Son pocos los autores que simultáneamente escriben
thrillers futurísticos (“El fin del mundo
y un despiadado país de las maravillas”), historias sobre la pérdida de un
gato y un Edipo de 15 años (“Kafka en la
orilla”), fantasías de realidades deformadas (“1Q84”) y pequeñas historias de japonenes comunes (“Tokio
Blues”). Haruki Murakami es un
autor que tiene tal abanico de obras.
Sus trabajos incluyen unas doce novelas, una
autobiografía, una serie de ensayos y entrevistas sobre el ataque terrorista al
subte de Tokio en 1995 y varias
docenas de relatos cortos. Su fama mundial se disparó con la publicacion de Norwegian Wood (“Tokio Blues”, según la traducción en latinoamerica), pero la
opinión en la comunidad literaria japoneasa está bastante dividida. Algunos opinan
que es un genio descomunal y otros que no es más que un extravagante autor de
ficción popular.
Hace poquito terminé “Al sur de la frontera, al oeste
del Sol”, novela de 1992 que
nos adentra en la vida de Hajime a medida que transita la infancia, juventud y
adultez. Examina su complicada relación con su esposa y especialmente con
Shimamoto, una antigua y misteriosa compañera de la infancia que reaparece en
su vida décadas después.
Sus encuentros –resultado de insólitas cadenas de
eventos– hacen que Hajime se
cuestione si debería renunciar a su estilo de vida actual para intentar
recuperar la magia de su pasado.
***
#SpoilerAlert. Siempre me gusta avisar de antemano
cuando voy a explayarme sobre cuestiones fundamentales de la trama. Me parece
importante para aquellas personas que no tengan ganas de arruinarse la
historia. Así que: están avisados.
***
Tokio Blues
y Al sur de la frontera tienen un
tono muy similar y varios elementos en común. Ambas incluyen una reflexión
sobre la nostalgia, un protagonista masculino que es calmado y más bien reflexivo,
y mujeres inestables como leitmotivs de la narración (hasta con un final análogo).
No digo que con eso pueda extender una serie de
características generales en la obra de Murakami,
pero sí supongo que, en líneas generales, el autor se interesa por la
melancolía, utiliza la música (el jazz en especial, pero también la música
clásica y el rock de los Beatles) como
parte de la trama, expone su amor por la literatura y el whisky (sus personajes
están siempre haciendo estas cosas, muchas veces en simultáneo) y presenta protagonistas tristones.
De hecho, la melancolía es el tema central de la
novela. La melancolía como tono de la historia pero también como emoción
predominante, casi como condición médica. La melancolía es muy diferente a la depresión
y se diferencia parcialmente de la tristeza. Es más bien una tristeza vaga,
permanente y muy profunda. Y es justamente lo que siente Hajime.
Si el duelo es la reacción ante una pérdida (no
necesariamente humana), la melancolía aparece cuando no puede aceptarse dicha
pérdida. Hajime no puede aceptar que su infancia (donde él se consideraba
feliz) terminó, que Shimamoto
desapareció de su vida y la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
Trabajar narrativamente la melancolía es complicado
porque es un sentimiento que oprime y absolutamente opuesto a lo divertido.
Dicho de otra forma: nos deprime, y se prende al lector transfiriendo ese mismo
estado. Muchas veces, incluso, los relatos melancólicos son muy aburridos y
soporíferos (ejemplo clarísimo, “Melancholia”
(2011) de Lars von Trier). Pero gracias al estilo envolvente y la prosa
maravillosa que tiene Murakami, la historia se despliega con mucha soltura y
ritmo.
El título de la obra también hace referencia a este
estado de emoción (“South of the Border”
es una canción de Nat King Cole).
Simboliza la busqueda de un futuro más excitante y exótico que el que se nos
presenta, básicamente lo que hace Hajime todo el tiempo.
La segunda parte del
título (Al oeste del Sol) es una
referencia a la Histeria Ártica (o
síndrome cultural), una psicosis social que parece estar sufriendo Shimamoto.
Me pareció genial como el autor logró que las dos partes del título se unan con
el contenido de la historia y representen a los dos personajes principales.
Hajime es una persona interesante porque no es
especialmente querible.
Sin embargo, cuando descubre que es capaz de hacer el
mal y que sus acciones pueden tener consecuencias graves sobre el otro, y que
es un ser humano fácilmente tentable, se vuelve muy identificable para
nosotros.
Acá no hay elementos de ciencia ficción o
surrealistas. Tampoco hay un realismo mágico. La historia avanza hacia el
futuro con saltos temporales pero anclada en una hiperrealidad. El ritmo lo va
llevando la ambieguedad moral de Hajime.
Su nombre, por cierto, es también otro
gran símbolo. Significa “comienzo” en japonés, y es aquel “nuevo comienzo” lo
que él está buscando permanentemente (y que finalmente consigue, aunque con consecuencias
graves).
La verdad es que el libro está muy bueno por la
cantidad de elementos simbólicos y leitmotivs que acumula en una narración
directa y relativamente corta: el “ser hijo único”, la cojera, la infidelidad,
la lluvia, el sobre con el dinero, etc.
Es una lectura deprimente (no voy a
decir que no) pero muy disfrutable. Me molestó no llegar a conocer más sobre el
pasado de Shimamoto. A lo largo de
la obra se van tirando varios misterios que nunca se llegan a resolver.
Hasta
su destino final queda abierto a libre interpretación.
► Aunque es el segundo libro que leo de Haruki Murakami, por lo que he charlado con otras personas mantiene ese
estilo tan inusual que lo hizo famoso: descripciones contemplativas, frases
cortas y sencillas, una manera limpia y elegante de enganchar al lector,
personajes cruelmente honestos y la ambientación cuasi-onírica. El final, un
rarísimo final feliz, es inconcluso y no me convenció del todo; pero la obra es,
sin duda, muy satisfactoria.
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=>> Otros posts relacionados en el blog: “Tokio Blue, una
novela de Haruki Murakami”, “Técnicas narrativas
(IV): David y Goliat”; “La nostalgia ya no
es lo que era (II): Tamagotchi”, “El amante japonés,
una novela de Isabel Allende”; “Animé 101: cómo
comenzar a ver animé”.
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Tokio Blues no me gustó, lo terminé leyendo por inercia.
ResponderEliminarPor como termina esta entrada, no creo que le de una segunda oportunidad a Murakami. Aunque veremos si el destino me sorprende y en unos años quizás puedo resistir el archivo.
Abrazo!
Sí, igual ojo que tiene varios estilos. Un amigo me dijo que le gusto mucho "El fin del mundo y un despiadado...", que es onda ciencia ficción distópica. Qué sé yo...
Eliminarmmm, a mi me encanta que te da elementos para imaguinar, no te da las cosas digeridas, invita a pensar y adoro sus finales, yo si he leido varios y es su estilo simplemente... me encanta.
ResponderEliminarSin duda. Yo ahora estoy a mitad de "El fin del mundo..."
Eliminar¡Saludos!
Personalmente me gusto que me de a pensar, a diferencia de muchos libros que leo y ya esta. No. En este caso, me quede pensando que "mas" me estaba contando el autor. Cuenta mucho mas de lo que escribe.
ResponderEliminarsaludos
1q84 el mejor!!!
ResponderEliminar¿Shimamoto en realidad se suicido? Me hubiera gustado tanto que el final fuerá conclusivo,me moría de la curiosidad por qué era así.
ResponderEliminarMe pasó lo mismo… inconcluso final
EliminarPara mí shimamoto tenía una enfermedad terminal.
ResponderEliminarPara mi Shimamoto era un fantasma o solo una imaginacion de Hajime. Que aparezca solo con la lluvia, y desaparezca de forma caprichosa, que no explique su situacion. Yo creo que ella no es real. La desaparicion del sobre con el dinero me dio mas la pauta de esta situacion. Ese sobre nunca existio. Toda esta fantasia es creada por Hajime para poder tolerar el vacio que siente en su vida.
ResponderEliminarLaura: es una buena forma de pensarlo.
Eliminar¡Saludos!