Una historia sobre identidades quebradas, reflejos que cobran vida y el miedo
más íntimo de todos: dejar de ser uno mismo. ¿Y si lo que devuelve el espejo no
fuese una copia, sino algo que observa, que recuerda, que espera?
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Este nuevo cuento es mi intento de explorar la obsesión por los espejos. Como al protagonista, a mí tampoco me gustan demasiado. El personaje secundario (la actriz Lara) ya es una recurrente entre mis escritos, como quizás algunos lectores más avispados habrán comenzado a notar.
La figura del espejo, tradicionalmente asociada a la introspección y el autoconocimiento, acá se transforma en un portal de extrañamiento: en lugar de reflejar, el espejo recuerda, guarda, o incluso —como se sugiere— decide.
Desde una postura filosófica, busqué jugar con el concepto de "desdoblamiento del yo", propio del existencialismo y del psicoanálisis. Jean-Paul Sartre hablaba de la mirada del otro como constitutiva del yo. El infierno, en realidad, son los otros.
Hay también una suerte de lectura moderna en todo esto. En tiempos de constante exposición, donde todo parece construirse para ser reflejado (en redes, pantallas, vitrinas), El que observa subvierte esta lógica mostrando que lo reflejado puede llegar a tomar el mando, a adquirir identidad propia.
Quiero aprovechar la oportunidad para comentarles que este relato va
formar parte de la nueva antología de cuentos de suspenso que estoy
confeccionando. Se va a llamar Exquisita Demencia y espero poder tirarles
más novedades pronto. Por ahora lo único que puedo decir es que estoy feliz de encarar
este nuevo proyecto literario.
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“El que observa”
“El espejo no copia. Recuerda.”
— Anónimo, pintado en la puerta de un camarín de teatro.
Ya no puedo mirarme en el espejo.
O, mejor dicho, ya no puedo confiar en que ese que veo soy yo.
Desde chico notaba esos pequeños delays. Una mueca que tardaba en aparecer. Una
ceja que subía medio segundo más tarde. Pensé que era mi imaginación o que,
como decía mi abuela René, “los espejos viejos tienen otro ritmo”. Durante años
lo olvidé. O… a lo mejor me convencí de que no importaba.
Hasta que pasó lo de la actriz.
Me había tocado cubrir la entrega de los Premios Bahía Teatro como
cronista de la ciudad. Un trabajo miserable, aunque mejor que seguir
escribiendo reseñas de cine que nadie leía. Esa noche conocí a Lara Medina, una
intérprete en ascenso que, inesperadamente, accedió a hablar con este
periodista de cuarta. Me dejó entrevistarla en privado, de hecho. Y aquella
noche, por primera vez en mucho tiempo, noté algo completamente nuevo.
En la suite del hotel, mientras preparábamos el encuadre de la
cámara, noté su reflejo moverse antes que ella. Fue apenas un parpadeo, pero lo
vi. Lara notó que yo me puse pálido.
—¿Lo viste? —me preguntó.
No supe qué decir.
Entonces me ofreció un vaso de agua y, de paso, una confesión. Me
habló de una profecía. Una de esas cosas que nadie diría en una entrevista
seria. Sin embargo, su tono era de absoluta seriedad. Me explicó que ciertas
personas son elegidas por los espejos. Que en cada generación, cada tanto hay
quienes “pasan al otro lado”. No me explicó qué significaba eso, sólo que el
reflejo iba ganando fuerza. Una suerte de doble vida sin permiso. Deslizó, al
final, que si yo alguna vez notaba que mi reflejo sonreía antes que yo… ya no
había vuelta atrás.
Se me ocurrió pensar que Lara estaba ensayando para algún nuevo
personaje. Me dio una tarjeta con su número escrito a mano y agregó:
—Llamame cuando deje de imitarte.
Pasaron unos días. Primero fueron detalles ínfimos. Después, cosas
imposibles. En el baño, forcé una sonrisa en mi rostro y mi reflejo lo hizo un
microsegundo antes. Lo volví a hacer, varias veces, como para comprobar.
Siempre esa mueca sombría, un tanto macabra. Como una certeza de que él sabía
algo que yo no. Que lo disfrutaba.
Terminé sacando todos los espejos de la casa. Incluso rompí el
vidrio del microondas. Pensé que sólo así estaría a salvo. Estaba equivocado.
El otro empezó a aparecer en todas partes. En el reflejo oscuro del televisor
apagado, en el vidrio del bondi, en la cuchara del café. Siempre mirándome
fijo. Como esperando… o burlándose.
Un día intenté contactar a Lara. Su número no funcionaba. La busqué
en redes y nada. Pregunté a algunos colegas, nadie la había vuelto a ver desde
esa noche. Entonces fui al canal. Le ofrecí al director un pequeño soborno para
que me dejara entrar al archivo y revisar la entrevista cruda. Necesitaba ver
qué había pasado realmente durante la entrevista.
Lo que vi me dejó helado.
En la grabación, mientras ella hablaba de la profecía, su reflejo
no se movía. Ni una vez. Solo me miraba a mí. Fijo. Con esa misma sonrisa
torcida. Y al final del video, cuando Lara se iba del plano, su reflejo se
quedó. Y me saludó.
Desde entonces, todo me resulta sospechoso. El vidrio del reloj. El
borde cromado del celular. Las vitrinas de los negocios. Sé que el otro me
observa. Sé que está esperando el momento para cruzar.
A veces siento que ya lo hizo. Anoche, en el espejo del ascensor,
vi a mi reflejo bajarse antes que yo.
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=>> Otros post sobre CUENTOS PROPIOS en el blog: “Por un rato”; “A destiempo, un cuento existencialista”; “Ecos de un impacto”; “La última función (y el regreso a Literautas”; “Ascensor holístico: un cuento en un elevador”; “Álvaro, el terraplanista”. <==
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Me parece muy borgiano, por Los Animales de los Espejos, incluido en El libro de los seres imaginarios. Sobre otro mundo del otro lado de los espejos, muy distinto, con otros colores. Alguna vez intentaron invadir este mundo.
ResponderEliminarFueron vencidos, siendo condenados a imitar los movimientos. Pero planean rebelarse y volver.
Describís signos de esa invasión como fallas en los reflejos, que se adelante. Y tal vez la actriz Lara, nombre de una ninfa subterránea, sabía demasiado.
Saludos
¡Demi! Siempre un placer. Sabés que no tenía ese relato de Borges, pero sí conozco su obsesión por los espejos. Muchos de sus textos abordan la temática. Y a mi también me fascina. O quzás es motivo de obsesión de mi doppelganger, atrapado del otro lado.
Eliminar¡Un abrazo!
Buen cuento. Da para desarrollar, Y que hay al otro lado? Temo que no sea la elegida
ResponderEliminarNo hay dudas de que siempre hay que temerle a aquello que pueda copiarnos, ya sea un cuadro, una fotografía o un espejo...
ResponderEliminarSaludos,
J.