Publicado por primera vez en 1980, “Flores robadas…” se
convirtió rápidamente en un best-seller, y en pleno auge de la dictadura
militar. Logró la atención de miles de lectores, superando la cifra de 200.000
ejemplares vendidos, un número absolutamente insólito para la Argentina (y menos
para esa época).
Su éxito, como es de esperar, estuvo rodeado de reproches y
polémicas.
En esta nota vamos a ver un poquito de qué trata la
novela más prestigiosa del escritor y periodista Jorge Asís.
Flores
robadas relata la vida y aventuras (principalmente sexuales) de dos amantes
que luego se hacen amigos: Rodolfo
(un alter-ego de Asís) y Samantha
(quien, en realidad, se llama Carmen). En el presente se encuentran de casualidad,
y luego de muchos años. Se sientan a charlar y comienzan a rememorar los años
pasados, quizás con cierta nostalgia, definitivamente con mucha ironía.
A partir de idas y venidas entre presente y pasado,
la historia no es únicamente romance y erotismo, sino que también se pinta el
cuadro de una época, un momento donde los argentinos se debatían entre quedarse
o irse, aceptar la realidad o combatirla.
***
#SpoilerAlert. Se revelan detalles importantes de la
trama. Pero nada más que un poco, se los prometo. Y no canto el final (que es
sencillo, pero está bien).
***
El trasfondo
de la novela
Se dice que Beatriz
Sarlo –una de las críticas literarias más influyentes de aquel momento– se
encontró con Jorge Asís en una esquina, allá por finales de 1981. Ella le dijo
a él “tu novela no me gustó”, y el
respondió: “No me preocupa, Beatriz,
vengo a cobrar los derechos de autor”.
Creo que esto habla un poco sobre el autor (quien
fue tachado de oportunista) y acorta las distancias entre autor y protagonista.
Rodolfo (el protagonista) y Asís (autor) son una misma persona: agrandados,
pretenciosos, cancheros.
Lo cierto es que, años más tarde, Sarlo incluyó a Flores robadas (junto a Respiración Artificial, la otra gran
obra de ficción escrita bajo la dictadura por Ricardo Piglia) entre los 200 libros necesarios para comprender la compleja
realidad de Argentina.
El público recibió muy bien a la novela debido a su
lenguaje coloquial, las escenas picantes y la caracterización de lo que se
considera el “típico porteño”. Rodolfo
Zalim es egoísta, cínico y mentiroso. Es también un personaje enredado,
tridimensional, atorrante, ventajero. Siendo completamente honesto, es bastante
sorete.
El estilo de
Flores Robadas
La novela tiene un estilo muy particular que no me
convenció del todo. Se destaca, formalmente hablando, por un uso excesivo de
las comas y un salto tan constante como molesto entre la primera y la tercera
persona. Se habla mucho de coger y se dicen cosas políticamente incorrectas.
También aparecen palabras del lunfardo de aquella época.
Se lee bastante rápido, aunque sostengo que no es
una novela sencilla.
Creo que se trató de un producto de la época que sacó una
especie de fotografía. En efecto, se describe un segmento doloroso de la
realidad argentina, pero bajo el sello de la ironía, sin nunca comprometerse
del todo.
Asís escribe en la línea de Roberto Arlt, y también es evidente que tomó inspiración e ideas de
Rayuela, aquella obra cumbre de Cortázar (que ya
reseñé extensamente en el blog). De hecho, lo menciona alguna que otra vez
a lo largo de su narración.
Rodolfo es un poco Horacio Oliveira: confundido, en
búsqueda constante, intelectual, pensador. Samantha es también un poco La Maga,
con su espontaneidad, su amor por la izquierda, por el vivir por vivir,
despreocupada, artística. Las semejanzas son hasta sospechosas.
Marinelli y
lo metatextual
Al paralelismo con Rayuela hay que sumarle las apariciones casuales de un tal Marinelli (que suena curiosamente
similar al “Morelli” de Cortázar). En
la obra, Marinelli es un personaje de ficción dentro de la ficción, un gordo
que aparece repetidas veces a lo largo de la historia y tiende a entrometerse
como narrador o dialogar directamente con el protagonista.
Representa un fantasma de la consciencia de Rodolfo,
o quizás a Rodolfo mismo (su propio alter-ego). Protagoniza algunos de los momentos
más metatextuales de la novela. Uno de mis favoritos me recordó a la novela de Raymond Queneau (El vuelo de Ícaro), donde un investigador privado busca a un personaje
que se escapó de las páginas de una novela.
Este es el extracto en Flores robadas que me hizo a acordar a la obra del francés:
«–Porque me lo tiene prohibido. Vos sabes que
los personajes de la novela moderna no son tan manejables como los de antaño.
Estos se rebelaron, ahora le imponen condiciones a sus creadores, sin grupo.
–No me jodas.
–No te jodo, es la única condición que me
impuso para trabajar en la novela mía. Que contara todo lo que dice, lo que
hace, no hay inconvenientes para eso, pero no quiere que se sepa... te das
cuenta que lo estoy traicionando, que lo voy a perder, se me va a ir a la
novela de cualquier otro chanta.» (pág. 238)
En otro capítulo, Marinelli directamente pide
permiso para contar algo él.
«Turco, déjame pasar un aviso, tengo derecho
también a contar mi historia de amor, que prueba fehacientemente que soy un
licenciado en la derrota, un tango que respira y habla.» (pág.
101-102)
Es un gran capítulo que funciona como un pase de comedia. Marinelli
relata una anécdota sobre una amiga que conoció y “se le hizo hippie”. Es muy
divertido y autoconclusivo.
La ironía para
evadir el compromiso
Mara Rogers,
en un valioso paper llamado “La
ironía como forma de evasión al compromiso” estudia la polémica que generó Flores robadas respecto a la política.
Afirma que, a diferencia de lo que dijeron muchos, Asís no decía estar alineado
con las ideas de la dictadura. Muchos leyeron entre líneas un apoyo incondicional
hacia los lineamentos del Proceso de Reorganización Nacional. Rogers propone
que Asís no define nunca su posición, no se compromete con ninguna escala de
valores.
Yo estoy parcialmente de acuerdo, si bien creo que
también hay
un aspecto ideológico detrás de la postura de reírse de todo. El cinismo
también quiere decir algo. Asís fue cuestionado por izquierda y por
derecha porque le pegó a todos por igual. Las pícaras aventuras románticas de
los protagonistas, el sexo explícito (aunque sutil, elegante) y el dilema del
exilio generaron todo tipo de polémicas.
Como primera obra narrativa que se produce en
Argentina desde que tomó el poder la dictadura de Videla, fue oportunista por
encontrar el equilibrio entre la censura de los militares y lo que el público
quería (necesitaba) leer. Ese equilibrio lo halló en una ironía punzante,
apoyada en contradicciones y asimetrías.
«–No
sé por qué te reís –dice ella, ya casi riendo.
–Porque todo esto es una risa, flaca, cosa de risa, este quilombo es
muy divertido. Tenemos que reírnos mucho, pero que no confunda nadie nuestra
risa con la alegría –dice Rodolfo–. Porque nuestras carcajadas no tienen un
carajo que ver con la alegría, porque yo no me río de tu Adrián, me río de
todos los adrianes de mi generación, que puede vérselos en cualquier café, en cualquier
calle de la ciudad. Me río de mí, de vos, de toda esta porquería que nos rodea,
ja ja ja.
La flaca, acaso sin quererlo, se ríe también a carcajadas.»
Rodolfo se ríe y contagia. Se burla de todo, como
el Comediante de Watchmen, como el
Joker de Batman. Rodolfo no ve el
vaso medio lleno o medio vacío; ve el vaso y no le importa, porque todo el
mundo se fue AL CARAJO.
Debido a esta posición, el lector nunca puede
determinar con seguridad si el autor está de acuerdo o no con los valores que
se representan. Samantha elige irse del país, Rodolfo prefiere quedarse. ¿Se
queda porque está de acuerdo con lo que pasa? ¿Porque está conforme? O quizás
lo hace porque sabe que nada va a cambiar, o que es todo una “ola” que hay que
aguantar.
Dice Rodolfo/Asís:
«(…)
vivimos alimentados del más trágico delirio, dándonos cualquier cuerda
de fantasía, construyendo con la realidad castillitos de arena. Pero nos
tomamos tan en serio el juego que nos metimos adentro del castillito, y
perdimos. La ola, o ponele los militares, nos tiraron el castillito a la mierda
y quedamos a merced, con el culo hacia el infierno y con las piernas hacia
cualquier parte. Está bien, vos llévatelas a Italia.»
Es muy interesante el análisis que hace Mara Rogers en su artículo en
referencia a la metáfora de la ola, donde denota la comparación entre los
militares y un fenómeno de la naturaleza. En una entrevista con el
sitio web Letralia, Asís confesó que nunca sintió tanta libertad como
cuando escribía Flores robadas. Sin
embargo, simultáneamente, él redactaba para Clarín bajo el seudónimo Oberdán Rocamora. También en la vida
real escondía su verdadero yo, sus verdaderas intenciones. Contradicciones,
hermosas contradicciones.
Hay otro aspecto que menciona Rogers en su texto
respecto a la obra, y es en relación a la condena de ser mujer. Me parece que
lo explica de forma tan clara que recomiendo que, directamente, lo lean de ahí.
Acá les dejo el texto completo:
Palabras
finales
Lo cierto es que la novela puede disfrutarse sin
involucrarse con el autor, la polémica y el trasfondo político. Al final del
día, tiene cierta pedantería (se diría que es clásicamente porteña, o
clásicamente argentina) y una manía autobiográfica difícil de quitar en un
autor novelle (sé que yo mismo lo
hice en mi
primera novela). Pero eso no la hace menos disfrutable.
Flores
robadas tiene fluidez, es pícara y entretiene. Me gustó la trama porque no
cae en los lugares comunes de este tipo de historias (hombre casado y con
familia se reencuentra con un viejo amor). El desenlace es “lindo”, no sorprende
pero satisface.
El hecho de que pase de la tercera persona a la
primera (y viceversa) sin avisar me resultó molesto. Es una cuestión de estilo
que no me cerró del todo. Afortunadamente, hay una serie de observaciones
inteligentes sobre la vida cotidiana, preguntas que nos hacemos todos y el
aspecto metatextual es agradable. La novela, cual tragedia griega, nos va
avisando sobre el mismo avance de la misma, nos pide que “tengamos paciencia”
porque está llegando el final, incorpora personajes que se autodefinen como
pertenecientes a la novela. Es un detalle simpático.
Es una buena novela que puede leerse como lectura
pasajera, y ser disfrutable, o profundizarla para agudizar sobre sus relaciones
complejas con la historia de Argentina. Eso, para mí, ya es un gran logro.
«¿Todo es motivo de joda para vos?,
¿tan mal venís?, ¿tan fuerte te pateó la realidad? Ahora sí que te creo que
estás destrozado. Y nos reímos, los dos, como locos.»
(Flores robadas en los jardines de Quilmes, pág 130)
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=>> Otros posts sobre LITERATURA ARGENTINA en el blog: “El
sueño de los héroes, una novela de Adolfo Bioy Casares”; “Mariano
Pereyra: la sutileza de lo absurdo”; “La
búsqueda y la transgresión en Rayuela”; “Cortázar
y el mito de Circe”.
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Asís me produce un profinfi asco
ResponderEliminarEs patético, ridículo,soberbio, cinico oportunista,ramplón, y de viejo muchísimo mas
Su risa hipócrita es VOMITIVA
Señora tómese algo que le va a hacer mal.
EliminarAsis nunca fue políticamente correcto, eso lo hace un personaje rico por donde se lo mire. Cuando vierte un comentario que concuerda con mi ideologia, lo adoro. Pero cuando es contrario a mi pensamiento lo aborresco, pero por eso no lo dejo de querer. Gracias Turco.
ResponderEliminar👍👍👍
EliminarConsidero a Asis un escritor con destino no con talento, con mistica no con inspiracion...en cuanto a su faz de comentarista politico ambiguo...pero muy carismatico ...me cae bien ...me recuerda a fidel pintos un sanatero simpaticon.
ResponderEliminarUna forma sólida de describirlo, sin duda.
EliminarTe felicito por tu reseña. Solo un detalle: no alterna entre la primera y la tercera persona sin avisar.
ResponderEliminarEn las primeras páginas de la novela, dice:
"Mejor, en todo caso, es ponerme a juguetear, por retomar la
recursiva tercera persona, así yo mismo trato, con el lenguaje, de
embaucarme y de creer que estoy hablando de otro, de cualquiera
de mis tantos personajes de ficción, o, mejor dicho, de ciencia
ficción, como somos todos los que persistimos vocacionalmente en
esta ciudad carnívora, laburando como locos acaso por un alquiler,
por algún churrasco diario y un atuendo indigno, decepcionados
como solteronas, por la vuelta o la pendiente, pero con esa nefasta
experiencia en la batalla inútil, destrozados por lo inmediato,
alienados, jodidos, presenciando lo mal que se nos rajan los días,
como los billetes breves y como los sueños.
Mejor entonces es decir ellos, decir él."
Y a partir de ahí, narra el recuerdo en tercera.
Saludos!
¡Gran aporte! Se me había pasado aquel primer comentario. Es una buena novela, sin dudas.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo lei el libro...pero si vi el film....y podria decir que tiene que ver con la epoca....que asis utilice el lunfardo...no me llama la atencion...ya lo hacia roberto arlt o rodolfo walsh ....hasta borges en ficciones en algunas partes lo utilizo...si no me equivoco...je je
ResponderEliminarCoincido que las alternancias constantes entre la primera y tercera persona resultan fastidiosas. Voy por las primeras 30 páginas y todavía no leí nada interesante. Salvo dos o tres frases... Espero que mejore porque hasta ahora es un bodrio literario!!!
ResponderEliminarAsís es considerado por algunos como una suerte de traidor, como un canalla, más tarde "menemista", pero que ya apuntaba maneras en la época de la dictadura militar. Sin embargo, otros le consideran como un nostálgico, fatalista porteño, tanguero, influído también por el Martín Fierro de José Hernández... "Porrudo que un hombre sea, nunca se enoja por eso..."
ResponderEliminareste libro llegó a todas las escuelas secundarias. de la prov de bsas ! que necesidad de gastar dinero en este libro... mejor compren tizas o hagan baños ... vergüenza que gasten millones de pesos en estos libros que solo hablan de política partidaria... compren libros como Elhornero que te enseña a construir tu propia casa...y no depender del estado para que te regale un rancho que al Estado le "cuesta" fortuna (sobreprecios) y que se parecen a una paridera de chanchos
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