Autor: Fredric
Brown (USA)
Género: policial / misterio
Leído: “Los
mejores cuentos de suspenso 2” (compilación de Lawrence Block).
“Era ese
viejo argumento tantas veces repetido. Si un árbol cae en el interior de un
bosque, allí donde no existe ningún oído que pueda oírlo, ¿es esa caída
silenciosa? ¿Existe sonido allí donde no hay un oído para escucharlo?”
Así comienza uno de los cuentos
policiales más interesantes que he leído.
Es
parte de la antología compilada por el maestro del suspenso Lawrence Block “Los mejores cuentos de suspenso 2”.
Recomiendo ampliamente ambas antologías (la primera y la segunda), pero ese
review será motivo de otro post.
Hoy quiero hablar de este cuento y la filosofía que
tiene por detrás.
Cuenta la
historia que un hombre llega a la estación de tren y se sienta en un banco. A
su lado hay un hombre más o menos obeso de un lado y un hombre alto y barbudo
de unos cuarenta y tantos pero que parece mayor debido a su notable
desarreglo. Los tres se mantienen de forma tranquila y en silencio un
tiempo hasta que el hombre obeso mira al protagonista y le hace la tan
afamada pregunta: “Si un árbol cae en el medio del bosque y no hay nadie ahí
para escucharlo, ¿hace ruido?” Entonces comienza a contarle la historia
del tercer hombre de aquel banco a quien llamaremos “Martin”.
Resulta que
Martin estaba casado con Felicia (todos los nombres ficticios) y ambos vivían
en el campo, a unos 5 km de la ciudad. Las malas lenguas comentaban
que a Felicia se la había visto varias veces en la ciudad con un muchacho mucho
menor que Martin, sin embargo ella lo había desmentido ante su esposo y él le
había creído porque la amaba.
Un día, Felicia entró al depósito (que se
encontraba fuera de la casa) a buscar algo de comida. Martin, sin conocer este
hecho, vio el depósito abierto y lo cerró… con candado. Una semana después
los forenses encontraron el cuerpo muerto y encerrado de Felicia dentro del
depósito. Era fácil notar que ella había golpeado la puerta con todo lo
que puedo para tratar de abrirla pero le fue imposible salir. La autopsia
mostró también que ella había gritado hasta quedar afónica. Martin fue
inmediatamente culpado de homicidio, sin embargo el veredicto dictó “inocente”.
Al parece Martin se había quedado sordo. ¿Cuándo? Nadie lo sabe, la pareja
no era de salir demasiado. Según pudo escribir y describir Martin, de alguna
manera, a la policía, desde hace varios días venía perdiendo la audición
hasta que, al parecer, desapareció por completo. Desde ese momento Martin vivió
solo y se lo veía vaguear por toda la ciudad. La gente lo tachó de asesino, de
loco… finalmente dejó de darle importancia. Martin se volvió un ente entre la
gente, un fantasma… una historia.
El hombre obeso contaba la historia al protagonista
quien no podía dejar de pensar que estaba sentado al lado de un posible
asesino. ¿Se había quedado realmente sordo? La mujer había gritado y golpeado,
y sin embargo nadie la había escuchado…
¿Realmente había hecho ruido si no había nadie allí para escucharla?
Llegó el
tren. El protagonista se levantó del banco de manera apresurada (asustado)
y saludó con la cabeza a quien le había relatado la desgarradora historia. No
pudo evitar mirar a Martin a los ojos, se lo veía tan calmado, tan sereno.
¿Podía ser posible que Martin hubiera escuchado toda aquella charla?
El reloj del campanario comenzó a tocar las siete.
El hombre alto (“Martin”) levantó
la muñeca para mirar la hora. El
protagonista se estremeció sin saber si aquello había sido una coincidencia.
La
trama es mucho más detallada y compleja, realmente vale la pena. De
hecho, omití varios detalles importantes para que aún así sorprenda a quien se
anime a leerlo. Es un cuento policial con mucha filosofía por detrás y suspenso
de la mejor calidad. ¡Muy recomendado!
En
mi página pueden leer un
poco sobre la filosofía detrás de esta historia y comentar al respect.
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