Este año tuve la posibilidad de ver una adaptación teatral basada en la
oscura novela Plástico cruel, de Jose Sbarra. En esta nota, una breve
reseña y una suerte de racconto por lo que fue mi año teatral.
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2023: mi gran año para el teatro
Curiosamente, 2023 fue el año en el que más teatro experimenté en mucho tiempo. Digo “curiosamente” porque no lo busqué. Se fue dando. No sólo continúe trabajando, por segundo ciclo, con mi grupito en el taller corporal liderado por Vicky Pezzuti, sino que además estrenamos una muestra zarpada que terminó siendo una tentativa tan experimental como lisérgica.
El contexto era un loquero donde ocurrían tres obras de 8 minutos exactos. Si bien había ciertas cuestiones que se repetían, no tuvimos texto y fuimos armando cada historia de forma colaborativa. Todo fue improvisación, por lo que cada loop era virtualmente diferente al anterior. Los grupos de espectadores se dividían en tres grupos e iban circulando por cada sala.
Mi escena (“Una liebre y una bala”, que hacíamos con Facundo Iriart y Octavio D´Amico) presentaba a un hombre pervertido que convertía a sujetos neurodivergentes en animales (literales) para su propia desidia sexual. Un delirio absoluto.
Y más allá de HACER teatro, también VI mucho teatro. Haciendo el recuento, primero tengo las dos grandes producciones: fui a ver Drácula, el musical (a principio de año) y, luego, a Más Tropiezos de Mastropiero (el espectáculo final de Les Luthiers al que todavía le debo una nota en el blog).
Luego también presencié mucho teatro independiente de mi ciudad, Bahía Blanca: Escualos en un bidet (escrita por Pablo Duca), ¿Humanos? (de Emanuel Hernández), la hermosa obra escrita y dirigida por mi compa de teatro Diego Martínez Leotta (2 marrones, 1 verde y 3 chirolas) y La Moribunda, excelentemente dirigida por mi profe Virginia Pezzuti.
Es un montón, ¿no? A eso tengo que sumarle que vi Hamilton en Disney+ (amor total por esa obra), fui al recital de Power-Up con mi amigo Magin (gran momento del año cantando todos los temas de Dragon Ball) y, por último, que tuve la posibilidad de asistir a una tremenda adaptación teatral de la novela Plástico cruel, que es un poco lo que quiero ampliar en esta nota.
Comencemos por el principio...
¿Qué es Plástico cruel?
Originalmente publicada en 1992, Plástico cruel es una novela corta que narra las desventuras del adolescente sexópata Axel y su relación amorosa con dos mujeres: Bombón -poeta y travesti- y Linda Morris, una chica que busca rebelarse contra su autoritaria familia.
La obra se va articulando a partir de varias voces y diálogos. Parece hasta pensada para el teatro, porque prácticamente no tenemos descripciones de lugares o personajes como sí suele haber en la novela tradicional.
Los episodios/fragmentos pueden ser extractos del diario de Bombón, apartados excelentes llamados “señales de tránsito” (textos expositivos) y diálogos entre distintos personajes: Axel y Linda Morris, Linda y su madre, etc.
El texto puede leerse casi de un tirón porque se acerca más a un cuento largo que a una novela, realmente. Y es súper llevadero. Todo es muy atropellado en Plástico cruel. Tenemos las palabras justas (mucha economía narrativa) y no hay forma de saber quién está conversando más allá de lo que indica el título de ese fragmento.
En este sentido, es una virtud
de José Sbarra para darle una voz e identidad propia a cada personaje.
Bombón (poeta y puta) habla de cierta manera y Axel tiene sus formas de
expresarse, por lo que fácilmente podemos reconocer cuando habla uno u otro sin
la necesidad de aclararlo.
Los intertextos de Plástico cruel
Las mujeres y hombres de Plástico cruel son identidades complejas. Acá no hay ni víctimas ni victimarios, sino más bien malditos por el mundo y la sociedad que les tocó vivir. La historia no es nada nuevo (no deja de ser el melodrama shakespeareano de star-crossed lovers, ¿no? Dos mundos diametralmente opuestos que se cruzan en Axel y Linda Morris). Pero está ejecutada de una forma novedosa e interesante.
Esto es lo primero que leo de Sbarra. En su estilo juguetón, sucio y delirante, me recordó a Roberto Arlt (Los siete Locos) y a Pedro Mairal (La Uruguaya). Hay algo también de Rafael Pinedo (Plop) en esto de haber sido un escritor argentino oscuro y con una producción literaria limitada, difícil de encontrar.
El último intertexto, quizás el más relevante de todos, es Bukowski. Sí, Sbarrra definitivamente es una suerte de Charles Bukowski, pero porteño.
Al parecer el tipo era un bizarro porque no sólo escribía literatura infantil en revistas como la Billiken, sino también artículos para la versión argentina de Playboy. Murió joven y víctima del sida en 1996. Plástico cruel tuvo una adaptación en 2005 dirigida por el director Daniel Ritto que no pude encontrar todavía (e, igualmente, tiene pésimas críticas).
Si bien la novelita es un drama, hay mucho humor (humor cínico y oscuro, por cierto, pero humor al fin). Da la sensación de que el autor utiliza lo humorístico como mecanismo de defensa, de alguna forma para amortiguar las cuestiones más densas del argumento: la desmitificación de lo sexual, el transgénero, las drogas, violencia, secuestros… todas esas cosas hermosas…
Hasta al protagonista, Axel, le gusta garcharse a un cerdo. Con eso les digo todo. Sbarra dijo en una entrevista: «Escribí Plástico cruel para demostrar que el amor no existe. Que el amor es cultural, que la vida es sexo, que en el sexo estaba todo claro. No lo conseguí.»
Esa entrevista está por
Internet dando vueltas… y está buenísima. El autor no tiene pelos en la lengua
y era un zarpado. En otro momento dice: «He vivido prácticamente de
prostituto, fui prostituto de hombre y mujeres hasta los 25 años. (…) Lo que
pasa es que yo en aquella época hacía tarifas especiales, servicios especiales:
yo pegaba, meaba, hacía sadismo, pero hacía todo eso porque era escritor.»
El amor como construcción social
Incluso hoy, Plástico cruel es una novela inquietante, no sólo por su estructura y personajes, sino especialmente por el contenido explícito y jugado. Escribir en prosa que el amor no existe sigue siendo algo disruptivo, especialmente en estas épocas de constante deconstrucción que estamos viviendo.
Leer entre líneas la novela es entender que sus protagonistas se mueven por el pulso sexual, que sólo buscan obtener placeres al mejor estilo epicuriano.
Especialmente por esto, disfruté también muchísimo de la adaptación teatral que prepararon Mauro Oteiza y su Laboratorio Escénico. La obra -llamada Fragmento cruel- es una reinvención de la historia original, incorporando mucho cuerpo a la mezcla, algo de danza artística, varios actores en escena y algunas modificaciones llamativas que le agregan contexto al texto original.
En más de un modo, hasta creo que Fragmento cruel supera a la novela, por la enorme complejidad de las escenas y la forma en que se intercalan diálogos y momentos de danza. Es una experiencia enorme y muy fuerte.
Dentro del elenco tengo a dos amigos (Facu Iriart y Migue Pinto, que además son impecables actores) y también encontramos a algunos de los mejores intérpretes de la escena teatral bahiense, como Ana Gallo, Verónica Iglesias y Paola Gimenez.
El jueves 14 de diciembre fue la última vez este año que se presentó Fragmento cruel. Les está yendo súper bien, así que seguramente vengan nuevas presentaciones en el futuro.
Sigan a @laboratorioescenico.bahia y, si andan por Bahía Blanca, échenle
un ojo a esta obrita que no decepciona (y avisen, che, ¡así metemos un birrín!)
Palabras finales
Volvamos un poquito a la novela para cerrar la nota. Plástico cruel es entretenida y sucia. Se encuentra relativamente fácil en Internet, con un par de clicks. Pocas veces se ha montado la idea de “el amor como una construcción social” de mejor forma. Hay quienes pueden llegar a pensar que esta literatura es de bajo nivel o sencilla. Nada más lejos de la realidad. Es súper complicada de hacer bien.
Vale aclarar que no es un texto para cualquiera. Es políticamente incorrecto, crudo y desbordante. Aunque, también hay que decirlo, es frecuentemente muy hermoso. Particularmente los extractos “Señales de tránsito” son muy especiales. El que arranca “Que la mujer que ames esté en su habitación con otro hombre…” es una de las mejores cosas que leí en mucho tiempo.
Plástico cruel tiene una prosa verdaderamente envidiable.
Su formato de fragmentos te permite ir devorando uno tras otro sin parar, hasta
llegar al trágico e inevitable final. Ojalá la vida me conecte con más literatura
de Sbarra en un futuro cercano.
«Para mí la vida siempre se dividió en drogas, sexo y literatura. Aunque te parezca raro, leer y escribir son dos cosas que si no las tengo no me interesa la vida. Las tres tienen la misma importancia. Sin sexo y sin drogas tampoco me interesa la vida.» (José Sbarra)
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