Este novelista inglés no goza de
la misma popularidad que autores de ciencia ficción como Philip Dick, Arthur Clarke o Isaac Asimov, pero sus trabajos han
sido influencias fundamentales tanto en el cine como en la televisión. En esta
nota, todas las adaptaciones de J.G. Ballard.
Las adaptaciones de King están más vigentes que
nunca. Este año ya estrenó Cementerio de Animales
–una película que alteró el final original del libro– y tenemos primer trailer
de IT: Chapter Two. No sólo eso, sino
que se vienen varias
cositas más del Maestro del Terror en 2019.
Aprovecho la oportunidad para hablar de un pequeño
clásico de culto de Stephen King: el caso de Riding the Bullet. ¿Cómo es esta adaptación en relación a su fuente
literaria?
A cualquier lugar al que dirigimos nuestra mirada,
hay otro libro que está siendo llevado a la pantalla grande. No es una novedad
decir que rara vez se adapta contenido que no tenga un potencial comercial y
sea mundialmente conocido.
En esta nota quiero mencionar 5 fascinantes
historias un tanto desconocidas que, creo yo, merecen llegar al cine tanto como
cualquier otra.
***
129 millones
de ideas
En el año 2010, Google estimó que la cantidad de
libros diferentes publicados en el mundo era la impresionante cifra de 129.864.880, un número inconmensurable
que crece día a día. Si a esto le sumamos novelas gráficas, comics,
fan-fiction, obras de teatro y relatos, precisaríamos miles de vidas para
leerlos todos.
Algunos libros son convertidos en películas una y
otra vez (clásicos como El Gran Gatsby,
Romeo y Julieta) mientras que otros
universalmente aclamados como “El guardián en el centeno” (tremenda novela que ya
reseñé en el blog) todavía no tuvieron su oportunidad.
En el cine se viene la adaptación de Ready Player One (mi
reseña) y también vimos pasar la saga de Stephen King (The Dark Tower), The Girl on
the Train, basada en el mega éxito de Paula
Hawkings, The BFG (de Roald Dahl
y dirigida por Spielberg) y el spin-off de Harry Potter (Criaturas Fantásticas y dónde encontrarlas).
Es justo que yo también quiera ver algunas de mis
historias favoritas en los cines, y pienso que podrían funcionar muy bien.
Veamos cuáles son.
***
“La huelga
general” (Jack London)
Aún hoy no entiendo cómo a nadie se le ocurrió
adaptar este tremendo cuento de Jack
London. La clase obrera, harta de ser explotada, detiene la producción de
los Estados Unidos poco a poco. Así, cada una de las ramas se va sumando a una
huelga pacífica donde comienzan a faltar los servicios y bienes más básicos.
Progresivamente, se va formando una pequeña
epidemia donde cada sector se va contagiando. Como los obreros venían planeando
la huelga por meses, tienen provisiones para subsistir. Se genera una inversión
de roles donde los de la alta clase ya no tienen el poder y tienen que tomar
decisiones (muy) extremas para no morir.
Imagínense una suerte de apocalipsis (sin zombies)
que recuerda mucho al mundo que presenta Cormac
McCarthy en The Road, ¡pero
London lo hizo mucho antes, a finales del siglo XIX! El relato no tiene ningún
tipo de desperdicio.
Orson Scott Card puede ser un autor muy polémico,
pero no se puede dudar que se trata de uno de los autores de ciencia ficción
más importantes de nuestro tiempo. Hace unos años salió la primera parte de su
saga de Ender (El juego de Ender, 2013) y ahora sería el momento ideal
para adaptar la impresionante fantasía épica que es “Un
planeta llamado Traición”.
La premisa de esta novela es fascinante, y
funcionaría a la perfección como una serie que bien podría competir con Game of Thrones. Traición es un planeta
pobre en metal. Los habitantes buscan desesperadamente materiales para
construir una nave que les permita escapar de aquel lugar ingrato.
Durante 3 milenios, las ciudades de Traición se han masacrado unas a otras.
Cada ciudad es habitada por una raza particular con capacidades y habilidades
únicas: algunas razas pueden regenerar su cuerpo, otras manejan el flujo del
tiempo o moldean la naturaleza a su voluntad.
Cuando el protagonista, Lanik, heredero del trono de Mueller, es traicionado y tiene que
escapar, comienza a recorrer cada ciudad y a aprender cada una de esas mágicas
habilidades. Mientras desentrama una conspiración política a nivel global,
Lanik busca la manera de salvar a su planeta de la destrucción inminente. Es
tremenda.
“El problema
de la celda 13” (Jacques Frutelle)
Qué pedazo de thriller podría armarse con esta inmejorable
historia de Jacques Frutelle, un escritor de misterio que, lamentablemente,
se hundió con el Titanic.
Es uno de mis relatos de misterio favoritos y de
los más ingeniosos que leí alguna vez en mi vida. Me llama poderosamente la
atención que a Hollywood no se le haya ocurrido robar con esta trama.
Para probarle a unos colegas que es posible hacer
cualquier cosa que uno se proponga (siempre que aplique su mente racional a
ello) un académico (Van Dusen, quien
sería genialmente personificado por Ian McKellanm por ejemplo) acepta el
desafío de escapar de una celda en siete días. Ingresa con tres pedidos
especiales: que sus zapatos sean pulidos, que le den pasta dental y que le
faciliten 25 dólares.
La historia se cuenta desde el punto de vista de un
guardia de la prisión, a quien se le complica todo cuando extrañas cosas
comienzan a suceder en su establecimiento: fantasmas, gritos, ruidos extraños,
chillidos. ¿Puede alguien materializarse afuera de una prisión si realmente lo
desea? Imagínense Prison Break
combinado con la lógica detectivesca de Sherlock
Holmes. Éxito asegurado.
(Por cierto, existe una adaptación de los años ´60 de esta historia como parte de un segmento para televisión inglesa, en la serie Kraft Mistery Theater)
“La Saga de
los Confines” (Liliana Bodoc)
¡Vamos! Ya es hora de que alguien le de crédito a
los autores argentinos. Liliana Bodoc es uno de las grandes referentes de
nuestra literatura contemporánea, y tiene una pequeña gran
saga de fantasía épica que calzaría perfecto para lograr el fanatismo que
tuvo El Señor de los Anillos.
La Saga de los Confines es una obra en tres partes
que funciona como un gran alegoría de la conquista de América. En una América
de fantasía llamada “Tierras Fértiles”, uno de los hombres más valientes del
pueblo de los husihuilkes (una
especie de indios mapuches) es llamado a un Concilio que reunirá a todas las
grandes civilizaciones.
Resulta que en las Tierras Antiguas (del otro lado
del océano) se libró una batalla mortal entre los bóreos (nativos del lugar) y
Misáianes, el hijo de la Muerte. El desconocido ganador está partiendo en
barcos hacia Tierras Fértiles, trayendo paz o destrucción.
El universo de Bodoc es majestuoso. Todo es muy
mágico, el viento aconseja, las tribus tienen todas su cultura, las criaturas
se comunican entre sí. La autora creó lenguas, costumbres, rituales, mapas y
hasta ciudades enteras. Una saga plagada de grandes batallas, traiciones y
sorprendentes giros argumentales.
“Invitación
a un crimen” (Josh Pachter)
Dejé lo mejor para el final.
Me crié leyendo literatura policial y de misterio.
Y nunca vi un pequeño relato tan original, tan bien escrito o tan ingenioso como
“Invitación a un crimen”. Publicado en 1972
en la Ellery Queen Mistery Magazine,
al día de hoy sigue siendo el
relato más exitoso de Pachter.
Branigan es un detective que recibe, por carta, una
literal invitación a un crimen. La Sra. Abbott lo invitó a él, y a otros once
distinguidos personajes relacionados con la justicia y el mundo legal, a
presenciar el asesinato de su esposo.
Cuando el detective arriba a la escena, el tipo
está moribundo en la cama, las otras personas están sentadas en sillas… ¡y hay
una mesa llena de posibles armas mortales! No les cuento cómo sigue para no
arruinar la historia, pero pueden leerla desde la misma página del autor (en
inglés) haciendo click acá.
***
►
AHÍ LAS TIENEN. 5 historias que merecen llegar al cine, según mi criterio
personal y subjetivo. ¿Cuáles son sus historias favoritas que querrían ver en
la pantalla grande? Déjense un par de comentarios y prometo hacerlos llegar
hasta las puertas de Mr. Hollywood.
► Podés seguir las nuevas notas y
novedades (además de humor y críticas de cine) en mi fan-page: http://www.facebook.com/sivoriluciano. Si te
gustó, ¡compartilo o dejá un comentario!
“La
tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca” (o simplemente “Hamlet”) es la obra de teatro más conocida
(y decididamente más sobre-analizada) del inglés William Shakespeare. No solo se trata de la pieza más larga, sino
que además el texto escrito en 1601 se
ha convertido en una de las tragedias más influyentes y poderosas de la
historia universal.
En pocas palabras: Hamlet es el Príncipe de Dinamarca. Su padre (¿Mufasa?) fue asesinado por su nefasto tío Scar, digo… Claudio… en
un intento de usurpar el trono. El fantasma del fallecido rey se le aparece a
su hijo para pedirle que se vengue de su asesino. La obra se va desenvolviendo
alrededor de la locura (real, pero también fingida) y de cómo una persona
transita los diferentes estados frente a la muerte de un ser querido (pasando por
el dolor intenso y la ira desmedida). A su vez aparecen las temáticas de la
venganza, el incesto, la corrupción y la traición. Ya
saben, esas cosas que le encantan a Shakespeare y a George Martin.
Hamlet decide
que la mejor manera de resolver el asunto con su tío Claudio es una buena y tradicional venganza a sangre fría. Para
obtener las pruebas necesarias, monta una obra de teatro (una obra dentro de la
misma obra) y cubre su comportamiento fingiendo demencia.
Sin embargo, a medida
que la trama progresa se vuelve cada vez más ambiguo si Hamlet finge locura o
realmente está perdiendo la cabeza. La cosa se complica especialmente con la
presencia de un popurrí de personas secundarios: Polonio (canciller del reino y amigo del difunto padre), Ofelia (hija de Polonio y el objeto de
afecto de Hamlet), Gertrudis (la
madre, que ahora se ha casado con su maligno cuñado) y , por supuesto, el mismo
Claudio, que está preparando planes para remover a su sobrino del escenario.
Un bolonqui de aquellos.
Es probable que Shakespeare haya basado su
obra en un conjunto de leyendas con temáticas similares que abundaban en diferentes
culturas alrededor del mundo: la leyenda romana de Bruto, la saga escandinava Hrolf Kraki, una obra anterior posiblemente escrita por Thomas Kyd (titulada “Ur-Hamlet”), entre otras. Muchos de los
elementos de la obra, por ejemplo, fueron tomados de “La vida de Amleth” (Saxo Grammaticus), obra del siglo
XIII.
Hoy Hamlet ha sido adaptada numerosas veces al
cine, teatro y televisión. Y ha cambiado tanto que muchas veces solo se
relaciona en la trama más básica con el contenido original.
(Piensen, por
ejemplo, en “El Rey León” de Disney).
En internet pueden encontrarse adaptaciones
super raras, como la edición de
Hamlet de Facebook, una
versión Manga y una
con los personajes de Mario Bros. La obra teatral “Máquina Hamlet”, del aleman Heiner
Müller, es una celebrada adaptación
surrealista. Por su parte, la película “Legend
of the Black Scorpion” es básicamente Hamlet en la China feudal.
Después de un diálogo de Star Trek VI donde se menciona que los trabajos de Shakespeare
eran, en realidad, el trabajo de un Klingon,
algunas fans con mucho tiempo en sus manos se tomaron el trabajo de traducirlo
a lenguaje Klingon.
Orson
Scott Card, un declarado del movimiento anti-gay, también hizo el intento de
adaptar la historia del príncipe en una extravagante novela de 2008 con pésimas
críticas: “Hamlet´s Father”. En ella resulta
que el viejo rey es un pedófilo que viola a la mayor parte del elenco masculino
para convertirlos en homosexuales y pedófilos como él. En serio.
Por último vale destacar dos casos más. El
primero es la película “Royal Deceit”
(1994) con Christian Bale y Gabriel
Byrne. Una cinta de bajo presupuesto que combina Hamlet con la historia
original y vikinga (Saxo Grammaticus). Las opiniones se dividen entre “tan mala
que termina siendo buena” y “tan promedio que resulta siendo aceptable”. El
último caso es el de la serie “Sons of
Anarchy” (del canal FX), que trata de una banda de motoqueros que actuan al
borde la ley pero de fondo es una versión de Hamlet ambientada en la época
moderna.
Además de engendrar perturbadores
adaptaciones, Hamlet es conocida por haber sido generadora y frases clichés que
se usaron y parodiaron en todas partes. De todas ellas, seguramente la más
conocida (e incomprendida) sea “Ser o no
ser…”, que es el comienzo del afamado soliloquio del inicio del acto III.
La obra de teatro no tiene uno, ni dos, sino
siete soliloquios en total. Todos son de una profundidad sin igual, y todos están
íntimamente relacionados con la trama y el desarrollo del personaje que lo
recita. En ese sentido, la estructura de la obra se ajusta a la del teatro
isabelino: cinco actos, todos de diferente longitud, y con un lugar especial
para los monólogos.
Popular y erróneamente se asocia el monólogo
de “Ser o no ser” (que sucede en el
acto III) con la calavera del bufón Yorick
que Hamlet encuentra en el cementerio durante el acto V. En realidad este
monólogo –el tercero de una serie de pensamientos en voz alta que se formula el
protagonista– es de carácter existencial y se centra en la duda, pero no tiene
nada que ver con una calavera.
En su base, Hamlet es un intelectual quejoso
que tiene la carga del peso de su vida. Sus pensamientos paralizan su accionar
y es exactamente lo que expone en el soliloquio. Lo interesante de lo que dice
es que, más allá de su locura fingida, hace observaciones muy agudas en cuando
al espíritu humano, el amor, los pecados y la muerte.
Se trata de un monólogo tremendo y cargado de
significado que tiene mucha tela para cortar. Sorprendentemente, se mantiene muy contemporáneo en sus palabras,
pese a tener más de 400 años de antigüedad.
“Ser
o No Ser, esa es la cuestión”
Hamlet se muestra natural, sin tapujos. Pone
en relevancia la incertidumbre de cómo debe vivir, actuar y comportarse
frente a los demás . Hay quienes afirman que su frase “ser o no ser”
se refiere a ser o no ser como su tío Claudio (es decir, un pecador).
La verdad
es que parecería tener un sentido más amplio: ser humano de forma completa, con
todo lo que implica, las más y las menos, las injurias y penurias, o abandonar
todo y dejarse llevar por la vida.
“Si es más
noble para el Alma soportar las flechas y pedradas de la
áspera Fortuna
o armarse
contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro”
Aparece el cuestionamiento de actuar de forma
honrada (sabiendo que vas a ser golpeado por la vida) frente a conformarse con
lo que pasa alrededor.
“Morir:
dormir, nada más.
Y si durmiendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales
herencia
de la carne, ¿sería una conclusión seriamente deseable?”
Morir,
dormir: dormir, tal vez soñar.
Sí, ese es el estorbo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño
eterno
ya libres
del agobio terrenal,
es una
consideración que frena el juicio y da tan larga vida a la desgracia.
Pues,
¿quién soportaría los azotes e injurias de este mundo,
el desmán
del Tirano, la afrenta del Soberbio, las penas del amor
menospreciado,
la tardanza de
la ley, la Arrogancia del cargo, los Insultos que
sufre la paciencia,
pudiendo
cerrar cuentas uno mismo con un simple puñal?
¿Quién
lleva esas cargas, gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida,
si no
es porque el temor al más allá, la tierra inexplorada de cuyas
fronteras ningún viajero vuelve,
detiene
los sentidos y nos hace soportar los males que tenemos
antes que
huir hacia otros que ignoramos?
Todos estos versos ejemplifican y desarrollan
el dilema planteado al principio por medio de metáforas, ejemplos y diferentes
dicotomías: rebeldía vs. resignación, vivir vs. morir, acción vs. reflexión.
Hamlet se plantea lo sencillo y fácil que sería poner fin a todos los males con
el suicidio (“…pudiendo cerrar
cuentas uno mismo con un simple puñal?”), y la idea de que es el
desconocimiento de lo que hay luego de la muerte lo que pone freno a esa maniobra.
Hamlet plantea el dilema, lo extiende, lo
desarrolla, y luego llega a la inevitable conclusión sobre el final:
La conciencia
nos vuelve unos cobardes,
el color
natural de nuestro ánimo se mustia con el pálido matiz del pensamiento,
y empresas
de gran peso y entidad por tal motivo se desvían de su curso
y ya no
son acción.
Tomar conciencia sobre nuestros actos sin
convertir el pensamiento en acción, propone Hamlet, hace que el individuo se
paralice. Es una conclusión que él aplica a su situación particular, pero que
puede extenderse a cualquier ámbito de nuestras vidas. Rendirse o seguir
peleando. Cuando pensamos demasiado las cosas, cuando nos conformamos con las
injusticias, cuando dejamos que las cosas suceden porque “así sucedieron
siempre”, somos unos cobardes.
Cada vez que releo este monólogo, se me eriza
la piel.
Aunque el texto en español es una traducción
posible de las tantas que hay dando vueltas, la densidad conceptual está
presente. Hay una precisión en la elección de palabras y elegancia en la forma
en que arma cada verso. Hay muchísimos recursos formales empleados y que moldean
el contenido para intensificar ideas importantes y brindar más fuerza a lo que
se quiere transmitir.
Shakespeare fue un
conocedor del alma humana y las penurias del hambre. No es casual que por eso
tantos de sus personajes se hayan convertidos en símbolos y fluentes de
influencias. Si Macbeth representa
la ambición humana, y Romeo y Julieta
el amor, Hamlet es la vacilación por
excelencia. Muchos investigadores se han preguntado por qué él tarda tanto
tiempo (esencialmente toda la obra) en llevar a cabo su plan, por qué duda
tanto. Al respecto hay varias teorías interesantes, pero serán motivo de otro
post.
Leer Hamlet
es ponerse uno contra uno con las dualidades más elementales del hombre: la
locura y la razón, la honradez frente a la maldad, y la justicia por medios
legales frente a la venganza (justicia por mano propia).
Temas, por supuesto,
atemporales.
►El
soliloquio de Hamlet en mi traducción preferida:
Ser o No Ser, esa es la
cuestión:
Si es más noble para el Alma soportar las flechas y pedradas de la
áspera Fortuna
o armarse contra un mar de adversidades
y darles fin en el encuentro....
Morir: dormir, nada más.
Y si durmiendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales
herencia de la carne, ¿sería una conclusión
seriamente deseable?
Morir, dormir: dormir, tal vez soñar.
Sí, ese es el estorbo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño
eterno
ya libres del agobio terrenal,
es una consideración que frena el juicio y da
tan larga vida a la desgracia.
Pues, ¿quién soportaría los azotes
e injurias de este mundo,
el desmán del Tirano, la afrenta
del Soberbio, las penas del amor menospreciado,
la tardanza de la ley, la Arrogancia del
cargo, los Insultos que sufre la paciencia,
pudiendo cerrar cuentas uno
mismo con un simple puñal?
¿Quién lleva esas cargas, gimiendo y sudando
bajo el peso de esta vida,
si no es porque el temor al más
allá, la tierra inexplorada de cuyas fronteras ningún viajero vuelve,
detiene los sentidos y nos hace
soportar los males que tenemos
antes que huir hacia otros que
ignoramos?
La conciencia nos vuelve unos cobardes,
el color natural de nuestro ánimo se mustia
con el pálido matiz del pensamiento,
y empresas de gran peso y entidad por tal
motivo se desvían de su curso
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La tradición religiosa habla de un Dios que –como un alfarero–modeló el hombre con barro (polvo). La
cultura romana, por su parte, nos relata un mito reelaborado: Pigmalión, un
escultor, fabricó una estatua de marfil representando
su ideal de mujer y se enamoró de su propia creación. La diosa Venus dio
vida a la estatua atendiendo a sus plegarias.
Hoy al “efecto Pigmalión” se lo estudia desde el aspecto psicológico:
describe cómo la creencia que una persona tiene sobre otra puede influir en su rendimiento (y de hecho lo hace). Probablemente sea Bernard Shaw (con su obra teatral que fue llevaba al cine bajo el
nombre My Fair Lady en 1956) el culpable de cambiarle el
sentido al mito original.
...En su obra, Higgins acaba enamorándose de su creación
(una chica del arrabal reconstruida, como alumna, en una dama). Eliza Doolittle es simbólicamente
"traída a la vida" por su profesor, Henry Higgins, quien le enseña a comportarse en situaciones
sociales y perfeccionar su acento.
==> Roshental
y Jacobson, estudiosos del tema, explicaron en 1968 cómo el maestro puede actuar positivamente convirtiendo sus
percepciones sobre cada alumno en una didáctica individualizada que le lleva,
constructiva o destructivamente, a confirmar esas mismas percepciones (una
suerte de “profecía autocumplida”).
► La idea de un personaje emocionalmente vinculado con su propia
creación es uno de los tropos universales más utilizados (y más interesantes)
del Cine y la Literatura, y es más
antiguo que el feudalismo (considerando su origen romano).
La historia de
Pigmalión ha sido ampliamente transmitida y representada
en las artes a través de los siglos.
En “S1m0ne” (2002),
por ejemplo, el mito toma un giro posmoderno cuando aparece una inteligencia
artificial generada por ordenador como el
objeto de amor de Al Pacino. “Ruby
Sparks” (2012) juega literalmente con Pigmalión
como fuente de inspiración, ya que es lo que motiva al protagonista a crear la
historia de Zoe Kazan, quien cobra
vida de forma misteriosa.
“Decontructing
Harry”, una de mis favoritas de Woody
Allen, provee un ejemplo interesante: la historia nos cuenta la relación romántica del escritor Harry y la joven Fay, a quien él primero considera una fan, luego una admiradora, luego una alumna y
finalmente termina enamorándose de ella (aunque
el sentimiento está lejos de ser mutuo).
Por su parte, H.P. Lovecraft y Nathaniel
Hawthorne han escrito su tirada de relatos cortos inspirados en este efecto
(“The Birth-Mark”, de Hawthorne, y “Herbert West”, de Lovecraft) y tenemos
el caso especial de don Jorge Luis
Borges, con un cuento en el que me gustaría detenerme.
► “Las
ruinas circulares” (pueden leerlo en este link) es un recuento contemporáneo
del mito de Pigmalión, aunque
disfrazado en la historia de un hombre
gris (sin nombre) en un intento de recrear a otro hombre a través del sueño
(“Dios formó al hombre del
polvo de la tierra”). Cuando finalmente lo logra (#SpoilerAlert) descubre que él mismo
es un ser soñado por otro.
«Quería
soñar un hombre: quería soñarlo
con
integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. »
(“Las
ruinas circulares”, J.L. Borges)
Es impresionante como un cuento de solo un par
de hojas puede contener tanta
información para el análisis. Entre los varios temas sugeridos se
encuentran algunos clásicos del autor: el proceso de creación literaria, la
filosofía budista, el idealismo, y ciertas nociones de la cábala (como la
leyenda del Golem).
Igual que Pinocho (que cobra vida gracias a una hada), el hombre gris da vida a un
hombre desde la nada, desde cero. Prometo (en un futuro distópico) dedicar un post enterado a analizar y
desmembrar este texto.
Borges no es en vano uno de los escritores argentinos más influyentes de la era posmoderna.
Sus relatos con toques de fantasía y realismo mágico –sus ensayos y poesías–esconden
verdades entre ficciones. El célebre autor se divertía con textos enredados
que exploran profundos temas psicológicos de maneras entretenidas. “Las ruinas
circulares” es, a mi criterio, una de sus mejores obras… y fue influida por un
mito tan antiguo como la vida misma.
El efecto Pigmalión es otra de las grandes influencias literarias… ha inundado
el arte en todas sus formas, y también
las ciencias sociales. Pero claro, esa ya es otra historia.
Leer los clásicos
de la literatura puede ser una experiencia de aprendizaje interesante. Han
sobrevivido el paso del tiempo, son el
retrato de una época y poseen, generalmente, poderosas herramientas literarias. Es bien sabido que es imposible
leer todo lo que uno querría (o ver todo lo que uno querría). El tiempo que
dedicamos a leer una obra es tiempo que dejamos
de dedicarle a otra. Es un intercambio equivalente.
Un costo de
oportunidad.
Un sacrificio.
Por eso es tan difícil, para mí, elegir el próximo libro a leer (o –incluso-
la próxima película, serie o actividad)
Hay grandes clásicos que me quedan por leer. Este
año prometo hacerme tiempo para pegarles una mirada a “Madame Bovary” (Gustave Flaubert, 1856), “El guardián entre el centeno” (J.D. Salinger, 1951) y “Matar a un ruiseñor” (Harper Lee, 1960).
Me seguirán quedando pendientes “Mujercitas”
( Louisa May Alcott, 1868) , “Anna
Karenina” (Leo Tolstoy, 1877) y muchos otros más.
Tampoco leí “Les
Miserables”, una obra de las más importantes dentro del género romántico. La verdad es que todavía no cae dentro de mi prioridad literaria. Quizás sea porque recientemente vi la última producción musical y me
gustó bastante. Quizás no quiero arruinar
ese sentimiento leyendo la novela y cuestionando la fidelidad de su adaptación.
La película no es para todo el mundo, aunque sí una
experiencia única. Es una oportunidad de ver “ópera” en el cine. Además, tiene grandes momentos musicales como el
aclamado “I Dreamed a Dream” de Anne
Hathaway (simplemente fantástico).
Si quieren leer más sobre la película lo pueden
hacer en mi crítica.
La realidad
es que el cine y la literatura son lenguajes distintos. Muchas veces se
fusionan, se mezclan… se acuestan y
después no se llaman al día siguiente. En el mundo cinematográfico
prima la imagen por encima de la palabra, mientras que en el literario es
básicamente palabra. Lo que hace que un libro sea más profundo (y más rico) que
una película es lo mismo que hace que
una puerta de madera que cruje provoque más miedo que un payaso
sosteniendo globos bajo una alcantarilla: la imaginación es (… y siempre será..) mucho más poderosa que la visión.
He tenido el disgusto
de ver adaptaciones de cine muy inferiores a su original en papel. Es triste,
porque las malas adaptaciones persiguen
a los novelistas por el resto de sus vidas (Stephen Kingprobablemente estaría de acuerdo conmigo… pero de eso
hablaremos en otra ocasión).
Pero hoy no es la idea debatir “si la peli es mejor que el libro”.
Tampoco criticar a Hollywood, o como
ya no crea historias originales y se la pasa robando de libros, secuelas y
reboots. Mi objetivo es remarcar que aquellos
que se animen a tomar la pastilla roja pueden descubrir todo un universo literario detrás del cine y
la televisión, que es maravilloso, y que – muchas veces – las películas no
logran ajusticiar.
Aunque no leí a Victor Hugo aún, si
busqué bastante sobre él en blogs y la web en general. Obras como “Nuestra Señora de París” (con su
versión disneyniana más “light” titulada
“El Jorobado de Notre Dame”) y “Los Miserables” han marcado un umbral
dentro de su época. Y eso es lo que hace que un clásico sea tal: nunca deja de estar de moda. Me pareció
interesante enterarme que “Los Miserables”,
escrita mientras Hugo estaba exiliado en Bruselas por oponerse a la política de
Napoleón, es acreedora de la oración más
larga jamás escrita (aproximadamente 800 palabras).
La novela, en sí, es una crítica social (al estilo de lo que hacía -de forma
más metafórica- Charles Dickens) hacia la sociedad de su época. Por lo menos en
la cinta (y seguramente con más profundidad en el libro) se tratan temas
profundos como la injusticia, la
misericordia de Dios, la libertad y la esperanza.
La historia de “El
hombre que ríe” (otra deuda personal) parece haber inspirado al
archienemigo de Batman: el Guasón.
El título hace referencia a un personaje cuya cara ha sido desfigurada y, como
consecuencia, parece que siempre lleva
orgulloso una brillante sonrisa.
En algún momento de mi vida me haré tiempo para
leerme las obras más importantes de Hugo.
Lamentablemente el tiempo es demasiado efímero como para poder hacer todo lo que nos
gustaría. Quizás eso sea lo hermoso de esta vida también, ¿no? Nuestra
capacidad de elección, la habilidad para hacer de nuestro tiempo lo que
deseemos. Sea un buen libro, una película, salir a caminar o recorrer el mundo…
lo importante es dejar algo en esta vida
cuando nos vayamos. Dejar algo como lo han hecho los grandes autores de la
literatura, cuyos libros seguirán trascendiendo las barreras del tiempo por
toda la eternidad. =)
OFF-TOPIC:
les comparto este video de la genial serie “Coupling”
de la BBC donde Jeff intenta “flirtear” con una chica, que se encuentra leyendo
un libro, y termina afirmando que colecciona orejas en un balde. Imperdible.