Como viene la mano, probablemente ésta sea la
última novela que llegue a reseñar para el blog en el año. Y de ser así, qué
bueno, porque lo que hizo Enzo Maqueira con Electrónica
(2014) es realmente memorable.
Emma Bovary:
versión argentina
Electrónica
es una novela de la insatisfacción, como una especie de versión moderna (si
bien muy argentina) de Madame Bovary,
la obra máxima del francés Gustave
Flaubert.
La diferencia es que no estamos en 1856, sino en la
actualidad de nuestro país y, en este caso, Emma es reemplazada por la Profesora, un protagonista igual de
patético pero también muy identificable.
La Profesora (vaya uno a saber por qué Maqueira
nunca quiso darle nombre propio) vive en la Caja de la Rutina Diaria: da
clases, tiene a Gonzalo (un novio
buenazo… por no decir boludón) y cada tanto se junta con su amigo de toda la
vida, el Ninja.
Además, se acostó con uno de sus alumnos, de quien
sólo conocemos su apellido, Rabec, y
ahora quedó obsesionada. Literalmente obsesionada. Aunque el pibe le deja
clarísimo que no quiere saber nada más con ella, la Profesora lo sigue
buscando, stalkeándolo en las redes sociales y esperándolo en todas partes.
«Rabec te había gustado desde el primer día: tenía el flequillo sobre la frente, los brazos llenos de venas. Ni bien entró al aula te hizo esa sonrisa con cara de dormido. Siempre te había parecido una frase de boluda, mariposas en la panza, pero con él no había otro modo de explicarlo.»
Nuestra heroína es una drogona irresponsable,
inestable y extremadamente egoísta. Al mismo tiempo te da mucha pena y comprendés
mucho de lo que está viviendo. Es, ciertamente, un personaje complejo y lleno
de contrastes. Es también la eterna
Peter Pan, la niña que se rehúsa a crecer. Este es el leitmotiv más importante que recorre toda la novela.
La eterna
Peter Pan
La obsesión con Rabec va por ese lado. Representa mucho más que lo carnal, que el
sexo en sí mismo. No es a él a quien quiere, sino lo que él representa: la
juventud, la inocencia, la falta de compromisos, el no-ser-adulto (con todo lo
que implica).
La Profesora también tiene a una madre que intenta recuperar
su vida de soltera y un padre muy enfermo –casi en estado catatónico– que todo
lo que hacer es mirar porno a un volumen exageradamente alto. A esto se le suma
la rutina de trabajo (un trabajo que hace en modo automático), la particular
relación con su terapeuta y la convivencia con un hombre que la quiere
transformar en algo que no es.
"El mundo se había convertido en un lugar distinto al que la profesora conocía. Eso también era tener 30 años. Que tu mundo hubiera pasado de moda."
El Ninja
es la otra cara de esa necesidad insatisfecha que tiene la Profesora, un gay “muy
puta”, fiestero, que coge sin forro con desconocidos. Él es quien la banca,
pero también quien la arrastra de nuevo a aquel mundo donde “no sentir nada” es
la mejor forma de vivir, y quizás la única.
«Te diste cuenta de que los noventa habían sido el prólogo de un futuro que nunca llegó. Del colegio de monjas a tomar un helado con Diego a las ocho de la noche, de ahí al primer porro, las fiestas, el ácido que la profesora tomó el día del amigo (...). Darte cuenta de que la única manera de mantenerte en estado de fantasía era dándotela con todo. Eso era ser una drogona.»
¿Una novela
sobre las drogas?
Si bien la novela está llena de todo tipo de
drogas, no es sobre las drogas. Sin embargo, sí son un elemento muy
presente en la obra y me gustó el tratamiento que se le dio a los efectos
diferentes que cada una produce y cómo generan la adicción en el cuerpo.
«Si
tomar éxtasis era sentir que todo el mundo era tu amigo, aspirar cocaína era
saber que todo el mundo podía ser tu enemigo.»
No sé si he leído tantas historias que realicen un análisis
tan consciente y honesto sobre esta temática.
Antes dije que no sé por qué Maqueira decidió no darle un nombre propio a su personaje
principal, pero en realidad creo que tiene bastante sentido.
Lengua ácida
Varios personajes de la novela son llamados por su
apellido (“Rabec”) o por un apodo (“El Ninja”, “He-Man”, etc). Con “la
Profesora” pasa lo mismo: es ese personaje anónimo que representa a un
colectivo: la piba argentina de 30 de clase media.
Aquella noche de éxtasis con Rabec fue un
disparador en la Profesora para recordar todo aquel delirio que vivió en su
adolescencia, en los adorados años ´90 donde (cree ella) fue feliz. Adonde se
sentía invencible pasando de la marihuana a las pastillas, la cocaína y el
éxtasis.
Aparecen, como parte del paisaje, la era menemista,
el dólar 1 a 1, las noches de música electrónica (guiño al título, que tiene mucho
que ver con eso) y la época donde la clase media estuvo en su punto más alto.
Ahora, con todo eso detrás, la Profesora tuvo que
conformarse con un trabajo ordinario y un novio ordinario.
«Nuestros abuelos ya hicieron el esfuerzo de empezar de cero, nuestros padres hicieron la plata, a nosotros nos queda buscar la felicidad. Pero no la alcanzás nunca, dijo la profesora. No, dijo el ninja, no nos queda nada. Fijate que si querés coger con alguien tenés que usar forro, y si no usás forro porque estás hasta las pelotas con esa persona, te hacés la cabeza, te paranoiqueás, no sabés qué te puede pasar. Si sos mujer tenés miedo de tener sida o de quedar embarazada, dijiste. Si sos puto ni te cuento, dijo el ninja, la cosa es que no hay chance: la única felicidad que nos queda está recubierta de látex.»
El narrador
en Electrónica
Un aspecto llamativo en Electrónica es que el autor eligió una manera muy curiosa de
narrarla. Está escrita intercalando la segunda y tercera persona, a veces en
una misma oración, sólo para generar un giro argumental al final de la obra.
Como estilo narrativo, me da la sensación de que es
más un gimmick (un artilugio) para
sonar más cool o canchero que otra cosa. Admito que no lo disfruté
especialmente, aunque sí da lugar a algunos momentos literarios interesantes.
Yo soy muy clásico en lo que leo y en cómo escribo.
Me gustan los diálogos directos, con el guión largo. No puedo leer a José Saramago porque me mareo. (No sé
cuánta veces arranqué y dejé Ensayo de la
ceguera).
Son gustos. A mí dame algo más “limpio” que me
siento más cómodo. De todas maneras, la lectura fluye con facilidad, como
vomitada al lector (creo que eso era un poco la idea) y se hace entender
perfectamente.
Lo que no me
convenció
Aplaudo a Enzo
Maqueira porque escribió una novela conceptualmente fascinante, con
muchísimos niveles de interpretación, mucho ritmo, humor y profundidad
temática. Es el tipo de escritor al que cualquier wannabe escritor (como yo) quiere apuntar.
Hasta me da vergüenza admitir que la tercera novela
que escribí hace un año (aún en borrador y dando vueltas en varios concursos
literarios) comparte muchísimos puntos en común con Electrónica, lo cual me voló bastante la cabeza.
No puedo decir específicamente qué cosas, pero en
el tono, los personajes (una protagonista mujer en busca de autodescubrimiento,
con varios potenciales amores y un pequeño problema de drogas) y hasta en la
música que el autor eligió citar (Radiohead,
por ejemplo) hay una similitud muy loca con mi novela.
Pero a lo que quería llegar con todo esto es que
creo que Maqueira comete un error de “vicios de escritor” del que yo mismo suelo
ser muy culpable (por eso también me sentí identificado).
Muchos autores terminan volcando sus propias
obsesiones, gustos y formas de ser en sus personajes. Y esto es un problema
porque vuelve a todos los personajes “copias o clones del autor”, quitándoles
su propia identidad.
¿A qué me refiero específicamente? Es más fácil
citar una serie de ejemplos:
«(...) la profesora sentía que era una de las chicas malas de Godard. Ana Karina en Pierrot, Brigitte Bardot, la rubia que vendía diarios y recitaba "New York Herald Tribune" en Sin aliento»
OK, te lo banco. Algunas referencias cinéfilas a nouvelle vague francesa, aunque nunca me
pareció que la profesora pudiera ser de esas personas sumergidas en el cine de Jean-Luc Godard como para recordar
esas cositas tan específicas.
En cambio, unas páginas más adelante en el libro se
cita a Matrix, lo cual es, al menos
más adecuado para la generación de los 30 (más adecuado también porque hay
mucho del Mito de la Caverna de Platón en la
historia). Ésta es la frase:
«Por eso las señoras grandes como tu mamá quieren ser abuelas, porque necesitan morirse sabiendo que todo va a volver a empezar. Al final todos éramos Neo. Todos éramos el elegido de Matrix.»
Pero... esa es una referencia a Matrix Reloaded (no a la primera) y
que, nuevamente, es súper específica y ultra nerd. No me termina de cerrar con
los personajes que presentaba el libro.
Algo parecido me pasó cuando leía Los crímenes de Van Gogh, de Feinman. Entiendo que el protagonista
dispare referencias cinéfilas como una ametralladora, pero ¡dale! casi todos
los personajes hacen menciones al cine como si fueran expertos. Cuando sabemos
que el verdadero experto (o, por lo menos, el verdadero fan de lo citado) es el
mismo autor.
En Electrónica sentí algo
similar (aclaro: es cierto que el giro del final puede llegar a darle sentido a
este hecho).
Seguramente Enzo
Maqueira es tan “movie nerd” como yo y cualquier otro. Pero el problema es
cuando a un personaje no logramos asociarlo realmente con esa característica.
En Los crímenes de Van Gogh era
entendible que el personaje principal recitara tantas citas del cine, porque
vivía y respiraba cine, pero también lo hacían otros personajes de formas pocos
verosímiles.
En esta obra, en un espacio de tres páginas se
puede citar a Tinelli, a Cha Cha Cha, a Olmedo y Porcel, a Volver al Futuro, a
todo tipo de cine de culto, a Los Simpson y a Fabián Polosecki. Esta sobresaturación
de referencias –aunque orgánicas a lo que se quiere contar– me pareció too
much.
En otro aspecto, por momentos la novela es
demasiado vaga o ambigua, evitando citar lugares concretos o no especificando
algunas cuestiones básicas. Por ejemplo, la profesora es profesora… ¿pero de
qué? El libro dice que va a la UNI, aunque por el sistema y los exámenes que se
toman, parece ser un curso de secundario. En otra ocasión se asemeja a un curso
universitario sobre algo relacionado con periodismo o literatura. Nunca queda
del todo claro.
A lo mejor esto es adrede y es lo que le da esa
atmósfera onírica e inquietante al relato. Al especificar muy poquito sobre
tiempos, lugares y profesiones, incluso al evitar nombrar al personaje
principal con otra cosa que su “profesión”, se acrecentar la idea de que es
cualquier persona, un individuo al azar en la vorágine de la Argentina actual.
Que ella es todos nosotros.
***
Palabras
finales
No quiero que el último apartado dé la impresión de
que no me gustó Electrónica porque es
todo lo contrario. Me encantó y la destaco como una de mis lecturas favoritas
del año.
Si bien no fui fanático de su forma de estar
escrita y la sobrecarga de referencias culturales que no terminaron de cerrarme
con los tipos de personajes presentados, el ritmo que tiene es interesante, los
capítulos se leen con velocidad y es sumamente entretenida.
A pesar de tratarse de una novela muy corta (tendrá
unas 130 páginas con toda la furia) es necesario leerla despacio, especialmente
para lograr digerir algunos conceptos profundos que se plantean.
Es un estudio psicológico de personaje que
recomiendo a todos los que –como yo– transitan los 30 años, la primera
generación argentina “realmente preocupada por pasarla bien”.
¿Qué sucede cuando, a medida que vamos creciendo, experimentamos
la nostalgia de nuestros mejores días atrás, y las responsabilidades de una
persona madura esperándonos (reprochándonos) allá adelante? De esta hermosa
contradicción, de este equilibrio tan inestable, surge un relato de iniciación
que nos interpela desde la primera hoja hasta la última.
Bravo.
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amor y la furia, una novela de Alejandro Laurenza”; “Hotel
Paradise: los cuentos de Marcelo Kisilevski”; “Las
historias desaforadas de Adolfo Bioy Casares”; “Días
en reflejo, de Laura Maquilón”; “Lo
lúdico y lo humorístico en Un tal Lucas”.
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Es la primera noticia que tengo del autor y esta novela.
ResponderEliminarSuena interesante incluso en las cuestiones que criticaste "negativamente"
Un día de estos tengo que ir de compras de libros, si me lo cruzo...
Abrazo cráneo!
See, más que críticas "negativas", fueron... no sé, detallecitos, boludeces. Está muy piola la novela realmente. Súper recomendada.
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