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domingo, 25 de octubre de 2020

Drácula, de Bram Stoker: relectura 15 años después


Leí Drácula durante mi adolescencia y recuerdo que, si bien me había gustado, no me voló la cabeza. Es más, hasta me emboló un poco. Definitivamente no generó en mí el mismo efecto de otros clásicos literarios de monstruos como Frankenstein o Dr. Jekyll y Mr. Hide. Recientemente me dieron ganas de releer a Bram Stoker, 15 años después, para analizar su obra de forma más detallada.


***

Releyendo los clásicos

Estoy intentando encarar lecturas de mi adolescencia, al menos una por año, para tratar de entender cómo fue cambiando mi percepción de cada obra. Hoy tengo unos 30 años y siento que he avanzado muchísimo en relación a ese tímido pibe del 2003.

En el pasado releí La Mano Izquierda de la Oscuridad, Momo (de Michael Ende) y El Principito. Una obrita que, dicho sea de paso, leo una vez cada 5 años… más o menos. A Drácula le tenía ganas hace un montón porque recordaba haberlo leído y las cosas que me generó, pero quería volver a repasar sus artilugios y dispositivos narrativos.

Por ejemplo, me acordaba de que el villanesco Drácula aparece realmente muy poco en la novela y que hay muchos otros personajes rondando la historia que me habían quedado un poco relegados. Pero vayamos por parte…


De adaptaciones y otras yerbas

El argumento original no es tan conocido, por increíble que parezca. Las diferentes adaptaciones han modificado bastantes cosas del canon, generando un efecto de distanciamiento en relación al material fuente. Algo similar a lo que sucedió con la novela Frankenstein, de Mary Shelley.

Quizás la adaptación fílmica más cercana sea el Drácula de Francis Ford Coppola (1992). Es verdad que exagera una relación entre Drácula y Mina e inventa una historia de cómo Drácula se convirtió en vampiro (que la novela nunca explica y da a entender que Drácula ni siquiera sabe cómo sucedió). También es un poco excéntrico con el vestuario y omite la transformación completa del murciélago, pero aparte de estos problemas, es una adaptación bastante precisa.


Hay varios ejemplos de cuestiones que han sido normalizadas como algo que Drácula hace, cuando nunca fue así en la novela.

Por ejemplo, el Conde técnicamente nunca entra en la habitación de Lucy las primeras veces que la muerde. En la primera ocasión, la hipnotiza para que salga de la casa y baje al parque. A partir de ahí, él va a la ventana de su dormitorio como un murciélago y ella trepa por la ventana para ser drenada.

De hecho, Drácula camina libremente durante el día. Éste es otro elemento básico de la ficción vampírica victoriana. La idea de que los vampiros murieran a la luz del sol solo se hizo prevalente a principios del siglo XX gracias a la clásica película Nosferatu.

El vampirismo es realmente vago en esta historia y no está muy claro qué hace. Lo más conocido es que convierte a la víctima en un monstruo, obtienen algunos poderes y beben sangre. Pero fuera de eso, solo recibimos indicios. La novela nunca entra en demasiados detalles sobre las causas específicas del cambio. Por supuesto, eso sólo aumenta la mística de este horror.


La génesis de Drácula

La primera ficción del irlandés Bram Stoker no es de una calidad particularmente alta. Escribió cuentos para niños y luego una primera novela, olvidada por el tiempo.

En el momento en que salió a la luz, en 1897, Drácula fue bien recibida, pero difícilmente un éxito de taquilla. No fue hasta finales del siglo XX, cuando comenzaron a aparecer las versiones cinematográficas de la novela, que la popularidad realmente se disparó y su impacto en la cultura popular se hizo evidente.

Ésta es una novela que tomó un cuento popular bastante oscuro y lo llevó a la fama y al estrellato cultural pop eterno. Se supone que el Conde Drácula es un descendiente de Vlad el Empalador. Stoker aprovechó una criatura mitológica para tomar los miedos de una generación… y tuvo tanto éxito que la misma criatura ha estado haciendo exactamente lo mismo desde entonces.


Casi toda la ficción de vampiros del siglo XX le debe algo a la novela de Stoker, desde Nosferatu, una película muda alemana realizada en 1922, hasta (Blade de 1998) y los libros de Anne Rice. Incluso Edward Cullen se encuentra en la necesidad de reeducar a su novia humana Bella para que no crea en todos los estereotipos de vampiros que se originaron en la novela de Stoker.


El argumento en pocas palabras

La historia se inicia con Jonathan Harker, un joven abogado británico a punto de convertirse en socio. Es enviado al castillo de Drácula, en Transilvania, para hablar sobre un posible negocio. En casa lo espera su joven prometida, Wilhelmina "Mina" Murray.

Jonathan espera volver a casa en unas pocas semanas, pero no sabe que el Conde Drácula es un vampiro antiguo, cuyas intenciones de mudarse a Inglaterra son nada menos que un plan para deleitarse con la sangre londinense.

Mientras tanto en Inglaterra, el Dr. John Seward, guardián de un manicomio, nota un extraño hábito de su paciente Renfield: consumir cosas vivas para absorber su energía vital. Renfield sigue intentando escapar a la vieja casa abandonada al lado del asilo, que parece estar viendo mucha actividad de repente.


Y Lucy Westenra, la hermosa mejor amiga de Mina con un prometido y dos hombres enamorados no correspondidos por ella (el Dr. Seward siendo uno de los dos), está comenzando a enfermarse sin explicación médica.

Continuemos spoileando la historia, que convengamos tiene más de 100 años. Preocupado por la salud de Lucy, el Dr. Seward notifica a su mentor holandés, el Dr. Abraham Van Helsing. Sí, ese Van Helsing.

Él reconoce la enfermedad de Lucy como la marca del vampiro. Luego de varias idas y vueltas, reúne a los seres queridos de Lucy a su alrededor para salvarla: su prometido Arthur, su ex pretendiente estadounidense Quincey Morris, Jonathan Harker (quien fue encontrado severamente traumatizado por Drácula… pero vivo) y Mina.

Descubriendo que el poder de Drácula no funciona (tanto) durante el día, el equipo forma un plan para perseguirlo y librar al mundo de él para siempre. Luego de una batalla brutal, el mal es vencido. El puñal de Jonathan corta el cuello del Conde. Por desgracia, Morris no la cuenta. Tras la muerte de Drácula, la marca en la frente de Mina desaparece.


Sobre la estructura epistolar

Lo primero que llama la atención de la novela es que se presenta como una colección de diarios, telegramas y recortes periodísticos. Es decir: estamos ante una novela epistolar.

Los puntos de vistas varían entre los diarios de personajes como Jonathan (un abogado), Mina (una dama de sociedad) y el psiquiatra Seward. Lo loco es que no solo escriben en casi el mismo estilo, sino que además todos utilizan un lenguaje florido y poético, a pesar de que ninguno de ellos es un escritor profesional.

También se incluyen largas páginas de diálogo que cualquier persona común resumiría. Hasta los documentos oficiales están redactados en prosa. Este estilo barroco (típico del horror gótico al que pertenece la novela) hace que la lectura sea bastante densa y engorrosa. Hay páginas y páginas enteras donde no pasa demasiado.


En cuanto a nuestro héroe, Jonathan Harker no tiene interés en la ciencia como Van Helsing o Seward, no sufrió tragedias como Lucy y Arthur, locura como Renfield o un sacrificio heroico como Quincey Morris, por lo que históricamente ha sido descartado como un protagonista genérico.

Su papel se limita a servir como el juguete masticable del Conde en la primera parte del libro (probablemente la mejor sección de la novela, de hecho) y un interés amoroso para Mina. Muchas adaptaciones condensan su parte o lo eliminan por completo.


Magia vs ciencia: el verdadero tema de Drácula

Para sorpresa de muchos –y algo especialmente relevante por su similitud con Frankenstein– la novela no habla sobre el bien contra el mal ni tampoco sobre el conflicto entre represión y lujuria. Sí, son temáticas que se trabajan junto con la idea de la mujer en la era victoriana y la sexualidad.

En términos más generales, es el clásico argumento romántico versus ilustración; específicamente la idea del “viejo mundo” (magia o superstición” vs. el “nuevo mundo” (ciencia y tecnología). Después de todo, Drácula es una novela gótica que se inclina fuertemente hacia el romanticismo.

El propio Drácula (un protagonista que vemos muy poco a lo largo del texto) mantiene la ventaja a lo largo de la mayor parte de la historia porque su existencia ni siquiera es perceptible para los miembros de este “nuevo mundo”. 

La técnica más aterradora del Conde (para un británico victoriano hombre, claro) es su habilidad para hacer que las sofisticadas mujeres modernas vuelvan a caer en una sexualidad "salvaje".


Drácula no funciona de la forma en que la ciencia dice que funciona el mundo, lo que le permite actuar con impunidad. Irónicamente, Van Helsing logran vencerlo solo al combinar las dos (magia y ciencia).

Helsing –que se convierte en el gran protagonista sobre la segunda mitad del libro– acepta cosas fuera de la cosmovisión científica y usa métodos poco ortodoxos para luchar contra el vampiro. Al mismo tiempo, hace uso de avances científicos modernos (como la tecnología y la teoría criminal) para predecir los movimientos de Drácula y eventualmente derrotarlo.


Los mitos del vampiro

Sí tenemos una buena cantidad de elementos clásicos de los vampiros que ya aparecen en la obra de Bram Stoker. Un primer ejemplo es el de la ausencia de reflejo.

Poco después de su llegada al castillo de Drácula, Harker observa que el edificio está desprovisto de espejos. Cuando Drácula entra silenciosamente en la habitación de Harker mientras él se afeita, se da cuenta de que el Conde, que está parado detrás, no aparece en el espejo como debería. El villano reacciona violentamente y lanza el espejo por una ventana. El reflejo perdido es la primera evidencia sólida de su naturaleza vampírica.

Lo mismo puede decirse del hecho que los vampiros deben ser invitados para poder ingresar a una casa. Drácula también establece el concepto de que los vampiros mezclan sangre con humanos al estilo de Entrevista con un vampiro y Buffy, la cazavampiros.


En la novela, la mezcla de sangre es puramente para que Drácula pueda vincular su mente directamente con la de Mina. Lo que en realidad se afirma en el libro de Van Helsing es que todo lo que se necesita para que un vampiro haga más vampiros es morder a una víctima y su muerte, ya sea rápida o eventual, será suficiente para hacer que se levante de nuevo, que es la versión que se ve en producciones como From Dusk Till Dawn y la franquicia de Blade.

Otras cuestiones comunes que tuvieron su gestación en este texto son la vestimenta roja y negra de Drácula, su desprecio por el ajo, su capacidad de transformarse en animales (como lobos o murciélagos) y su habilidad para volar o trepar muros.


Palabras finales: ¿vale la pena leer Drácula?

Respuesta corta: no. Respuesta larga: es más interesante discutir sobre la novela que realmente leerla.

Dentro del contexto de la historia, existe como una serie de transcripciones de cartas y recortes de periódicos sobre el vampiro epónimo; aproximadamente a la mitad de la novela, Drácula destruye los originales arrojándolos a una chimenea para desacreditar a los protagonistas si alguna vez desean hacer pública su historia. Éste es, ciertamente, un elemento interesante.

El “problema” con la novela (si es que hay alguno) es que divaga demasiado, perdiendo el foco constantemente. La primera parte, con Jonathan en el castillo del Conde, es súper atrapante. Luego dejamos de tener a ambos para pasar a los melodramas de Mina y Lucy, que se estiran por demasiadas páginas. 

En el medio hay muchas páginas que podrían haberse recortado, porque no aportan demasiado al conflicto. Todo se torna denso y un tanto aburrido.


La novela va saltando de un lado a otro sin colocar la dosis justa de suspenso. Está claro que tiene la gran virtud de haber creado el mito de Drácula. Y sin embargo, el personaje fue indudablemente mejorado con posterioridad.

A muchos críticos les gusta leer el Drácula de Stoker como un tratado sobre el temor británico de que las personas que habían colonizado y oprimido durante tanto tiempo vinieran a Gran Bretaña para vengarse. O puede leerse a Drácula por lo que tiene para decir sobre el papel de la mujer (no es casual que las mujeres más peligrosas de la novela también sean las más sexys).

La cuestión es que, como digo, es mucho más atractivo discutir sobre la novela que leerla. Hay tantas interpretaciones posibles que ninguna brilla más que las otras. Luego de la introducción sombría y tensa le siguen una serie de decisiones argumentes que tornan al relato en algo tan aburrido como repetitivo. El resultado final es un gran “meh”, con un ritmo que no deja de decaer notablemente.

Así que si me preguntan: no. Drácula no se sostiene en el tiempo.

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=>> Otros posts sobre LITERATURA en el blog: “La mano izquierda de la oscuridad, de Úrsula Le Guin”; “Reinvención vampírica: los logros de Entrevista con un Vampiro”; “Mundodisco (I): El color de la magia”; “El alquimista, de Paulo Coelho”; “Sobre las complicaciones de vivir por siempre”; “De monstruos y otras historias: Frankenstein en la literatura”.

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4 comentarios:

  1. La he leído y olvidado en gran parte. Lo que no puedo decir de la película de Ford Coppola.
    Coincido mucho con el relato.
    Hay una antipatía que suele despertarme el personaje de Van Helsing. Tal vez por lo de la ciencia vs lo mágico. O tal vez no me convence para nada su acción con Lucy. Y menos con las Novias de Dracula, que han adquirido trascendencia, tal vez más que la del mismo Draculo. Y en película, una es interpretada por Mónica Bellucci.

    Creo que es más recomendable Carmilla, leída por el Bram Stoker.

    Interesante entrada.

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  2. Luis Manteiga Pousa1 de febrero de 2023, 20:13

    Sin quitarle ningún merito creo que tanto la novela como las películas de Drácula tienen un error. Tras tanto tiempo de vampiro lo lógico es que hubiese vampirizado a muchísima gente, todo un ejercito de vampiros. Y sobre todo cuando va a Londres.

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