Hace unos días comentaba en el blog sobre la
antología Pobre Diablo, una serie de
relatos de terror de autores argentinos donde
publiqué mi cuento “El abismo”. Hoy quiero hablar un poquito más del cuento
de terror, pero situándonos varios años antes, y del otro lado del charco.
“La araña”
es uno de los relatos de horror más importantes de la literatura moderna; fue
escrito por el expresionista Hanns Heinz
Ewers, un autor tan enigmático como sus propios textos. Nacido en Düsseldorf
(Alemania) en 1871, se interesó por la mística y las ciencias ocultas desde muy
chico. Durante su vida fue anarquista, trotamundos, espía alemán (estuvo muy
asociado con el régimen nazi), novelista, ensayista y cineasta, entre otras
tantas ocupaciones.
Este relato es escalofriante no por lo que muestra,
sino por lo que deja entrever a través del voyerismo,
a partir de la mirada oculta. En otra oportunidad mencioné cómo el cine de
terror está cada vez más tendiendo hacia la idea de apenas vislumbrar el horror
en lugar de hacerlo obvio y explícito (puede
leer más al respecto acá).
En La araña
todo es misterio y ocultamiento. El protagonista no hace más que mirar a través
de una ventana y, paradójicamente, se va enredando a sí mismo en la trampa.
La
historia comienza cuando un estudiante de ciencias, Richard Bracquemont, decide investigar un cuarto en el que,
inexplicablemente, se han suicidado tres personas anteriormente (y sin motivo
aparente). Cuando llega a la escena, extraños sucesos comienzan a suceder,
especialmente una mujer que se le aparece a Richard a través de una ventana.
***
>> No digo más (por ahora) porque se viene el
clásico aviso de #SpoilerAlert. El cuento está
buenísimo, así que recomiendo leerlo antes de arruinarse partes fundamentales
de la trama. Después (claro) se vuelven por acá.
***
Lo más interesante de este relato es que el aire de
rareza o de extrañamiento se manifiesta desde las primeras hojas. La historia
comienza con un recuento de los suicidios, a lo largo de tres viernes
consecutivos, en la habitación número 7
del pequeño Hotel Stevens.
Richard Bracquemont, estudiante de medicina, se
hospeda con la esperanza de lograr descubrir el misterio y volverse famoso, y
comienza a apuntar todo lo que sucede en un diario.
Así, al relato lo vemos siempre a través de los
ojos del protagonista, y gracias al texto que él mismo va escribiendo. A veces
escribe sobre situaciones que vivió hace poco dentro de la habitación, y a
veces escribe en presente, anotando exactamente lo que está experimentando en
ese preciso momento.
La primera vez que Richard ve a la extraña mujer en
la ventana opuesta es el primer indicio de que estamos ante un narrador en el
que no podemos confiar, subjetivo, imparcial, confundido incluso. Cuando describe a la reservada mujer, Richard
advierte que era “difícil distinguir algo
con claridad a través de los cortinados” y que su descripción de la mujer
es una leve intuición.
El autor, deliberadamente, quiere poner la atención
sobre la percepción distorsionada del protagonista, algo que irá creciendo
progresivamente a medida que avance el relato. Richard va siendo seducido por
esta viuda negra, cae en su telaraña, y nosotros como lectores entendemos que
algo malo va a pasar.
La narración de “La araña” es realmente magistral, y el mismo texto es como una telaraña
que te va envolviendo. Se trata de una versión moderna del mito de Aracne, pero situada en
el siglo XX. La presencia de las arañas en el ámbito literario ha ido
multiplicándose (y adaptándose) a lo largo de los años y de los géneros. En los
cómics, por ejemplo, Spiderman
(creado por Stan Lee y Steve Ditko) apareció en el año 1962. Mucho tiempo antes, J.R.R Tolkien enfrentaba a sus
protagonistas frente a un ejército de arañas. Más cerca de nuestros tiempos, el
segundo libro de la saga de Harry Potter
también opone a los héroes contra la araña gigante Aragog.
Muchas veces se ha asociado a las arañas con las
mujeres. Sucede, por ejemplo, en la genial película de Denis Villeneuve “Enemy”
(2013), con un impecable Jake Gyllenhaal. También representan la paciencia,
debido a sus técnicas de caza que se basan en tejer trampas y esperar.
El caso del cuento de Heinz Ewers no es tan
conocido. Su relato quedó relegado al olvido hasta que fue rescatado por Dashieel Hammet (para la revista Weird Tales of Strange Creatures). Hace
poco salió una nueva edición de sus cuentos que además contiene una extensa
biografía del autor: “La araña y otros
cuentos macabros y siniestros” (Valdemar,
2014).
La cuestión es que en “La araña”, Richard es seducido, lenta y pausadamente, por una joven
chica que vive en la ventana del frente, y a quien él bautiza como Clarimonde. El estudiante no puede
evitar obsesionarse con ella, espiarla a todas horas y anotar cada uno de los
detalles en su diario. Ella, pálida, vestida de color negro, pasa los días
hilando en una rueda antigua.
«Da
una sensación muy extraña ver cómo los dedos delgados y negros tiran y sacan
los hilos de una manera aparentemente caótica, casi como el pataleo de un
insecto.»
Hay indudables similitudes entre el cuento de Heinz
Ewers y el mito de Aracne. Nada es casualidad: ni que la mujer de negro se pase
los días hilando, ni que las tres personas mueran ahorcadas, tampoco que se
encontrara una araña viva cerca de cada cadáver.
Un aspecto atrapante del cuento es experimentar
cómo el protagonista va perdiendo el control de sus propias acciones. Para él
esto es imperceptible, pero el lector no duda que él está siendo poco a poco
manipulado. La vida y la muerte se van entrelazando, a lo largo de la
narración, con una indudable destreza. El hombre queda completamente destruido
por la seducción de una mujer y su belleza.
Algunos ensayistas leen en “La araña” un relato de vampiros. O más bien, un relato de vampirismo, si bien el foco está puesto
en la investigación de la historia, y todas las consecuencias indeseables que
conlleva.
Sin duda, el título sugiere un vínculo entre el amor y la muerte a
través de los hábitos de las arañas.
El texto trabaja el terror desde lo psicológico. El
horror, el mal en sí, actúa desde adentro, desde el cuerpo del protagonista.
Aparece el poder sugestionador de lo invisible. El final es el esperable:
trágicamente, Richard descubre que está perdido cuando ha perdido a su propia
voluntad, cuando sabe que él no puede controlar a Clarimonde.
Él cae en la trampa y se convierte en el cuarto
suicida.
«El
rostro tenía una expresión diferente;
estaba
desfigurado por un miedo espantoso;
los
ojos, muy abiertos, se salían de sus órbitas.
Los
labios estaban estirados, los dientes apretados con fuerza.
Y
entre ellos colgaban los restos de una araña negra enorme aplastada,
con
extraños tonos violeta.»
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Interesante reseña, que despierta curiosidad sobre el cuento.
ResponderEliminarLos mitos siguen estando vigentes, inspirando historias. No pueden faltar historias sobre mujeres misteriosas que llevan a personajes al desastre.
Saludos.
Me encantó tu analisis, es uno de mis cuentos preferidos! En la película Watcher al tipo acosador le llaman la Araña...
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