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jueves, 12 de octubre de 2017

Aprendiendo a crecer: Edgar Wright y la trilogía Cornetto


Me gustó mucho Baby Driver¸ la nueva película de Edgar Wright. Su estreno me pareció el momento ideal  para hablar de la trilogía de películas del genial realizador: la llamada trilogía Cornetto. Tres películas con un mismo dúo protagónico (Simon Pegg y Nick Frost), tres géneros diferentes y una temática compartida sobre el pasaje hacia la adultez.


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Baby Driver: reseña sin spoilers

Mi calificación: 8/10

Baby (Ansel Elgort) es un joven y talentoso conductor especializado en fugas en busca de una salida de su vida criminal. Pero el jefe de la banda (Kevin Spacey) lo fuerza a dar un último gran golpe que amenaza su vida.

Cada nueva película de Edgar Wright es festejada por el mundo cinéfilo. Hasta ahora, su filmografía no ha dejado de brillar en creatividad por donde se la mire. Afortunadamente, con Baby Driver pasan dos cosas: es súper creativa (como sus producciones anteriores) pero al mismo tiempo el director no se repite a sí mismo.

La película –que balancea comedia, música y grandes persecuciones, con escenas de acción gloriosas– se encuentra entre las mejores obras del género junto a John Wick 2 en lo que va del año.

Claro que si a uno le da lo mismo ver esta película que otra como, digamos, Persecución al límite o cualquiera de las de “Rapido y Furioso”, entonces este trabajo de Edgar Wright no va a ser más que una pochoclera más del montón. Aunque realmente no lo es.

El principal artilugio –y que le valió las alabanzas de la crítica– es que toda la historia da vueltas en torno a la música, desde la edición hasta los diálogos. Como Baby necesita estar constantemente conectado a su i-pod, el desarrollo esencialmente parece un gigante video musical meticulosamente planeado. Sólo esta maravilla técnica hace que valga la pena verla.

Pero además, la música está muy en tono con cada escena y es funcional a la narrativa, a diferencia de otras películas (me viene a la mente Suicide Squad como clásico ejemplo) que colocaban canciones “cool” y rockeras porque sonaban bien y listo.

En ese sentido, Wright, un director reconocido por su atención al detalle y las sutilezas, se destacó nuevamente. Aunque sería injusto no mencionar que el resto de la película funciona muy bien también.

Hay una subtrama romántica que me resultó simpática, los personajes son todos muy particulares y llamativos (me gustaron Jon Hamm y Jamie Foxx especialmente) y la historia, si bien sencilla, cumple.


Si puedo objetarle algo, el último acto se estira un poco más de lo necesario y el personaje de Kevin Spacey me resultó poco convincente. Es más, sobre el final Frank Underwood comienza a hacer algunas cosas que no tienen demasiado sentido y me hicieron ruido. Hay una cosa que tiene el director que es que no sabe bien cuándo (ni cómo) cerrar sus historias.

Sin embargo, Baby Driver es muy disfrutable incluso para el espectador casual. De todas formas, van a ser los verdaderos amantes del género de robos y persecuciones (las llamadas “caper stories”) quienes le vean el atractivo real. Estuvo hecha con mucho amor y respeto por este tipo de historias.

En conclusión: vibrante y conceptualmente original, Baby Driver presenta una trama tierna inmersa en un delirante policial, tienes desvíos argumentales interesantes, muchas buenas ideas y una dosis de acción técnicamente impecable. La cuota justa para entretener de principio a fin. La película más cool del año.

El origen la de trilogía Cornetto

Ahora sí: hablemos de la trilogía Cornetto.

Una de las mejores parodias de zombies de la historia del cine, Shaun of the Dead (2004), es oficialmente la primera película de la trilogía, pero no fue concebida como una primera de tres partes.


El nombre de la trilogía Cornetto surgió, de hecho, como un chiste tonto durante la promoción de Hot Fuzz (2007), comedia que parodia el género de acción. El director Edgar Wright había escrito que el helado Cornetto funcionaría como una cura para la resaca en el personaje de Nick Frost de Shaun of the Dead.

En Hot Fuzz decidió incluir algunos guiños más relacionados con el helado Cornetto. Fue entonces cuando Wright comenzó a bromear que el helado representaba una trilogía comparable a la Trilogía de los Tres Colores del director polaco Krzysztof Kieślowski.

Un sabor para cada género

La cosa va más o menos así.


El Cornetto sabor fresa (el rojo) representa a Shaun of the Dead, la primera película de esta trilogía estrenada en el 2004. En esta divertidísima comedia, los protagonistas tienen que sobrevivir a una oleada de zombies mientras buscan refugio en su bar favorito. De paso, porque hay algo de romance en el medio, uno de ellos intenta de reconquistar a su ex novia.  De esa forma, el color del helado representa la sangre y los elementos gore de la película.

Tres años después, en el 2007, llegó Hot Fuzz, con el sabor de chocolate y vainilla, en el clásico envoltorio azul (representación de los elementos policiales de la historia). Esta película es un gran homenaje al cine de acción. Un rígido policía de Londres es transferido a un pueblo de mala muerte donde, poco a poco, se va revelando una oscura conspiración y un misterioso asesino.

Todo llega a su fin (literalmente) con The World’s End (2013). Cinco amigos se reúnen, luego de muchos años, para realizar un reto que les quedó pendiente en su pueblo natal: hacer un recorrido por 12 bares. Con cada nueva cerveza que toman, empiezan a notar que los residentes no son quienes parecen ser. Acá se juega con historias de ciencia ficción, y el helado Cornetto que la representa es el verde, el de menta con chips de chocolate. El verde es un color indudablemente relacionado con la vida extraterrestre.

Las conexiones de la trilogía Cornetto

Lo más curioso de esta trilogía es que, para nunca haber sido pensada como tal, tiene una buena cantidad de conexiones a nivel argumental y también guiños entre una película y otra.

En particular, cada una parece indicar un pequeño paso en el dificultoso proceso de aprender a crecer. Si Shaun of the Dead nos habla del estrés que provoca la idea de encontrar un trabajo y establecerse, dejar de ser un niño para adoptar las responsabilidades de un adulto, Hot Fuzz nos enseña que el trabajo tampoco hay que tomárselo tan en serio.


Si bien los personajes interpretados por Simon Pegg en cada historia son diferentes, el primero es un vago renegado que quiere continuar jugando videojuegos con su amigo y ser un niño eterno, mientras que el segundo se fue al otro extremo y vive sólo para el trabajo.

La tercera película (The World’s End) es la búsqueda del equilibrio entre estas dos posturas extremas y es sobre encontrar paz con tu propia edad y lugar en el mundo. El final de esta trilogía nos muestra la importancia de equilibrar el juego, la diversión y los amigos, con el trabajo, la realización personal y las responsabilidades.

Lo brillante de esta última entrega es cómo está pensada en cada detalle. Por ejemplo, cada uno de los 12 bares tiene un nombre representativo con la trama. “The Cross Hands”, por mencionar un caso, es donde se arma una pelea que dispara el conflicto principal.

Una lección fallida

Pero estas películas son comedias que no buscan ningún tipo de profundidad, y además Edgar Wright es conocido por su humor paródico y, en algún punto, ácido.

Las tres películas nos hablan sobre el proceso de aprender a crecer, balanceando nuestra vida entre diversión y responsabilidades. Y, sin embargo, el protagonista (Simon Pegg) falla en aprender la lección en cada uno de los tres relatos de la trilogía Cornetto.

En Shaun of the Dead, sobre el final de la película, el protagonista Shaun –un vago sin rumbo ni ambiciones– logró convencer a su novia de adoptar el estilo de vida sin preocupaciones que él mismo lleva. (¡y su amigo quedó hecho zombie!)


En Hot Fuzz, luego de vencer a la sociedad secreta que estaba asesinando a todos en el pueblo, el protagonista Nicholas Angel continua siendo un policía duro y correcto que se niega a tomárselo con calma y rechaza todo tipo de bromas y estereotipos culturales del trabajo de policía. No aprendió nada.

Por último, The World’s End cierra con una conclusión lógica: las tres historias nos hablan sobre aprender a madurar, pero la maduración es imposible si uno no la busca realmente. Sobre el final, Gary King se rehúsa a aceptar las trampas de la vida adulta y, literalmente, ocasiona el fin del mundo como lo conocemos.

Las consecuencias de la trilogía Cornetto nos llevan a pensar que el idealismo de los vagos irresponsables que se niegan a crecer puede destruir el mundo entero. No, no hay lección moral en estas historias.

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4 comentarios:

  1. Interesante. La tercera se me hace un poco más triste. La vida cambia y a todos les pasa cuenta.

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    1. Sí, igual estas pelis nunca me parecen tristes. Al contrario. Río desde la primera escena hasta la última.

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  2. Soy unn ignaro, todo esto que me presentas es noedad para mí.
    Las anoto
    Abrazo!

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    1. Me alegra poder ser un servicio a la comunidad cinéfila.
      ¡Abrazo!

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