Diario de
viaje de una pequeña escapada a Bariloche y el refugio del Frey, una
travesía que tuvo el equilibrio justo entre aventura y descanso.
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En Salvapantallas, Jorge Drexler escribe cómo vamos pedaleando contra el tiempo, soltando amarras. El cantautor cuenta que la canción la escribió en honor a sus tres hermanos (“vamos a dar guerra, con cuatro guitarras…”) para describir que, aunque todos fueran a tomar caminos diferentes, siempre los terminaría uniendo algo especial.
No sé si la metáfora aplica realmente acá, pero me sirvió para arrancar este post sobre un viaje que quizás no se repita. Qué lindo es poder seguir teniendo aventuras por más que las responsabilidades y los tiempos sean cada vez más apremiantes. Y qué agradable es poder seguir haciendo lo que a uno le gusta (naturaleza, algo de trekking y muchas birras) con un grupo de gente querida... amigos con los que sólo hay buenas energías y cero tensiones.
Por motivos que escapan a mi memoria, hacía unos buenos 10 años que no volvía a pisar Bariloche. La última vez había sido un viaje con Ángel y El Tucu allá por 2011. Siempre seguí paseando por el sur argentino, pero por algún motiva terminaba siempre en pueblitos aledaños (como El Bolsón y Villa la Angostura)
Como sea, la
ciudad me volvió a enamorar y ahora siento ganas de volver apenas tenga la
oportunidad. El clima acompañó, los precios que encontramos fueron sorprendentemente
bajos (sospecho que porque aún no llegamos a la temporada alta) y los caminos
recorridos resultaron ser bastante copados. Pero vayamos por parte…
Día 1 (viernes 19/11) – Salida desde Bahía Blanca y llegada al Frey
Tomamos un bondi desde Bahía Blanca a Neuquén Capital Christian, Mariana y yo. En Neuquén nos encontraríamos con el cuarto mosquetero, Santiago, quien nos levantaría en el auto para salir a Bariloche. El grupo que había estado en el Oktoberfest de Villa General Belgrano volvía unirse para otra épica aventura.
El viaje en colectivo fue incómodo, como era de esperarse. La calidad ha bajado muchísimo en los últimos años, y es prácticamente imposible tener una buena noche de sueño… ni siquiera en un asiento cama ejecutivo (que tampoco era mi caso, de todas maneras).
Con tantos viajes a cuestas, me he ido formando en el arte de dormir semi-vertical. Si uno logra ubicar bien las rodillas, sin que se resbalen o sufran daños las rótulas; y si uno apoya la cabeza en algún rincón del asiento, que permita impedir una lesión cervical. Si, además, el chófer es tan amable de no poner el aire al máximo. Si todo eso sucede, se duerme. Aquel viaje no había sido el caso.
Mi cuerpo estuvo duro y rígido toda la noche. No le había sacado ventaja al sueño y recordé que, probablemente, dormiría incómodo en los próximos tres o cuatro días (entre noches en el refugio, hostel y el bondi de regreso). No importaba. Lo bailado no podría ser quitado.
Llegamos a Neuquén a las 7 a.m. y, luego de un necesario café con medialunas, pronto estábamos nuevamente en la ruta.
En el camino terminé Arsenio Lupin: Caballero y Ladrón, que será mi próxima reseña literaria del blog. Llegamos a Bariloche a las 2 p.m., listos para iniciar el recorrido hacia el refugio Frey desde la entrada por Lago Gutiérrez.
El ingreso al sendero se encuentra frente a la Seccional de Guardaparques del lago y los primeros metros se comparten con un caminito que lleva a la Cascada de los Duendes. La distancia total hasta el refugio del Frey es de 10 KM, con un desnivel de 900 m. El ascenso nos llevó 4 horas clavadas a un ritmo tranquilo y ligeramente agobiante.
Al inicio hay un denso bosque de coihues que ya presenta cierta pendiente. Mariana la estaba pasando bastante mal en esta zona porque le faltaba el aire. A mí el ascenso me cuesta, pero son los descensos los que realmente me liquidan las rodillas.
Luego se avanza manteniendo una misma altura y bordeando el pintoresco Lago Gutiérrez. Al cruzar el arroyo “La Menta”, adonde cargamos nuestras botellitas de agua fresca, el paisaje comienza a mostrar rastros de un incendio que ocurrió en los ´90, seguro que por culpa de Menem.
Durante las primeras 2 horas hay vegetación baja y no se encuentran tantos lugares con sombra, por lo que el sol pega duro y parejo. En un desvío se indica a la izquierda para ir a Playa Muñoz (no fuimos). A partir de allí comienza un ascenso interesante. Se cruza primero el Arroyo Van Titter (donde me saqué la clásica foto “you shall not pass!”). Gandalf, un poroto.
Luego se atraviesa el abandonado Refugio Piedritas y, finalmente, se llega al Refugio Emilio Frey. Pisamos firme nuestro destino alrededor de las 18 hs. Las orillas del Lago Tonchek acompañaerons nuestro mate con picada.
En el lugar había una buena cantidad de gente, incluidos un alemán y una pareja americana con una niña hermosa. El pernocte costó 2500$ y, de cena, pagamos un poco memorable guiso de lentejas por 1500$, sin duda la peor inversión en la historia de nuestros viajes.
Por la noche jugamos a las cartas (Red7 y unas divertidísimas partidas de Amigos de mierda) mientras tomábamos unos buenos vinos.
Afuera estaba muy fresco. Chris y Mari jugaron al Truco con algunos de los chicos que
andaban por ahí (Magui La Pesada, Colorado Amargo y unos cordobeses
simpáticos) mientras que Santiago y yo nos fuimos a dormir.
Día 2 (sábado 20/11) – Laguna Schmoll y descenso a Bariloche
A la mañana siguiente me levanté a las 7 a.m, confirmando que soy un viejo choto (mis zapatillas Topper de Enrique el Antiguo lo confirmarían días más tarde). Tomé algo calentito leyendo la séptima entrega de La Torre Oscura y, poco a poco, fue cayendo gente al barrio.
Luego de un desayuno abundante, salimos los cuatro para la Laguna Schmoll, 1.30 hs de ascenso y una horita para regresar. El camino incluye bordear el Lago Tonchek, por momentos pasando capas de nieve que lo volvieron desafiante, y escalar por media hora, agarrándote a piedras y rogando por tu vida. La pequeña travesía es hermosa y creo que fue la que más disfruté de todo el viaje.
En el camino nos cruzamos a los chicos del día anterior. El Colorado Amargo la venía pasando muy mal, pero avanzaba. El cordobés la tenía atada. Magui La Pesada directamente la estaba pasando como el orto y deseaba estar muerta.
La laguna tiene un hermoso agua color verde y suele cubierta de una gruesa capa de nieve durante el invierno. El sendero que continúa conecta al Frey con la Laguna Jakob, donde hay otro refugio (el San Martín). Santiago ya hizo aquel camino varias veces. En algún momento quizás logre sumarme yo también.
Almorzamos nuevamente en el Refugio Frey y comenzamos un descenso hacia Lago Gutiérrez. Fueron 3 horitas de bajada que me dejaron las piernas a la miseria. Ni los churros que clavamos en la playa lograron levantar mi autoestima.
De ahí nos fuimos hacia el Hostel Periko´s, donde pagamos 2000$ la habitación compartida. El lugar está tremendo y excelentemente bien ubicado a pocas cuadras del Centro Cívico. Nos recibió Maite y, luego de acomodar nuestras cosas y de un necesario baño, salimos a nuestro primer tour cervecero. Como le dije a Christian en un momento: acá iniciaban nuestras verdaderas vacaciones.
En Manush tomamos nuestra primera pinta con fried chicken. Luego caímos a Wesley, donde me hice de una excelente Porter y gloriosas empanadas de carne. Ahí resultaba que había un Congreso de Cerveza, con supuestos catadores probando nuevos estilos de varias cervecerías barilochenses. En el baño, por ejemplo, un flaco me convidó la cerveza sour (ácida, rosada, un toque salada) que me pareció un asco.
En Konna me encontré con Mica, la prima de mi esposa Natalia que está trabajando en Bariloche. Más importante: me topé con un orgásmico sandwich de cordero que salía 620$ (preciazo) y que ninguno de los cuatro pudo terminar.
Volvimos a
dormir al Hostel, no sin antes echarnos unas partidas de Red7. Yo metí también unas corridas del Slay
the Spire y para las 12.30 a.m. ya estaba durmiendo como todos los
demás.
Día 3 (domingo 21/11) – Cerro López, Circuito Chico y Sendero de los Arrayanes
El tercer día de viaje fue el más variadito. Me levanté primero, a las 8, y se desayunó fuerte. Un grupito de Cuarentones estaba haciendo huevos y bacon en la cocina.
Salimos en auto hacia el Circuito Chico de Bariloche y la primera parada fue en una impresionante vista panorámica donde Christian compró dos piedritas por 1000$. Pese a que tenían formas copadas de oso y tortuga, algunos dirán que lo cagaron. Otros luego recordarán que pagamos 1500$ por un mugroso guiso de lentejas que no tenía ni siquiera un pedacito de chorizo.
Recorrimos un poco de Colonia Suiza y paramos en la base del Cerro López, donde iniciamos un ascenso de 50 minutos hasta el Refugio RocaNegra.
A mitad de camino cruzamos a los Cuarentones. Se habían tomado un whisky en el Cerro Otto la noche anterior. Menos uno de ellos, todos eran pelados y panzones (una panza que, recordemos, estaba llena de huevos y bacon). Claramente la estaban pasando horrible en esa subida.
Luego de un almuerzo de mates con sanguchitos (lomito ahumado, queso y salchichón primavera), bajamos y seguimos recorriendo el Circuito Chico. Pasamos por varios miradores, recorrimos el Llao Llao e ingresamos al Sendero de los Arrayanes, adonde nos cruzamos a varios de los que estaban con nosotros en el hostel.
En un mirador vimos a un chimango tratando de robarles el almuerzo a una parejita y, FINALMENTE, entendí la frase de “no gastar pólvora en chimango”. Después del recorrido, comimos unas rabas (con cerveza) en el Blest de la ruta.
De vuelta en el hostel, nos bañamos, picamos la burguer de cordero que había quedado del día anterior y salimos. Bachmann nos acompañó con unos nachos (olvidables), Wesley presentó sus inmejorables empanadas y, finalmente, en Belek comimos una pizza que ya estaba de más.
Cerramos un
día de varias caminatas y visitas con un heladito de Rapanui. En el hostel se veía ya mucha más gente, pero nosotros no
estábamos como para hacer sociales. Somos gente grande, che.
Día 4 (lunes 22/11) – El regreso a Neuquén
No hay mucho más para agregar en este diario de viaje. Sólo mencionar que almorzamos las mejores milanesas napolitanas de nuestra vida en la Fonda del Tío. El mozo las sirve con tanto cuidado que sentimos como cada mordida era un cariñoso abrazo al alma.
El viaje de regreso fue largo y tedioso, como todo regreso. Entre mates y charlas, intercalando momentos de una peli que estaba viendo en mi compu, llegamos a Neuquén a eso de las 18 hs. Mis viejos me esperaban con una picadita y un pastito recién cortado.
Al día
siguiente tocaría volver a Bahía Blanca, a las responsabilidades de familia y
laborales, a los 32° grados de calor, a la Prisión de Capitales y –por qué, ¿no?–
a volver a despuntar el vicio escribiendo un poquito más para este humilde
espacio.
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Vamos al mar, vamos a dar cuerda
A antiguas vitrolas
Vamos pedaleando contra el viento
Detrás de las olas
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=>> Otros post sobre VIAJES en el blog: “Norte Argentina: Tucumán, Salta y Jujuy”; “Mis días por España”; “Los refugios de El Bolsón”; “Oktoberfest en Villa General Belgrano”; “Refugios de El Bolsón: el Ascenso a Los Laguitos”.
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Hola Lupa!
ResponderEliminarCreo que soy más viejo choto que vos, hace poco fui a Bariloche, pero con 0 (cero) de aventura y 100% descanso.
Tendré que volver a los buenos años de mochila.
¿¡¡¡$1500!!!? con eso en casa me hago "alto guiso"
Buen diario de viaje, justo mi amigo "El Matado" anda por allá. Es el dueño del Blog
https://lamiradaflaneur.blogspot.com/
Le voy a decir que se de una vuelta por acá (cuando tenga wi-fi en su viaje)
Abrazos, crack
Las vueltas de la vida, Mr. Frodo. Justo entre al blog de tu amigo y me encuentro que, en unas de sus entradas más recientes, explica sobre el origen de la frase "gastar pólvora en chimango". ¡De haber sabido antes!
Eliminar¡Qué coincidencia! Estas son señales del más allá ¡Cruz diablo!
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