Me gustó mucho Baby
Driver¸ la nueva película de Edgar Wright. Su estreno me pareció el momento
ideal para hablar de la trilogía de películas del genial realizador: la llamada
trilogía Cornetto. Tres películas
con un mismo dúo protagónico (Simon Pegg y Nick Frost), tres géneros diferentes
y una temática compartida sobre el pasaje hacia la adultez.
***
Baby Driver:
reseña sin spoilers
Mi calificación: 8/10
Baby (Ansel
Elgort) es un joven y talentoso conductor especializado en fugas en busca
de una salida de su vida criminal. Pero el jefe de la banda (Kevin Spacey) lo
fuerza a dar un último gran golpe que amenaza su vida.
Cada nueva película de Edgar Wright es festejada
por el mundo cinéfilo. Hasta ahora, su filmografía no ha dejado de brillar en
creatividad por donde se la mire. Afortunadamente, con Baby Driver pasan dos cosas: es súper creativa (como sus
producciones anteriores) pero al mismo tiempo el director no se repite a sí
mismo.
La película –que balancea comedia, música y grandes
persecuciones, con escenas de acción gloriosas– se encuentra entre las mejores
obras del género junto a John Wick 2 en
lo que va del año.
Claro que si a uno le da lo mismo ver esta película
que otra como, digamos, Persecución al límite
o cualquiera de las de “Rapido y Furioso”, entonces este trabajo de Edgar
Wright no va a ser más que una pochoclera más del montón. Aunque realmente no
lo es.
El principal artilugio –y que le valió las
alabanzas de la crítica– es que toda la historia da vueltas en torno a la
música, desde la edición hasta los diálogos. Como Baby necesita estar
constantemente conectado a su i-pod, el desarrollo esencialmente parece un
gigante video musical meticulosamente planeado. Sólo esta maravilla técnica
hace que valga la pena verla.
Pero además, la música está muy en tono con cada
escena y es funcional a la narrativa, a diferencia de otras películas (me viene
a la mente Suicide Squad como clásico
ejemplo) que colocaban canciones “cool” y rockeras porque sonaban bien y listo.
En ese sentido, Wright, un director reconocido por
su atención al detalle y las sutilezas, se destacó nuevamente. Aunque sería
injusto no mencionar que el resto de la película funciona muy bien también.
Hay una subtrama romántica que me resultó
simpática, los personajes son todos muy particulares y llamativos (me gustaron Jon Hamm y Jamie Foxx especialmente) y la historia, si bien sencilla, cumple.
Si puedo objetarle algo, el último acto se estira
un poco más de lo necesario y el personaje de Kevin Spacey me resultó poco convincente. Es más, sobre el final Frank
Underwood comienza a hacer algunas cosas que no tienen demasiado sentido y me
hicieron ruido. Hay una cosa que tiene el director que es que no sabe bien
cuándo (ni cómo) cerrar sus historias.
Sin embargo, Baby
Driver es muy disfrutable incluso para el espectador casual. De todas
formas, van a ser los verdaderos amantes del género de robos y persecuciones
(las llamadas “caper stories”) quienes le vean el atractivo real. Estuvo hecha
con mucho amor y respeto por este tipo de historias.
En conclusión: vibrante y conceptualmente original,
Baby Driver presenta una trama tierna
inmersa en un delirante policial, tienes desvíos argumentales interesantes,
muchas buenas ideas y una dosis de acción técnicamente impecable. La cuota
justa para entretener de principio a fin. La película más cool del año.
El origen la
de trilogía Cornetto
Ahora sí: hablemos de la trilogía Cornetto.
Una de las mejores parodias de zombies de la
historia del cine, Shaun of
the Dead (2004), es oficialmente
la primera película de la trilogía, pero no fue concebida como una primera de
tres partes.
El nombre de la trilogía Cornetto surgió, de hecho,
como un chiste tonto durante la promoción de Hot Fuzz (2007), comedia que parodia el género de
acción. El director Edgar Wright había escrito que el helado Cornetto
funcionaría como una cura para la resaca en el personaje de Nick Frost de Shaun of the Dead.
En Hot
Fuzz decidió incluir algunos guiños más relacionados con el helado
Cornetto. Fue entonces cuando Wright comenzó a bromear que el helado
representaba una trilogía comparable a la Trilogía de los Tres
Colores del director polaco Krzysztof
Kieślowski.
Un sabor
para cada género
La cosa va más o menos así.
El Cornetto sabor fresa (el rojo) representa
a Shaun of the Dead, la primera
película de esta trilogía estrenada en el 2004.
En esta divertidísima comedia, los protagonistas tienen que sobrevivir a una
oleada de zombies mientras buscan refugio en su bar favorito. De paso, porque
hay algo de romance en el medio, uno de ellos intenta de reconquistar a su ex
novia. De esa forma, el color del helado representa la sangre y los
elementos gore de la película.
Tres años después, en el 2007, llegó Hot Fuzz,
con el sabor de chocolate y vainilla, en el clásico envoltorio azul
(representación de los elementos policiales de la historia). Esta película es
un gran homenaje al cine de acción. Un rígido policía de Londres es transferido
a un pueblo de mala muerte donde, poco a poco, se va revelando una oscura
conspiración y un misterioso asesino.
Todo llega a su fin (literalmente) con The World’s End (2013). Cinco amigos se reúnen, luego de
muchos años, para realizar un reto que les quedó pendiente en su pueblo natal:
hacer un recorrido por 12 bares. Con cada nueva cerveza que toman, empiezan a
notar que los residentes no son quienes parecen ser. Acá se juega con historias
de ciencia ficción, y el helado Cornetto que la representa es el verde, el de
menta con chips de chocolate. El verde es un color indudablemente relacionado
con la vida extraterrestre.
Las
conexiones de la trilogía Cornetto
Lo más curioso de esta trilogía es que, para nunca
haber sido pensada como tal, tiene una buena cantidad de conexiones a nivel
argumental y también guiños entre una película y otra.
En particular, cada una parece indicar un pequeño
paso en el dificultoso proceso de aprender a crecer. Si Shaun of the Dead nos habla del
estrés que provoca la idea de encontrar un trabajo y establecerse, dejar de ser
un niño para adoptar las responsabilidades de un adulto, Hot Fuzz nos enseña que el trabajo
tampoco hay que tomárselo tan en serio.
Si bien los personajes interpretados por Simon Pegg
en cada historia son diferentes, el primero es un vago renegado que quiere
continuar jugando videojuegos con su amigo y ser un niño eterno, mientras que
el segundo se fue al otro extremo y vive sólo para el trabajo.
La tercera película (The World’s End) es la búsqueda del equilibrio entre estas dos
posturas extremas y es sobre encontrar paz con tu propia edad y lugar en el
mundo. El final de esta trilogía nos muestra la importancia de equilibrar el
juego, la diversión y los amigos, con el trabajo, la realización personal y las
responsabilidades.
Lo brillante de esta última entrega es cómo está
pensada en cada detalle. Por ejemplo, cada uno de los 12 bares tiene un nombre
representativo con la trama. “The Cross Hands”, por mencionar un caso, es donde
se arma una pelea que dispara el conflicto principal.
Una lección
fallida
Pero estas películas son comedias que no buscan
ningún tipo de profundidad, y además Edgar Wright es conocido por su humor
paródico y, en algún punto, ácido.
Las tres películas nos hablan sobre el proceso de
aprender a crecer, balanceando nuestra vida entre diversión y
responsabilidades. Y, sin embargo, el protagonista (Simon Pegg) falla en
aprender la lección en cada uno de los tres relatos de la trilogía Cornetto.
En Shaun
of the Dead, sobre el final de la película, el protagonista Shaun –un vago
sin rumbo ni ambiciones– logró convencer a su novia de adoptar el estilo de
vida sin preocupaciones que él mismo lleva. (¡y su amigo quedó hecho zombie!)
En Hot
Fuzz, luego de vencer a la sociedad secreta que estaba asesinando a todos
en el pueblo, el protagonista Nicholas Angel continua siendo un policía duro y
correcto que se niega a tomárselo con calma y rechaza todo tipo de bromas y
estereotipos culturales del trabajo de policía. No aprendió nada.
Por último, The World’s End cierra con una conclusión lógica: las tres
historias nos hablan sobre aprender a madurar, pero la maduración es imposible
si uno no la busca realmente. Sobre el final, Gary King se rehúsa a aceptar las
trampas de la vida adulta y, literalmente, ocasiona el fin del mundo como lo
conocemos.
Las consecuencias de la trilogía Cornetto nos
llevan a pensar que el idealismo de los vagos irresponsables que se niegan a
crecer puede destruir el mundo entero. No, no hay lección moral en estas
historias.
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posts sobre NOTAS DE
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explicación del final de A Ghost Story”; “Los
vicios capitales en la ficción”; “El
género slasher a través del tiempo”; “¿Quién
envió las cintas en Caché de Michael Haneke?”; “El
bueno, el malo y el feo: la deconstrucción del western”.
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Interesante. La tercera se me hace un poco más triste. La vida cambia y a todos les pasa cuenta.
ResponderEliminarSí, igual estas pelis nunca me parecen tristes. Al contrario. Río desde la primera escena hasta la última.
EliminarSoy unn ignaro, todo esto que me presentas es noedad para mí.
ResponderEliminarLas anoto
Abrazo!
Me alegra poder ser un servicio a la comunidad cinéfila.
Eliminar¡Abrazo!