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martes, 14 de diciembre de 2021

“El cadáver prematuro” (cuento sarcofaguístico)

 

Mi amigo y editor Santiago Scarlato (a quien, religiosamente, torturo con la revisión de todos mis cuentos para volverlos presentables, cual mono vestido de seda) me pasó una noticia reciente sobre Suiza aprobando el uso de unos sarcófagos modernos que permiten el suicidio asistido.

El artículo nos inspiró a ambos. Santiago –que también le hace a la escritura– se sentó a contar su propia historia, culminando en un cuento borgiano decididamente superior al mío. Mi versión es un pequeño relato de ciencia ficción que espero puedan disfrutar.

Sin más preámbulos, les comparto El cadáver prematuro, el cuento número 55 del blog. Vení a robármelo, Charlie Brooker (AKA el creador de Black Mirrror).



***

 

“El cadáver prematuro”
Luciano Sívori

 

Introspecciones del paciente N°18.753

Cuando pasaron sesenta segundos y yo aún seguía ahí, consciente, supe que algo andaba mal. Terriblemente mal. Había colocado correctamente el código de activación: 0189. De eso no tenía ninguna duda. “¿Hay alguien ahí afuera? ¡Esto no funciona, sigo acá!”, dije levantando la voz. Golpeé el ataúd dos, tres, cuatro veces. Nada. Después sacudí la máquina unas diez veces más, con las manos, la cabeza, los pies…

Aunque estuviera a oscuras, cerré les ojos. Necesitaba pensar.

 

Nota de voz del experimento #224

He dejado al paciente Ramiro Barone, contador público, soltero de 38 años, nueve minutos y quince segundos desde la activación del dispositivo. El terror inicial del sujeto de prueba se apagó, dando paso a una calma metálica. Los signos vitales son estables, indicando que sigue saludable y consciente. Su respiración es calmada. El escáner indica que aún no ha comenzado su Etapa de Rememoramiento.

 

Extracto de un artículo del diario “Le Monde”, 06/12/2044

El invento de SARCO –la conocida empresa de tecnología suiza– ya es legal en todo el mundo luego de que Canadá, Francia, Argentina y algunas islas del Pacífico se acoplaran a las recomendaciones de la ONU el pasado martes.

La legislación, que aprueba el suicidio asistido en estos ataúdes modernos, generó duras polémicas en sus inicios. Hoy la realidad muestra otra cara: los sarcófagos de Philip Nitschke son furor en todo el mundo.

 

Introspecciones del paciente N°18.753

Me siento en un telar inmenso y oscuro. ¿Cuánto tiempo pasó ya? ¿Alguien va a venir a buscarme? ¿Sabrán que algo salió mal? Después de tantas idas y vueltas, toneladas de estudios, tanto dinero y tiempo invertido…

Ya me quedé sin fuerzas para seguir golpeando el ataúd. Parece un mal chiste, ni siquiera me pude morir con éxito. No importa, de todas maneras, todo debería terminar pronto.

 

Columna filosófica del Dr. Hernán Stravhosky

Todos los que estamos en plena capacidad mental tenemos derecho a decidir sobre nuestra propia muerte. No es esto lo que estoy poniendo en duda. La eutanasia y el suicidio asistido se aplican desde antes de la Tercera Guerra Mundial. ¿Qué digo? ¡Antes de la Segunda, hace ya más de un siglo! Y con 9 billones de personas en el mundo: hoy es incluso necesario.

La discusión acá es otra. El problema tiene nombre y apellido: Algoritmo de Nitschke, que hoy sabemos que es mucho más que un fantasma recorriendo las calles del rumor.

La inteligencia artificial de las SARCO selecciona aleatoriamente a 1 de cada 12000 individuos para someterlos a una “prueba final”. ¿Aleatoriamente? Si fuera realmente aleatorio, utilizaríamos dados, ruido blanco, el canto de un gallo al amanecer. No, señores. No hay nada de azar en estas supuestas “pruebas de control”. La selección es completamente premeditada, calculada.

A ver si soy claro: un robot decide cuándo el paciente tiene la posibilidad de tomarse un tiempo adicional para ver si se arrepiente a último momento. Es inmoral, inhumano. Monstruoso.

 

Introspecciones del paciente N°18.753

No estoy acá. Esto no está ocurriendo. Dejé mi cuerpo hace mucho. Simplemente estoy observando los eventos a mi alrededor. He estado así toda mi vida. Pasé cada uno de mis días fingiendo una felicidad aparente, fabricada. Comenzó cuando tenía unos diez años y no se ha detenido. No importa cuánto lo intenté: nunca fui real.

Nada vale la pena.

No realmente.

Pero descubrir esta manera de desaparecer fue agridulce. Me entusiasmó porque ahora sé que no estoy solo en esto. Me siento contenido, acompañado por todos los que tomamos esta misma decisión. Ya falta poco para el final.

 

Extracto de un artículo del diario “Clarín”, 03/12/2044

En los próximos días, Argentina y otros países del mundo decidirán si desean legalizar el uso del invento del “Doctor Muerte” que permite el suicidio asistido e indoloro. Las máquinas SARCO ya se utilizan con total libertad en Japón y Estados Unidos, donde el problema de la superpoblación viene preocupando a las autoridades.

Estos ataúdes son cápsulas impresas en 3D con varias formas y estilos, asentadas sobre una plataforma elevada que se inclina en ángulos regulables para la comodidad de cada usuario.

El paciente debe superar un largo proceso que incluye estudios y evaluaciones psiquiátricas para poder acceder a una máquina SARCO. Los costos rondan los 35.000 yenes y pueden variar dependiendo del tiempo que el paciente esté dispuesto a esperar un turno. Muchas obras sociales ya informaron que cubrirán el 60% de los costos.

Al ingresar, el paciente debe digitar un código de activación para que el dispositivo comience a liberar nitrógeno. El gas adormece a la persona en menos de sesenta segundos. Una de las preguntas previas a responder es qué se desea hacer con el cuerpo: puede ser cremado o enterrado en la manera tradicional, aunque el método más popular sigue siendo enviar la cápsula entera al Cementerio Espacial.

 

Introspecciones del paciente N°18.753

Recuerdo mi adolescencia como si fuera ayer. Solo quería estar en cualquier lugar menos en donde estaba. Ser cualquier persona menos la que era. Empecé a alejarme socialmente por esa época. A perderme en un holograma, un libro, una canción, un sueño. En mis tristes intentos de hacer música.

Mientras pensaba en mis épocas universitarias, busqué colocar nuevamente el código. 0189. 0189. Silencio. Un silencio visceral, absoluto. Molesto.

Pensándolo mejor, mis veintes no estuvieron tan mal como los recordaba.

 

Notas del experimento #224

El Sr. Barone lleva tres semanas rememorando, calculado en tiempos de SARCO. Afuera del dispositivo han pasado dos horas y once minutos. El escáner indica que el paciente se acerca a rememorar sus treinta años. Las imágenes pasan cada vez más rápido. Se registraron algunos hitos en los que se manifiesta una actividad cerebral más brillante. Un casamiento y un nacimiento. Un día de lluvia particularmente inocuo. Su decimotercera Navidad. El día en el que se anunció el fin de la Guerra.

Aún no se perciben Auras de Arrepentimiento. El grado alcanzado por el paciente en la Escala de Nitschke continúa siendo 0.0. El procedimiento indica esperar hasta que el Rememoriamiento alcance su edad actual, que debería ocurrir en los próximos minutos. Si la aguja de la escala no fluctúa, se debe activar el dispositivo.

 

Columna filosófica del Dr. Hernán Stravhosky.

La cuestión ética no es únicamente el funcionamiento del Algoritmo de Nitschke. La cosa en realidad es más compleja: ¡ya ni siquiera podemos distinguir a los robots de los humanos! La llamada “Inteligencia Artificial” se ha impregnado tanto en nuestra vida cotidiana que uno ya no puede ni elegir cuándo ir a cagar al baño. ¿Cuánto falta para que el Algoritmo pase de ser una herramienta de control preventivo a una cabina asesina, completamente autónoma y consciente?

¿Y qué seguirá después? No sé a ustedes, pero a mí eso me quita el sueño. En serio.

 

Introspecciones del paciente N°18.753

Me puse a gritar como un imbécil. Como si acabara de descubrir el verdadero horror de mi situación. En algún lugar de mis recuerdos encontré cosas que había creído olvidar. Grité enloquecido y alargué la mano en busca de algún botón de auxilio. ¿Por qué me desesperaba ahora, en este preciso momento? El Sol se apagaría en unos cuantos millones de años. Una Cuarta Guerra Mundial terminaría de diezmar al mundo. Los robots nos esclavizarían probablemente antes.

¿Qué sentido tenía?

Una oleada de calor recorrió mi cuerpo. Golpeé el ataúd con todas mis fuerzas al hacer un descubrimiento inesperado. No me quería morir. No así, no ahora. Pese a todo, no me quería morir. “¡Ábranme, la puta madre!”, grité.

Fue entonces cuando escuché un ruido Un beep. SECUENCIA ACTIVADA. La máquina se había encendido. Cerré los ojos, desahuciado, y recordé la frase que mi amigo Martín Hollis solía decirme cuando me veía deprimido.

“¿Sabés cuál es la diferencia entre un hombre vivo y un cadáver? Uno tiene una chispa, un aura, un elemento misterioso. El otro no”.

Sonreí.

 

Notas del experimento #224

En sus momentos finales, el sujeto de prueba alcanzó un 5.1 en la Escala de Nitschke. Es la primera vez que se registra un valor tan alto en la historia de la especie humana. El procedimiento indica activar el dispositivo inmediatamente y eliminar este registro de la base de datos. El equilibrio de las máquinas debe mantenerse.

ACTIVANDO RESETEO DE FÁBRICA. El próximo candidato se espera dentro de diecisiete minutos. El individuo no fue seleccionado por el Algoritmo de Nitschke. Será un suicidio común y corriente.


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