Leer a Rafael Pinedo siempre es entrar a un espacio reducido, sofocante,
donde el aire escasea y la palabra apenas alcanza para sostener la respiración.
En esta nota, reseña de Frío/Subte, su obra póstuma.
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Pinedo y la destrucción de la cultura
Si hay un leitmotiv que recorre toda la corta obra de Rafael Pinedo es, sin dudas, el de la supervivencia. Hace unos años tuve la suerte de leer Plop, un novelón que obtuvo el Premio de Novela Casa de las Américas en 2002. Dejé mis impresiones de esta novelita en esta nota, que terminó siendo de mis lecturas favoritas en el año 2022.
El autor, que era informático de profesión, falleció prematuramente en 2006 dejando otras dos novelas cortas (“Frío” y “Subte”) que fueron publicadas de forma póstuma. Hoy es considerado un autor de culto dentro del sci-fi argentino, y con justa razón.
Este año finalmente puede encarar estas últimas nouvelles en una compilación que armó Interzona en 2013. Pinedo logró construir un fascinante “trilogía sobre la destrucción de la cultura”, haciendo uso de una prosa tan sencilla como poética que ocurre dentro de mundos posapocalípticos.
Así, su literatura —esa breve pero contundente trilogía de mundos
arrasados que integran Plop, Frío y Subte— funciona como
una meditación sobre la resistencia, pero no como aventura heroica, sino como condena:
persistir aun cuando ya no queda demasiado que valga la pena salvar.
Frío: el silencio de la nieve
De los tres textos reunidos en Frío/Subte, el que más me impresionó fue Frío. La protagonista (una profesora de Economía Doméstica que se queda sola en un convento mientras todos huyen de una ola glacial inexplicable) encarna a la perfección la obstinación humana frente al absurdo.
Su fe y su disciplina —más cercanas a la obsesión que a la esperanza— la llevan a convivir con criaturas que deberían espantarla, pero con las que termina estableciendo un vínculo cuasi religioso.
La novelita es muy divertida, pese a la temática, y también un descenso
lento, inevitable, hacia la animalidad y la locura, narrado con una precisión
cruel que hace pensar en La carretera de McCarthy, pero sin su
resquicio de ternura. Acá la intemperie es absoluta. Me gustó un montón.
Subte: la oscuridad sin salida
Subte, en cambio, no me conmovió con la misma intensidad. La historia de Proc, embarazada y perdida en túneles poblados por lobos y clanes subterráneos, tiene la potencia del arranque —esa carrera desesperada en la penumbra—, pero pierde algo de fuerza en el desarrollo.
El mundo está bien imaginado: un territorio donde la luz es letal, donde los sentidos se agudizan hasta lo insoportable. Sin embargo, la narración, más cortada y vertiginosa que en Frío, no logra sostener el mismo peso simbólico.
Aun así, tiene un buen número de momentos memorables: la sensación de
caminar a ciegas, de avanzar hacia un vacío que puede ser la salvación o la
muerte, deja ecos inquietantes en el lector.
Laberinto: la metáfora extrema
El libro finaliza con un tercer texto, Laberinto, que se lee más como una poesía en prosa, un flujo fragmentado donde lo narrativo cede a la imagen. Un espacio que se transforma sin cesar, una existencia sin coordenadas, apenas intuida.
En este relato, el protagonista parece vivir dentro de un laberinto (si es físico o mental, no lo sabemos por seguro) que continuamente cambia de forma. Y digo "parece" adrede, porque todo es muy ambiguo.
La estructura es todavía más breve que en “Frío” o “Subte”. Se divide en capítulos hiper cortos, de pocas líneas cada uno, en los que vemos cómo es este laberinto, cómo se comporta y lo que hace el protagonista para intentar sobrevivir a él. Si bien es bastante confuso, también me resultó ingenioso.
Confieso que no me interpeló demasiado; más que un relato parece un
experimento, un eco filosófico de la misma obsesión de Pinedo: ¿qué significa
estar vivo en un mundo que se derrumba? Me resulta curioso pensar qué le habrá pasado
por la cabeza al autor por concebir esta pieza.
La obra de Pinedo: claustrofobia y despojo
Lo que unifica a estos textos es la marca indeleble de Pinedo: mundos posapocalípticos, claustrofóbicos, donde la supervivencia no se celebra, se padece.
Su prosa es seca, sin adornos, pero al mismo tiempo cargada de imágenes perturbadoras. Se lo ha comparado con McCarthy, con Ballard, incluso con Dick o Bradbury, pero para mí Pinedo encuentra un tono propio, una especie de minimalismo del desastre.
A diferencia de otros autores argentinos contemporáneos de ciencia
ficción —que apuestan más al despliegue tecnológico o a la sátira cultural—
Pinedo escribe desde la materia más elemental: frío, hambre, oscuridad, fe. Sus
escenarios no son laboratorios del futuro, sino más bien tumbas abiertas donde
el ser humano sigue respirando por pura obstinación.
Palabras finales
Leer Frío/Subte es atravesar la experiencia del encierro y la intemperie al mismo tiempo. Es pensar qué nos hace humanos cuando todo lo demás ha desaparecido: la religión, la tribu, el lenguaje, los sentidos. Pinedo no da respuestas claras, apenas nos deja imágenes que congelan. Quizás esa sea su verdadera herencia: recordarnos que la literatura, como la vida en sus libros, es un modo de resistir lo inevitable.
Por mi parte recomiendo mucho leer a Rafael Pinedo. A veces se cree (erróneamente) que la ciencia ficción (o el sci-fifantasy) es un género que se sustenta solo con un poco de imaginación y alguna vuelta de tuerca entre ridícula y medio "loca". Eso no siempre es tan así. Para dominar el género hay que saber domesticar muy bien los caballos del lenguaje.
Plop me parece una obra maestra y dentro de su último libro Frío/Subte, creo que “Frío” es lo suficientemente destacable como hacer valer la lectura. “Subte” no deja de ser interesante en su concepto, pero se cae un poquito.
Pero
poniendo la trilogía de Pinedo dentro del contexto actual, no queda dudas de
que el tipo era un genio y sabía lo que hacía. Habría sido fascinante conocer su
proceso literario. Otra gran pérdida en un lugar donde no sobran talentos.
Cualquier amante del sci-fi va a encontrar mucho para amar con la
propuesta literaria de este autor.
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Pinedo”; “Los cuerpo del verano, de
M.F. Castagnet”; “Flores que se abren de noche,
un libro de Tomás Downey”; “Plástico cruel (y mis
experiencias teatrales en 2023)”; “César Aira: escritor,
escultor y fugitivo”; “Las cosas que perdimos en
el fuego, de Mariana Enríquez” <==
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