Segunda parte de mi viaje por Brasil. En esta nota recorrimos Buzios, Arraial do Cabo y Cabo Frío. Leé la primera parte de mi viaje a Brasil acá.
Llegada a
Buzios (sábado 15/12)
La llegada a Buzios desde Río de Janeiro fue
bastante agotadora. Tomamos un taxi a la terminal (40 R$) y luego un colectivo
de línea que tardó cuatro horas (75 R$ cada uno). A las 4 de la tarde estábamos
en la posada Solar Dos Navegantes, donde nos
atendió Ana, una argentina muy piola
que hasta nos prestó su sombrilla al día siguiente para la playa.
Ana vive en Buzios hace 23 años, tiene un hijo y
una vida hecha en el lugar. A lo largo del viaje conoceríamos un montón de
argentinos que se fueron del país en busca de algo diferente. No necesariamente
mejor, pero al menos distinto. Ella es una mujer siempre sonriente, con buenos
consejos para los turistas y mucha buena onda. Son el tipo de placeres que le
agregan un plus a la estadía.
La posada es humilde, pero muy cómoda. La sacamos
por Booking a un precio más que
razonable: 1400 R$ (unos 14.000 pesos argentinos) por 7 noches. Eso porque yo
reservé justo para la semana antes de la temporada alta, que arranca el 20 de
diciembre y se extiende hasta abril.
Posada Solar Dos Navegantes, Buzios
En la posada sirven tremendo desayuno buffet por la
mañana y algo de merienda a las 18, unas tortas caseras, té y café. Es
chiquita, rústica, pero tiene una excelente ubicación (ocho cuadras del centro,
cuatro de la costanera y un poquito más para la playa), pileta y un
hidromasaje. Hay un living con mesas y sillones. Si bien te prestan platos y
puede utilizarse el microondas, no es posible cocinar.
La habitación tiene ventilador, aire acondicionado
y una heladerita con frigobar que viene bárbaro.
Ese día nos acomodamos en la habitación, utilizamos
un rato el hidromasaje con Benja y
nos tomamos unos buenos mates. Entre charlas, Ana nos contó la situación de
Buzios: todo es muy caro (ya comenzamos a notarlo nosotros cuando llegamos) y
se vive exclusivamente del turismo. Afortunadamente es muy seguro (no hay
favelas ni robos violentos) y hay una BOCHA de argentinos (unos 4000) que han
formado una pequeña comunidad.
Un punto importante es que el agua no se puede
tomar. Esto implica que siempre se debe estar comprando agua mineral, que puede
llegar a ser costosa. Nosotros encontramos la botella de 1,5 litros a unos 3
R$. No es una locura, pero comparando que en Bahía sólo le compramos agua
mineral a Benjamín, es un costo adicional a considerar.
Más tarde paseamos por la costanera y el centro. Nos
llamó la atención que no es nada fácil conseguir verdulerías. La peatonal no
tiene demasiada vida más allá de bares, restaurants y locales de ropa. Parece
el Shopping de Bahía Blanca. Aun así, es muy pintoresco y lindo para caminar.
Costanera de Buzios. La foto la sacó un pibe piola de La Plata. Benjamín salió con cara de diablillo.
De vuelta en la posada, como ya era tarde pedimos
un delivery. Recibimos ayuda con el portugués para que nos enviaran strogonoff
de carne y fideos para Benjamín. Más tarde descubríamos que hay muchísimos
deliveries manejados por argentinos, donde directamente los podés contactar por
Whatsapp.
Praia Dos
Ossos (domingo 16/12)
Una particularidad de Buzios es que tiene más de
una decena de playas para elegir y son todas muy diferentes entre sí. Hay
algunas con aguas más calientes o frías, más de fiesta o familiares, grande,
chicas, de aguas ideales para el surf o más tranquilas. De hecho, mucha gente
recomienda pensar en qué tipo de playa uno prefiere tener cerca antes de buscar
el alojamiento.
Aquel primer día consultamos con Ana quien nos
recomendó Praia Dos Ossos. No sólo
estaba unos 15 minutos caminando por la costanera, sino que además es ideal
para la familia.
Es muy playa muy chiquita (tendrá 300 metros de
extensión) pero acogedora, con aguas tranquilas y transparentes. La temperatura
del agua no es como en el Caribe pero está muy lejos de ser helada como en
Necochea. Yo me pude meter con muchísima tranquilidad y soy bastante friolento.
Monumento a los pescadores. Allá, a lo lejos, chiquito, estoy yo.
Esta fue la primera vez que Benjamín se metió al
mar (si bien antes lo habíamos llevado a Monte Hermoso alguna vez). Al
principio no se copó nada, pero entre juegos y risas se fue animando y después
ya no quería salir.
Al mediodía caminé sólo al centro para averiguar
varias cosas. Quería encontrar un lugar que vendiera comida por kilo, contratar
un transfer para el aeropuerto para el próximo sábado y averiguar por tours a Arraial do Cabo, que teníamos ganas de
conocer. Logré hacer todo, a costa de recontra cagarme de calor y andar como
loco.
La comida por kilo es una excelente opción para
evitar los carísimos restaurants. Te podés servir comida casera y típica del
lugar y llevarla a tu posada. En general está de 4 a 9 R$ cada 100 gramos,
dependiendo del lugar. Hay, por lo menos, tres o cuatro lugares en el centro.
A mí me gustó La
Caverna, que vende comida por kilo a 6,90 R$ los 100 gramos. Tiene
muchísima variedad y gran calidad. Comenzamos a hacer uso y abuso de ese lugar.
El transfer al aeropuerto de Río de Janeiro costó
90R$ cada uno. Son tres horitas de viaje y nos buscan por la posada. El tour a Arraial
do Cabo lo pagué 130 R$ por persona.
Por la tarde conocimos a Agustina, la hija del dueño de la posada que trabaja los turnos de
la tarde. La familia se vino de Ituzaingó a vivir a Buzios hace unos 7 años. Al
día siguiente conoceríamos a su padre, Juan Martín.
La tarde continuó con siesta, pileta con un
flotador que le compramos a Benjamín y un paseo por el centro donde compramos
un pituco bolso playero, algo de comida y helado. Volvimos para cenar y
descansar.
Flotador con techito para Benjamín.
Las playas
del centro (lunes 17/12)
Como siempre, nos levantamos temprano para
aprovechar el fantástico desayuno buffet que ofrecen en la posada. Entre las
tortas caseras riquísimas que hacen, los tostaditos de J y Q, el huevo revuelto
o la fruta, no sabés con qué arrancar.
Luego partimos para las playas del centro, que
queden justo al norte de la peatonal. Puntualmente estuvimos en Praia do Canto, que es más para la
gente local pero el agua estaba súper calentita. Había un viento terrible, con
lo cual no pudimos terminar de aprovechar.
La playa es medio bodrio porque no tiene demasiada
infraestructura (pocas bajadas, poca sombra, muchos barquitos en el agua) pero
se pueden sacar tremendas fotos. La verdad es que, de una ciudad con tantas
playas exóticas, ésta es bastante básica y no vale la pena. Pero como la idea
era pasar luego por el centro, nos quedaba de paso.
Algún día hijo, todo esto será tuyo. Sólo asegurate de no acercarte al Cementerio de Elefantes.
Ah, y tu tío Skar va a asesinarme y culparte para quedarse con el trono.
Como en Hamlet.
En el centro nos hicimos con una exageradamente
cara toalla que necesitábamos (65 R$), aprovechamos que Benja se había palmado
para meter una Bob Burguer (el Mc
Donald´s brasileño. Zarpado combo de 27 R$) y cambiar algo de dinero.
Conseguí una mejor tasa que en el aeropuerto de Río
de Janeiro, me cambiaron a 3,75 (contra 3,35 que había conseguido allá). El
problema es que, al parecer, tengo 50 dólares de una denominación antigua que
no me quiere cambiar nadie.
Volvimos a descansar a la posada para más tarde
salir, nuevamente, a Praia Dos Ossos.
Equipo ganador no se toca.
Sin embargo, la tarde no estuvo tan copada. Al lado
nuestro teníamos a una familia brasileña de madre, padre y Brian, un niño de la
edad de Benja que se nos pegó como sanguijuela y no quería irse. Jugaba con
los juguetes del Benja, nos pedía de sus cereales y, mientras tanto, los padres
dormían o hablaban por celular. Un garrón.
Así y todo, fue una linda tarde de playa.
Praia Dos Ossos, Buzios
Praia da Tartaruga
(martes 18/12)
Nos despertamos con la idea de conocer Praia da Tartaruga, que tiene fama de
ser perfecta para familias.
Esa mañana estaba atendiendo Juan Martín, el padre de Agustina quien alquila la posada desde
hace varios años para llevar adelante el negocio. Él nos pidió un Uber para
llegar a Tartaruga. En mi vida había tomado uno, pero ya era tiempo de amigarme
con esta nueva forma de tomar taxis. De hecho, me gustó el sistema y creo que
me voy a descargar el app para mí.
El Uber nos cobró 18 R$ para llegar a la playa
(quedaba demasiado lejos de nuestra posada como para ir caminando). Un taxi de
regreso, unas horas más tarde, nos cobró 30 R$, así que Uber ganó esa batalla.
Tartaruga nos pareció muy linda si bien bastante
concurrida. No es tan extensa. Tendrá 2 km de punta a punta. El agua estaba
hermosa y tranquila. Nos pudimos meter con Benja sin problemas. Yo aproveché a
salir a trotar un poco y nadé hasta algunas rocas.
La playa tiene un afloramiento rocoso en el centro
que permite la vegetación y fauna marítima. Para los que les gusta el
snorkeling, es una buena opción. Nos gustó también que tuviera muchos árboles,
con lo cual era sencillo conseguir sombra sin tener que pagar 30 R$ por un
alquiler de sombrilla.
A la vuelta pasamos por el centro, donde continué
mi infructuosa tarea de cambiar mis 50 USD de denominación antigua. (Spoiler
alert: no lo logré. Ni los mendigos me aceptan mi pobre billete)
Compramos yerba, que nos hacía falta, por 24 R$ el
medio kilo. Carísima, una locura. ¡Son 240 pesos argentinos! La verdad es que
Buzios es bastante caro, especialmente en cuanto a comida y bebida.
Nosotros llegamos pensando en un presupuesto para
gastos varios de 150-200 $R por día (30 a 50 USD), pero nos encontramos
gastando más de 300 R$/día en ocasiones. Creo que, en promedio, todo es un 50%
más caro que en Argentina.
La tarde fue de pileta, seguida por un paseo por la
costanera. Nos acostamos temprano porque al día siguiente tendríamos nuestro
esperado tour.
La pileta de la posada Solar Dos Navegantes
Arraial do
Cabo y Cabo Frío (miércoles 19/12)
El tour tuvo sus puntos interesantes, pero resultó
estar un poco inflado. Si bien conocimos algunas playas increíbles, el problema
es que hay mucho tiempo muerto en traslados y se hace bastante pesado.
Nos pasaron a buscar por la posada a las 8.15 hs aproximadamente.
Ahí arranca la peripecia. Fuimos al centro a que nos pusieran unas banditas y
llenar unos papeles y después a un colectivo que nos llevó hasta Arraial do Cabo. Un viaje que dura más
o menos hora y media, si bien son nada más que 35 km.
Desde ahí, una caminata de diez cuadras por el
centro hasta el puerto, donde tuvimos que hacer fila quince o veinte minutos
(con el Benja encima, y muertos de calor) para poder pagar la “tasa marítima”
de 8 R$ (un costo adicional que se nos informó recién arriba del colectivo).
De ahí nos subimos a un barquito que junta a varios
grupos (de varios tours). Arriba está lindo, hay agua libre, música, buena
onda. Sin embargo, no está especialmente pensado para niños y había más gente
de la que podía sentarse. Por suerte nosotros encontramos un rinconcito para
ubicarnos.
Vimos la famosa Gruta Azul, desde lejos y dos minutos. Supuestamente es el tercer
punto más visitado de Brasil, pero me pareció una cagada. No le encontré ningún
atractivo. Es tan solamente formación rocosa que debe su nombre (súper
ingenioso) al color que toma el agua en todo el sector por sus fondos de arena
blanca.
La famosa gruta azul. Nothing to do here...
La segunda parada fue, para mí, la más impactante. Praia do Farol es una de las playas más destacadas de todo Brasil y fue elegida como la mejor del país por tercer año
consecutivo. Es, ciertamente, un pequeño pedazo de cielo.
El problema es que para llegar te llevan en un botecito
más pequeño (nuevamente, con niños todo se complica el doble) y ahí estás unos
20 minutos, aunque originalmente te hayan dicho que son 40. Lo que es peor, no
hay sombra por ningún lado como para cubrirse de los ataques del sol.
Eso sí: el agua estaba INCREÍBLE. Es un auténtico
paraíso terrenal. De hecho, lo llaman el “caribe brasileño”. Para mí la ciudad de
Arraial es más como un primo lejano del Caribe. Como tomarte un fernet con Pepsi
o cuando no te alcanza para Morgan Freeman y lo ponés a Michael Caine. Son
buenas imitaciones, pero no son como el original.
El tema con Praia do Farol es que es considerada
una reserva natural, por lo que el máximo de tiempo de permanencia es de 30
minutos, y sólo se puede acceder por barco. La arena es increíblemente blanca (está
fresquita ya que refleja los rayos del Sol) y el mar súper transparente. Es un
verdadero lujo.
Benja y yo en Praia do Farol
La parada siguiente fue Prainhas do Pontal, una playa más concurrida porque es posible
acceder a pie o en auto. De casualidad encontramos a una familia brasileña que
nos cedió un poco de su sombra para ubicarnos. La playa estaba que explotaba de
gente. Teníamos 30 minutos para disfrutar nomás.
Por último, el barco paró a mitad del mar, en Praia do Forno. Ahí podíamos tirarnos
al agua desde la borda (con flotadores disponibles). Nuevamente, el tiempo era muy
limitado (15 minutos).
Alrededor de las 15.30 hs llegamos al buffet donde
almorzaríamos. En el medio charlamos con un cordobés que llegó a Buzios para escapar
de la vida en Argentina; estaba buscándole la vuelta. Era el fotógrafo oficial
del tour, peluquero de oficio y además… ¡preparaba alfajores de maicena! Le
compramos 3 por 10 R$. Estaban buenísimos. El buffet estuvo muy bien, aunque
cobraban bebida y postre aparte. Yo me clavé tres platos de todo tipo de
carnes.
Luego recorrimos un poco de Cabo Frío, una ciudad bastante fea pero con playas extensas y
hermosas (si bien con agua un poco más fría). El bus se detuvo unos 15 minutos
en una playa para poder mojar los pies y sacar dos fotos (literalmente, porque
el tiempo no te daba para más).
Playa de Cabo Frío. Mucha extensión y arena blanca
La vuelta se hizo larga. Otra hora y media para
volver a Buzios y una hora más hasta que el conductor se dignó al fin a
dejarnos en nuestra posada. Para esa altura eran las 19 hs.
Como conclusión, el tour fue un 6/10. Está bueno
para conocer varias playas en un mismo día. Sería bastante más engorroso hacer
toda esa movida por uno mismo, pero al mismo tiempo es medio un choreo. Es
mucho más el tiempo que pasamos en buses y barquitos que disfrutando de playas.
Un problema con este tipo de excursiones es que te
llevan a las corridas para todos lados. Lo que es peor, la guía hablaba un
portuñol inentendible. Qué se yo, al menos nos quedó un lindo recuerdo de esas
hermosas playas que pudimos conocer por un par de minutos.
¡En unos días sale el final del viaje con la
tercera parte!
Benjamín no puede esperar al próximo post (?)
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=>> Otras post sobre VIAJES en el blog:
“Brasil
2018: Parte 1 – Río de Janeiro”; “Mis
días por el Norte Argentino 2018: Diario de viaje”; “Mis
días por España en 2016”; “EUROPA
2015: Parte 1 – Mi itinerario”; “Los
refugios de El Bolsón”; “Oktoberfest
2017 en Villa General Belgrano”.
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El problema acá es que encaraste las vacaciones como si todavía estuvieras soltero, y solo!
ResponderEliminarCon un pibe las ancias de descubrir y el afán de aventura quedan en modo "hibernado".
Muy buen relato, por otra parte
La mentira de salir a trotar, era necesaria?
Mis fans quieren saber cómo me mantengo en forma. (?)
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