No suelo colocar introducciones
antes de los posts sobre cuentos míos, pero en este caso hago una excepción. Ayer
por la noche (viernes 31 de octubre)
el siguiente mail llegó a mi casilla:
«Como miembro de la
Subcomisión de Cultura y en nombre del Centro Nativos Puntaltenses, me es grato
informarle que su obra “Implacablemente
suyo” ha obtenido el 2º Premio en
el género Cuento del 1º Certamen Literario “Dr. Juan Atilio
Bramuglia” organizado por esta Institución.»
El anuncio, por supuesto, me dejó
absolutamente sorprendido. Tuve que leerlo varias veces para convencerme de que
me estaba equivocando. "Implacablemente
suyo" es uno de mis relatos preferidos y me alegré muchísimo por el reconocimiento.
Lo más extraña
(quizás, lo más loco) es que no voy a poder estar presente en la gala de
premiación porque ese mismo recibiendo otro premio en Junín, provincia de
Buenos Aires. Es una coincidencia increíble, única. Hace unas semanas me
avisaron que una obra mía había quedado seleccionada entre las 15 mejores de 1930 relatos en
el "XLIII Concurso Internacional de
poesía y narrativa ELEGIDOS 2014”, y va a formar parte de una
próxima Antología Digital
Internacional. La cena de gala y entrega de premios es exactamente el
sábado 29 de noviembre, el mismo día que la entrega de premios del otro
concurso.
Dos premios nacionales en un mismo día. ¿Qué tul? (Ni yo me lo creo aún).
Voy a subir los cuentos ganadores
y contarles cómo me va a lo largo de éste y el próximo mes. Mientras tanto, los
dejo con este pequeño relato que escribí recientemente. ¡A ver qué les parece!
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“Cuidado, adultos jugando”
Hay muchas
cosas en los alrededores de la plaza Rivadavia: un monumento al célebre
personaje histórico, farolas de 1925, una gran fuente en mármol de carrara,
inglesa, enmarcada por cuatro pilares pequeños. Está la catedral y en el
extremo opuesto el palacio municipal. También se ven cosas que la gente no
distingue, que nadie nota. Letras del abecedario, tierra, árboles y un pedazo
bastante grande de cielo, cartelería, perros, palomas y hasta seres humanos. La
500. La 504. La 319 en su recorrido de regreso. Decenas, no, centenas de
micro-acontecimientos, acciones simultáneas. Una joven está sentada en un banco
frente al Café Rodríguez, fumando un cigarrillo. A su lado una mujer se abanica.
Asfalto. Más seres humanos.
El lector comprobará
que —salvo una ligera reflexión de carácter general— mi texto es apenas la
enumeración de lo que uno percibe en cualquier espacio verde. Todavía no se ha
introducido un conflicto, ni a los personajes principales. Es una pobre excusa
de introducción a una narrativa. Lo que ocurre es que se hacía preciso
describir lo que pasa cuando no pasa nada. Solo así puedo introducir a mis
protagonistas.
Saluden a
Florencia, de veintiocho años, y a Mariela, de treinta y cuatro. O no lo hagan.
De todas maneras, ellas están sumergidas en su propia conversación.
— Te digo una
cosa, no teníamos una ola semejante desde el 2009 —dice Mariela mientras agita
su abanico. Tiene razón, el aire en la plaza tiembla por el calor intenso—. No se
puede estar ni a la sombra —agrega sacudiendo la cabeza.
— Ni hablar. ¡Y
no sabés lo que me gasto en aire acondicionado! —comenta Florencia al tiempo
que exhala una larga bocanada de humo—. Igual, hoy la plata no alcanza para
nada.
— ¡Qué querés
que te diga! Comprás dos pavadas y ya te gastaste cien pesos. En casa usamos
ventilador de piso; si no, no llegamos a fin de mes. Yo ya ni el diario leo.
Son todas malas noticias. Hasta que no cambie el gobierno, esto no va a
cambiar.
— Son todos una
manga de mentirosos, y corruptos. El gobierno, la policía. La gente... la gente
anda loca, loca. Te matan por dos pesos.
Frente a ellas,
los niños siguen jugando y gritando. Se lanzan por el tobogán y giran en la
calesita.
— ¿Cuál es el
tuyo? —pregunta Florencia.
— El rubiecito,
que está con esa nena. Tiene cinco, es un amor, ¡no sabés!
— ¡Esa es mi
hija! Parece que ya se hicieron amigos —ríe Mariela—. A veces pienso en su inocencia y me da mucha
envidia.
— ¿Te enteraste
lo del colectivero? Dos tipos se le suben al bondi, como el chofer no los deja
viajar sin pagar, le fracturan dos de dedos de la mano. Después le sacan la
plata de la billetera. Ochenta pesos.
— ¡Qué
terrible! Hoy te pegan un tiro aunque haya un menor presente. Se perdió el
respeto por la vida humana. Me pongo a pensar en eso y me dan nauseas. Acá,
así, no se puede vivir —Mariela se sobresalta de pronto—. ¿Y los niños? ¿Dónde
están los niños?
— ¿La de allá
es tu mamá? —pregunta Franco.
— Sí.
— Se la ve
cansada.
— Siempre está
cansada, y preocupada —dice Clara—. A veces me preocupa mucho. Por eso la
traigo a la plaza, así toma un poco de aire y se tranquiliza.
— Te recontra
entiendo. Mamá nunca está contenta, y se queja. A veces tiene miedo, pero nunca
lo muestra. Yo también la tengo que sacar a pasear cada tanto, para que no esté
tan seria.
Clara muestra
frustración en su rostro.
— Los adultos
nunca entienden nada. Me canso de tener que explicarles todo. ¿No te pasa?
— ¡Me
requeterecontra pasa! Son re inocentes, creen que saben todo, y en verdad no
saben nada. No quiero crecer nunca.
— Y ojalá que
yo tampoco. ¿Me acompañás al sube y baja?
— ¡Ahí estaban!
Las madres se
acercan a sus niños y los levantan a upa.
— ¿Vamos a
casa, Fran? —le dice Florencia y luego mira a Mariela—. ¡Un gusto! Tal vez nos
crucemos la próxima.
—Me hizo bien
desenchufarme un poco —responde y mira a su hija—. ¡Ay nena! ¡Estás toda llena de
tierra! Vamos a casa así te bañás.
A medida que
las madres se dispersan con sus hijos, todo les sigue sin llamar la atención,
nada destaca de lo habitual y la narración continúa sin un problema o conflicto
principal hasta su abrupto y –hay que decirlo– vulgar desenlace.
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=>> Otros cuentos de mi
autoría, temáticamente relacionados: “Ana
y el infinito”, “¡Bang,
bang!”, “Esas
cosas no existen” y “La
historia repetida”.
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Antes que nada, felicitaciones por los reconocimientos. Un gran impulso para seguir escribiendo ¿no? ¡Mucha suerte en la entrega de premios!
ResponderEliminarMuy buen relato, una visión de los adultos al estilo Libertad (de Mafalda).
Ahora me hiciste recordar el tema "Niños" de Viejas Locas -la época en que todavía el Pity escribía canciones con algún sentido-.
Abrazo, es un gusto leerte
¡Gracias, che! Bien ahí metiéndole intertextualidad a mi cuentito... no conozco ese tema de Viejas Locas (nunca fui fan), y me voy a buscar el que decís de Mafalda.
EliminarMuy bueno Lu ! Breve y bueno.. dos veces bueno... Saludos desde Las Floridas.
ResponderEliminarEse es mi lema: bueno, breve y barato (escribir es gratis, por ahora)
EliminarHola! Creo que ya te había comentado que el diálogo de las madres te quedó súper realista, pero lo que más me gustó, y esto no recuerdo si te lo dije, es toda la divagación del narrador, con ese tono que parece que estuviera conversando. Me gustó mucho el estilo.
ResponderEliminarPor cierto, te felicito por tu doble premio!! Y qué locura que te los entreguen el mismo día, pero locura buena XD
¡Buenas! Sí, sí... leí tu comentario en Literaturas. Igual, a este relato le cambié el final (no me gustaba el original) y arreglé unos detalles. El narrador es un fenómeno, un tipo para sentarte a tomar mates y que te cuente de su vida.
Eliminar¡Gracias por estar siempre!
muy interesante :)
ResponderEliminarPasate por mi blog a recoger el premio que tienes por tu blog www.curiosidadesdelmundojto.blogspot.com
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