Suzume,
la octava película del celebrado director Makoto Shinkai, llegó a los cines en
mayo y, rápidamente, se convirtió en otro éxito indiscutible.
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Otro achievement para la animación
Puede que 2023 termine siendo uno de los mejores años para la animación en mucho tiempo. No sólo Illumination Entertainment rompió records absolutos con The Super Mario Bros. Movie, también resulta que Suzume (Suzume no Tojimari) ya es la cuarta película de animé más taquillera de la historia… y ni siquiera ha estrenado en gran parte del mundo.
Si es o no mejor que aquel hito arrasador llamado Your Name (2016) quedará a criterio de cada uno. Este humilde servidor cree
que no. Sin embargo, con imponentes escenas durante sus 122 minutos de
duración, esta nueva obra de Makoto Shinkai es su más larga y ambiciosa
producción hasta la fecha.
Makoto Shinkai inspirándose en… sí mismo.
Lo que para mí hace que Suzume no sea tan innovadora es que se siente muy similar tanto a Your Name (Kimi No Na Wa, 2016) como a Wethering with you (Tenki no Ko, 2020). Lo que alguna vez sorprendió en el pasado, hoy ya comienza a percibirse como algo repetido. No me refiero únicamente a la estructura, sino también a los temas sociales y géneros que ocupan la filmografía más reciente de Makoto Shinkai.
Si bien las tres historias son ciertamente diferentes, tienen suficientes puntos en común como para relacionarlas. Por ejemplo, todos estos relatos son protagonizados por “star-crossed lovers” (amantes separados por alguna barrera, sea física o temporal), hay una catástrofe ambiental como conflicto de fondo y abordan el género fantástico.
No sólo eso: Suzume además incluye prácticamente todos los demás temas clásicos de Shinkai: el aislamiento social (clave en los días que corren), el contraste entre las grandes ciudades versus zonas rurales y los elementos folkclóricos de Japón, entre otros.
Ahora, en comparación –y esto también hay que
decirlo–, Suzume presenta muchas más
escenas de acción y ángulos de cámara creativos. Como experiencia pochoclera
dentro de una sala grande de cine, es más interesante que cualquiera de las
producciones anteriores del realizador.
La imperiosa necesidad de cerrar puertas
La película está ambientada en el Japón moderno, con muchos detalles realistas cuidadosamente representados (incluidas muchas escenas urbanas), al tiempo que mezcla elementos fantásticos de la mitología japonesa.
En esencia, se trata de un coming-of-age ambientado en varios lugares que fueron afectados por desastres en Japón. La protagonista, Suzume, es una chica de secundaria que está teniendo sueños extraños. Luego de conocer a un misterioso joven llamado Souta, ambos emprenden un viaje para cerrar puertas mágicas por todo el país, lo que evitará la generación de terremotos y otras catástrofes similares.
De esta forma, la mayor parte del argumento es una
suerte de road-trip donde Suzume y Souta (atrapado en forma de una curiosa
silla de tres patas, por cierto) van atravesando el País del Sol Naciente para
atrapar a un travieso dios felino y evitar que se abran las puertas en cada
área. Todo muy Ghibli, ¿no? (ya volveremos a eso).
Los temas centrales de Suzume
Sorprendentemente para una película de este autor, los trenes no ocupan tanto tiempo de pantalla como en sus trabajos anteriores. En cambio, Suzume y Souta (y, más tarde, el simpático gato Daijin) usan una variedad de métodos de transporte a través de Japón durante su viaje.
La memoria y los recuerdos son temas centrales en Suzume. Específicamente, nuestra tendencia a recordar sólo las cosas malas de las personas que nos ocurrieron. Las áreas abandonadas adonde se encuentran estas puertas aún guardan ecos de quienes vivieron allí. De hecho, parte del ritual para cerrar una puerta es extraer esos recuerdos y dejar que fluyan a través de uno.
Los demás simbolismos de la historia giran en torno a puertas y llaves. Las puertas representan no solo la barrera entre el Más Allá y el mundo real, sino también la barrera mental entre los recuerdos que reprimimos y lo que expresamos externamente. Las llaves, o más bien, la llave ornamentada de Souta, tienen la autoridad para cerrar o abrir estas puertas antes mencionadas, ya sea literal o metafóricamente.
Suzume tiene una narración clásica y simple. Sobre el final presenta un pequeño giro de ciencia ficción, pero en general se puede ver y apreciar tranquilamente tanto por un adulto como por un niño. Sin ir más lejos, yo la vi con mi hijo Benjamín (de 6 años) y la disfrutó bastante. Pese a que él no haya podido comprender todo el subtexto de la historia, hay suficientes momentos de comedia, personajes adorables y acción para que sea siempre llevadera.
Sí puedo criticarle algo respecto a su duración, me parece que se le podrían haber recortado 15 o 20 minutos del medio. Hay dos o tres subtramas que no suman demasiado al arco narrativo y estiran innecesariamente el metraje. Por ejemplo, tenemos varios minutos de Suzume cuidando a un par de niños que no volvemos a ver jamás y no tienen impacto final en el conflicto.
Otra cuestión objetable (desde la subjetividad de quien escribe, claro) es que acá Makoto Shinkai parece querer simular el cine de Hayao Miyazaki con demasiada alevosía. Está bien: se entiende que Miyazaki es demasiado icónico y ha inspirado a un centenar de autores. El propio Shinkai se ha declarado seguidor ferviente, pero no heredero.
Y, sin embargo, él venía teniendo un estilo más
propio con sus obras anteriores –pienso en El
jardín de las palabras o 5
centímetros por segundo– y acá me dio la sensación de que buscó emular
mucho más lo que suele hacer Studio Ghibli en el afán de sumar (todavía más)
adeptos.
El costado artístico de Suzume
En materia de animación, CoMix Wave Films (el estudio habitual que colabora con el director) continúa dando cátedra sobre cómo hacer preciosismo visual en la pantalla grande. Su delicado tratamiento del detalle, que por momentos raya la obsesión, ya es un sello de identidad en sus trabajos.
La película no sólo logra transmitir emotividad con los fondos hiperrealistas de cada escenario, sino también gracias a la atmósfera un tanto melancólica y la efusiva expresividad de sus personajes (sí, incluso la expresividad de una silla de tres patas).
Donde el apartado artístico no termina de convencer
del todo es con la incorporación del CGI en ciertos puntos específicos.
Afortunadamente, estas escenas son tan épicas y bien dirigidas que, sumadas a
la cautivante banda sonora, uno puede dejarse llevar y perdonar los deslices.
Equipo ganador no se toca
Cada una de las películas animadas del director Makoto Shinkai ha contado historias poderosas y conmovedoras sobre personas que intentan conectarse unas con otras. Suzume, por supuesto, no es la excepción. El trailer no revela demasiado, lo cual se agradece. Tampoco lo haré.
El trabajo de Makoto Shinkai está destinado a convertirse en otro clásico moderno de la animación japonesa. El realizador es muy sincero en la forma en que teje sus temas profundamente empáticos a través de imágenes hermosas, como bañadas por el Sol. Como los mejores cineastas de animación, éste es un gran truco de magia.
Aquellos que vayan a ver Suzume con la esperanza de
encontrar un costado completamente nuevo de Shinkai, seguramente saldrán algo
decepcionados porque el autor repite muchos temas y estructuras narrativas.
Pero esa duplicación también es lo que hace que la película se sienta cómoda y
familiar, como a aquel viejo amigo que no vemos hace mucho tiempo y que, en
realidad, es el mismo tipo sonriente de siempre.
Palabras finales
Pese a que se extiende un poquito más de la cuenta y repite narrativas previas, Suzume es un conmovedor viaje sobre aceptar el pasado y mirar hacia el futuro. Un viaje del héroe tradicional, en cierto sentido, aunque acá se suman un gato mágico, una silla parlante y varias puertas que nos llevan a una dimensión paralela.
Nota originalmente publicada en Alta Peli.
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