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viernes, 21 de febrero de 2020

“Los 14 cuadernos”, una novela de Juan Sklar


Durante un insoportable enero en Buenos Aires, un grupo de ocho amigos decide alquilar una casa en el Tigre para convivir entre porro y asados. Cuando el protagonista se engancha con la mujer equivocada, su tranquila vida comienza a derrumbarse progresivamente. Reseña de Los 14 cuadernas, la divertida y erótica primera novela de Juan Sklar.




***

Nunca llegué a comprar Nunca llegamos a la India

A fines del año pasado recibí un segundo premio por mi cuento Una sopa existencial. Consistía en un certificado otorgado por la Universidad Nacional del Sur (que auspició el concurso literario) y una orden de compra por 1500$ en una librería conocida de mi ciudad, Bahía Blanca.

Con el premio fui en busca de algún autor argentino joven y copado (como yo… ¿ponele?). Había puesto la mirada en Juan Sklar porque lo tenía de una charla TED y alguna que otra entrevista. Me interesaba. Mi intención era llevarme Nunca llegamos a la India (2018), aunque el pibe de la librería me recomendó más Los 14 cuadernos (2014), que además era la primera novela de Sklar.

Tenía sentido porque, al parecer, Nunca llegamos a la India sería una secuela con el mismo protagonista de Los 14 cuadernos. Mejor empezar por el principio.

Contento con mi librito nuevo (y algunas cositas adicionales que le compré a mi hijo Benjamín con lo que sobró) me puse a leer. Rápidamente me topé con una de las lecturas más cómicas y ágiles con las que me haya encontrado en el último tiempo. Pero vamos por parte.


En esto se gastó el Segundo Premio del concurso I+D organizado por la UNS

Sexo e historias minimalistas

Saquemos la polémica desde un principio. Sí: el protagonista es un machista egoísta y bastante pelotudo que divide a las mujeres en “cogibles o incogibles”. Esto es un hecho. Te pueda gustar más o menos, pero es un hecho. Seguro te va a caer mal el tipo desde un primer momento. Pero creo que Sklar tuvo la gran virtud de hacerlo identificable. Uno termina empatizando con aquel pobre tipo.

La historia es de esas minimalistas donde prácticamente no pasa nada contundente. Roces, mini dramas, cuestiones de convivencia… Pero en realidad pasa de todo, porque a lo largo de aquel verano conocemos a nuestro héroe con sus preocupaciones y dramas existenciales, a medida que se va obsesionando con una piba que está tan rota como él mismo.

El autor expone las preocupaciones de un joven argentino en sus 30 de manera muy similar a lo que hizo Enzo Maqueira en Electrónica, una novela que fue una de mis lecturas favoritas del 2018.


Los 14 cuadernos. Juan Sklar

En ambos casos estamos ante personajes sin grandes necesidades ni urgencias económicas, con dramas familiares comparables y una adicción importante tanto al sexo como a las drogas. En esencia, son personajes con el síndrome de Peter Pan.

En el caso de Los 14 cuadernos, el protagonista (no recuerdo si se menciona su nombre real) no piensa en mucho más que en coger. Y las cosas que hace para lograrlo generan algunas de las situaciones más divertidas de la obra. “Tener pija es un trabajo de 24 horas”, dice en un momento.

Y es que esto también hay que aclararlo. Juan Sklar escribe del mismo modo que un amigo o amiga íntimo podría contarte su último encuentro sexual. La prosa es desenfada, grosera y políticamente incorrecta.

Houellebecq y filosofía social

Pero el libro no se queda sólo en sexo. El protagonista también es un ser intelectual. Su trabajo de guionista en un programa infantil le da buena guita aunque el siente un enorme vacío. Más tarde nos enteramos de la conflictiva relación con sus padres (quienes son violentos entre ellos). Es amante de Michel Houellebecq (devora sus libros y sigue los mandamientos del escritor como si fueran ley) y Mad Men. Frecuentemente cita a filósofos como Nietzsche o Kant.


Don Draper en Mad Men, frecuentemente citado en Los 14 cuadernos

De hecho, las observaciones que tiene sobre el contexto que lo rodea son muy atinadas. Y debajo de un humor burdo de pajas y polvos se encuentran algunos pasajes sensibles y reflexiones filosóficas atractivas.
«Bebota se puso a hablar de lo boluda que era la novia anterior de Pintor. Otro lugar común femenino, triste por partida doble. Primero porque hace evidente la inseguridad y la envidia contra la anterior, y después porque deja claro el estándar de elecciones de él. Si la anterior era una idiota, lo más probable es que vos también lo seas, sólo que de un modo diferente.»

Un chiste recurrente es que todos los personajes tienen apodos graciosos. Algunos son quizás más clásicos como Bruja, el Tierno o Palito. Otros son más delirantes y describen el rasgo principal del personaje: Agua de Tanque, Bola de Fuego, Bebota, Falsa Grace, Payasa, Chonguín, Incogible #2 etc. El mismo protagonista recibe un apodo en la isla: Macho Isleño.
«Palito pertenece a esa rara clase de hombres que no se enamoran de la mujer que otros querrían tener, sino de la mujer con la que simplemente están bien. Esa clase de hombres que toman la máxima houellebecquiana (La sexualidad es un sistema de jerarquía social) y se la pasan por las bolas. Existen infinitas mujeres más lindas con las que Palito puede garchar, chonguear, sufrir o casarse. Pero él está con ella. (…) El amor de Bruja y Palito hace mierda el sistema de ranking sexual que rige el mundo. El amor destroza el libremercado sexual. Las conchas y las pijas dejan de ser bienes fungibles. Se particularizan. Se hacen irreemplazables.»

Estructura formal de Los 14 cuadernos

Los 14 cuadernos (título que cobra relevancia recién sobre el final) es, sin duda, una historia simple aunque contada con muy buen ritmo. A excepción de algunos dobles espacios o separaciones con tres asteriscos, no hay ningún tipo de separación en capítulos o partes (si bien las cosas que van ocurriendo tienen una cierta estructura episódica).

El libro tiene menos de 200 páginas y, si uno se lo propone, puede leerse prácticamente de un tirón porque es extremadamente llevadero. Como dije, está escrito con la misma naturalidad con la que un mejor amigo te podría contar anécdotas de un viaje con una cerveza de por medio.


El Tigre, provincia de Buenos Aires

En varios momentos me encontré a mí mismo cagándome de risa, algo que no me ocurre tan seguido con la lectura (este año me pasó también con El color de la magia, sin embargo).

Después me ponía introspectivo debido a los delirios existenciales del protagonista y la mirada inquisitiva que tenía sobre aquellos que lo rodeaban. En un par de escenas voy a admitir que me puse bastante cachondo.

El componente erótico de la novela es fuerte y está presente como un fantasma a lo largo de toda la narración. Macho Isleño vive y respira sexo. Las descripciones de sus encuentros sexuales son súper gráficas y sin tapujos. El autor acá no coloca metáforas coloridas o poesía alegórica. Todo lo contrario. Sólo hay que ver cómo arranca:
«La agarro del culo y arremeto. Qué pequeño y turgente es el culo de Galletita. A la primera metida ya estoy acabando. El orgasmo es largo y llego a darle ocho o diez pijazos más.»

Indudablemente Sklar tiene pasta de narrador, aunque noté el abuso de algunas frases hechas y un par de vicios de escritor que quizás su editor no logró resolver antes de la publicación.

Son detalles tontos, de todas maneras. Como que con diferencia de sólo un par de páginas, el autor utilizó la misma frase en boca del Macho Isleño: “El menor atisbo de deseo sexual”. No sé, me hizo un poco de ruido por ese lado.

Las similitudes con Voley (2014)

Y ya que estamos, la similitud de esta historia con Voley, de Martín Piroyansky, es sorprendente. Entiendo que se trata de una casualidad, siendo que tanto la novela como la película se estrenaron el mismo año.


Las extrañas similitudes entre Voley y Los 14 cuadernos

Voley es una muy divertida comedia que está por encima de la típica película de enredos argentina. Es evidente que el actor quiso encarar algo para jóvenes, y esto es lo que te encontrás. Hay alcohol, mucho sexo, porro, lunfardo y clásicas situaciones de enredos entre amigos. Exactamente lo mismo que en Los 14 cuadernos.

El relato de Piroyansky –si bien no genera intriga ni reflexiones profundas– es muy entretenido por la manera en la que el director aborda el ritmo. Quizás decae cuando busca ser un poco más seria de lo que debería ser. Por suerte, las actuaciones muy decentes y la hermosa cinematografía del Delta del Río Paraná (un paraje fascinante dentro de la provincia de Buenos Aires) mantiene a la obra siempre arriba.

Tanto en Voley como en el texto de Sklar uno se encuentra con una transparencia enorme para hablar sobre sexo y temas tabú. En ambos casos no sólo hay diálogos sexuales: hay tensión, miradas y jugueteos que condimentan el argumento. La película está disponible en Netflix y tiene mi recomendación. No se la pierdan.

Por cierto, más tarde me enteré de que Sklar se refiere a esa extraña coincidencia en esta nota escrita por él mismo.

La poderosa escena final

Un comentario chiquito sobre el final. Reconozco que quizás el libro podría haber finalizado antes, cuando terminan aquellos días en el Tigre. Ya medio que estaba todo dicho y lo que ocurre después, aquel epílogo, se hace un poquito largo. Pero me gustó. Tiene fuerza y cierra algunas cuestiones que lo ameritaban.

En la última página del relato me encontré recordando el final de El guardián entre el centeno. Probablemente sea una asociación que hice sólo yo, pero la novela de Salinger termina de manera muy semejante a lo que le ocurre a Macho Isleño en el clímax.


Desenlace de El guardián entre el centeno, de J.D Salinger

Técnicamente no sería un spoiler, aunque sí es la última página del libro. Aviso con tiempo (ponele). La cosa es que Sklar escribe:
«Adentro de la reserva caminé unos cuatro kilómetros, hasta un pequeño terraplén que mira hacia el Rio de la Plata. (…) Tiene un banco de plaza que había visto mil veces pero en el que nunca me había sentado. Me dejé caer destrozado por el cansancio. Un oleada de satisfacción me sacudió de pies a cabeza. Me quedé a ver el amanecer y cuando el sol subió lo suficiente para calentar, me quedé dormido. (…) Miré al río. Miles, infinitas gotas de agua flotando entre gotas de agua. Me pregunté si existía la posibilidad de que alguna de esas gotas de agua hubiera estado conmigo bajo el muelle en el cruce de los ríos Espera y Torito. (…) Pensé que la historia de esa gota era improbable, sino imposible, y que, sin embargo, era lindo imaginarla.» (Los 14 cuadernos, Juan Sklar)

Quienes recuerden cómo terminan las aventuras de Holden Caufield quizás encuentren parecidos (tanto en forma como en contenido) entre ambas obras. Por lo menos a mí me pasó. Y El guardián entre el centeno es una de mis novelas favoritas, con lo cual banco también el desenlace de Los 14 cuadernos.
«De pronto empezó a llover a cántaros. Un diluvio, se los juro. Todos los padres y madres se refugiaron bajo el alero del tiovivo para no calarse hasta los huesos, pero yo aún me quedé sentado en el banco un buen rato. Me empapé bien, sobre todo el cuello y los pantalones. (…). No me importó. De pronto me sentía feliz viendo a Phoebe girar y girar. Si quieren que les diga la verdad, me sentí tan contento que estuve a punto de gritar. No sé por qué. Sólo porque estaba tan guapa con su abrigo azul dando vueltas y vueltas sin parar. ¡Cuánto me habría gustado que la hubieran visto así!» (El guardián entre el centeno, J.D Salinger)

Palabras finales

Como un Bukowsky argentino (aunque no completamente porque faltaría todavía más suciedad y drogas fuertes), Sklar concibe una historia atractiva sobre un calentón incurable. A simple vista, Los 14 cuadernos podría considerarse una comedia sobre un pibe psicoanalizando su vida mientras fuma porro y piensa en tetas y culos. Y en gran parte lo es.

Pero al mismo tiempo presenta una hermosa descripción del Tigre (me dieron ganas de explorarlo un poco más. Fui muy de chico) y algunas miradas interesantes sobre cómo somos los seres humanos. 


Ciertamente, ahora tengo ganas de leer Las Particulas Elementales de Houellebecq

En líneas generales la pasé muy bien con esta historia. Electrónica de Maqueira sigue quedando un escalón más arriba porque es más sólida en cuanto a su escritura, pero ambas son excelentes recomendaciones para aquellos que buscan tramas argentinas sobre personas acomplejadas en sus dramáticos treinta años.

De nuevo, hacía mucho que no me reía tanto (y a carcajadas) con una novela. Banco la pluma despreocupada de Juan Sklar, su valentía para escribir abiertamente sobre ciertos temas, y ya tengo ganas de encarar su próxima entrega.

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1 comentario:

  1. Uy este paparulo es un loser total. Se hacia el Bukowsky y ahora anda arrastrando un cochecito de bebe en el Alto Palermo. De 14 cuadernos casi todo es real pero maquillado. Esa bebota es incogible aunque este nabbo la pinte como una diosa. El un misogino jeropa y acosador sexual tal como confiesa al final del libro acosando a bebota y eso paso asi tal cual. Loser.

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