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jueves, 19 de diciembre de 2024

“Ecos de un impacto” (cuento)

 

A veces las tragedias no llegan como un vendaval, sino como el eco de algo pequeño, insignificante. En este nuevo relato, “Ecos de un impacto”, el peso de un acto inocente se convierte en una condena eterna.

 



***

 

Para la escena de diciembre de Literautas,  el prompt era escribir un relato con la frase "la vidente me abrió la puerta" y un protagonista que se cruza con un amigo de la infancia. Salió esto.

¿Qué tan lejos puede llevarnos una decisión tomada en un instante? Una piedra lanzada al aire, un grito ahogado en el tiempo. Este texto sumerge en una historia donde la culpa es una sombra que no se disipa, y el arrepentimiento un lazo inquebrantable con el pasado.

 

***

“Ecos de un impacto”
(Luciano Sívori)

¿Por dónde empiezo? Todo arrancó con una piedra. Yo tenía diez años. Era verano. El barrio se sentía como una extensión interminable de baldíos y bicicletas. Jugábamos frente a la casa de los Alarcón. Era fácil hacer amigos. Sólo tenías que ser vecino, compañero de la escuela o tener una Family Game. A veces ni siquiera eso. Nos hacíamos amigos después de una ronda de “las Escondidas” o un partido de fútbol, de esos en los que el arco se arma con bultos de ropa.

Gabriel era mi vecino y, por lo tanto, mi amigo. Le gustaba presumir que podía esquivar cualquier cosa. “Soy más rápido que el viento”, decía. Yo… yo sólo quería divertirme. Encontré una piedra, del tamaño justo para que volara lejos. Lo miré y, sin pensar demasiado, la lancé.

Teníamos diez años… sólo queríamos divertirnos. Tiré la piedra con todas mis fuerzas. Él reía, como siempre, y después... el impacto. Directo a su ojo derecho. Gabriel cayó al suelo gritando, con las manos en la cara, y yo me quedé paralizado. No entendí lo que había hecho hasta que vi la sangre. Sus papás lo llevaron al hospital. Al día siguiente me enteré de que había perdido el ojo.

Él intentó perdonarme y creo que hasta lo hizo, en algún punto. Yo no pude. Sus dos miradas me perseguían: la de antes de la piedra, llena de vida, y la otra, con ese vacío. A partir de ahí, todo fue en picada.

En mis años de secundaria me esforcé por destacar, sólo para terminar tropezando. Una discusión poco feliz con la profesora de Lengua nos ganaba (a todos en el curso) tarea extra para la casa. Durante los recreos, alguna distracción tonta de mi parte -un mal pase, un penal errado- nos hacía perder el partido de fútbol. El universo entero estaba decidido a recordarme mi torpeza.

Trabajé en una fábrica durante años. Una tarde, mientras pensaba en Gabriel, me distraje otra vez. Una máquina falló y mi compañero perdió dos dedos. No fue culpa mía, pero no pude evitar sentir que todo lo que tocaba lo arruinaba.

Y luego estuvo Lara. Mi único refugio. No sé bien qué vio en mí. Yo lo agradecí. Éramos felices. Moderadamente felices. A veces. A veces también discutíamos. Es normal en las parejas, dicen. Una noche me gritó, yo le respondí y la cosa escaló. Me fui dando un portazo. Volví borracho a las tres horas. Ella estaba tirada en el suelo. Sin elegancia ni gracia, parecía una alfombra maltrecha. “Aneurisma” me explicaron. Ni siquiera pude despedirme.

Fui a buscar respuestas. Una profesional de las artes sobrenaturales que me habían recomendado me recibió en un departamento oscuro, cargado de incienso. La vidente abrió la puerta, y sólo con mirarme, largó: “Lo que llevás dentro consume a todo lo que te rodea.” Salí de ahí convencido de que no había redención posible.

Al final, no pude más. Diez pisos. La caída fue rápida. Pensé que sería un alivio, pero acá estoy, frente a vos otra vez. Tenemos diez años y sólo queremos divertirnos. Tengo la piedra en la mano y no voy a poder evitar tirarla nuevamente. Vas a perder el ojo, tus papás van a llorar, el pueblo me va a odiar. Y yo nunca me lo voy a perdonar.

Me dijiste que eras más rápido que el viento Gabriel. Me dijiste que podías esquivar cualquier cosa. ¿Cómo puede algo tan chiquito como una piedra cambiarlo todo? ¿Qué tengo que hacer para detenerlo esta vez? No quiero lanzarla, no quiero fallarte de nuevo. ¿Esto es el infierno, Gabriel? La piedra siempre en mi mano, tu ojo siempre perdiéndose, y mi culpa, siempre eterna.

 

FIN



***

Posdata literaria – Mi literatura en 2024

Si vas a hacerlo, hacelo bien: tenés que ser un rockstar”. Eso me dijo Fabián Luzi, gran cinéfilo y diseñador de la tapa de #ElAscensoDeElin.  Yo tenía que apostar por todo este año. Y le hice caso.

Me sentí un poco rockstar. Arranqué 2024 prometiéndome escribir más y quejarme menos. Disfrutar mucho a mis niños. Publicar mi nueva novela. Animarme a exponerme más. Hice todo eso. Y se sintió bien.

Dar a conocer a Elin, la protagonista, fue mi gran evento literario. Llegó a estanterías en Bahía Blanca y CABA. Tuve tres entrevistas para la TV. La presenté en el Café Cultural Don Osvaldo (donde también salieron dos ediciones de “Cuentos que se abren de noche”) y en Neuquén (en la casa librera “Malapalabra”. ¡Hasta metí book-tour por #ElBolson!



Esta obrita de EdiUNS se donó a varias bibliotecas y, más importante aún, llegó al corazón de un montón de personas. El éxito no lo mido en ventas, sino en aquellos que me escriben contándome lo mucho que conectaron con la travesía de Elin en los refugios de montaña de El Bolsón.

¿Qué más? Escribí 11 relatos nuevos, comencé a confeccionar mi nueva antología de cuentos de suspenso y gané dos concursos literarios. Uno de ellos (1° premio en el concurso nacional “La Voz del Pueblo”) me llevó a Tres Arroyos, adonde fui entrevistado y leí algunos de mis textos, incluyendo al ganador (El cadáver prematuro).

Ya lo conté antes: adaptamos mi relato “Los perros de Seligman” para una obrita teatral con mi grupito.  Me tocó ser jurado para una editorial (certificando la calidad literaria de una obra) y batí mi propio récord de lecturas: ¡13 libros leídos en 2024!

Por último: mi podcast. Cuentos de Luciano Sívori finalizó su 4ta temporada, con relatos como Pasos de gigante, El antojo tardío y La invitación más esperada siendo particularmente emocionales para mí. Tuve la fortuna de grabar episodios con grandes amigues y también con mis hijos, Benjamín y Mateo.



¡Gracias infinitas a quienes acompañaron cada paso! Fue un año de logros, aprendizaje y (re)conexión. Nos vemos en 2025, con más historias para compartir. 🌟📖



=>> Otros POSTS SOBRE LITERATURA en el blog: “La última función (y el regreso de Literautas)”; “Un book-tour por El Bolsón (diario de viaje)”; “Cómo estoy potenciando mis podcasts con IA”; “El cadáver prematuro (cuento)”.  <==

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