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jueves, 30 de mayo de 2019

La raíz del mal en “The White Ribbon” (2009)


En vísperas de la Primera Guerra Mundial, extraños sucesos comienzan a ocurrir –a modo de ritual de castigo– en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. En esta nota quiero analizar The White Ribbon, seminal película de Michael Haneke que reflexiona sobre los orígenes del nazismo.





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El cine de Michael Haneke

El arte de este realizador austríaco es, por sobre todo, dos cosas: comprometido socialmente y anti-comercial (lo que a veces se ha traducido también como “aburrido, exageradamente artístico y minuciosamente introspectivo”).

Es un director complicado porque sus películas tienen ritmos y narraciones extrañas que van en contra de lo que propone el cine al otro lado del continente. Su trabajo frecuentemente examina temáticas sociales, la violencia latente, sensaciones de distanciamiento y otros conflictos del estilo que no te levantan el ánimo de ningún modo.


Sus producciones son al séptimo arte como, en algún punto, fue Bertolt Brecht al teatro de ruptura. Ambos realizadores son de origen alemán y en ambos sus preocupaciones pasan por “avivar al espectador”, despertarlo de aquel ensueño que provoca el escapismo, convertirlo en un participante activo.

En La excepción y la regla (1930), Brecht decía:
No acepten lo habitual como una cosa natural, pues en tiempos de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe ser natural, nada de ser imposible de cambiar”.

En la misma sintonía, Haneke ha dicho en entrevistas:
Mis películas están hechas como estatutos políticos en contra del cine “facilón” americano. Pretendo que sean un desempoderamiento del espectador. (…) apelo a un arte que plantea preguntas, en lugar de falsas respuestas. (…) que provoque conflicto, y luego diálogo, en lugar de consumo y consenso.

Una exploración ambigua sobre el mal

Caché (2005) es una película tremenda que cumple con todos los predicados del cine de este director. Analicé quién pudo haber enviado aquellas tenebrosas cintas de video en esta nota para el blog.

Es The White Ribbon (2009), sin embargo, la que generalmente se considera como la definición misma de Haneke. El argumento nos enseña la cotidianeidad de un tranquilo poblado donde, progresivamente, va ingresando la maldad en estado puro. Es una exploración sutil –tan consciente como ambigua– del origen de una generación que años más tarde se convertiría en la más despiadada de la historia.


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#SpoilerAlert. Estoy obligado a mencionar que, a partir de este momento, se presentan spoilers para la película The White Ribbon que revelan giros argumentales importantes. ¡Están avisados!

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El puesto N° 18

Michael Haneke explícitamente quería hacer una película sobre las raíces del mal y las desviaciones sociales que preludiaron el auge del nazismo. Su respuesta fue esta monocromática producción alemana (Das weiße Band, por su título original) que le llevó años confeccionar.

El director –a quien le gusta tener el control total de sus obras al mejor estilo Stanley Kubrick– entrevistó a más de 7000 niños durante un periodo de casting que duró seis meses. Si vieron la película, saben la importancia que tienen los chicos en el argumento, ocupando un rol central.

Pese a que no ganó la categoría de Mejor Película Extranjera en los Oscars de ese año (y mejor que así fuera, ¡porque el premio fue para El secreto de sus ojos!), si barrió con todos los festivales europeos, incluyendo el de Cannes.

Hoy es considerada una de las “100 mejores películas del siglo XXI” según un estudio realizado por la BBC (que, de hecho, mencioné por acá en relación al primer puesto). The White Ribbon ocupa el puesto #18 de aquel ranking, lo que no es poca cosa.


Foreshadowing en plena forma en "The White Ribbon"

¿De qué va la historia?

El film sigue la vida de la aldea de Eichwald, un lugar ficticio en Alemania, en el año 1913. Es el clásico pueblito donde parece nunca pasar nada. Pero, puertas adentro, existen abusos de padres a hijos (que son educados con rigor extremo). Hay todo tipo de violaciones, inhibiciones y castigos. Por supuesto, como espectadores nos vamos enterando de forma muy progresiva.

El título surge, de forma literal, cuando el párroco protestante hace que sus hijos lleven cintas blancas como símbolo de inocencia. Claro que “la cinta blanca” es también la metáfora de esos ideales de virtud a los que se aferran algunos adultos del lugar.

Poco a poco, atrocidades de distinta índole comienzan a hacerle creer a los pueblerinos que están sufriendo algún tipo de castigo divino.

¿Qué tipo de cosas? El caballo del médico tropieza (causando graves heridas sobre el hombre). Un granero se quema por la noche. Una mujer obrera sufre un insólito accidente de trabajo. Un recién nacido enferma cuando una mano abre la ventana de su cuarto en pleno invierno. El hijo mayor del barón es secuestrado y maltratado. Un niño indefenso (y con deficiencia mental) es apuñalado en los ojos. Yep...


Ya saben, las típicas cosas que pasan en las aldeas pequeñas de principios del 1900. 

¿Están siendo castigados por un dios salvaje y rencoroso? ¿Existe alguna fuerza sobrenatural rondándolos? ¿O el mal que los aqueja tiene nombre y apellido?

Those creepy kids

Ya coloqué el aviso del SpoilerAlert, así que puedo decirlo sin tapujos: son los pibes. Those creepy kids. Un grupo de niños fueron los causantes de todas las atrocidades. La película desliza este hecho con relativa ambigüedad y sin brindar un verdadero motivo, lo cual es otra manera de decirnos: “ahora les toca ustedes”.

Haneke plantea interrogantes, no respuestas fáciles. Los niños de The White Ribbon son la generación de alemanes que, no mucho tiempo después, crearán el movimiento nacionalsocialismo.

Esto es súper intencional, claro, y la idea de la película es que puede aplicarse no sólo al fascismo sino a cualquier movimiento radical (por ejemplo: el terrorismo). Por ese motivo, el subtítulo de la película (“Un cuento infantil alemán”) fue removido de todas las traducciones. Las temáticas que se presentan son de índole universal.


"Le di a Dios una oportunidad de matarme. Él no lo hizo, así que está contento conmigo."

A los ojos del director, un ambiente protestante y de extrema represión sexual, que castiga y quita derechos y libertades, es el nicho perfecto para la aparición de algo como el nazismo. Según su teoría social, el mismo patrón ha desarrollado el fundamentalismo islam en las sociedades actuales.

Por supuesto, intentar explicar el origen del mal exclusivamente como producto del medio es simplista y va en contra de las observaciones que presenta el sentido común. Muchas personas (de hecho, la mayoría de las personas) han crecido en regímenes opresivos y no se han convertido en terroristas suicidas o en asesinos seriales. Algo está faltando en la ecuación.

Me cito a mí mismo cuando analicé Tenemos que hablar de Kevin (2011) en esta nota. Hoy sabemos que ambos tipos de factores (ambientales y hereditarios) interactúan de formas complejas para determinar el desarrollo de un individuo. Entender qué factor contribuye más a una persona es como querer determinar qué contribuye más al área de un rectángulo: su largo o su ancho.


"Pensaba que lo sabía. Ahora no estoy tan seguro." Peliculón sobre el origen del mal...

De nuevo: Haneke no busca responder a estos eternos debates. Plantea los interrogantes, nos expone ante una situación específica. El resto depende de nosotros.

El efecto de distanciamiento

Haber mencionado a Bertolt Brecht anteriormente no fue casual. Haneke deliberadamente utilizó los artilugios narrativos y espaciales del dramaturgo alemán en su propia película.

El verfremdungseffekt, traducido a veces como “efecto de extrañamiento”, otras como de “distanciamiento”, fue la técnica creada por Brecht para lograr que su público no se viera hipnotizado por el ilusorio mundo de la ficción, evitando la catarsis.

El teatro de Brecht rompía con la cuarta pared o tenía actores pasando carteles y pancartas que anticipaban lo que iba a suceder. La puesta en escena era mínima y artificial, las actuaciones exageradas y la luz bien brillante en lugar de algo tenue. Era la manera de gritar a los espectadores que estaban dentro de una obra de teatro, quebrando cualquier tipo de escapismo.

El objetivo era que la audiencia no se emocionara simplemente con lo que estaba sucediendo en escena, sino que pudieran convertirse en espectadores racionales, pensantes.

La elección de mostrar The White Ribbon en blanco y negro se basó, parcialmente, en una búsqueda del parecido a las fotografías de aquella época, pero también como forma de distanciamiento.

Hay otros ejemplos de “extrañamiento” en la obra. Toda la trama gira en torno a la brutalidad parental, represión y abusos contra los niños. Por ejemplo, en una escena el párroco le pregunta a uno de sus hijos si se masturba. Cuando el pequeño admite que sí lo hace, el padre comienza a atarle las manos a la cama por las noches.


Estos adultos, a diferencia de los niños, no tienen nombres propios. Son figuras de autoridad en lugar de personas reales: el pastor, el barón, la criada, el mayordomo, etc. Esto incluye al narrador (quizás el único buen tipo de la película) que es conocido simplemente como “El profesor de la escuela”.

Palabras finales

The White Ribbon es una película larga, lenta y difícil de seguir. Prácticamente no tiene soundtrack y es tan silenciosa que, si te distraés, corrés el riesgo de dormirte. La fotografía en blanco y negro no ayuda tampoco. El interés pasa por ir descubriendo quién es el culpable de estos hechos atroces.

No es la película que querría ver un sábado a la noche con birra, amigos y cerveza. No va por ese lado. Al cine de Haneke hay que agarrarlo con cuidado o no agarrarlo directamente. A mí la narración me mantuvo al borde del abismo pese a que le habría recortado media horita por lo menos.

De todas maneras, no deja de ser una experiencia cinéfila fascinante y –por sobre todo– diferente. The White Ribbon es una exótica parábola histórica (sin moralejas o enseñanzas) que se te queda pegada durante un buen tiempo. Es también de esas historias con suficiente tela para cortar como para ameritar una entrada en mi blog

Vale la pena descubrirla y repensarla.

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