Con mi esposa, Natalia,
sacamos pasajes a principios de 2018 para Río de Janeiro, Brasil, aprovechando
el Hot Sale. La idea era pasar una semanita relajados en Buzios, con los
piecitos en el agua y una cerveza en la mano. (Y Benjamín tironeándome de la
remera, claro).
Sin embargo, dos días antes del vuelo no sabíamos
si íbamos a viajar debido al paro
anunciado por el gremio de aeronáúticos. Finalmente se llegó a un acuerdo
con el Gobierno y los vuelos salieron sin problemas. Así comenzó un primer
viaje interesante, porque sería estar afuera del país, en avión, y en un lugar
bastante exótico, con nuestro niño de año y medio.
Río de Janeiro, la primera parada del itinerario,
nos trajó algunos placeres, pero también varios dolores de cabeza. Esta es la
crónica de viaje del viernes 14/12/2018.
***
Never trust
a bunny
Luego de haber pasado un día en la capital de mi
país que tanto detesto (con lluvia y paros por todos lados, aunque felices de
haber podido ver a gran parte de mi familia), llegamos a Río de Janeiro a las 6
am, donde al pisar el aeropuerto ya sentí que me estaban cagando.
Todos se nos tiraban encima ofreciendo viajes
baratos, taxis baratos, tasas de cambio baratas. Habíamos dormido realmente
poco (yo prácticamente nada en 24 horas) y estábamos con muy pocas energías.
Quizás por eso me apuré al cambiar dólares por reales a una tasa de 3.33
cuando, cerca de allí, estaba a un mejor número: 3.45.
Sé que nunca hay que apurarse, y que suele haber
casas de cambio por todos lados que se pelean por ser mejores que la
competencia. Nunca hay que quedarse con el primer postor. Pero esa vez no seguí
mi propio consejo. Y luego, nuevamente, volví a cometer un error de novato.
Con Toretto
en la ciudad de la furia
Estábamos por tomar un taxi (siempre elegimos ir
por los taxis oficiales) cuando un Falso
Denzel Washington se ofreció a ayudarnos con las valijas. Fue demasiado
rápido para agarrar la más grande y, sonriendo con todos sus blancos dientes,
nos pidió que lo siguiéramos.
Como un idiota, creí que nos estaría llevando a un
taxi amarillo, los oficiales. En cambio, nos arrastró a su propio taxi (trucho)
donde prometió que nos llevaría a destino más rápido y… sí, más barato. Nos
costaría 130 R$. Doble error. Primero porque nunca averigüé cuánto es la tarifa
normal para un taxi desde aeropuerto al centro (es de 60-80 R$). Además porque
el negro nos terminó cobrando un poco más de lo anunciado.
Lo que es peor: el tipo se creía Toretto en Fast Five. Iba a las chapas esquivando
motos, bicis y otros autos. Después descubrimos que eso es manejar en Río. Nos
mostró que el taxímetro lo tenía en una APP de muy dudosa precedencia. Las
famosas favelas se veían al lado de la autopista, pero íbamos tan rápido que ni
siquiera se podían apreciar con claridad.
Habiendo pasado un primer mal trago, con un costo
innecesario de un Falso Denzel Washington que no cerró la boca en la media hora
de viaje, finalmente llegamos a destino.
Buenos
Aires: tropical style
Por la mañana salimos temprano a desayunar y
recorrer un poco. El calor era sofocante. Sabíamos que Río de Janeiro no es
conocido por una bella arquitectura o por ser particularmente limpio, pero la
realidad nos chocó. Olor a pis, autos manejando como el orto, mucho borracho
suelto y bastante situación de calle.
Favelas en Río de Janeiro
Desayunamos algo rico y liviano por 21 R$ en un
barcito y volvimos por unos mates al hotel. Aprovechando que Benjamín se había
dormido su primera siesta, nos clavamos un capítulo de Vikings. Nuestra habitación estaría disponible recién a las 14 hs y
había que hacer tiempo.
Mientras veía la serie y tomaba mis mates, reflexioné
que Río de Janeiro no es más que Buenos Aires en versión tropical. Viven 7
millones de habitantes (2,5 millones en favelas) y el caos es constante. Parece
tierra de nadie. El ambiente es de manteros, puestos en la calle, casas
improvisadas con cartones y colchones a mitad de la vereda. También hay mucha
fiesta, eso no lo voy a negar.
Y de pronto, Batman. Siempre Batman.
Otra cosa que me golpeó fuerte es que muy pocos
brasileros hablan español y tampoco están con taaaantas ganas hacerlo. Tuve que
recurrir a la mímica para hacerme explicar, incluso en lugares como taxis,
confiterías y hoteles donde uno supondría que al menos manejan un inglés primitivo.
Ni eso.
En fin, volvimos a salir (con el plan de encontrar
unas lindas ojotitas para Benjamín… cosa que finalmente logramos por unos
módicos 15 R$) y regresamos al hotel. Eran las 13 y al fin ya podíamos acceder
a nuestra habitación.
No podemos
ser más turistas
13.30 hs llegaba nuestro tour contratado para hacer
CRISTO REDENTOR + CITY TOUR (140,00 R$ por adulto, empresa: Río Máximo). Nuestro guía resultó ser
Jonatan, un flaco copado que mezclaba inglés básico con portuñol y un español
sencillo. Nos agradó bastante.
El tour nos permitió entender qué Río de Janeiro es
una ciudad de contrastes. Te podés encontrar con un barrio hermoso al lado de
una favela infernal. No hay perros callejeros (literalmente no vi a ningún
perro) pero sí mucha gente durmiendo bajo puentes o en la misma vereda.
Poné cara de feliz cumpleaños, trabá los biceps, agarrá a tu hijo. Qué mire para adelante. ¿No? Ok...
La sensación de inseguridad fue constante. Si bien
no nos pasó nada (más allá de Falso Denzel Washington y su cuento del tío)
había siempre caripelas perturbadoras. Todos nuestros amigos nos habían dicho,
una y otra vez, que: 1) no usáramos la tarjeta de crédito porque te la clonan,
2) no mostráramos celular y/o dinero en la calle y 3) por nada del mundo fuéramos
solos por la noche. Cómo para no andar intranquilos.
Ver el Cristo
Redentor me parece fundamental y es una experiencia muy linda. La entrada cuesta
unos 35 R$ (aunque a nosotros nos lo incluía el tour). Está muy bien
organizado, con un sistema de combis propias que te van llevando y sacando de
tal manera que el número de personas allá arriba sea manejable. Aun así, en la
cima había unas cien personas en busca de la selfie adecuada para sus 5
segundos de fama en su red social favorita.
Dale, boludo, tenés 55 años... bobo
Benjamín estaba muy feliz y las panorámicas desde
arriba son impresionantes. Me gustó que tiene la posibilidad de subirse por
escaleras tradicionales (¡220 escalones!) o por ascensor / escaleras mecánicas,
lo que lo vuelve más accesible.
Todo está muy pituco y organizado. La aventura para llegar hasta allá en combi también tiene su encanto por los lugares que cruzás y las historias que te cuenta el guía.
Todo está muy pituco y organizado. La aventura para llegar hasta allá en combi también tiene su encanto por los lugares que cruzás y las historias que te cuenta el guía.
Vista desde el Cristo Redentor. La foto la sacó Labruja Gorordo...
El tour luego nos llevó hasta el Maracaná (lo vimos
desde afuera, y había un clon de Pelé
muy divertido). Se puede entrar al enorme estadio por 60 R$.
Pasamos también
por el Sambódromo, donde se hace el desfile de carnaval oficial (1500 R$ sale una
silla en el lugar del carnaval. Lo están preparando para marzo) y la Catedral de
San Sebastián, que tiene forma de pirámide porque al arquitecto, Edgar da
Fonseca, le copaba la cultura azteca.
Acá se arma el bailongo en Carnaval
Te venís a Brasil para escaparle a las pirámides y te encontrás con esto.
El final del tour, tipo 17:30 hs, fue en la Escalera de Selarón, que es genial. Está
ubicaba en el hippie barrio de Lapa, fue ideada por el chileno Jorge Selarón.
Al parecer, luego de darle la vuelta al mundo
(conociendo unos cincuenta países) el tipo sentó cabeza en Río de Janeiro
donde, en 1990, comenzó a darle la forma a la escalera. Pintaba cuadros
alrededores de la misma y traía cerámicos y azulejos de todo tipo de culturas. El
resultado hoy es una escalera adonde te podés encontrar desde filosofía china y
artistas del surrealismo francés hasta Mafalda, el tango y el rock nacional
argentino.
El 10 de enero de 2013 Jorge Selarón fue encontrado
sin vida sobre la escalera que el mismo había creado. Tremendo.
Si tenés sólo un día para conocer Río, este tipo de tours son fantásticos para tocar
los puntos más importantes de la ciudad en una tarde. Un día más sería bueno
para conocer las playas de Copacabana. Pero no sé si mucho más.
Un hotel
para el olvido
Volvimos al hotel para relajarnos y pegarnos un
baño. Benjamín estaba bastante incordioso sobre el final de un tour que,
ciertamente, no está pensando para los más pequeños. La verdad es que nosotros
pensamos este viaje como algo más de “relax” que aventurero justamente porque viajamos
con un bebé.
La vuelta al hotel fue el último golpe duro de una
ciudad que no terminó del ser del todo grata con nosotros.
El Atlántico
Prime de Río de Janeiro se jacta de ser un lujoso hotel 4 estrellas pero
apenas merece una sola. La verdad no sé si empezar por el hecho de que me
quisieron cobrar 12 R$ para cargar agua caliente al termo (no es joda) o que
tuve que llamar cuatro veces para solicitar almohadas adicionales que NUNCA
llegaron.
El servicio es pésimo, con personal que no habla
español ni inglés y no es amable ante consultas. Nuestra habitación tenía el
aire acondicionado funcionando mal y, a pesar de nuestras quejas, nunca
vinieron a repararlo. Uno de los tres ascensores no andaba en el hotel, lo que
hacía que las esperas fueran eternas. Puede verse muy lindo de afuera, pero
nosotros no pensamos volver nunca más. De hecho, pienso ser brutalmente duro
con ellos en TripAdvisor y Booking.com, aunque no sirva de nada.
(Sí, soy re loco).
No todas fueron pálidas. Liquidamos la noche con
varios (y con varias me refiero a, por lo menos, ocho) pinchos de carne, pollo
y salchicha parrillera. Venían con pancitos deliciosos y, si bien eran costosos
(6 R$ cada una), nos volaron la cabeza. Los compramos en un puestito de la
calle que estaba lleno de locales y los llevamos para la pieza de contrabando.
Espero haber manchado alguna sábana del hotel con
grasa de cerdo y que la mancha no les salga nunca. Por suerte, el desayuno tipo
buffet era impresionante. Ya veremos qué nos depara Buzios para los próximos días.
Palabras
finales
Más allá de algunos lugares turísticos atractivos
(la Escalera de Selarón, por su creatividad artística y los caipiriñas que
pueden tomarse ahí cerca, y el Cristo Redentor son los puntos fuertes), es Buenos
Aires con el mismo caos, todavía más calor y humedad y muchísima más pobreza.
Yo, que detesto capital, no me sentí tranquilo en
Río ni llegué a disfrutarlo. Creo que más días sólo habrían acrecentado ese
sentimiento.
Teníamos que estar un día porque queríamos conocer
y quedaba de pasada, pero nunca fue el interés principal de este viaje. ¿Y qué
hacen con los perros? ¿Será esa la razón por la cual esa carne que comimos en
las ´pinchos era misteriosamente tan sabrosa? Who the fucks knows. Río de Janeiro: no aprobaste en mi escala. Tu
ingratitud es simplemente demasiado alta.
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=>> Otras post sobre VIAJES en el blog:
“Mis
días por el Norte Argentino 2018: Diario de viaje”; “Mis
días por España en 2016”; “EUROPA
2015: Parte 1 – Mi itinerario”; “Los
refugios de El Bolsón”; “Oktoberfest
2017 en Villa General Belgrano”.
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Sep.. de acuerdo ! Es para el olvido.. y te digo que si sirven los escreches en la red social.. todos los leemos. Si es malo y varios se quejan.. estan al horno!
ResponderEliminarLos escraché en todas las redes. Me parece que en 15 días ese hotel quiebra. Pensá que este post ya lo leyeron 180 personas. =P
EliminarHola, qué pena que algunas cosas no las disfrutaron. Yo paso de las ciudades, prefiero un lugar apartado en el medio de la nada. pero como experiencia, todo enriquece. Besos!
ResponderEliminarLa semana que viene sale post de Buzios, que es algo completamente diferente.
EliminarEl último día en Buzios vas a pensar :"Por que carajos gasté un día en Río!"
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