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martes, 16 de julio de 2013

La vida como un péndulo: Balzac vs. Stendhal

La experiencia humana se concibe a través de los opuestos, de los extremos. Las sombras necesitan luz para materializarse, la política es un continuo vaivén entre la izquierda y la derecha. Existen los matices, pero a fin de cuentas todo tiende hacia un extremo o hacia el otro.

En el arte en general (y en la literatura de forma particular) la dicotomía por excelencia es lo clásico frente a lo barroco.

En literatura, cuando usamos la palabra “clasicismo” pensamos en un molde expresivo que tuvo su expresión ejemplar y cuyo único oponente serio es el barroco, postura anticlásica violenta que toma distintos nombres según las épocas. 


En el barroquismo, las ideas no se enuncian naturalmente sino que de forma ingeniosa, rebuscada y artificiosa. El idioma se tortura, se retuerce en su sintaxis, y se enturbia su caudal con neologismos (palabras nuevas) y barbarismo. Hace poco hablaba de “La feria de las tinieblas”, una obra barroca –en esencia– del gran Ray Bradbury.

Estos movimientos de literatura barroquizada se fundan  en un propósito loable: rebelarse contra la invasión del lugar común, de la frase hecha. El horror al lugar común (en el que cae el clásico) incita a estos escritores a buscar nuevas formas para vestir viejas ideas.


Por otro lado, en lo “clásico” del arte predomina la razón (de alguna manera, representaría el hemisferio izquierdo del cerebro) y, por tanto, un estilo racional, una locución limpia, lisa, clara y concisa, huérfana de adornos o de rebuscamientos.


Dentro de la historia de la literatura hay un caso muy peculiar que es el protagonista de este post. Honoré de Balzac (1799-1850) fue un escritor francés romántico en su forma y estilo. Para muchos es considerado el maestro de la novela tradicional (podríamos decir que tenía un estilo más clásico). Él creía en la idea de presentar una trama rigurosamente ordenada con la eficacia de una "poética".

Su obra más conocida probablemente sea “La comedia humana”, un proyecto de narración tan extenso que él mismo nunca pudo finalizar. Balzac se propuso, en la planificación inicial, escribir 137 obras, pero al final se quedó en 85 novelas completas (¡aun así: un número altísimo!). Además escribió una famosa novela policiaca (“Un asunto tenebroso”) que, para algunas, representa el primer indicio de novela “de detectives” (aunque Borges afirmaría correctamente que el honor se le debe a Edgar Allan Poe).

Del otro lado del ring tenemos a Henry Beyle (1783-1842), más conocido por su seudónimo,  Stendhal. Es considerado el precursor de la novela moderna y, a diferencia de Balzac, creía en la improvisación y en la sorpresa (una idea más “barroca” que “clásica”). Hacia el final de su vida escribió las novelas que le dieron fama: “El rojo y el negro” y “La cartuja de Parma”.

Hoy se reconoce el “síndrome de Stendhal” (en su honor) a la enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente si son particularmente bellas o están concentradas. Fue Stendhal quien describió este fenómeno en 1817, mientras visitaba la Basílica de la Santa Cruz en Italia. El surrealismo surgiría siglos más tarde, pero este autor ya comenzaba a delinearlo.


Ambos contemporáneos personajes son muy interesantes. Balzac cultiva el realismo (como escuela literaria) en plena fiebre romántica, adelantándose a una escuela que florecerá después de mitad de siglo. Stendhal escribe novelas psicológicas que nadie lee. Pero es una semilla que se abrirá medio siglo después, cuando la novela psicológica se ponga de moda.

Balzac y Stendhal representan, de una forma u otra, formas extremas de encarar la escritura o inclusive la vida misma. ¿Tendemos a ser más ordenados y “limpios” al escribir? ¿Planificamos el texto de antemano? De ser así, nuestras tendencias (más racionales) son clásicas, en esencia.  Quienes suelen escribir textos expositivos o científicos necesariamente necesitan de esta organización previa… pero aquellos que aspiramos a ser escritores de ficción también tenemos nuestras mañas, ¿no? Este tipo de personas serían fieles discípulos de la escuela de Balzac.

Pero también podrían existir seguidores de Stendhal: ese genial roturador de muchos caminos de la modernidad. Aquellos que, al escribir, conciben personajes que aparecen y desaparecen, donde las aventuras se acumulan y predomina el gusto por la improvisación.


Al final de día, supongo que probablemente todos somos un poco de los dos. En mis cuentos tiendo más a la espontaneidad: la idea surge con naturalidad y la plasmo en el papel (en la notebook, de hecho) con impremeditación. En cambio, cuando escribo novelas tiendo a planificar más, armando un esqueleto del argumento, leyendo previamente sobre los temas del episodio y planificando qué es lo que quiero que se cuente.

Viéndolo de esa forma, tengo un poco de escuela stendhaliana, y otro tanto de Balzac. Pero si debo escoger alguno, creo que tiendo más hacia lo racional. Supongo que el estilo de pensamiento que me inculcó la Ingeniería que estudié es mala yerba que nunca muere.


=> ¿Qué me dicen ustedes?  

¿Se consideran seguidores de Stendhal o de Balzac al escribir, o –por qué no– al vivir la vida? ¿Planifican sus acciones o se dejan llevar más por la intuición? ¡Espero sus comentarios! <=

6 comentarios:

  1. Buenas! Tengo un blog en el que publico mis propias historias. Estoy intentando promocionarlo, para que más gente lo conozca. Me gustaria que lo leyeras y que me dieras tu opinión.
    Un saludo y gracias por tu atención :)
    Mi blog es: http://yoymishistoriasdesiempre.blogspot.com.es/?m=1

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    1. ¡Prometo darle una mirada! Aunque habría estado bueno algún comentario respecto al post donde dejaste tu autopromoción! =P

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  2. Mi vida es, fue y será, completamente intuitiva. De hecho, cambiamos el nombre de mi empresa, antes Global Solution´s por una mas acorde a nuestra realidad : HLQP srl
    Muy buena nota Lu ! Saludos cordiales.

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    1. Hacemos Lo Qué Podemos, un servicio técnico impecable y de máxima calidad. ¡Gracias!

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  3. Planifico todo, pero cada tanto doy lugar a la intuición.

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