Después de enamorarme de los refugios de El Bolsón allá
por 2016 –donde recorrimos Hielo Azul, Natación, Cajón Azul y Retamal– me
había quedado pendiente llegar hasta Los
Laguitos (el más alejado y a 1150 metros sobre el nivel del mar). Ahora, en
2019, pude darme el lujo de finalmente llegar. En este diario de viaje cuento
mis experiencias y algunos tips generales.
***
Día 1
(jueves 7/2) – Salida de Bahía Blanca y hostel Corinto
Esta vuelta íbamos con Santiago por menos días y con el único objetivo de llegar a Los Laguitos, motivo por el cual pudimos
reducir la mochila bastante.
Los infaltables siguen siendo comida para almorzar
y/o cenar (¡cada cosa que se compra en los refugios es carísima!), la bolsa de
dormir, un litro de agua, algo básico de botiquín y pastillas (el ibuprofeno es
tu amigo), zapatillas cómodas, protector solar y off, gorra, recambio de ropa
porque se suda fuerte, abrigo impermeable y bolsas para cargar la basura.
Tareas de un copiloto: pasar buena música, cebar mate, no dormirse y tirar buenos chistes
Entre la comida, lo mejor son latas de conservas
(paté, atún, picadillo) con galletitas y sopas Quick para recuperar las sales
del cuerpo. Nosotros nos dimos unos lujitos: un vinito cada uno en la mochila,
queso duro, salamín, aceitunas, algunas masitas dulces, una mayonesa salvadora
y barritas de cereal para el camino.
Tener en cuenta que el termo de mate no es una
obligación y hasta resulta medio innecesario. En la mayoría de los refugios hay
agua caliente y termitos que te prestan. Con todo eso en mente, íbamos bastante
más livianos que la última vez.
Salimos en auto desde Neuquén a las 14.30 hs y
llegamos a El Bolsón relativamente rápido, a las 20.30 hs.
Lo primero que hicimos –como buenos muchachos– fue inscribirnos
en Informes de Montaña, en el
centro. Hay dos lugares y abren hasta las 21 hs. Brindás tus datos y teléfonos
de contacto por si llegara a pasar algo allá arriba. Hay que recordar que ya
desde el inicio te quedás sin señal y completamente incomunicado.
Hicimos noche en un hostel bastante medio pelo: Corinto Hostel (480$ por cama en
habitación compartida). El lugar en sí es bastante céntrico. Tranquilo, por
sobre todo. Me gustó el desayuno, que era estilo buffet. Pero no tenía muchas
comodidades. Me molestaba, por ejemplo, que el baño estuviera lejos y en el
piso de abajo.
A la noche salimos comer una pizza doble de muzzarella
que jugaba en primera. Fue en Patio
Cervecero, un clásico de El Bolsón. El ambiente estaba muy agradable, con
una bandita tocando covers de los ´80. Para mi gusto (y el de Santiago también) la música estaba un poco
fuerte. Son los típicos comentarios de dos viejos chotos.
Tareas de un buen copiloto: elegir las buenas birras, pedir la doble de muzza, poner cara de circunstancia...
Después, de viciosos nomás, caímos a Beermania. Es otro buen barcito con
mozos simpáticos y buenas birras. Tomamos dos junto a unas papas con
salchichas. Había que estar bien comidos para arrancar el sufrimiento al día
siguiente. Nos acostamos a eso de la medianoche.
Día 2
(viernes 8/2) – El ascenso a Los Laguitos
Éste fue, probablemente, uno de los días más
intensos que viví en mi vida.
Nos levantamos a las siete de la mañana y entre
preparación de mochilas, desayuno y llegada a Wharton (desde donde comienza el trayecto a Cajón del Azul) se
hicieron las 8.30 hs.
El tema es que nosotros no pensábamos hacer el
camino tradicional para llegar a Los
Laguitos (Confluencia => Playita => Cajón del Azul => Horquetas
=> Mallín de los Chanchos => Los Laguitos) sino uno un poco más
complicado.
Ingreso a Encanto Blanco por Tillería
Aclaro que no fue idea mía porque mi estado físico
está lejos de ser el óptimo. Pero Santiago, quien podría subir el Lanín con su
hijo de un año a cuestas en tiempo record, me propuso aquel recorrido
alternativo como para variar, porque el otro ya lo conocíamos en gran parte. Si
bien tuve mis dudas, terminé aceptando.
La propuesta era llegar a Los Laguitos desde el Refugio
Encanto Blanco, ingresando por el ranchito de la familia Tillería.
Tuvimos un primer golpe de suerte. A las 8.45 hs pasó
el colectivo de La Golondrina desde
el centro del Bolsón a Wharton, donde habíamos estacionado el auto. Por 24$ nos
llevó hasta Tillería donde podríamos comenzar el viaje habiendo ganado una hora
de caminata.
Transporte La Golondrina en entrada a Tillería
El clima para andar era ideal: apenas soleado,
temperatura agradable y nada de viento. Las primeras dos horas hasta Encanto Blanco fueron relativamente
tranquilas, casi un paseo en comparación con lo que se nos vendría más tarde. El
camino está siempre marcado con flechas o chapitas de colores rojos y amarillo.
El único gran desafío en esa sección fue un puente muy horrible por el que tuve
que cruzar rezando por mi vida (hay un video dando vueltas al respecto).
El refugio en sí es bastante rústico, del estilo de La Tronconada. Nos tomamos unos mates con el refugiero (Bruno, un pibe de Cipolletti que vive
ahí todos los santos días del año) y salimos a las 12 hs. Ahí fue cuando todo
se complicó.
Refugio Encanto Blanco
Las próximas tres horas fueron particularmente ingratas. El camino se
vuelve muy cerrado, casi laberíntico, con pastos altos y una subida final que
parece hecha del material con el que se hacen las pesadillas. Ahí mis ánimos
comenzaron a tumbarse. Quería llegar a Los
Laguitos ese día, pero mi cuerpo comenzaba a ceder.
Y todavía no sabía lo
que me esperaba.
La única gran imagen del viaje: Santiago siempre adelante...
La siguiente hora es una bajada súper empinada y fuerte. La bajada
hasta el Mallín de los Chanchos
puede ser un poco técnica y, definitivamente, no es para principiantes. Puteás
mucho, vas bajando agarrándote de ramas para no resbalar y hay algunas pequeñas
situaciones de riesgo, como un momento en el cual pasás por un risco agarrado
de una soga.
Claramente, Santiago se cagaba de risa y hasta
estaba divertido como un niño. No fue mi caso. Mis piernas temblaban (y no me
gustaba cómo se movían). Me estaba quedando literalmente sin fuerza.
Verdaderamente pensé que se me iban a romper en cualquier momento. Para esta
parte es clave que la mochila no lleve cosas atadas o colgadas. La vegetación
es tan cerrada que todo se te termina enganchando.
Sí, la pasé bastante mal.
Otro error de nuestra parte fue no llevar medio
litro de agua adicional. Desde Encanto
Blanco hasta Mallín de los Chanchos
no hay ningún río donde sea posible recargar agua fresca. Me empezó a preocupar
que todavía faltara un tercio del camino y ya no tenía nada para saciar mi sed.
La otra gran imagen del viaje: yo cansado y puteando fuerte...
Finalmente logramos bajar y, tras quince minutos de
descanso en el Camping Jumiló
(llegamos a las 17 hs), decidí que podía seguir un poco más. El problema es que
en aquel lugar los dormis eran bastante olvidables y yo quería alcanzar Los Laguitos ese mismo día.
A esa altura me dolía todo el cuerpo; ya llevaba
dos actrones y tres barras de cereales encima, mis pies estaban ampollados. No
importaba.
Los refugios de El Bolsón no perdonan. Desde Mallín de los Chanchos hasta Los Laguitos hay una subida (muy)
intensa y continúa que te lleva un par de horas. Finalmente plantamos bandera a
las 19.15 hs, sonriendo adolorido. Dolido pero sonriendo.
Llegada al Mallín de los Chanchos: a Los Laguitos, dos horas de subida FUERTE...
El lugar es realmente hermoso y vale la pena el
esfuerzo. Es un refugio a todo trapo rodeado de bosques y el pituco lago Lahuán.
Nos atendió el famoso Polaco,
clásico refugiero del lugar que ya se lo empieza a notar cansado. No es la
persona más abierta o agradable del mundo, pero sí respetuoso con los clientes
y de buenos modales. Nos ofreció un matecito apenas llegamos.
El lugar tiene televisor, muchísimas camas, ducha,
proveeduría, metegol y hasta carga de celular (si bien no hay señal). Eso sí,
te cobran por todo. Una carga de celular sale 50$, una pizza 400$ y el metegol
30$. Quedarnos a dormir costaba 500$, que es lo que hoy están saliendo también
el Cajón del Azul, Hielo Azul y Retamal, los refugios más lindos de la zona.
Comimos una levantadora picadita frente al lago,
cruzamos algunas palabras con la gente del lugar y pedimos una pizza que devoramos
con nuestras dos botellas de vino. Esa noche pasaron dos cosas importantes. La
primera es que inventamos un juego de cartas que parece tener potencial, aunque
le falta una vueltita de tuerca más. Es un juego 2vs2 donde cada carta
representa un lugar en la posición de los jugadores de fútbol. (Bizarro, ya
sé).
Brokeback Mountain: versión doblada
Lo otro es que, inicialmente, nuestra idea era
subir a Los Laguitos de una y dormir
en Retamal al día siguiente. Pero
decidimos animarnos a bajar hasta Wharton de una en lugar de hacer otra noche
en montaña. Una idea loca que sólo se le puede ocurrir a un par de ebrios que
acaban de caminar 10 horas en ascenso, unos 26 km desde temprano en la mañana.
En el refugio apagan el generador a las 23 hs, con
lo cual nos quedamos sin luces. Salimos un poco con la linterna a hinchar las
pelotas y nos terminamos acostando fusilados.
Los Laguitos: el esfuerzo vale la pena.
Refugio Los Laguitos, al fondo el Polaco
Día 3
(sábado 9/2) – Bajada a Wharton y fin de viaje
La cuestión es que decidimos bajar desde Los Laguitos hasta Wharton de un tirón. Con mi cansancio y dolor de piernas encima.
Nos parecía lo mejor para poder aprovechar otra buena noche de birras en el
bolsón, bañarnos tranquilos y, por sobre todo, poder pegar la vuelta el domingo
por la mañana.
Yo me levanté a las 9.30 hs. Duermo poco y cada vez
menos. Me tomé una sopita Quick para calentar el espíritu y leí un poco más del
libro que había llevado, Nina de León Peredo. Uno que, por cierto, ya
tendrá su reseña en el blog.
Santiago apareció a las 10.30 hs, contento de haber
dormido mucho y de un tirón, como nunca. Desayunamos y colgamos un buen rato
con unos mates frente al lago, como hasta el mediodía. Estaba bastante fresco y
nublado.
Refugio Los Laguitos, lago Lahuán
Llegamos al refugio La Horqueta muy rápido, a las 14:15 hs. Hacer el recorrido en
bajada, siendo que el camino es amplio, resulta muchísimo más sencillo que
hacerlo en subida. Muchísimo. Lo que el día anterior había sido un infierno,
ahora era un paseo hermoso.
Horqueta
es otro refugio muy rústico que no recomendaría a menos que no te quede otra.
Si bien tiene un lindo fogón y un lindo patio verde, el lugar es demasiado agreste
e incómodo. Beto, el amargado
paisano que oficia de refugiero, ni siquiera salió a saludarnos. Nos prestó la
pava con agua caliente de mala gana.
Continuamos el descenso. Nos cruzábamos a más gente
que antes. El primer día de caminata no vimos ni a diez personas en el ascenso.
Ahora ya estábamos en el circuito más tradicional y el tránsito era diferent.
Si bien fue un tirón largo que me cansó bastante, llegamos al Refugio de Cajón Azul a las 16:30 hs.
Atilio,
el clásico refugiero del lugar, no estaba. Al parecer le agarró una especie de
brote psicótico, o de ansiedad. O alguna cuestión de salud. La cosa es que el
año pasado el refugio no abrió y este año es atendido por un grupo diferente de
personas. En el lugar habremos estado una horita donde aproveché a estirar,
empastillarme y descansar. Me dolía todo, realmente.
Bajando a nuestro ritmo (que era, en realidad, mi
ritmo, porque soy mucho más lento que mi compañero de viajes) llegamos en 30
minutos a Playita, que ya
conocíamos. Pero nos sorprendimos con las muchas modificaciones que están
haciendo al lugar. Lo están volviendo un refugio interesante.
A las 20 horas llegamos a Confluencia, donde nos
tentaron con un puestito de cerveza artesanal muy copado. Alrededor de las
20.45 hs ya estábamos en Wharton. Yo no podía creer haber podido subir y bajar
en sólo dos días. No sentía mis piernas, pero estaba muy feliz.
Merienda de campeones en Confluencia
Llegamos hasta el hostel Refugio Patagónico, que está muy bueno y puedo recomendarlo. La
noche en habitación compartida sale 500$. Nos pegamos una ducha, estiramos y
aprovechamos que teníamos nuevamente señal en el celular para avisar que
habíamos llegado bien y ponernos al día.
La cena no podía ser otra cosa que la doble de
muzzarella del Patio Cervecero, que
fue la única imagen que logró hacer que siguiera caminando durante tantas
interminables horas.
También nos dimos una vueltita por El Barril, a probar qué tal estaban sus
pintas. Nos acostamos temprano para poder salir de regreso a Neuquén al otro
día.
Palabras
finales
Hacer Los
Laguitos en un día definitivamente no es recomendable. Menos hacerlo por el
camino de Encanto Blanco, que me parece que no le agrega demasiado y es difícil
al pedo. El tema es que nosotros ya conocíamos los demás refugios y queríamos
hacer algo diferente, algo retador.
En mi caso –que, repito, no soy la persona más
deportista del mundo– representó un desafío enorme que, hasta el último
momento, no sabía si iba a poder cumplir. Es tremendo como uno cree haber
alcanzado a un límite físico o mental cuando, en realidad, nunca es tan así. En
varios momentos estuve a punto de rendirme. Por suerte conté con una compañía
maravillosa que me impulsó a seguir: ¡la doble de muzza que me esperaba en El
Bolsón!
En lo personal, sentí que tuve una performance
mucho mejor que hace dos años. En parte porque durante todo 2018 intenté hacer
más ejercicio, salir a trotar y etcétera. Pero creo que, por sobre todo, es una
cuestión mental. El tema es no parar, seguir aunque sea a ritmo lento. Parando,
por más obvio que parezca, no se avanza. Es preferible bajar un poco el ritmo
pero sin frenar.
A quien camina, no se le paran las moscas encima (sí
los tábanos, pero son relativamente lentos como para matarlos de un buen
golpe). Hasta las más largas caminatas comienzan con un paso. Sé que yo no
estoy para subir un Lanín, pero estoy orgulloso del progreso que tuve. Y este
viaje me volvió a enamorar de las travesías por refugios, que tienen una magia
especial.
Con Santiago hicimos unos 50 km en desnivel hasta
el refugio Los Laguitos y bajando al día siguiente hasta Wharton. Dos días de
sudor, birra y lágrimas. En las fotos no se nota, pero no siento mis piernas,
necesito otro pulmón y lloré más que con la muerte de Mufasa.
Pero lo valió. Verdaderamente lo valió.
Una aclaración final: todas las fotos son de mi autoría y si quieren tenerlas... nada, click derecho en la imagen, guardar como. Tampoco es como que son grandes fotos. En la mayoría hay cerveza y yo puteando a la naturaleza que siempre está intentando matarte. Pero bueno, allá ustedes...
***
«“No quiero caminar entre locos”, dijo Alicia.
“Oh,
no puedes hacer nada”, le respondió el gato, “todos estamos locos aquí”».
(Alicia
en el País de las Maravillas, 1865, Lewis
Carroll)
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2018: Conclusiones y tips generales”; “Oktoberfest
2017 en Villa General Belgrano”; “Mis
días por España: Barcelona y Tarragona”.
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Excelente tu relato !!
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarGracias genio! Un relato muy liviano y divertido, me sirvió mucho, estoy por salir de refugios a esa zona en estos días! Trataré de asegurarme una doble muzza antes de subir que me dé fuerzas para toda la caminata 😂😉
ResponderEliminarEstás a punto de hacer uno de los mejores viajes de tu vida.
Eliminar¡Gracias por comentar!