Tardé más de 10 años en volver a Puerto Madryn. Entre
2010 y 2011 había ido tres veces… siempre con amigos y una mochila bastante liviana.
Ahora regresé con el paquete familiar completo. En esta nota: mi experiencia
recorriendo parte de la provincia de Chubut.
***
Mi primera novela (Un verano para recordar) inicia su trama en Puerto Madryn. (El dato inerte del día, ¿no?). Junto a Necochea, la Ciudad de las Ballenas es una localidad que me enamoró de chico y que tiene un lugar especial en mi corazón. Pero por motivos random de la vida, nunca más volví.
Hace bastante que no armo un Diario de Viaje para el blog, así que este viaje fue la excusa perfecta para brindar algunas recomendaciones y apreciaciones personales.
Comencemos…
Día N°1 (22/03/22) – Salida desde BB, playa y centro de Puerto Madryn
Salimos a las 7 de la mañana Naty, Benja, Mateo y yo. Viajamos por Ruta 22 y luego Ruta 3, llegando a las 14.30 hs a Puerto Madryn, donde había alquilado un hermoso departamento céntrico y con vista al mar por un preciazo: 32000$ las 5 noches.
El precio fue bajo porque, obviamente, marzo ya es temporada baja. Hice la reserva por Booking y luego ultimé los detalles por e-mail y Whatsapp.
Nos recibió Damiro, un pibe joven y súper atento. El departamento era chiquito (pieza con cama matrimonial, bañito, cocina muy chiquita y living con un sofá-cama) pero con grandes ventajas. La primera es su ubicación en Roca al 300. Es pleno centro, a una cuadra de un Carrefour, dos cuadras de la plaza San Martín y la playa literalmente cruzando la calle.
La vista desde aquel piso 12 es también un enorme fuck yeah. No me cansaba de mirar la vasta playa desde el ventanal. Sí, ya sé que las playas de Puerto Madryn no son el Caribe ni tampoco Monte Hermoso, pero tienen su atractivo pese a las algas y las corrientes frías.
Como contras del departamento (que descubriríamos con los días) faltaban algunos utensilios básicos y la cocina era realmente muy chiquita, lo que hacía todo un poco incómodo a la hora de preparar almuerzos y cenas.
Ese día hacía 23 grados, por lo que a las 15 hs ya estábamos todos en la playa cruzando la calle. Metimos playa con los niños, después calesita y plaza (el departamento tenía una plaza de juegos infantiles enfrente) y algunas compras generales en el Carrefour.
Me pasé por la Oficina de Turismo para sacarme algunas dudas sobre los próximos destinos (horarios, precios, etc) y también hice una pregunta CLAVE para los que tenemos niños: ¿qué lugares hay para ir a tomar algo o comer y que tengan juegos para entretenerlos? Resultó que había sólo dos.
El primero de esos lugares lo conocimos ese mismo día: Único. Un bar/restaurant con un laberinto, bloques para armar, máquinas de arcade, etc. Toda una zona de juegos techada e ideal para los chicos. Ahí merendamos fuerte mientras los niños jugaban.
Volvimos al departamento a eso de las 19 hs. Mientras Naty bañaba a Benja y Mateo, yo preparé unas pechuguitas al horno con verduritas salteadas. Cocinar estuvo bastante complicado, pero se pudo.
Luego los acostamos y fui a buscar un heladito de postre (Heladería Mares, muy recomendada). Nos vimos unas series con la Naty. Ella estaba cansada por lo que se fue a dormir a eso de las 23 hs. Yo vicié un ratito Arkham Origins.
Día N°2 (23/03/22) – Los dinos de Trelew y el olvidable Gaiman
Nos levantamos todos a las 9 hs y yo aproveché para salir a trotar por la playa. Ahí descubrí cómo funciona el arcaico Sistema de Estacionamiento Medido de Puerto Madryn. Básicamente, hay un chango en cada cuadra que te da un papelito por media hora (50$), una hora (80$) o el día entero (400$).
Ellos sólo te cobran el estacionamiento, pero son los zorros los que pueden ponerte la multa si ven un auto estacionado sin el ticket del estacionamiento. Francamente, en un sistema muy manual, anticuado e incómodo. Pero al menos era relativamente barato y me pude adaptar fácilmente.
Luego de mi ejercicio matutino, fuimos todos un rato a la plaza y a almorzar al dpto. Ya estaba un poquito más fresco (17-18 grados) y ese día no daba para playa. Pensábamos llegar hasta Punta Tombo, pero cambiamos de planes porque se nos hizo muy tarde para salir. Terminamos yendo a Trelew, la ciudad conocida por tener un enorme Diplodocus en la entrada.
La verdad es que como ciudad no nos pareció la gran cosa. El plan igual era ir exclusivamente al Museo de Paleontología Egidio Feruglio porque Benja ama los dinos (como cualquier niño).
La entrada salía 900$ para los adultos, los niños de hasta 6 años no pagan. Estuvo lindo (¡ese Giganotosaurus Carolinii está a otro nivel!) pero no nos terminó de copar tanto. El museo es medio oscuro y muy apagado. Incluso a Benjamín le daba todo un toque de miedo. Definitivamente disfrutamos más del Museo del Chocón, que habíamos estado el verano anterior.
Pasamos la tarde entre mates en el laguito de Trelew. Justo encontramos un lugar con juegos infantiles y otra calesita. Los chicos se volvieron a subir porque Mateo no dejaba de señalarla. Chubut parece ser un territorio bastante timbero, ¿no? En varias esquinas encontramos las máquinas garras para jugar a agarrar peluches, casinos y estas calesitas baratonas que igual te vacían el bolsillo.
Trelew queda a unos 65 km de Puerto Madryn, yendo por RN3. Es un viajecito de una hora por autopista que ni se siente. A unos 17 km más se encuentra Gaiman, el famoso pueblo irlandés. Dimos una vuelta por ahí, aunque no nos gustó tanto. Las casas de té salen 2000$ por persona (no fuimos) y tampoco pude encontrar la tetera gigante como para sacarme una foto.
Además, ya hacía frío. En general notamos que las noches se ponían muy frescas en comparación con el día donde teníamos temperaturas que rondaban los 20°. Tuvimos suerte, claro, porque la semana anterior había estado horrible.
De vuelta en Puerto Madryn, nos pegamos un baño, nos emponchamos (llovía un toque) y salimos a recorrer el centro. Luego fuimos a cenar en Único, aprovechando la zona de juegos para cansar a los peques.
Comimos un poco de todo: burguers, papas,
ensaladas, una birrita para Lupa, Benja fideos y patitas de pollo. La Dolorosa
fue de un par de cifras significativas, pero la verdad es que con Naty nunca salimos
a comer a ningún lado en Bahía Blanca porque no hay lugares cerrados con
juegos. Nos trajimos un cheesecake de
postre que degustamos cuando ya los salvajes dormían plácidamente.
Día N°3 (24/03/22) – Los pingüinos de Punta Tombo
Para ver a los pingüinos en Punta Tombo decidimos salir temprano. Hay que tomar la Ruta 3 para el sur, la misma que nos había llevado a Trelew el día anterior, pero son bastante más horas. A las 10.30 hrs estábamos saliendo y llegamos cerca de las 14:00 hs. Son unos 260 km, donde los últimos 20 o 30 km son de ripio y hay que ir muy despacio.
La entrada a Punta Tombo sale 600$ y, por suerte, otra vez los niños no pagan. Hay servicios de baño y comida, además de un agradable museo para recorrer.
Luego de dejar el auto, se recorre un kilómetro y medio de sendero hasta llegar a la costa. En el camino se van viendo cada vez más pingüinos que derrochan simpatía. Metimos altas fotos y fue una muy linda experiencia para todos. De hecho, Benja la consideró como lo mejor del viaje.
Todos terminamos muy cansados entre la caminata, el frío y empujar el chango de Mateo. Pero lo valió un montón. Las vistas son increíbles, los pingüinos adorables y el paseo muy tranquilo. Eso sí: que no se les ocurra comer ahí porque un sanguchito te sale una luca (y tampoco te dan agua para el mate, los amargos). Más allá de ese detalle, todo muy prolijo.
De regreso en Puerto Madryn, paseamos un rato por
la plaza (es clave cansar a los chicos para dormirlos temprano) y cenamos algo
en el departamento.
Día N°4 (24/03/22) – Día de relax entre playa y muelle
Después de varios días de andar en la ruta, decidimos que el cuarto día sería más tranquilón. Por la mañana metimos playa cruzando la calle, luego de un contundente desayuno en casa.
Benja y yo recontra disfrutamos de la playa (¡él se metía pese a estar helada!). Mateo todavía le tiene miedo a la arena, así que se queda jugando en la lona. Ahí se nos rompió la tapa del termo, así que tocó salir a buscar un repuesto.
Luego del almuerzo, toda la familia durmió una siesta reparadora y yo aproveché a viciar un toque y ver mi capítulo semanal de One Tree Hill. Por la tarde paseamos por el Muelle Luis Piedra Buena, que era otra de las visitas que teníamos pendiente.
A esa altura ya estaba muy
fresquita. Durante la caminata cruzamos un par de lobos marinos y después fuimos
a una plaza diferente para matear y jugar un rato con los niños. En nuestro
recorrido de tardecita por el centro encontramos el repuesto del termo (sé que
se morían de ganas por saber qué había pasado con eso). Luego volvimos a casa
por un baño caliente y la cena.
Día N°5 (25/03/22) – Península de Valdés y Puerto Pirámides
Último día un viaje en el que, sorprendentemente, metimos bastante aventura (considerando que viajábamos con un niño de 5 años y un bebé de año y medio). Disfruté muchísimo este tiempo de relax como hacía bastante que no me pasaba.
Nuevamente salimos a la ruta para llegar hasta Puerto Pirámides, dentro de la Península Valdés. Había algo de viento y hacía unos 18 grados. No era el clima ideal para playa, aunque el lugar estaba tan pintoresco que quisimos quedarnos igual. Hasta Pirámides hay una horita de viaje desde Madryn. La entrada a la Península cuesta 800$ (niños no pagan). A la entrada hay un museo donde puede verse el esqueleto de una ballena, muy impresionante.
Como no es época de ballenas, Puerto Pirámides estaba muy tranqui. Metimos playa con el almuerzo que habíamos traído de casa y el agua de mar resultó estar bastante más calentita que días anteriores. Benja se hizo de un amiguito (Camilo), yo metí un trotecito por la costa y Mateo seguía sin querer tocar la arena.
Pegamos la vuelta un par de horas después. Hay mucho por recorrer en la Península Valdés, como la Isla de los Pájaros o Punta Delgada, pero con niños no podemos estar de gira todo el día. Ya eran las cuatro y monedas y a ellos (¡y a la Capitana!) les pintaba el sueño.
Luego de bañarnos todos en el departamento para sacarnos la arena, fuimos a merendar al Club Náutico, que es el segundo lugar que tiene juegos para los chicos. Es un bar playero muy copado que queda sobre la primera bajada, a cuatro cuadras de donde estábamos parando nosotros. Después descubrimos que había un tercer lugar con juegos, si bien medio pelo. Una heladería que se encuentra por el centro.
Con nuestras pancitas llenas, fuimos a dar un último paseo por el centro y la costa. Aquel sábado la noche estaba tremenda, con 23 grados y nada de viento. Tan lindo estaba que todo Madryn parecía estar recorriendo las calles. Se veía mucha gente.
Entre otras cosas, compramos unos sanguchitos de miga para el viaje de regreso en La Pionera, una panadería con mi más alta estima. Los sándwiches que venden están tremendos y son de gustos variados.
Al día siguiente (domingo) nos levantamos a las 8
de la mañana para armar los bolsos y a las 10 en punto ya estábamos saliendo de
regreso a Bahía Blanca. Los 660 km nos llevaron 7 horitas clavadas y cuando
llegamos a casa… el edificio no tenía luz desde la mañana. C'est La Vie.
***
Dejo algunas fotos más del viaje. ¡Hasta la próxima!
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Esos peeeeeeeeeeeeeeeeeeelos !! Lindo viaje.. Buenas fotos.. Anda planificando otro, que los viajes sientan bien..
ResponderEliminar¡Se ve genial el diplodoco!
ResponderEliminarQué buen viaje!
ResponderEliminarTengo un amigo viviendo en Trelew por laburo, desde hace 5 años, pero todavía no pude hacer el viaje (entre pandemia y nacimiento de la niña Celeste se complicó)
A ver si este diario de viaje y esas tremendas fotos me animan a hacerlo! Vos desde BB arrancás con unos 600 kilómetros de ventaja.
Abrazos
¡Qué notición lo de la niña Celeste! Me encanta el nombre que eligieron. Como excusa podrías decir que es por el videojuego Celeste, que incluso es uno de mis grandes favoritos.
Eliminar¡Abrazo!