Ocasionalmente llegan a los cines grandes joyitas
modernas que le huyen a la convencional fotografía en color. Frances Ha, del 2012, es una de ellas. En esta nota quiero reflexionar sobre esa
película y el encanto de filmar en blanco y negro.
***
Cine de
luces y sombras
La cinematografía en blanco y negro está tan muerta
como los westerns. O, por lo menos, es igual de rara. En ocasiones el western
recibe una exitosa resurrección, con nuevos clásicos modernos (La balada de
Buster Scruggs) o series de TV exitosas (Westworld a la cabeza), pero no es lo más usual.
Del mismo modo, las películas en blanco y negro son
una especie en extinción desde la década de los ´70, años donde la tecnología
comenzó a ser considerada obsoleta.
De hecho, luego de 1966 ya no hubo una categoría separada para “películas en blanco y
negro” en los Oscars. Para poder tener la libertad de filmar de ese manera en
grandes estudios, tenías que ser un Spielberg (La lista de Schindler) o un Scorsese (Raging Bull). O, a lo mejor, un
Woody Allen con la excusa de abaratar costos.
La técnica de filmar en blanco y negro es usual en
el cine independiente todavía hoy. El clásico de culto Clerks (1994) fue
filmado así con fines presupuestarios.
Frances Ha
se filmó digitalmente de las dos formas. La elección final del director Noah Baumbach de ir lo monocromático fue para homenajear a
películas como Manhattan de Woody
Allen y las obras de la Nueva Ola Francesa (por ejemplo, las películas de
Truffaut) que claramente fueron fuente de inspiración.
En realidad, las películas a color ya estaban
disponibles desde los años ´30, pero era un proceso costoso. Además, como la
tecnología aún no era óptima, los colores podían cambiar según los productos
químicos utilizados y el tiempo de exposición. Para complicar las cosas, no
había muchas cámaras disponibles que pudieran utilizar color.
Por todos esos motivos, durante muchos años filmar
en blanco y negro era la opción preferida por los directores.
Technicolor
desarrolló una tecnología consistente a principios 40. De allí surgió El Mago de Oz, estrenada en 1939 y
considerada una súper producción por su intenso
uso de colores.
La empresa se vio forzada –a través de las leyes
antimonopolio de la época– a licenciar su proceso libre de regalías. Esto logró
un avance sin precedentes: la filmación en color pasó a ser mucho más económica
y asequible.
Una opción
artística
Hoy filmar en blanco y negro es más una opción
artística que otra cosa. Uno de los grandes directores de fotografía, el
aclamado Roger Deakins, supo
explicar el concepto con solidez. Para él, “el
blanco y negro obliga al espectador a enfocarse en el contenido más que en la
forma. Concentra toda la atención en lo que está en el encuadre”.
Hay tantos fans que comentaron que Logan habría funcionado todavía mejor de
esa manera, que el blu-ray terminó incluyendo la versión “Logan Noir”, con una
hermosa fotografía monocromática. Al respecto, el director James Mangold
aclaró:
“Durante la producción de Logan hice muchas fotografías en blanco y negro y me di cuenta de la fuerza y el dramatismo que nuestros personajes y localizaciones ofrecían así.”
Deakins estaría de acuerdo con Mangold.
Frecuentemente el color puede ser una distracción. En palabras suyas:
“Es más fácil hacer que el color se vea bien, pero es más difícil hacer que el color esté al servicio de la historia. Las imágenes en blanco y negro son mucho más sobre el equilibrio entre la luz y la sombra en el marco, y creo que puede ayudar a transmitir puntos de la historia mucho mejor y con menos distracciones.”
Indudablemente el color es seductor. Pero más
desafiante es crear un marco en blanco y negro bien compuesto y bien iluminado,
donde formas y superficies queden separadas mediante el uso de luces y sombras.
El encanto
de Frances Ha
Frances Ha
(el título es un ocurrente juego de palabras que sólo se comprende del todo al
final) es una simpática fábula sobre la juventud, las relaciones y la búsqueda
de la identidad.
El personaje de Frances –inmortalizado por la
adorable Greta Gerwig (quien luego
pasaría a la silla de director con producciones como Lady Bird)– es una chica de 27 años viviendo en Nueva York y
decidida a cumplir su sueño de poder vivir de la danza contemporánea, aunque no
sea especialmente virtuosa.
Puede que sea una película pequeña e íntima, pero
retrata muchas cosas muy bien, tiene un humor afilado, un ritmo desenvuelto y
grandes interpretaciones. Además, Benji y Lev (Michael Zegen y Adam Driver,
respectivamente) son los pibes más copados del mundo. ¿Quién no querría
tenerlos de compañeros de departamento?
La película logra capturar un tono clásico en un
relato contemporáneo. Frances no quiere que nadie tenga que bancarla
económicamente y no se avergüenza de invitar a comer a un hombre. Por supuesto,
cuando resulta que su tarjeta no funciona, no puede hacer más que morirse de
vergüenza (“I’m so embarrassed. I’m not a
real person yet”).
Para todos los que alguna vez tuvimos veinte y
tantos, luchando por sobrevivir en este caótico mundo, Frances Ha toca muchos acordes resonantes.
Frances se mueve mucho de un lado a otro, pero sin
poder avanzar realmente en su vida. Filmar en blanco y negro, en este caso, es
una manera de capturar cierta soledad y melancolía que sufre la protagonista al
ir perdiendo a su mejor amiga (o, más bien, descubrir que las amistades van
evolucionando), buscando un nuevo departamento (que pueda pagar) e intentando
vivir de sus verdaderas pasiones.
Entre la
vocación y lo rentable
Frances Ha
trabaja muchos temas. Uno de ellos (quizás el que más me toca a mí en lo
personal) es ese deseo de Frances de poder unir su vocación con la plata
necesaria para llegar a fin de mes.
Yo soy escritor
(tengo dos novelas publicadas, decenas de cuentos y hasta una obra dramática),
actor, redactor de cine y docente universitario. Todas cosas que me apasionan.
Además soy Ingeniero en Software. ¿Adivinen qué actividad paga los pañales de
mi bebé?
En Frances, su meta se resume en poder formar parte
estable de la compañía de danza contemporánea adonde practica y trabaja. Al
final del día termina encontrando un equilibrio interesante (que no voy a
revelar acá) con el que puede vivir.
Por cierto, Greta Gerwig es una de las tantas
actrices independientes que se formó bajo el manto del “Mumblecore”, ese
movimiento artístico que aprovecha las limitaciones de presupuesto y la
improvisación para desarrollar una estética especial. Lo expliqué con mayor
detalle en esta
nota.
Frances Ha
es parte indudable de este subgénero, especialmente por estar fuertemente
apoyada en diálogos naturales, dinámicos y veloces. Está disponible en Netflix,
con lo cual no tienen excusa para salteársela.
No se van a arrepentir.
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