La imperiosa necesidad de escribir rápido (de “no perder tiempo escribiendo”),
el dinamismo de nuestros tiempos, las contracciones de palabras, twitter, la
ignorancia amalgamada con desinterés general, la idea de que “lo que importa es
el mensaje y no la forma de entrega” son algunos de los factores que influyen.
Inconscientemente estamos destrozando el lenguaje.
Como aspirante a escritor, docente y profesional, me cuesta mucho
aceptarlo. Durante mi trabajo de 8 a 5 (si creen que vivía de este blog, la
triste realidad es otra) veo atrocidades que se hacen con el español, e-mails
que parecen escritos por un pibe de 6 años, personas que eructan las palabras
como quien traga una hamburguesa con papas fritas. Más de una vez quedé como
pedante por realizar correcciones ante mis superiores.
Lo malo (lo peor) es que los errores se volvieron tan usuales, que ya se perdió el
sentido de culpa, vergüenza o fracaso al cometerlos.
El caso de la puntuación es, quizás, el más crítico de todos. Si hay
errores de ortografía o faltan tildes, uno puede (mal que mal) deducir lo que
se quiso decir. Pero los signos de puntuación cambian el sentido de las frases, establecen jerarquías sintácticas
y, en consecuencia, dan estructura a un
texto.
"Y estos, Luciano, son tus nuevos compañeros de trabajo..."
Julio Cortázar,
por ejemplo, decía: "La coma, esa
puerta giratoria del pensamiento". Al respecto, una vuelta escribió el
siguiente texto:
***
"Si el hombre supiera realmente
el
valor que tiene la
mujer
andaría en cuatro patas
en
su búsqueda".
Si usted es mujer, con toda seguridad
colocaría la coma después de la palabra “mujer”.
Si usted es varón, con toda seguridad
colocaría la coma después de la palabra “tiene”.
***
El lugar en el que se coloca la coma le brinda un significado absolutamente diferente al texto. Con la
puntuación correcta se logra ordenar las ideas, dar ritmo y eliminar las
ambigüedades. Y en relación a las ambigüedades, el ingenioso autor Manuel Toledo y Benito redactó este
fascinante texto que forma parte del libro titulado “Ortografía intuitiva”.
Dice así:
***
“Un testimonio sin
puntuación”
Se cuenta que un señor, por ignorancia o malicia, dejó al morir el
siguiente escrito, falto de todo signo de puntuación:
«Dejo
mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco jamás se pagará la cuenta
al sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es mi deseo.»
Se dio lectura del documento a las personas
aludidas en él, y cada cual se atribuía la preferencia. A fin de resolver estas
dudas, acordaron que cada una presentara el escrito corriente con los signos de
puntuación cuya falta motivaba la discordia.
El sobrino
Juan lo presentó de esta forma:
«Dejo
mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará
la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es
mi deseo.»
Como puede verse, el favorecido resultaba ser Juan;
no conformándose el hermano Luis,
este lo arregló así:
«¿Dejo
mis bienes a mi sobrino Juan? No: a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará
la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es
mi deseo.»
El sastre,
a su vez, justificó su reclamación como sigue:
«¿Dejo
mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. Se pagará
la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es
mi deseo.»
De este modo, el sastre intentó cobrar su cuenta;
pero se interpusieron los jesuitas,
reclamando toda la herencia, y sosteniendo que la verdadera interpretación del
escrito era ésta:
«¿Dejo
mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Se
pagará la cuenta al sastre? Nunca, de ningún modo. Para los jesuitas todo. Lo
dicho es mi deseo.»
Esta lectura motivó gran escándalo entre los
concurrentes y, para poner orden, acudió el
Juez. Este consiguió restablecer la calma, y después de examinar el escrito
objeto de la cuestión, exclamó en tono severo:
—Señores: acá se trata de cometer un fraude. La herencia pertenece al Estado, según
las leyes en vigor. Así lo prueba esta verdadera interpretación:
«¿Dejo
mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás se pagará
la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo para los jesuitas. Todo lo dicho es
mi deseo.»
Y agregó:
«En
su virtud, y no resultando herederos para esta herencia, yo, el Juez …, etc.,
etc., me incauto de ella en nombre del Estado. Queda terminado este asunto.»
***
Esta serie de signos, cuando están bien elegidos y
se colocan en su el lugar adecuado, permiten no solo que el lector de los
mensajes escritos los entienda, sino que además les confiera la adecuada
entonación.
Más allá del humor, y sin pretender parecer un
purista, los signos de puntuación son fundamentales. La diferencia entre «¡Vengan a comer chicos!» y «¡Vengan a comer, chicos!» es que con la
primera podés ir preso por canibalismo.
Por su parte: «No está mal eso» y «No, está mal eso» dicen exactamente lo
opuesto.
Acá me pongo
un poco ñoño.
La RAE destaca especialmente el aporte que realiza la
puntuación a la cohesión de un texto: "De
ella depende en gran parte la correcta expresión y comprensión de los mensajes
escritos. La puntuación organiza el discurso y sus diferentes elementos y
permite analizar la ambigüedad en textos que, sin su empleo, podrían tener
interpretaciones diferentes".
Pensemos en esta frase:
«Los
soldados, cansados, volvieron al campamento.»
«Los
soldados cansados volvieron al campamento.»
En la primera oración, ¿qué soldados volvieron al
campamento? La respuesta es TODOS, y
además todos ellos estaban cansados. En el segundo caso únicamente volvieron
aquellos que estaban cansados, el resto se quedó.
En algunos casos la falta de comas hasta puede ser
insultante (en mi caso: siempre). Existen varias versiones de la Biblia que, en Lucas 23:32, tienen la siguiente frase: «Y había también otros dos ladrones crucificados con Jesús». Si consideramos que Jesús, por lo menos
según el cristianismo, no era un “ladrón” como los otros dos, debió haberse
escrito: «Y había también otros dos, ladrones,
crucificados con Jesús». La diferencia es mínimo, pero con la primera frase
te vas derechito al infierno.
► Así que,
por favor, se los imploro. No cuesta nada escribir bien, la puta que lo pario.
Hagamos un esfuerzo para redactar e-mails
como los profesionales que nuestro título sugiere. No se coman las comas, y
¡hablemos bien, carajo! ¡Hasta la
próxima!
***
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=>> Otros posts sobre ESCRITURA y CORRECCIÓN en el blog: “5 claves para
mejorar la escritura (que nos enseña Aristóteles); “Técnicas narrativas
(I): el MacGuffin”; “LISTA TOP-FIVE: los
5 errores de acentuación más comunes”; “Un repaso por la
escritura colaborativa”; “La escritura
telescópica: un recurso para docentes”.
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Sabias palabras.
ResponderEliminarLos twitter, SMS, son algo aparte. Tal vez necesitan los metodos para abreviar.
ResponderEliminarNo es el caso de los email, que permite mayor cantidad de palabras. Y conviene ser claro, para ser entendido.
Y sí se trata de escribir profesionalmente, es imprescindible. Claro que se puede deliberadamente romper esas reglas, para el caso de un personaje que no domine el idioma. O como algo de vanguardia. Pero por intención, no por torpeza o desgano.
Conocía todos esos ejemplos. El de Cortazar, alguien muy hábil en el uso de cambios de narrador, es el mejor. Alguien muy cuidadoso para escribir, hasta conocía palabras raras como demiurgo.
Demiurgo:
Eliminar1. En la filosofía platónica y gnóstica, artífice o alma universal que es principio ordenador de los elementos preexistentes.
2. Artista creador.
(Thanks, Google)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuy bueno ! Siempre digo que la inteligencia es como una erección... si la tenes, se nota.
ResponderEliminar¡Ja!
EliminarGenial...y eso que yo peco algunas (bueno, muchas) veces de escribir mal...y eso está mal, más cuando uno lee y (supuestamente) ya debería tener un poco de autocorrección. Llegué a este blog leyendo "No tengo boca. Y debo gritar." Quedé impresionado y con un buen gusto, al punto de buscar otras obras del autor. Muchas gracias por tu aporte, saludos
ResponderEliminarMuy, pero muy... buena; entrada: chabón.
ResponderEliminarLo de Cortázar es genial. Conocía una parecida sobre Sarmiento cuando era inspector de escuelas y criticó a un profesor por lo mal que escribían los niños:
—No creo que sean importantes los signos de puntuación. - dijo el maestro.
—¡Que no! Le daré un ejemplo.
—Tomó una tiza y escribió en el pizarrón: "El maestro dice, el inspector es un ignorante".
—Yo nunca diría eso de usted, señor Sarmiento.
—Pues yo sí —dijo tomando una tiza y cambiando de lugar las comas; la frase quedó así: "El maestro, dice el inspector, es un ignorante".
Tal vez mito de la historia argentina, pero se la suele citar
Abrazo!
Mirá vos, no tenía ese anécdota.
Eliminarconocía la de Cortázar pero no la de Sarmiento que dice Frodo acá mas arriba.... y concuerdo con el Demiurgo que la perdición comenzó (o se hizo viral) con el teléfono y sus menssajes de texto.... ahí se perdió un poco la batalla...
ResponderEliminaryo exagero a veces de la coma, no se que es peor ja....
¡Te dije 10.000 millones de veces que no seas exagerado!
EliminarHola, Luciano! Tu toque de humor nunca falta en tus artículos ni en tu forma de escribir en cuanto al post simplemente magnífico ha sido una obra de arte una pinturita por si no me recordas soy el ciervo alado escribiendo sin puntuación cada vez que un amigo me manda un mensaje con faltas de ortografía abreviaturas etcétera si no lo puteo ni le respondo
ResponderEliminarsaludos El Ciervo Alado (me resulta bastante difícil escribir mal a propósito XD).
¡Se te extrañaba por el blog! Gracias por parte. Me quedé sin aliento leyendo tu comentario.
EliminarMuy bueno tu aporte. Comparto todo lo que dices. Grandes verdades, es una lástima que no todos lo entiendan así...
ResponderEliminarGracias a ustedes dos (supongo) por darse una vueltita. =)
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