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lunes, 7 de enero de 2019

“Frances Ha” y el encanto de filmar en blanco y negro


Ocasionalmente llegan a los cines grandes joyitas modernas que le huyen a la convencional fotografía en color. Frances Ha, del 2012, es una de ellas. En esta nota quiero reflexionar sobre esa película y el encanto de filmar en blanco y negro.



***

Cine de luces y sombras

La cinematografía en blanco y negro está tan muerta como los westerns. O, por lo menos, es igual de rara. En ocasiones el western recibe una exitosa resurrección, con nuevos clásicos modernos (La balada de Buster Scruggs) o series de TV exitosas (Westworld a la cabeza), pero no es lo más usual.

Del mismo modo, las películas en blanco y negro son una especie en extinción desde la década de los ´70, años donde la tecnología comenzó a ser considerada obsoleta.

De hecho, luego de 1966 ya no hubo una categoría separada para “películas en blanco y negro” en los Oscars. Para poder tener la libertad de filmar de ese manera en grandes estudios, tenías que ser un Spielberg (La lista de Schindler) o un Scorsese (Raging Bull). O, a lo mejor, un Woody Allen con la excusa de abaratar costos.


La técnica de filmar en blanco y negro es usual en el cine independiente todavía hoy. El clásico de culto Clerks (1994) fue filmado así con fines presupuestarios.

Frances Ha se filmó digitalmente de las dos formas. La elección final  del director Noah Baumbach de ir lo monocromático fue para homenajear a películas como Manhattan de Woody Allen y las obras de la Nueva Ola Francesa (por ejemplo, las películas de Truffaut) que claramente fueron fuente de inspiración.

En realidad, las películas a color ya estaban disponibles desde los años ´30, pero era un proceso costoso. Además, como la tecnología aún no era óptima, los colores podían cambiar según los productos químicos utilizados y el tiempo de exposición. Para complicar las cosas, no había muchas cámaras disponibles que pudieran utilizar color.

Por todos esos motivos, durante muchos años filmar en blanco y negro era la opción preferida por los directores.

Technicolor desarrolló una tecnología consistente a principios 40. De allí surgió El Mago de Oz, estrenada en 1939 y considerada una súper producción por su intenso uso de colores.


La empresa se vio forzada –a través de las leyes antimonopolio de la época– a licenciar su proceso libre de regalías. Esto logró un avance sin precedentes: la filmación en color pasó a ser mucho más económica y asequible.

Una opción artística

Hoy filmar en blanco y negro es más una opción artística que otra cosa. Uno de los grandes directores de fotografía, el aclamado Roger Deakins, supo explicar el concepto con solidez. Para él, “el blanco y negro obliga al espectador a enfocarse en el contenido más que en la forma. Concentra toda la atención en lo que está en el encuadre”.

Hay tantos fans que comentaron que Logan habría funcionado todavía mejor de esa manera, que el blu-ray terminó incluyendo la versión “Logan Noir”, con una hermosa fotografía monocromática. Al respecto, el director James Mangold aclaró:
Durante la producción de Logan hice muchas fotografías en blanco y negro y me di cuenta de la fuerza y el dramatismo que nuestros personajes y localizaciones ofrecían así.”

Deakins estaría de acuerdo con Mangold. Frecuentemente el color puede ser una distracción. En palabras suyas:
Es más fácil hacer que el color se vea bien, pero es más difícil hacer que el color esté al  servicio de la historia. Las imágenes en blanco y negro son mucho más sobre el equilibrio entre la luz y la sombra en el marco, y creo que puede ayudar a transmitir puntos de la historia mucho mejor y con menos distracciones.”

Indudablemente el color es seductor. Pero más desafiante es crear un marco en blanco y negro bien compuesto y bien iluminado, donde formas y superficies queden separadas mediante el uso de luces y sombras.


El encanto de Frances Ha

Frances Ha (el título es un ocurrente juego de palabras que sólo se comprende del todo al final) es una simpática fábula sobre la juventud, las relaciones y la búsqueda de la identidad.

El personaje de Frances –inmortalizado por la adorable Greta Gerwig (quien luego pasaría a la silla de director con producciones como Lady Bird)– es una chica de 27 años viviendo en Nueva York y decidida a cumplir su sueño de poder vivir de la danza contemporánea, aunque no sea especialmente virtuosa.

Puede que sea una película pequeña e íntima, pero retrata muchas cosas muy bien, tiene un humor afilado, un ritmo desenvuelto y grandes interpretaciones. Además, Benji y Lev (Michael Zegen y Adam Driver, respectivamente) son los pibes más copados del mundo. ¿Quién no querría tenerlos de compañeros de departamento?


La película logra capturar un tono clásico en un relato contemporáneo. Frances no quiere que nadie tenga que bancarla económicamente y no se avergüenza de invitar a comer a un hombre. Por supuesto, cuando resulta que su tarjeta no funciona, no puede hacer más que morirse de vergüenza (“I’m so embarrassed. I’m not a real person yet”).

Para todos los que alguna vez tuvimos veinte y tantos, luchando por sobrevivir en este caótico mundo, Frances Ha toca muchos acordes resonantes.

Frances se mueve mucho de un lado a otro, pero sin poder avanzar realmente en su vida. Filmar en blanco y negro, en este caso, es una manera de capturar cierta soledad y melancolía que sufre la protagonista al ir perdiendo a su mejor amiga (o, más bien, descubrir que las amistades van evolucionando), buscando un nuevo departamento (que pueda pagar) e intentando vivir de sus verdaderas pasiones.

Entre la vocación y lo rentable

Frances Ha trabaja muchos temas. Uno de ellos (quizás el que más me toca a mí en lo personal) es ese deseo de Frances de poder unir su vocación con la plata necesaria para llegar a fin de mes.

Yo soy escritor (tengo dos novelas publicadas, decenas de cuentos y hasta una obra dramática), actor, redactor de cine y docente universitario. Todas cosas que me apasionan. Además soy Ingeniero en Software. ¿Adivinen qué actividad paga los pañales de mi bebé?

En Frances, su meta se resume en poder formar parte estable de la compañía de danza contemporánea adonde practica y trabaja. Al final del día termina encontrando un equilibrio interesante (que no voy a revelar acá) con el que puede vivir.


Por cierto, Greta Gerwig es una de las tantas actrices independientes que se formó bajo el manto del “Mumblecore”, ese movimiento artístico que aprovecha las limitaciones de presupuesto y la improvisación para desarrollar una estética especial. Lo expliqué con mayor detalle en esta nota.

Frances Ha es parte indudable de este subgénero, especialmente por estar fuertemente apoyada en diálogos naturales, dinámicos y veloces. Está disponible en Netflix, con lo cual no tienen excusa para salteársela.

No se van a arrepentir.

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