Darth Vader, Hannibal Lecter, Frank Underwood,
Joffrey Baratheon, Cruela De Vil y el Joker son solo algunos ejemplos. El cine
y la televisión han logrado que los personajes más crueles y oscuros nos seduzcan
con su maldad. Hace unos días vi Brightburn
(traducida en Argentina como “Hijo de la oscuridad”). Pronto la voy a
reseñar en la fan-page, mientras tanto es un buen momento para hablar de los
villanos como protagonistas centrales del relato.
***
Simpatía por
el Diablo
En la actualidad, servicios de streaming como Netflix están realizando una tarea
activa para “romantizar” a los asesinos seriales con docu-series como Las cintas de Ted Bundy, que narra los
36 crímenes cometidos por el popular criminal americano.
Mientras tanto, una película del mismo director
tiene a Zac Efron en el rol de Ted Bundy
(¡Zac Efron! ¡Qué está más bueno que comer pollo con la mano!).
¿De dónde proviene ese culpable (y un tanto
desconcertante) gusto por la maldad bien destilada?
Ha pasado ya un buen tiempo desde que aquel primer
cinematógrafo fuera utilizado para plasmar el movimiento con imágenes reales (la llegada de un tren,
por ejemplo). Hoy el cine es el medio más popular y masivo para contar
historias a través de imágenes y sonidos.
La crisis económica de 1929 dio lugar al éxito de las películas de gánsteres y al policial
negro, narraciones en las que personajes de rasgos morales ambiguos (o,
directamente, antagonistas y villanos) pasaron a ocupar un lugar central.
Eran épocas donde la complejidad psicológica iba un
poco más allá de “el bueno” y “el malo”. Los mafiosos cederían luego su espacio
a los
asesinos en serie, recuperando aquella extraña fascinación con la muerte
que, probablemente, se remonte a los crímenes del legendario Jack el destripador. Un ser humano
detestable que sigue siendo un ícono popular.
Villanos
como protagonistas en el cine
A Alfred
Hitchcock le debemos muchas cosas. Nos educó en la diferencia entre
suspenso y sorpresa, sus producciones fueron esenciales para el movimiento del slasher
dentro del cine de terror, entre sus primeros trabajos encontramos los
elementos esenciales del film noir y hasta pudo haber creado la primera
película de James Bond sin saberlo.
Luego del arrollador éxito de Psicosis (1960), el
asesino en serie recibiría un nuevo empujón. Norman Bates causó auténtico
terror entre los espectadores. No era un monstruo repugnante ni un extranjero
en nuestras tierras. Bates era un tipo de apariencia normal, como vos, como yo.
Alguien muy cercano al núcleo de lo familiar, de lo conocido.
El atroz
encanto de los villanos como protagonistas
Igual que Hitchcock, otros directores
independientes como Stanley Kubrick
(imposible no pensar en La naranja
mecánica o en El Resplandor) y Martin Scorsese, prefirieron que los
malvados llevaran las riendas de sus argumentos.
De hecho, la idea de tener a villanos como
protagonistas es una marca de autor en el cine de Scorsese. Travis Bickle de Taxi Driver es más un antihéroe, pero no podemos negar que los
personajes principales de Casino, El Lobo de Wall Street y Goodfellas no son directamente
maliciosos.
En esta misma sintonía, la trilogía de El Padrino tiene como estrellas a una
familia de brutales mafiosos liderada por Vito y Michael Corleone.
En el terreno de la fantasía, el mismísimo Darth Vader es el hilo conductor de
toda la franquicia de Star Wars. George Lucas explicó, en repetidas ocasiones,
que toda su saga es fundamentalmente sobre Anakin y su progresión desde la
inocencia, las fuerzas del bien, la caída hacia la oscuridad y su subsecuente
redención en El retorno del Jedi (1983).
Estos nuevos directores lograron llevar a los
villanos hacia un paradójico lugar de simpatía. Incluso no siempre eran
castigados o condenados al final como en los clásicos westerns.
Esos
carismáticos villanos modernos
Décadas más tarde de la gran época hitchcockiana, Thomas Harris llegaría con la saga de
Hannibal Lecter. Del otro lado del mundo, Godzilla había sido un villano
protagonista en decenas de películas. También nacerían asesinos carismáticos
como John Doe (Seven, 1995), Patrick
Bateman (American Psycho, 2000) y Louis
Bloom en Nightcrawler (2014).
Con los años nos seguimos enamorando de villanos
como protagonistas porque, muchas veces, resultan más compuestos que los héroes
de armaduras brillantes. El villano ya no es un mero antagonista (oponiéndose a
los objetivos del héroe) sino un personaje cuya complejidad psicológica lo hace
atractivo y hasta noble a ojos del gran público.
Thanos es
el verdadero protagonista de Avengers:
Infinity War (2018) y tenía la
enorme responsabilidad de comerse la cancha. Afortunadamente, cumplió con todas
las expectativas. Su filosofía nihilista, motivaciones fuertes y extremo poder,
rápidamente lo transformaron en el villano más especial que tuvo el MCU.
Encontramos otros malvados interesantes (y
seductores) en aquellos políticos que manipulan los medios a su favor. Son el
caso de Frank Underwood en la serie House of Cards y todo el elenco de Wag the Dog (1998), interesantísima película que desarrollé en esta
otra nota.
Algunas otras películas menos convencionales se
animan a presentar personajes realmente nefastos que, en la vida real, no
dudaríamos en repudiar.
El año 2005 nos entregó tres casos ejemplares: Nick
Naylor en Thank You for Smoking, los
dos protagonistas de Hard Candy –un pedófilo predador y una violenta asesina
serial– y Yuri Orlov, un traficante
de armas ruso que recorre los países en guerra comercializando su producto (Lord of War).
Y, por cierto, ¿sabían que el Joker de The Dark Knight (2008) es considerado por el Instituto de Cine Americano (AFI) como
el mejor villano de la historia del cine?
El manto
protector de la ficción
Como espectadores de series y películas nos hemos
vuelto más exigentes. La clave de nuestro entretenimiento reside, casi siempre,
en los personajes por sobre todo lo demás. Ellos son el principal motivo por el
que se activan respuestas emocionales en nuestro cerebro: empatía, alianzas,
enojos, etc.
Annie Wilkes, Dexter Morgan y Walter White generan
una empatía que no deriva simplemente de un proceso imaginativo, sino que está
profundamente conectada con otros procesos mentales, aquellos relacionados con
lo afectivo.
Estudios científicos revelan que podemos identificarnos
mejor con personajes que son una mezcla de moralidad, conflictos e ideales
antes que con aquellos puramente morales o inmorales. Game of Thrones ha sabido brindar más y mejores villanos
multidimensionales qué héroes clásicos.
Hoy triunfan aquellos relatos cuyos protagonistas
abandonaron el terreno de lo moralmente correcto: antihéroes y villanos se
erigen en tierra de nadie como los grandes favoritos del público.
La línea entre el bien y el mal (si es que algo así
realmente existe) hace tiempo que comenzó a diluirse. Con ello se erigen los
villanos como protagonistas, moviéndose a gusto en espectros de grises.
Sí, es verdad. Los villanos están de moda. Pero se
lo han ganado porque ofrecen personalidades narrativamente más ricas.
Amamos odiar a políticos inescrupulosos,
anarquistas sociales, asesinos seriales y traficantes, porque construyen
personalidades tan misteriosas como magnéticas. Ellos, bajo el solemne manto
protector de la ficción, fácilmente se vuelven íconos populares y fan-favorites.
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=>> Otros posts sobre CINE y SERIES de TV en el blog: “Wag
the dog y la manipulación de los medios”; “Batman:
The war of Jokes and Riddles”; “North
by Northwest: ¿la primera película de James Bond?”; “Psicosis:
el legado de Hitchcock”.
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