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miércoles, 30 de enero de 2013

“Sólo hay un Dustin Hoffman” (cuento)


Autor: Luciano Sívori
Género: romance / suspenso

Mi cuento tiene un título muy extraño, pero cuando lo lean entenderán perfectamente el por qué. Personalmente me gustó bastante, y por eso quiero compartirlo con todos. Espero que se sorprendan y se sumerjan en esta particular historia de intriga:


"Solo hay un Dustin Hoffman"

Lo miro completamente en silencio, justo como me indicaron. No sé bien por qué, pero ya siento dos o tres lágrimas rodando por mi mejilla. Él está ahí enfrente, con tanta indiferencia en su rostro que ya comienza a irritarme.

Cinco minutos antes el profesor de teatro nos explicaba el ejercicio. Caminaba con lentitud sobre la alfombra de aquel galpón de madera que usábamos para ensayar.

– Vamos a trabajar sobre las emociones negativas –dijo.

Era un joven apuesto que rondaba los 30, alto y delgado, con una cabellera larga y dorada que seguro deseaban varias mujeres. Le decíamos “Max”, por Maximiliano.

– Cualquier persona es capaz de enojarse. Eso es fácil –continuó mientras deambulaba en círculos por el escenario–. Pero enojarse con la persona indicada, en la intensidad correcta, por motivos justos y de la forma más adecuada… eso es lo difícil. Lo dijo Aristóteles, ¡y qué razón tenía! Lo mismo sucede con cada emoción, el llanto, la alegría, la sorpresa, la ira… Cuando a Dustin Hoffman el director le pide que llore, lo hace. ¡Y cómo lo hace! Pero cuando la escena termina, él también corta. Eso es porque se aferra a un recuerdo que ya tiene superado. Le provoca tristeza, pero no hace catarsis. Eso es lo que quiero que hagan, chicos.

El profesor juntó sus manos y nos miró. Cuando llegó hasta mí se detuvo diciendo:

– Sandra, ¿te animás? ¿Qué te parece subir con Miguel? Creo que sería muy interesante. Quiero que sientas una emoción muy negativa y la exageres. Miguel: te vas a dirigir a tu esposa con total indiferencia. Tenés que ser agresivo con la mirada, para que ella pueda canalizar esa emoción negativa. Se miran uno a otro, sin sacarse los ojos de encima, y sin decir absolutamente nada. ¿Vemos que sale?

Y ahora acá estoy yo, viendo que sale. Observo a Miguel y de pronto recuerdo como empezó todo. Tengo 33 años, él 35. Lo conocí hace un año y sin querer quedamos embarazados. A él no pareció molestarle. Nos casamos enseguida, pero no sabíamos nada uno del otro. Es imposible conocer a una persona en un año; ni en diez tampoco, creo. Empezamos teatro como un intento de hacer algo juntos y descubrir cosas uno de otro. Y ahora estoy llorando frente a él, con su mirada despreocupada y toda la clase como testigos.

Elijo recordar a mi perro, que murió cuando era una niña. Con Mamá le habíamos hecho un entierro y todo. Se llamaba “Max”… Max, qué curioso: igualito que mi guapo profesor. Amo a Miguel, pero si él no estuviera en mi vida… Max definitivamente sería de “mi estilo”.  ¡Qué desperdicio que sea gay!

Así que la frase la había dicho Aristóteles. Miguel suele citarlo mucho. ¿Max? ¿No se llama así también un amigo de Miguel que viene a la ciudad cada tanto?  No sé por qué me pongo a pensar estas cosas. Tendría que enfocarme en recuerdos tristes, como el de mi perro. Encima Miguel no para de mirarme.

Una lagrima rueda por mi mejilla, el sabor salado me vuelve a la realidad con brusquedad. Las lágrimas están cayendo de forma descontrolada, pero no tiene sentido. No me siento triste.

¿Quién fue el que quiso empezar con teatro? Fue Miguel, sí. Él descubrió este lugar. Me dijo que Max era bueno en lo suyo… ¿y cómo lo sabía? Max… como mi perro muerto. Me empieza a molestar demasiado el rostro de Miguel. Así me mira por las noches cada vez que hacemos el amor. El sexo es vacío, sin gracia, sin diversión. Es porque no nos conocemos mucho todavía.

¡Maldición! Mis ojos están vidriosos, repletos de lágrimas. ¿Cuánto le falta a este ejercicio de mierda? ¡Qué incómodo! Esto no tendría que estar pasando. Encima todo el mundo me está mirando, Max, Miguel…

Mis pensamientos se detienen en seco y de pronto mi corazón da un vuelvo. Tiemblo. Al fin, secreta e íntimamente, me doy cuenta de la verdad. Max y Miguel. Max, como mi perro que murió, como el amigo que visita a mi esposo cuando viene a la ciudad. ¿Cómo pude ser tan estúpida?

No puedo evitar ver a Max. No nos mira a nosotros, lo mira a él. Creo que enseguida se da cuenta porque lo escucho decir:

– Basta, corten. Fin de la escena.

Lo intento pero es imposible. Mis lágrimas son más reales de lo que había esperado, ya no se detienen. Supongo que no soy Dustin Hoffman.


FIN



¡Espero que les haya gustado! Por supuesto, están invitados a mis otros cuentos que he publicado en el blog: 


=> El mes que viene sale otro cuento, mientras tanto –y como siempre– los invito a seguir mis novedades a través de mi página

¿Qué opinan de la historia? ¿Qué sabor les dejó? <=

lunes, 28 de enero de 2013

El misterio en la literatura: simbología y ocultismo



Dan Brown pudo haber popularizado el género, pero se trata de un estilo literario que ya estaba muy presente en grandes autores como Umberto Eco (“El nombre de la Rosa”, una de mis grandes deudas literarias) y Arturo Perez-Reverte (“La Tabla de Flandes”). 

Son básicamente tramas de misterio, con un hilo argumental de novela policiaca pero con la GRAN diferencia de que la trama no suele girar alrededor de un crimen per sé. No creo que exista un nombre para este género narrativo, pero suele mezclar simbología, religión, sociedades ocultas y algún cuadro o libro que contiene un secreto escondido.

Tomemos al “El Código Da Vinci” (2003) como ejemplo. Confieso que lo leí y me resultó muy divertido, lleno de acción e intriga y de lectura muy amena. Generó el “boom” de los “libros de conspiraciones” y fue una obra muy controvertida. Pero claro: es simplemente una novela. Combinar el género de suspenso detectivesco con un poco de esoterismo y una teoría de conspiración relacionado con el cristianismo fue un gran acierto en su momento. La historia me sorprendió y me mantuvo atado en todo momento. 

Después leí “El Símbolo Pérdido” (2008) (que continúa la historia de Robert Langdon) y me pareció una fórmula vieja y gastada, de mucha menor calidad que “El Código…” pero igualmente divertido.

El problema con Dan Brown es que supo bien explotar un nicho de mercado, en su momento, pero no logró adaptarse y cambiar.  Sus novelas son “más de lo mismo” y eso ha generado que la gente cree cosas como “El generador de novelas de Dan Brown”, que te arma una trama danbrowniana increíble a partir de dos o tres datos ingresados. #El resultado es SIEMPRE muy cómico#.

=> Cualquiera puede escribir una novela a lo “Dan Brown”: http://probar.blogspot.com.ar/



Me gusta este tipo de literatura porque suele contener “rompecabezas” que van desafiando al protagonista a descubrir que se esconde detrás de algo tan sencillo como un libro o un retrato. Son libros con poca profundidad filosófica y sin demasiadas pretensiones… para pasar el rato. Hace poco vi una cinta (“Artes Liberales”) en la cual la protagonista femenina (una joven muy culta y lectora) confesaba haber leído la saga de Crepúsculo porque “la divertía y la hacía feliz”. Son esos gustos culposos, como se suele decir. No me leo algo como “50 sombras de Grey” ni de casualidad, pero para mí este tipo de libros misteriosos “me divierten y me hacen feliz”.

En otro momento de mi vida encontré una pequeña joyita que me voló la cabeza. “El Enigma del Cuatro” (Ian Caldwell y Dustin Thomason, 2004) es básicamente una novela de estudiantes. Mientras que en “El Código Da Vinci” y en “La Tabla de Flandés” el misterio estaba detrás de una famosa pintura, en este caso es un antiguo libro de nombre impronunciable (“Hypnerotomachia Poliphili”). Sí, admito que tiene personajes muy clichés y mucho relleno… pero es un libro misterioso y fascinante que me hizo feliz.  Presenta enigmas muy interesantes y una linda mirada hacia las relaciones de amistad dentro de una residencia universitaria. A mí me pareció que los personajes eran creíbles e identificables… y admito que la historia me sorprendió bastante.

Lo que más me mantuvo interesado es que el libro antiguo (“Hypnerotomachia Poliphili”) existe, y es muy conocido en el mundo de lo esotérico. El texto tuvo, también, una pequeña aparición en la novela “El Club Dumas” de Arturo Pérez –Reverte (ver posdata cinéfila). “El Enigma del Cuatro” no es tan genial como la obra de Carlos Ruiz Zafón (“La Sombra del Viento”, que también trata de “un libro secreto”) pero me pareció una propuesta literaria muy interesante.


El último libro que leí “del estilo” también me gustó bastante. Su título en inglés es “Brimstone” (2004, lo tradujeron como “La Mano del Diablo”) y tiene una premisa MUY intrigante que comienza como un típico caso de “misterio de tipo cuarto cerrado”: el cadáver de un conocido crítico de arte es hallado muerto dentro de una habitación. Todas las pistas parecen indicar al muerto se lo llevo el mismo Diablo. Lo original de esta historia es que el secreto no está contenido en un cuadro o en un libro antiguo, sino en el muerto. La investigación del agente especial Pendergast y su compañero D´Agosta los llevarán hasta Italia para intentar descubrir si Lucifer está comenzando a cobrar pactos hechos hace años por una sociedad secreta.


Es imposible no relacionar a los protagonistas con el duo de Holmes y Watson, pero aun así la novela tiene un toque de frescura y originalidad. El final es un GRAN homenaje a Edgar Allan Poe, y eso me pareció fascinante. Además, te la dejan picando para la segunda la continuación de la historia (se trata de una trilogía y “La Mano del Diablo” es sólo la primer parte).

Me molestó un poco el relleno en esta novela. Hay algunas historias secundarias que están de sobra y me parecieron innecesarias. Pero se disfruta mucho. El villano está bien logrado y el duelo de inteligencias con Pendergast es muy épico. Una historia entretenida que leí con intriga e interés.

¿Les gusta este tipo de literatura? ¿Qué otra recomendación agregarían a la nota? ¡Espero sus comentarios en el blog o en mi página!


POSDATA CINÉFILA: “La novena puerta”, excelente película de Roman Polanski.

Con más de 10 años de antigüedad, “La novena puerta” es una de las películas más de culto en su género. Está basada muy ligeramente en la novela “El Club Dumas” (1993) de Arturo Pérez – Reverte.  La trama es intrincada, atrapante y gótica. Cada detalle está perfectamente integrado y cuidadosamente ubicado. La fotografía es estupenda, y junto con una música tenebrosa y una atmósfera escalofriante, le dan aún más profundidad a la historia.

¿Lo mejor? Una de esas raras películas que permiten debatir teorías y delirar sobre lo que realmente pasó, quien es quien, los mensajes ocultos, qué significó tal escena, etc. Pueden leer mi crítica completa de la película en este post.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 23 de enero de 2013

“El reloj de pared” (cuento)


Hace no mucho tiempo me contactó José Antonio Hervás, un señor español que lleva adelante un proyecto muy interesante

Se trata de la página “Matemáticas y Poesía”, donde se comparten temas de matemática, monografías, pasatiempos, humor y otros muy valiosos recursos para estudiantes. 

Es un sitio muy bien trabajado, con mucho material y más de 50.000 visitas al mes.



Otra de las secciones de la página es “Colaboraciones Literarias” y ahí es donde entro yo. El administrador del proyecto me ofreció colaborar con su página con un cuento y, por supuesto, así lo hice. Quiero compartirlo con ustedes porque es un relato de suspenso muy lindo que me emocionó. Quizás no sea brillante, pero tiene un buen grado de originalidad.

Haciendo click acá pueden encontrar una mini-biografía mía preparada por la página. La misma expresa: “El joven escritor argentino Luciano Sívori es uno de los autores que en esta ocasión se asoman a las páginas de Matemáticas y Poesía para dejar una aureola de prestigio y belleza literaria en los contenidos del sitio”.


SOBRE EL RELATO: en el cuento de suspenso que les obsequié (“El reloj de pared”), una pareja de ancianos recuerda su infancia y sus desencuentros a lo largo de 30 años, mientras aguardan la llegada de un misterioso visitante.

Puede leerlo directamente de la página, haciendo click acá.

¡Espero que puedan leerlo y comentarlo! 

Por sobre todo ojalá logre sorprender y emocionar con estas pocas palabras. Les dejo un pequeño fragmento de la historia como cierre de este post:





“– ¿A qué hora dijo que venía?

Alberto la siguió observando con expresión de lejanía y dobló su cuello para observar un reloj de pared que colgaba detrás de la puerta de entrada a la casa. Marcaba la hora exacta con unas finas agujas de oro (…) y tenía más de cien años en la familia

– Dentro de diez minutos, más o menos – respondió él.

– ¿Creés que va a venir a tiempo?

Alberto asintió y balanceó su cabeza de manera insegura sobre su cuello delgado.

– Siempre llega a tiempo – fue la vaga respuesta.”



Otros cuentos de mi autoría publicados en el blog:


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martes, 22 de enero de 2013

De monstruos y otras historias. Frankenstein en la literatura



Cuando hace poco vi “Hotel Transylvania”, la genial película de animación de Gendy Tartakovski, me puse a pensar en este post. Es una parodia muy bien lograda de cómo, muchas veces, los monstruos somos realmente nosotros: los humanos. Mary Shelley, en su épico libro “Frankenstein o el moderno Prometeo” expresaba exactamente el mismo mensaje, pero hace casi 200 años. Claro, el título tampoco tiene nada que ver con la cinta de ciencia ficciónPrometeo” de Ridley Scott. O quizás un poquito.

No fue lo único que escribió Mary Shelley, pero si lo más conocido. Publicada originalmente en 1818, la novela nos cuenta la fantástica historia del Dr. Víctor Frankenstein… el hombre que se atrevió a desafiar a Dios para crear una vida. De hecho, el título completo hace referencia, de forma explícita, al mito del titán Prometeo, quién desafió al mismo Zeus entregándole el fuego a los hombres. Fue castigado de formas muy horribles, pero muchas veces se lo representa como “el escultor de la humanidad”.

Un error muy común es llamar al monstruo del doctor como “Frankenstein”. La verdad es que el monstruo nunca tuvo nombre en la novela. Para complicar aún más las cosas, el cine y la TV lo han convertido en un cliché, con sus inventados tornillos y cabeza cuadrada. ¡El pobre ni siquiera era verde, sino de un tono amarillento! 

Lo más loco es que el monstruo tampoco es un ser torpe ni “zombie”, como el cine nos ha querido mostrar. El personaje de la novela es culto, erudito, coherente y lúcido. Físicamente se trata de un sujeto ágil y apto. Lo cierto es que el relato de Shelley es considerado como uno de los grandes precursores de la ciencia ficción moderna.

Como Prometeo, el Dr. Frankenstein usa sus conocimientos para traspasar la barrera de lo permitido. Para quitarle a Dios, y a la Naturaleza, la capacidad de crear una vida. Alquila un ático y dedica su tiempo a exhumar cadáveres, reuniendo lo que necesita para terminar su experimento. Lo más interesante es que la obra plantea varias cuestiones. El monstruo –dotado de un aspecto horrible–, lo único que desea es ser amado, pero es rechazado por su propio padre ni bien nace. El amor se le niega constantemente, generando odio y rencor en su interior. Solamente una niña y un hombre ciego (que son incapaces de juzgarlo por su exterior) lo toman como amigo y le enseñan varias cosas. Pero al no encontrar aceptación en el mundo, el monstruo decide ir tras su creador y vengarse.  


Es, realmente, uno de los relatos de terror más profundos que he leído.

 
El engendro empieza a perseguir a Víctor, asesinando a cada uno de sus seres queridos. Lo tortura psicológicamente y le implora que lo entienda. Si uno se pone a pensar, Víctor es el verdadero villano de la obra. Cuando el monstruo le ruega que cree una novia para él, el científico empieza a hacerlo pero se arrepiente y la elimina junto con su laboratorio. Es interesante como Mary Shelley parte de la teoría de que todos los hombres, por naturalera, tendemos a ser bueno... pero somos corrompidos por la sociedad. Al ser tratado como un monstruo, el engendro termina convirtiéndose en uno (“profecía autocumplicada”). 

Hay mucho de psicología involucrada: el efecto Pigmalión recién se estudiaría más de 100 años después por el Dr. Rosenthal (pero de eso hablaré más adelante).




De cierta forma, Frankenstein termina siendo una gran metáfora, y una enseñanza sobre el lado negativo que puede traer el desarrollo científico. La aventura de la criatura contra su creador es, al fin y al cabo, el castigo consecuente del uso sin ética de la tecnología. Se trata de una novela corta (160 páginas, aprox.) pero al mantener una estructura epistolar (que recuerda todo el tiempo que estamos leyendo literatura del siglo XIX) puede llegar a resultar un poco pesado. Aun así, cuando lo leí de chico me voló la cabeza. Es el típico libro que todos conocen, y nunca nadie ha leído. Todos tienen una imagen mental (errada) del personaje y una nebulosa gris sobre su contenido.

“Frankenstein o el moderno Prometeo” ha sobrevivido al tiempo gracias a la originalidad de su asunto, y sus interesantes visiones acerca de la naturaleza humana. El monstruo ha logrado convertirse en uno de los más famosos y queridos por todos, le debemos a Mary Shelley por dejarnos ese legado en nuestra cultura contemporánea.

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