockers, enchufes,
etc). Es muy lindo y recomendable.
Me pegué un baño y salí para el Museo Arqueológico de Alta Montaña (MAAM), donde la entrada es de 130$ pero los
estudiantes pagamos 40$ (clave aprovechar ese descuento).
El auto tour te lleva 20 o 30
minutos, dependiendo de cuánto le quieras dedicar a cada sector. Se exhiben los
resultados de una investigación arqueológica realizada a 7000 metros de altura
en Llullaillaco, donde se encontraron restos de toda una antigua civilización
inca.
Es bastante imponente. Los Niños del Llullaillaco representan uno
de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos años.
Foto de stock (no se pueden sacar fotos o filmar adentro)
Cuando ves los cuerpos de los
niños, crío-preservados en cápsulas que modifican su atmósfera reduciendo el
contenido de oxígeno en un ambiente estable de veinte grados centígrados bajo
cero, un frío helado te recorre la espalda. Posta. Parece que se murieron hace
5 días, y en realidad pasaron 500 años.
Solamente hay dos museos como el
MAAM en el mundo. El otro está en Lima, Perú, si no me equivoco.
Luego partí a pie para el Cerro San Bernardo,
uno de los atractivos turísticos más conocidos de Salta.
Son unos 45 minutos de subida por
escaleras que te matan, pero resultan muy gratificantes cuando alcanzás la
cima. Arriba hay una cascada artificial, sectores de juegos y ejercicios, bares
y artesanos. Es ideal para pasar una tarde. La mirada panorámica de la ciudad
no tiene precio. De hecho, es un recorrido que no tiene precio, literalmente, a
menos que decidas subir por teleférico (100$ el viaje, aproximadamente).
Al final esa tarde terminé caminando
como por tres horas. Volví muerto, habiendo conocido bastante de la ciudad. En
el hostel me tomé una birra con un neozelandés y un alemán, escribí para el
blog y pintó asado con la gente del lugar.
Por cierto, y antes de que siga,
la cerveza Salta apesta y no se la deseo ni a mi peor enemigo. Encima,
por 60$ el litro, no lo vale.
La cuestión es que pintó asado.
Por 200$ por cabeza comimos como reyes. Éramos varios argentinos (Gustavo –alias
John Malkovich–, Sebastián, Rocío, Antonella, Damián –alias Abel Pintos–,
Sebastián, Martín, el santafecino y yo). También había un alemán (Andreas) y
unas pibas francesas que, aunque no se prendieron al asado, andaban por ahí. La
pasamos realmente muy bien y terminamos charlando como hasta las 4 de la
mañana.
Un día súper memorable. Qué lindo
es pegar onda en el hostel y poder disfrutar de esas veladas tan improvisadas
como divertidas.
Día 6 – Salta:
lluvia, videojuegos y peña (miércoles 31/01)
Otra mañana de lluvias intensas.
En Salta incluso se generaron violentas inundaciones. Me perdí el free walking tour que quería hacer, pero
no me molestó porque podría hacerlo al día siguiente, antes de salir a Jujuy.
Desayuné, escribí un toque y
mateamos con los chicos argentinos el resto de la mañana. En un momento
mencioné que había un Sacoa al lado
y algunos se coparon para viciar. Yo metí mucho Pump it Up (me estoy volviendo bueno) y unos House of the Dead. Con los chicos jugamos Daytona y ellos jugaron Tejo,
entre ellos.
Luego salí a pasear un rato y
comprar algunos regalitos para la familia. De almuerzo comimos la carne del día
anterior y organizamos para ir a una peña por la noche.
Afortunadamente, por la tarde dejó
de llover. Salí a caminar mucho (de nuevo) para comprar algunas pavadas. Más
tarde tomamos mates en la plaza con los chicos: Damián, Sebastián, Gustavo y
yo.
La peña fue genial. Meta vino y
música folkclórica. Al final fuimos 10, prácticamente los mismos del asado
anterior: todos los argentinos que quedaban (algunos ya se habían ido), las
tres francesas y el picarón alemán.
Fuimos a La casona del molino. Queda lejos (unas 20 cuadras del centro) pero
lo vale totalmente. Comimos: ensaladas, un cuarto de vacío, 2 matambres a la
pizza, papas con queso, dos docenas de empanadas, 4 birras y 6 vinos. Todo por
240$ por cabeza.
Día 7 – El free
walking tour de Salta y San Salvador de Jujuy (jueves 01/01)
Me levanté temprano, como todos
los días, desayuné, armé la mochila y partí para el Free Walking Tour. Me sorprendí gratamente
al enterarme de que había uno en Salta. Hice varios en Europa y me parecen la
manera ideal de recorrer una ciudad y conocer todos sus secretos.
Salta es la quinta ciudad con este tipo
de tours en Argentina. También están Buenos Aires (obvio), Córdoba, Mendoza,
Rosario y –recientemente– Catamarca.
Nos atendió Homero, un salteño piola que habla inglés lo suficientemente bien.
El tour puede también hacerse en español, pero prácticamente eran todos
extranjeros.
Recorrimos la plaza, la Catedral,
el MAAM, los conventos, el monumento a Güemes
(fascinante historia, ironías de la vida que el monumento de un revolucionario
traicionado por su propio pueblo esté en la parte aristocrática de la ciudad).
También recibimos varias recomendaciones de lugares para comer y cosas para
hacer. Es un buen tour que tiene mi más alta recomendación. Dura
aproximadamente 2 horas.
Free Walking Tour - Salta
Luego busqué la mochila y partí
para la terminal. De haber podido, tranquilamente me habría quedado dos días
más en Salta. Tiene buena onda, es pituca y me faltaron algunas cositas. Por
ejemplo, me quedé con ganas de hacer el camino hacia la Quebrada de San Lorenzo.
El pasaje a Jujuy me costó 175$
(con descuento). Hay varios horarios. Salí a las 14 pm y llegué a las 16 pm La nueva terminal de Jujuy es
hermosa pero queda en las afueras de la ciudad. Por fortuna, hay casi una
decena de buses que te dejan en el centro, y funcionan con la SUBE. (10$ el
viaje).
Llegue al hostel Hostelina, en
pleno centro. Pagué 500$ las dos noches. Mientras me tomaba unos mates, me puse
a charlar con Valentín, un flaco re
loco y amante del cine, con acento mexicano. Está preparando el examen de
ingreso al Enerc, que abrió
nueva sede en el norte. Sólo ingresan 28 alumnos por año. Con él nos colgamos hablando
bastante de cine.
También apareció Marisol, una docente de literatura en
Buenos Aires que califica como una de las personas más colgadas que conocí. Me
hacía reír mucho con sus cuelgues. Caminamos un toque por el centro y luego nos
separamos. Ella quería ver artesanías y yo quería bañarme y descansarla. Ella llegó
por la noche y se terminó durmiendo a las 22 hs.
Por suerte, cayó otra argentina
copada, Nora, a las 22.30 hs. Recién
llegaba del vuelo (pagó 500$ por un taxi… definitivamente no leyó mis “Reglas
del mochilero”). Se sumó a los fideos que estaba haciendo y quedamos charlando
un toque.
Lo más loco de todo es que Nora
–también docente de literatura en secundaria como Marisol– iba a hacer el mismo
viaje hacia Bolivia.
Desgraciadamente, esa noche el
hostel estuvo bastante depresivo. Sólo éramos nosotros tres y un viejo medio
asqueroso que toca la guitarra eléctrica en la calle (la gasta). Luego de dar
una vueltita nocturna por el centro, me fui a descansar.
Matecitos en el hostel de Jujuy
Creo que me olvidé una de mis
mallas preferidas en Salta, porque no la encuentro por ningún lado. Ampliaremos
sobre ese triste y devastador acontecimiento.
Día 8 – Purmamarca
y el Cerro de los Siete Colores (viernes 02/01)
El día anterior había estado
investigando por excursiones a Purmamarca
y las Salinas Grandes y terminé convenciéndome de que son un choreo. Me
cobraban más de 1100$ por la excursión, un dinero que no tenía ni ganas de
gastar. Una locura total.
Así que me armé mi propio viaje.
Me tomé un bondi a la nueva terminal y de ahí saqué pasaje a Purmamarca. Hay
muchos horarios y el costo es sólo de 80$. Tarda 1 hora y cuarto en llegar
desde Jujuy.
En la ruta terminé de ver Cinema Paradise (hermosa película. Qué
final brillante tiene). Había una nena insoportable que no paraba de llorar y
la madre no hacía nada. Literalmente creo que lloró durante 45 minutos
seguidos. Todos estábamos súper impacientes y algunos pasajeros hasta se fueron
a quejar y se movieron de lugar.
Yo me puse a charlar con mi
acompañante de asiento, Patricia, que
resultó ser una grosa. Ingeniería y docente universitaria (como quien escribe)
se estaba tomando unos días en el norte para descansar, participar de
actividades culturales, cantar e intentar agarrar algún cargo por esta zona.
Nos quedamos un buen rato hablando hasta que llegué a destino.
En el medio el colectivo se detuvo
por la llegada de un helicóptero. Descubrimos que Macri estaba descendiendo
hacia la zona para dar un discurso sobre la reconstrucción del pueblo Volcán, que quedó completamente tapado por
un alud hace un tiempo. Probablemente es lo más cerca que alguna vez estuve de
un presidente.
El pueblo de Purmamarca es súper
chiquito y sencillo, casi completamente cubierto por artesanos con sus
productos. Está a unos 65 km de Jujuy, rodeado de un imponente marco natural. Recorrí
el centro (que no es mucho más que la plaza principal) y subí hasta el mirador
principal para la foto obligada con el Cerro
de los Siete Colores, un cerro que combina ocres, amarillos, naranjas,
verdes, violetas, lilas y marrones.
Purmamarca es de origen
prehispánico y supo formar forma del Camino del Inca. Todavía conserva ese
encanto colonial. La ferias de artesanos es muy colorida y hasta tiene un
cabildo (el más chiquito del país).
Hay una muy linda caminata (Paseo de los Colorados) que puede
hacerse siguiendo el camino detrás del mirador. Te lleva rodeando el cerro y te
encontrás con unas panorámicas increíbles. Se recorren unos 3 km (1 hora
aproximadamente a pie).
Comí algo en Wiphala, un restobar muy lindo. Pagué 170$ por una gran ensalada
andina, dos empanaditas y una cerveza. No me pareció caro y me vino bien para
usar wi-fi, el baño y poder sentarme cómodo un rato.
Por suerte, si bien hacía calor,
la temperatura estaba más que agradable. El sol no picaba. Uno de mis miedos al
venir al norte fue que me iba a morir de calor, con temperaturas altísimas. En
ese sentido creo que tuve suerte, porque ningún día hasta ahora creo que llegó
a los 30°. En general el clima se mantuvo en unos agradables 23-25 grados y con
cielo nublado, lo cual lo hizo todo muy soportable.
La verdad es que me quedé con
ganas de llegar hasta las Salinas
Grandes, pero me cobraban 300$ para llevarme en taxi, y es un dinero que no
quería gastar en eso. Es más, lo gasté, pero en regalos para la bruja y el
enano.
Me tomé unos mates en la plaza,
charlando con algunas parejas que estaban por ahí, y regresé a Jujuy en el
colectivo de las 14.45 hs. Creo que Purmamarca es para eso: pasar un par de
horas. No sé si hay mucho más para hacer, por lo menos en épocas diferentes a Carnaval.
Desde Purma es posible llegar
fácilmente a Humahuaca (65$) o Tilcara (20$). También hay muchos
horarios de colectivos disponibles. Estuve tentado a seguir hacia alguno de
esos dos destinos. Son lugares que me quedarán para un próximo viaje.
De vuelta en el hostel, escribí un
poco, organicé mi mochila, hablé con mi viejo y tomé mates con Fabián, un porteño que se convirtió en
el aliado de la noche. También estaba viajando solo. Habían llegado unas
familias, una pareja de amigos porteños (medio amargos) y un grupito de chicos
y chicas que eran todos parejas.
Junto a Fabián, Valentín (el futuro estudiante de cine
con acento mexicano que trabaja en el hostel) y Daiana, también recepcionista del lugar, descorchamos un vino que
había comprado el día anterior y lo tomamos con aceitunas y papas, mientras
intentábamos convencer a Valentín de que saliera con nosotros en la noche. Al
final decidió acompañarnos porque así se lo dijo el lanzamiento de una moneda,
aunque horas más tarde él nos terminó fallando.
La cuestión es que terminamos
saliendo Fabián y yo. Buscamos algún barcito pasable para tomar algo y todo
estaba medio muerto. El día anterior había sido “Jueves de Compadres” (una
típica fiesta pre-carnavalesca de Jujuy) y se ve que el viernes seguían todos
detonados.
Luego de caminar como una hora,
nos conformamos con una pizza y una cerveza en un bar a la vuelta del hostel.
Por esas vueltas de la vida, la moza, Andrea,
nos consiguió ingreso gratuito a un boliche de onda llamado “Grey”, donde supuestamente
sale 120$ entrar. Yo no estaba tan entusiasmado por la idea de salir, pero
tenía que hacer tiempo hasta mi viaje del día siguiente, y además Fabián me
necesitaba.
De todas maneras no salimos. Otra
vez una lluvia intensa me cambió mis planes, lo cual me llevó a este
pensamiento curioso: tres veces me llovió, una en cada una de las tres
provincias en las que estuve (Tucumán, Salta y Jujuy). Esas tres veces, la
lluvia se convirtió en un impedimento que me obligó a alterar mi plan inicial.
Tres veces la lluvia me recordó que no tenemos control sobre absolutamente nada
en este caótico mundo.
«Regla #4 del mochilero: armá tus planes con la suficiente
flexibilidad para poder encontrar soluciones alternativas ante cualquier
inconveniente. Ser precavido es una virtud (reservar hostels de antemano para
evitar pérdidas de tiempo, investigar previamente sobre qué hacer en un lugar,
revisar el pronóstico, etc) pero demasiada rigidez en los planes va a llevar,
indefectiblemente, a grandes decepciones.»
Me fui a dormir, alrededor de la 1
am, con esas ideas en la cabeza. Me levanté a las 5 am para salir a la terminal
y comenzar el largo regreso a casa.
Día 9 – Final
de juego (sábado 03/01)
Me desperté a las cinco de la
mañana para tomarme el bondi a la terminal. A las 7 am salía mi colectivo hacia
Tucumán, donde me reencontré con Adrián
para charlar un rato más y almorzar en el centro.
De paso, y ya que estaba,
aproveché a raparme, un acto que para mí representa prácticamente un ritual
simbólico. Tomamos unos mates en la plaza y por la tarde me tomé otro bondi
para el aeropuerto, aunque no me dejaba exactamente en la puerta, sino a unos 4
km (así de ingrato es Tucumán).
Por cierto, hacía 31° y un calor
asfixiante. Creo que es la provincia donde más sufrí el calor, probablemente
debido a la humedad. Ya en el aeropuerto, esperando que partiera mi vuelo, me
quedé recordando esta última semana y escribiendo las líneas finales de este
diario de viaje.
El norte argentino es un destino
maravilloso para el que busca conexión con la naturaleza, calidez de la gente y
tranquilidad. La geografía que poseen Tucuman,
Salta y Jujuy es imponente. Quedé maravillado con los paisajes, no tanto
así con la calidad de los hostels en los que estuve y con la joda. Sé que el
panorama fiestero cambia completamente en épocas de carnaval, pero eso no lo
podré saber hasta experimentarlo yo mismo.
Por mi parte, las noches fueron
más bien apagadas en las ciudades donde estuve, como si todos se estuvieran
guardando energías para hacerlas explotar en los próximos días. Tampoco vi
demasiados turistas recorriendo estos lugares.
Más allá de que nos queda lejísimos
a los que somos del sur de Argentina, es un lugar especialmente barato y
bastante mágico, donde cada esquina te puede sorprender con una postal, una
nueva amistad o una situación bizarra (especialmente en las noches de San
Salvador de Jujuy).
De todos los lugares donde estuve,
me enamoró especialmente Salta
(adonde sin duda quiero volver) y sentí que podría haberle sacado más provecho
a Jujuy. Definitivamente, este es un viaje que amerita una segunda parte.
***
Adiós Norte Argentino. Ya volveremos a encontrarnos.
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