Desde que Netflix subió gran parte
del catálogo
de Studio Ghibli a su plataforma, me pude poner al día con algunas de las que
me faltaban. Una de ellas era Princess
Mononoke, la aclamada película animada de 1997 del famoso director japonés
Hayao Miyazaki que hoy voy a comentar en esta nota.
***
Los dibujitos son para niños
Los que crecimos con producciones
norteamericanas hemos sido entrenados para ver a la animación como un medio
exclusivo para niños. O, desde un punto más filosófico quizás, para personas
todavía inmaduras (chicos y adultos con mentalidad de chicos).
Pienso, por ejemplo, en el Disney de los 80s y 90s, donde los
personajes que encontrábamos en este tipo de obras eran encantadores pero
unidimensionales, básicos, sencillos.
Hay obvias excepciones, pero creo que
podemos estar de acuerdo en que el público al que se enfocaba la animación eran
los niños, ocasionalmente siendo accesible para los padres que acompañaban al
cine (incluyendo algunos chistes y referencias).
La animación japonesa, por otro
lado, nunca tuvo miedo de apuntar a un público más amplio. Pienso, por mencionar
algunos casos, en Akira (1988) y Ghost in the Shell (1995),
que fueron fundamentales para convertir al animé en algo mainstream. Algunas de
las películas más exitosas comercialmente del país (Your Name o El viaje de Chihiro,
por mencionar dos ejemplos) son animés.
Entre aquellos trabajos destacan,
sin duda, los de Hayao Miyazaki,
quizás el director de animación más admirable del país oriental. Un tipo que ha
sabido crear hermosos relatos para los más chicos pero que también cuenta con
algunas historias que definitivamente no lo son. Princess Mononoke es uno de esos casos.
La atención al detalle de Studio Ghibli
Miyazaki fundó Studio Ghibli en
1985 bajo una única filosofía: la animación debía ser tan rica y detallada como
fuera posible. A este sello de calidad artística, el estudio siempre le sumó
música espectacular (en su mayoría por el compositor Joe Hisaishi) y tramas de
fantasía imaginativa que, frecuentemente, involucran animales y seres extraños
en escenas voladoras (una marca de director de Miyazaki).
Las películas del estudio han
servido como entrada para nuevos fanáticos del animé, ya que Ghibli es como una
suerte de “Disney oriental”. Otro similitud con el estudio del Ratón Mickey es
que Ghibli mantiene un staff de animación full-time, en lugar de la típica
práctica japonesa del artista freelancer mal pagado.
El director ha comentado numerosas
veces que esta práctica mejora el estándar de vida de los animadores (un oficio
que en Japón es especialmente mal pago), así como la calidad y consistencia del
producto final.
En cuanto a su narrativa, estas
historias representan nuestra compleja naturaleza humana. Adultos y niños por
igual pueden identificarse con Chihiro en busca de sus padres, por más que ella
se encuentre en la fantástica tierra de los espíritus. Son relatos que
Princess Mononoke: el hombre vs la naturaleza
Notablemente, estas es una de las
películas más oscuras del estudio, con un ambiente sombrío y temas adultos. Apropiadamente,
fue la primera película de Ghibli en obtener una calificación de PG-13 en los
Estados Unidos, lugar donde el autor Neil Gaiman adaptó el doblaje en
inglés.
No se dejen engañar, si bien se
trata de una obra distinta a las más tradicionales de Miyazaki, naturaleza,
personajes femeninos fuertes, pacifismo, alturas precipitadas y cerdos (bueno,
jabalíes) están presentes. Lo único que falta, realmente, es una escena de
vuelo.
El tema central de la película
está claro: ¡respetá a la naturaleza… o te va a atacar con sus dioses más antiguos
y mortales!
El argumento se desarrolla durante
el siglo XV o XVI de Japón. La paz de una pequeña aldea de los Emishi se ve
destrozada por el ataque de un demonio terrible; su último príncipe restante,
Ashitaka, resulta herido durante la lucha contra él.
Lo que es peor, el demonio
herido de muerte se revela como un espíritu poderoso: un jabalí gigante que
maldice al Emishi con su último aliento y revela que la herida que sufrió
Ashitaka también lo matará.
El protagonista entonces debe
abandonar la aldea antes de que la maldición se apodere completamente de él y
viajar hacia el oeste en busca de su destino. Siguiendo el rastro de
destrucción del jabalí demonio, viaja a través del campo devastado por la
guerra, descubriendo que su maldición también le ha impartido una fuerza
sobrehumana en el camino.
La historia de Princess Mononoke es fascinante,
especialmente cuando Ashitaka se ve envuelto en una guerra tanto entre dos
ciudades como contra la naturaleza misma. Pronto conoce a San, una niña humana
que fue criada por lobos y lucha junto a los espíritus del bosque a medida que
los eventos parecen dirigirse hacia un desastre inevitable.
Ambición narrativa, poética y épica
La película tiene unas
coreografías de acción tan brutales como impresionantes, lo cual me llamó la
atención conociendo el tipo de cine que suele hacer Miyazaki. La ambientación
es tan extraordinaria que se convierte en un personaje más de la película.
Quizás se hace un poco larga con 133
minutos de duración. Soy el primero en admitir que a lo mejor le sobran veinte
o treinta minutos de algunos momentos que no suman demasiado. Sin embargo, se
disfruta.
La animación, como es costumbre del
estudio, es artesanal, con un cuidado magistral en lo que se refiere a color,
línea, forma y movimiento. Aunque el aspecto técnico no es lo único en lo que
destaca. Lo que hace grande a Princess
Mononoke es su ambición narrativa, poética y épica.
Más de una década desde que
Miyazaki hizo esta película, no sólo no ha perdido vigencia, sino que se anticipa
al futuro que nos espera. Ahora, cuando estamos viendo que todo se convulsiona
y la naturaleza se rebela ante la imparable maquinaria del hombre, es cuando
cada uno de sus instantes cobra sentido y se convierte en algo cada vez más
grande.
Mensaje ambiental bien hecho
Hay dos grandes aspectos de la
película que son destacables. El primero es el relacionado con la cuestión
medioambiental.
Miyazaki utiliza el tema “humanidad vs naturaleza” para ocultar
su otro mensaje principal: uno descaradamente pacifista que, en particular,
rechaza la mentalidad de "nosotros contra ellos" tan comúnmente vista
en sociedad, como se evidencia claramente en numerosas ocasiones a lo largo de
la historia.
Además, nos indica que si bien la
tecnología tiende a contaminar y corromper el mundo natural, también permite
que las personas se fortalezcan.
Donde la mayoría de obras con un
mensaje ambientales tienden a caricaturizar tanto a la humanidad como a la
naturaleza, Princess Mononoke hace
todo lo posible por humanizar a villanos como Eboshi y Jigo y destaca
las deficiencias de los personajes con temas de la naturaleza, como la
inmadurez de San y la barbarie de (algunos de) los espíritus de la naturaleza.
Miyazaki no condena a ningún bando
ni se decanta por ninguno. Sólo muestra los puntos de vista y le permite al
espectador que saque sus propias conclusiones.
Palabras finales
Pocas veces se ha visto mejor
plasmada la lucha titánica entre las fuerzas de la naturaleza y el ansia
destructora del ser humano. Princess
Mononoke exhibe una de las más bellas representaciones de la batalla por el
desarrollo sostenible.
Su mensaje es duro, amargo y dulce
a la vez, esperanzador y pesimista en partes iguales. El despliegue de
imágenes, la acción, los acontecimientos y las emociones se desarrollan
admirablemente.
El viaje del protagonista es uno
al encuentro de sí mismo, de superación, en el que tiene que demostrar su
valor, su entereza y su integridad. Un también uno peligroso al ojo del
huracán.
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