El 3 de febrero de 1813, San
Martín obtuvo su primera victoria al mando del cuerpo de Granaderos a Caballo
en el combate de San Lorenzo. Me tocó ir a trabajar a aquella ciudad y descubrí
que es mucho más que un cacho de historia argentina.
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Esto viene a funcionar como una segunda parte de este otro viaje, en el cual –debido a un proyecto de implementación de SAP en las terminales logísticas de Profertil– tuve la oportunidad de pasear unos días por la hermosa ciudad de San Nicolás.
Al igual que San Nicolás, San
Lorenzo se extiende sobre el Río Paraná y me sorprendió muy gratamente. Como ya
mencioné en alguna otra ocasión, SAP paga mis cuentas. Soy consultor funcional
desde hace ya casi 10 años para la empresa Profertil. Pero tranquilos… prometo
dedicar la menor cantidad posible de caracteres a los temas laborales y centrarme
en los aspectos más curiosos y llamativos del viaje. Let´s go!
Día 1: miércoles 16/8 – César, historias de Ostende y 30° en San Lorenzo
El miércoles 16/8 me levanté a las 6.30 y un auto me llevó hasta el aeropuerto de Bahía Blanca. Durante el vuelo leí dos capítulos de Kafka en la Orilla (Murakami) y el primer cuento de una antología llamada Flores que se abren de noche, de Tomas Downey.
La forma de escribir de Downey me impresionó desde un primer momento. De hecho, la primera historia de su obra –que tiene el mismo nombre del libro– me pareció una de los mejores textos que leí en muchísimo tiempo. Me conmovieron la narración de Downey, los giros en el argumento y la cantidad de recursos estilísticos que incorpora. Es un libro que me prestó mi amigo Tincho, de Neuquén, y tendrá su reseña pronto.
Llegué a Aeroparque a horario y me estaba esperando César, el chofer que conduciría hasta San Lorenzo. Apenas me subí al coche pensé “cagamos, a éste le gusta hablar”. Por suerte, rápidamente me di cuenta de que César era una persona fascinante para charlar, así que terminamos conversando durante la primera mitad del viaje.
Me contó de su casita en Ostende (una pequeña localidad entre Pinamar y Cariló) y de la vez que tuvo que llevar a un misterioso ingeniero alemán hasta el límite entre Chubut y Río Negro durante la pandemia (todo muy raro). Mi intención era ponerme a responder algunos mails, pero entre charlas de Ostende, el dólar y el hormiguero prendido fuego que es Argentina en este momento, terminé desistiendo.
Resulta que Ostende es un lugar muy místico. Por tratarse de una playa reservada, a lo largo del tiempo han ido a vacacionar muchas estrellas de la farándula argentina, presidentes y artistas extranjeros.
De chico, César pasaba mucho tiempo en el famoso Viejo Hotel de Ostende porque quedaba a dos cuadras de su casa. Aparentemente allí descansó varios veranos Antoine de Saint-Exupéry, el escritor de El Principito. Aquel Hotel también es lugar donde ocurre el conflicto de Los que aman, odian (de Silvina Ocampo y Adolfo Biot Casarey). La pareja de escritores solía estar gran parte de sus tiempo libre en Ostende.
Mi chofer era un señorito inglés, muy adecuado y prolijo en su manejo. A cada momento de sus relatos se detenía para preguntarme si yo quería seguir escuchando o dejarme con lo mío. Yo le repetía que continuara. Tenía madera de narrador. Se tomaba su tiempo para desarrollar las historias, sin estirarlas demasiado tampoco.
La anécdota más impresionante que me contó sobre el Viejo Hotel y su infancia en Ostende fue una sobre su abuelo. Resulta que el abuelo de César jugaba muchísimo al ajedrez en la confitería del Hotel. Una vez, un pequeño César fue a buscarlo para avisarle que la cena estaba servida. El abuelo lo mandó a freír churros. “Salí, nené, me desconcentrás”.
Más tarde, César descubrió que aquella noche su abuelo jugaba un amistoso contra Anatoli Kárpov, campeón del mundo en Ajedrez entre 1975 y 1985. La veracidad de este hecho es incomprobable, pero al parecer el abuelo le ganó una partida a Kárpov e hizo tablas en la siguiente. Tremendo.
“Por aquel momento estábamos en plena dictadura”, me contaba César. “No se podía saber que él estaba en Argentina. Todo era muy de incógnito. Kárpov, como mucha gente, no dejaba ningún registro de su visita a Ostende”
Sólo por estas historias me dieron muchas ganas de conocer Ostende. El Viejo Hotel está lleno de fantasmas: Saint-Exupéry, Bioy Casares, Kárpov. Y muchas más personas que nunca sabremos. Por la zona también puede encontrarse “La Helenita”, famosa casa donde Frondizi y su esposa Helena debieron exiliarse cuando le hicieron el Golpe de Estado en 1930.
Alrededor de las 11.30 hs paramos a cargar gas en una estación de servicio. Bajé a comprar un café para llevar que salía, según indicaba un cartelito, 550$. Cuando la piba cargó el café en el sistema me dijo: “uh, acaba de aumentar a 700$”. #ArgentinaChicos.
El resto del viaje César escuchó la radio y yo me dispuse a encarar algo menos emocionalmente destructivo que lo que había leído de Downey en el avión
En busca de algo divertido y
liviano, seleccioné Spiderman: Across the
Spider-Verse del catálogo de películas en mi PC. Grave error: terminé
llorando y emocionándome como un pelotudo. La película es un 10/10, pero ya
hablaré de eso en su respectiva reseña.
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Llegué al Hotel Horizonte un par de horas más tarde. Me bañe, respondí algunos mails y salí para la costanera con una birra Santa Fe. ¿Cómo no probar la cerveza local? Hacía unos hermosos 30° en San Lorenzo y yo –tan preparado como un boy-scout– había empacado la malla y las ojotas para hacer honor a la ocasión.
Sí, leyeron bien: ¡30° y un sol impresionante en pleno agosto! Este país es hermoso.
El agua del río Paraná está muy sucia y no hay ninguna playita, pero igualmente pude encontrar un lugarcito donde mojar las patitas.
Allí me topé con Tom Cruise. Bueno… en realidad era un tarado pescando en un lugar estúpidamente peligroso. Grabé un reel de Instagram que resultó tener más de 5 mil vistas en un par de horas.
Pasé por el famoso Campo de la Gloria y entré al Museo Histórico Conventual San Carlos. Allí me indicaron que la entrada salía 900$ y se conseguía en otro lado (en la esquina, oficina de Turismo). Pensé que sería mejor ir el viernes.
El centro de San Lorenzo está muy lindo y cuidado. Es agradable caminar por las calles donde San Martín libró su única batalla en suelo argentino. Hay apenas un par de semáforos y la gente se siente cálida. Igual, dale… el slogan de “Ciudad Turística” le queda un poco grande. Almorcé un sánguche como a las 17 hs y volví para el hotel.
Por la tardecita continuaba haciendo calor. Metí un trote por la costanera terminando en la Plaza de la Salud que tiene varios juegos para chicos, incluyendo un fantástico Barco Pirata. Como siempre me ocurre, no pude evitar imaginarme jugando ahí con Benja y Mateo.
Mi paseo me llevó hasta la Plaza San Martín con su llamativa fuente, el Centro Comercial a cielo abierto de la Av. San Martín, una pista de skate y la hermosísima Plaza René Favaloro. Una linda plaza para mí es todo lo que está bien. Cené en el hotel mirando un episodio de la segunda temporada de From (serie que ya recomendé por acá).
En la habitación comencé a ver El curioso caso de Benjamin Button (la única figurita que me falta en el álbum de David Fincher) y cerré la noche con un re-run de Seinfeld. Nada más lindo que dormirse con una sonrisa. Jerry y sus inadaptados amigos siempre logran exactamente eso.
Día 2: jueves 17/8 – Relevamientos de SAP en Puerto General San Martín
Me levanté tempranito, 6.30 a.m. Bajé a desayunar en el hotel y me preparé para un día de mucho laburo y reuniones. Estaba fresco y lluvioso. El clima había cambiado completamente. Esa mañana descubrí que el hotel, además de un hermoso patio con juegos infantiles y pileta, tiene un gimnasio. Me pareció buena idea aprovecharlo por la tarde.
Un coche me esperaba a las 7.30 a.m para dirigirme a Puerto General San Martín, donde Profertil tiene una de sus terminales. Ya había conocido el lugar el año pasado y la gente son mis usuarios de SAP con los que trato día a día, así que, buena onda. Muy buena onda, de hecho.
Se trabajó bastante fuerte, logrando terminar todo lo que nos habíamos propuesto. Por si les interesa saber, estuvimos trabajando un proveedor y el equipo de Mantenimiento de las Terminales definiendo una propuesta de codificación/tageo que se apoya en el modelo de Bahía Blanca-Profertil y la ISO 14224. Revisamos algunas cuestiones conceptuales del Mantenimiento en SAP y terminamos de diagramar el árbol de Ubicaciones Técnicas.
Ah, ¿no les interesaba? Me hubieran avisado antes, así no llegábamos hasta esta situación incómoda.
En fin. Por la tarde siguió fresco
y lluvioso. Quizás hubo un par de artesanales en la noche. Ah, y me compré un
cuellito para combatir el frío.
Día 3: viernes 18/8 – Un eterno regreso a Bahía Blanca
El viernes ya pegaba la vuelta para Bahía, pero mi avión salía desde Aeroparque recién a las 21 hs. Desayuné, respondí unos mails hasta las 10 hs, publiqué este cuentito y realicé el checkout. Durante casi tres horas, recorrí varios lugarcitos históricos que me faltaban (como el célebre Pino Histórico, que al final está más toqueteado que la Piedra Movediza de Tandil).
En el centro compré unos regalitos muy simpáticos para los chicos (puzzles en forma de piezas de Tetris). Entré un ratito al Museo y compré unas empanadas que comí a la vera del Río Paraná mientras, en mi grupo de Whatsapp de vicio, los chicos estaban dele discutir política desde muy temprano. Una conversación que me hacía reír porque ninguno de los que intercambiaba opiniones cobra en pesos argentinos.
Por si alguno lee esta nota en otro momento diferente a 2023, el tema coyuntural es que estamos viviendo una época de cuasi híper-inflación, donde los precios cambian minuto a minuto. Literal.
De chofer esta vez me tocó Alejandro, otro señorito inglés, aunque mucho más callado que el buen César. Mientras salía de San Lorenzo me pareció una locura que me hubiera tocado visitar este lugar precisamente cuando Benja hacía de granadero en la escuela por primera vez. Son esos extraños sincronismos que me vuelan la cabeza.
Con Alejandro hablé lo justo y necesario. Él tampoco estaba particularmente interesado en charlar, así que fue un win-win. Comí tranquilo el resto de mis empanadas, miré algo de animé (Dark Gathering) y leí algo más de Murakami y Downey. La segunda historia de Downey es muy genial. Si la otra mitad de su libro es igual de brillante, estamos ante mi lectura favorita del año. Veremos.
Llegué a Aeroparque minutos antes de las 18 hrs. Ahí ya había coordinado para encontrarme con mi hermano Tomás. Tenía que devolverme unos headsets que olvidé en mi última visita, pero era más una excusa para verlo que otra cosa. Tomamos un par de cafés, charlando de temas variados, y se fue alrededor de las 19.30 hs, cuando inicié la engorrosa tarea del check-in.
El vuelo se terminó demorando un montón. Primero dijeron 20 minutos, luego fueron otros 20 y así. Me encontré con Bautista, un colega de la UNS con quien había trabajado el año pasado, y nos pusimos al día en la sala de embarque. También resultó que la Jefa de Sistemas de Profertil (Themis) tenía el asiento al lado mío en el avión.
Al final pisé suelo bahiense dos horas más tarde de lo inicialmente planeado, después de la medianoche. El regreso fue un trago amargo. Sin embargo, el viaje lo disfruté en más de una forma. Pese a ser una travesía más bien laboral, me parece que logré sacarle el jugo a San Lorenzo y conocer gran parte de su historia.
Me quedo con muchas
ganas de volver en el futuro.
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