A veces las tragedias no
llegan como un vendaval, sino como el eco de algo pequeño, insignificante. En
este nuevo relato, “Ecos de un impacto”, el peso de un acto inocente se
convierte en una condena eterna.
***
Para la escena de diciembre de Literautas, el prompt era escribir un relato con la frase "la vidente me abrió la puerta" y un protagonista que se cruza con un amigo de la infancia. Salió esto.
¿Qué tan lejos puede llevarnos una decisión tomada en un instante? Una piedra
lanzada al aire, un grito ahogado en el tiempo. Este texto sumerge en una historia donde la culpa es una sombra que no se disipa, y el
arrepentimiento un lazo inquebrantable con el pasado.
***
“Ecos de un impacto”
(Luciano Sívori)
¿Por dónde empiezo? Todo arrancó
con una piedra. Yo tenía diez años. Era verano. El barrio se sentía como una
extensión interminable de baldíos y bicicletas. Jugábamos frente a la casa de
los Alarcón. Era fácil hacer amigos. Sólo tenías que ser vecino, compañero de
la escuela o tener una Family Game. A veces ni siquiera eso. Nos hacíamos
amigos después de una ronda de “las Escondidas” o un partido de fútbol, de esos
en los que el arco se arma con bultos de ropa.
Gabriel era mi vecino y, por
lo tanto, mi amigo. Le gustaba presumir que podía esquivar cualquier cosa. “Soy
más rápido que el viento”, decía. Yo… yo sólo quería divertirme. Encontré una
piedra, del tamaño justo para que volara lejos. Lo miré y, sin pensar
demasiado, la lancé.
Teníamos diez años… sólo
queríamos divertirnos. Tiré la piedra con todas mis fuerzas. Él reía, como
siempre, y después... el impacto. Directo a su ojo derecho. Gabriel cayó al
suelo gritando, con las manos en la cara, y yo me quedé paralizado. No entendí
lo que había hecho hasta que vi la sangre. Sus papás lo llevaron al hospital. Al
día siguiente me enteré de que había perdido el ojo.
Él intentó perdonarme y creo
que hasta lo hizo, en algún punto. Yo no pude. Sus dos miradas me perseguían: la
de antes de la piedra, llena de vida, y la otra, con ese vacío. A partir de
ahí, todo fue en picada.
En mis años de secundaria me esforcé
por destacar, sólo para terminar tropezando. Una discusión poco feliz con la
profesora de Lengua nos ganaba (a todos en el curso) tarea extra para la casa.
Durante los recreos, alguna distracción tonta de mi parte -un mal pase, un
penal errado- nos hacía perder el partido de fútbol. El universo entero estaba decidido
a recordarme mi torpeza.
Trabajé en una fábrica durante
años. Una tarde, mientras pensaba en Gabriel, me distraje otra vez. Una máquina
falló y mi compañero perdió dos dedos. No fue culpa mía, pero no pude evitar
sentir que todo lo que tocaba lo arruinaba.
Y luego estuvo Lara. Mi único
refugio. No sé bien qué vio en mí. Yo lo agradecí. Éramos felices.
Moderadamente felices. A veces. A veces también discutíamos. Es normal en las
parejas, dicen. Una noche me gritó, yo le respondí y la cosa escaló. Me fui
dando un portazo. Volví borracho a las tres horas. Ella estaba tirada en el
suelo. Sin elegancia ni gracia, parecía una alfombra maltrecha. “Aneurisma” me explicaron.
Ni siquiera pude despedirme.
Fui a buscar respuestas. Una profesional
de las artes sobrenaturales que me habían recomendado me recibió en un
departamento oscuro, cargado de incienso. La vidente abrió la puerta, y sólo
con mirarme, largó: “Lo que llevás dentro consume a todo lo que te rodea.” Salí
de ahí convencido de que no había redención posible.
Al final, no pude más. Diez
pisos. La caída fue rápida. Pensé que sería un alivio, pero acá estoy, frente a
vos otra vez. Tenemos diez años y sólo queremos divertirnos. Tengo la piedra en
la mano y no voy a poder evitar tirarla nuevamente. Vas a perder el ojo, tus
papás van a llorar, el pueblo me va a odiar. Y yo nunca me lo voy a perdonar.
Me dijiste que eras más rápido
que el viento Gabriel. Me dijiste que podías esquivar cualquier cosa. ¿Cómo
puede algo tan chiquito como una piedra cambiarlo todo? ¿Qué tengo que hacer
para detenerlo esta vez? No quiero lanzarla, no quiero fallarte de nuevo. ¿Esto
es el infierno, Gabriel? La piedra siempre en mi mano, tu ojo siempre
perdiéndose, y mi culpa, siempre eterna.
FIN
***
Posdata literaria – Mi literatura en 2024
“Si vas a hacerlo, hacelo bien: tenés que ser un rockstar”. Eso me dijo Fabián Luzi, gran cinéfilo y diseñador de la tapa de #ElAscensoDeElin. Yo tenía que apostar por todo este año. Y le hice caso.
Me sentí un poco rockstar. Arranqué 2024 prometiéndome escribir más y quejarme menos. Disfrutar mucho a mis niños. Publicar mi nueva novela. Animarme a exponerme más. Hice todo eso. Y se sintió bien.
Dar a conocer a Elin, la protagonista, fue mi gran evento literario. Llegó a estanterías en Bahía Blanca y CABA. Tuve tres entrevistas para la TV. La presenté en el Café Cultural Don Osvaldo (donde también salieron dos ediciones de “Cuentos que se abren de noche”) y en Neuquén (en la casa librera “Malapalabra”. ¡Hasta metí book-tour por #ElBolson!
Esta obrita de EdiUNS se donó a varias bibliotecas y, más importante aún, llegó al corazón de un montón de personas. El éxito no lo mido en ventas, sino en aquellos que me escriben contándome lo mucho que conectaron con la travesía de Elin en los refugios de montaña de El Bolsón.
¿Qué más? Escribí 11 relatos nuevos, comencé a confeccionar mi nueva antología de cuentos de suspenso y gané dos concursos literarios. Uno de ellos (1° premio en el concurso nacional “La Voz del Pueblo”) me llevó a Tres Arroyos, adonde fui entrevistado y leí algunos de mis textos, incluyendo al ganador (El cadáver prematuro).
Ya lo conté antes: adaptamos mi relato “Los perros de Seligman” para una obrita teatral con mi grupito. Me tocó ser jurado para una editorial (certificando la calidad literaria de una obra) y batí mi propio récord de lecturas: ¡13 libros leídos en 2024!
Por último: mi podcast. Cuentos de Luciano Sívori finalizó su 4ta temporada, con relatos como Pasos de gigante, El antojo tardío y La invitación más esperada siendo particularmente emocionales para mí. Tuve la fortuna de grabar episodios con grandes amigues y también con mis hijos, Benjamín y Mateo.
¡Gracias infinitas a quienes
acompañaron cada paso! Fue un año de logros, aprendizaje y (re)conexión. Nos
vemos en 2025, con más historias para compartir. 🌟📖
=>> Otros POSTS SOBRE LITERATURA en el blog: “La última función (y el regreso de Literautas)”; “Un book-tour por El Bolsón (diario de viaje)”; “Cómo estoy potenciando mis podcasts con IA”; “El cadáver prematuro (cuento)”. <==
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