Cuarta entrega de la saga. Ya hablé
de qué es el animé, cuáles son sus grandes exponentes y dónde puede verse. Hoy
toca resolver la pregunta más existencial de todas: ¿por qué catzo debería ver
animé?
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The road so far…
Allá por 2015 escribí un pequeño (¿pero exitoso?) post donde traté de explicar qué es esto de la animación japonesa (¡un medio, no un género!). La saga continuó, en 2016, explicando un poco aquellos animés considerados esenciales.
La tercera entrega hizo hincapié en las formas de ver animé, que hoy son básicamente tres: servicios de streaming generales (Netflix, Prime, etc), servicios de streaming específicos como Funimation y la Gran C (Crunchyroll) y, por supuesto, la imperturbable Bahía de Jack Sparrow.
En el medio fui reseñando muchas series japonesas que iba mirando año tras año. Hoy el animé se ganó incluso su propia categoría en el blog. Del mismo modo, en cada cierre de temporada trato de armar algún resumen de lo más relevante que haya visto hasta ese momento.
La cuarta parte de la saga se hizo
desear pero acá estamos, tratando de entender adonde está el atractivo de ver
este tipo de historias. Lo curioso es que la pregunta del “por qué” no debería
tener demasiadas vueltas. ¿Por qué nos gusta el cine o los superhéroes? ¿Por
qué disfrutamos de la música, los videojuegos o la literatura? ¿Por qué nos
gusta el arte en general? ¡No reason!
La pregunta del porqué
Sin embargo, parecería que con el animé hay que hacer un esfuerzo adicional para justificarlo, como si no tuviera peso propio. Si bien se ha vuelto mainstream desde hace ya varios años, continúa siendo bastante ridiculizado por los ignorantes e incluso incomprendido por aquellos que se consideran grandes conocedores.
A mí lo que me pasa es que me encanta la animación en general, como lo he demostrado ampliamente en este espacio de vicios personales. Tengo 35 años y sigo divirtiéndome como un chico cada vez que miro Scooby-Doo o las películas animadas de DC. El animé es simplemente una extensión de la animación que tiene su distintivo estilo.
Creo que el problema con la gente –“el problema no son las personas, el problema es la gente”, diría mi hermano Tomás– es que muchos agrupan al animé como un género porque sólo están familiarizados con Pokemon o Dragon Ball Z. En otras palabras, con el shonen: protagonistas masculinos gritando fuerte y tratando de ser los mejores de todo el mundo.
Pero el animé no es un género,
sino un medio para contar historias que puede abordar cualquier género. Y, de
hecho, lo hace. Violet Evergarden, Evangelion, Monster o My Hero Academia
no podrían ser más diferentes entre sí.
Más allá de lo tradicional
La mayor fortaleza del animé, en comparación con la animación occidental, es la forma en que estas series comunican la información y transmiten la emoción. Por lo general, las series de animé tienen tramas, temas y motivos que están fuera de la norma de los medios occidentales.
Siempre digo que sólo en el animé me encuentro con historias, conceptos e ideas que no había visto en ningún otro lado antes. Con la animación no hay límites cuando se trata de contar historias, a diferencia de las películas o las series.
Por supuesto, otro factor importante es el estilo artístico. La forma en que los estudios japoneses pueden dibujar una cara para transmitir emoción y personalidad es realmente asombrosa.
En lo personal, me gusta mucho también que –sin contar las películas (que ya serían otro post)– los capítulos de las series animescas suelen durar 18 minutos en promedio, con lo cual me resultan muy fáciles de consumir en diferentes momentos del día.
Casi siempre tengo algún episodio
preparado en el celular para ver mientras vuelvo de un trote, o pongo alguno en
la TV mientras estoy haciendo ejercicio. Por las noches, antes de acostarme, en
lugar de verme un videíto tonto de Youtube, un capítulo de animé suele ser mi
opción ideal.
Palabras finales
De nuevo: sin que esta nota se convierta en una melosa carta de amor al animé, en mi caso le encuentro motivos para que me cierre por todos lados. Por ejemplo, demuestra que la animación no es sólo cosa de niños… e incluso que la animación puede ser para los niños y seguir siendo fantástica.
Yo todavía me emocionó de sólo pensar en las escenas más poderosas Full Metal Alchemist: Brotherhood. Las vueltas de tuerca que tiene Death Note me siguen pareciendo fascinantes (quizás sea el animé que más veces vi en mi vida) y Evangelion nunca dejó de interpelarme hasta el día de hoy.
Hay animés que me destrozaron, como Your Lie in April, Anohana, A Place Further than the Universe o Hyouka. Otros, como Demon Slayer, Attack on Titan y la saga Fate, me deslumbraron con sus impresionantes batallas. Jamás me reí tanto como viendo School Rumble. Mis modelos a seguir son Tanjiro, Edward Elric y Deku.
El animé puede retratar los mundos más extraños y fantásticos y hacer que todos parezcan reales. Tengo cientos de animés vistos y todavía hay muchísimos que nunca vi ni voy a llegar a ver. Y hay de todo, claro. Para bien o para mal, la animación japonesa se atreve a ser diferente en un mundo del espectáculo que casi siempre juega a lo seguro.
Hay muchas cosas sobre el animé
que me encantan: la diversidad de temas, la belleza de la animación en sí misma,
las tramas más ajustadas, el puro absurdo. Después de un día largo y duro,
definitivamente se ha convertido en una fuente de escapismo.
Y, cuando tengo dudas de por qué amo el animé, generalmente vuelvo a ver esta escena:
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=>> Otros posts sobre ANIMÉ en el blog: “Animé 101: ¿cómo comenzar a ver animé?”; “Animé 102: ¿cómo continuar viendo animé?”; “Animé 103: ¿adónde puedo ver animé?”; “¿Cómo iniciarse en Evangelion?”; “Vinland Saga y el animé en 2019”; “Demon Slayer: nuestros demonios son diferentes”.
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