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lunes, 9 de octubre de 2017

Filosofía a la mano (II) – Sartre: la condena de ser libre


Segunda entrada dedicada a resumir los pensamientos de mis filósofos favoritos. La primera vez hablé de Nietzche, el filósofo del martillo

Hoy le toca a Jean-Paul Sartre.

Sartre fue un filósofo, escritor, crítico literario y dramaturgo francés que vivió entre 1905 y 1980. Es considerado uno de los más brillantes pensadores de este siglo y es el principal exponente del existencialismo, una corriente filosófica que se interesa profundamente por la condición humana, la responsabilidad individual y la libertad.

La vida de Jean-Paul es de película. Fue soldado y prisionero de guerra, tenía estrabismo, tuvo varios oficios (por ejemplo, trabajó de meteorólogo), rechazó el premio Nobel de la Literatura y fue compañero de vida de Simone de Beauvoir, personaje histórico fundamental para la corriente feminista. 

El escritor reflexionó sobre la soledad, la angustia, la muerte y la libertad, entre otros grandes temas de lo Filosofía.

En esta nota voy a exponer, de manera muy generalizada, su pensamiento filosófico. Pero para darle un giro más dinámico, lo voy a hacer a través de tres de sus frases más importantes.

***

1.- “La existencia precede a la esencia

El existencialismo es un humanismo (1946) es un ensayo –que primero fue una conferencia– tan importante que es hasta considerado el manifiesto de los existencialistas. De allí surge la que probablemente sea la frase sartriana por excelente, y que engloba gran parte de sus ideas.


Imaginemos por un momento que decidimos crear una silla desde cero. Antes de construirla, tenemos muy claro su propósito, su “destino”, por decirlo de alguna manera: sea como sea su diseño, tiene que servir para sentarse. Este propósito es la esencia de la silla, y existe mucho antes de que la misma sea construida.

Ahora construimos la silla y entonces la silla ya existe en el mundo. ¡Eureka!

Para Sartre, la silla y otros objetos que carecen de consciencia eran los que él llamaba “un ser en sí”. Sin embargo, el ser humano, a diferencia de una silla, tiene consciencia, y por lo tanto, es un “ser para sí”. Un ser indefinido que se construye en el tiempo a través de sus decisiones y sus actos.

Acá vale hacer esta aclaración: Sartre fue ateo, y su corriente filosófica se corresponde con el “existencialismo ateo”. Para él no hay Dios que nos haya creado. Por lo tanto, la vida del ser humano no tiene ningún propósito predefinido por algún poder superior. Las personas no llegan al mundo con una visión específica y determinada. Esto hace que el ser humano tenga libertad plena y absoluta para elegir su propio destino en la vida.

El hombre no es definible, cuando nace no es “nada”. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. No hay una “naturaleza humana” porque no existe un Dios que pueda concebirla. Estas ideas Sartre las profundiza en otros de sus grandes textos: El ser y la nada (1943).

Así, el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer principio del existencialismo: el hombre será, ante todo, lo que haya proyectado ser.

Para Sartre, los humanos venimos al mundo (“existimos”) y después elegimos el propósito de nuestra existencia. Nos creamos una esencia sobre la marcha, improvisando sin guiones ni ensayos.

Dice Sartre: 
Sólo cuenta la realidad; los sueños, las esperas, permiten definir a un hombre como sueño desilusionado, como esperanzas abortadas, como esperas inútiles”. 

Es decir, define al-que-espera de forma negativa. El hombre tampoco es un fin, porque siempre se está realizando.

El existencialista es un humanista porque ésta es una filosofía de la acción y del movimiento. La dignidad humana está en su libertad, es su categoría antropológica fundamental y gracias a la cual el hombre siempre trasciende de su situación concreta, aspira al futuro sin estar determinado por su pasado, traza metas y, en ese proceso, construye su ser… construye su esencia.

2.- “El hombre está condenado a ser libre”

Para Sartre, ningún Dios, gobierno, religión o sociedad debe dictarnos nuestro propósito en la vida. Somos nosotros quienes no podemos evitar tener que decidirlo por nosotros mismos, es una sentencia de la que es imposible escapar. Y, lo que es peor, somos responsables por todo aquello.

Sin embargo, tanta libertad es también una condena ya que la libertad genera angustia, una angustia que –dice Sartre– es existencial.

Imaginemos que queremos comer una empanada. Vas a la única rotisería de la ciudad y te dicen que sólo tienen empanadas de carne. No tenés la libertad de elegir otro tipo, así que comprás media docena y te vas cómodamente del local. La no-elección brinda conformidad ya que sólo es necesario obedecer. Y, sin decisiones, la vida es más fácil.

A esto Sartre también se va a oponer argumentando que, en casos extremos como éste, la no-elección es también una forma de elegir. Podemos simplemente no comer empanadas de carne y, si fueran la única comida del mundo, elegir morir de hambre.

Así, llegó al extremo de decir que el que está por ser ejecutado en la hoguera es también libre de decidir si va a morir aceptándolo, llorando, quejándose, con los ojos abiertos, cerrados…

Acá quiero abrir un paréntesis para aportar un intertexto.

Sartre es mi filósofo de cabecera, y he leído suficientes cosas de él como para aceptar que sus ideas respecto a la vida están más de acuerdo conmigo que cualquier otro pensador. Por eso también busqué desparramar un poco de su filosofía en mi primer novela, Un verano para recordar.

Este es un fragmento donde dos de los personajes discuten al pensador frances.

***
—Lo que quiero decir –siguió ella– es que esas son cosas sin sentido. No estoy de acuerdo en que haya un único amor predestinado, incluso me parece triste. Me gusta más creer que eso lo elige cada uno y que depende de nosotros, de nadie más. “El hombre nace libre, responsable y sin excusas”. No podemos atribuirle a Dios o al destino las cosas que nos pasan o nos dejan de pasar. Cada uno debe hacerse responsable de sus actos, y de las cosas que le tocan vivir.
Nicolás se mostró sorprendido.
—No sabía que fueras tan existencialista, no dejás de asombrarme. Ahora me vas a decir que “estamos condenados a ser libres”, ¿no?
—¡Exacto! No es que sea fanática de Sartre, pero hay muchas cosas de él que son ciertas. Esa frase es tan simple y a la vez tan compleja que me resulta increíble… La libertad es una condena porque nunca podemos dejar de elegir.
—Acordate que estás hablando de una persona que en 1940 llegó a escribir que en manos del verdugo, mientras nos están torturando, somos libres porque podemos confesar o no, dejarnos morir o no. Eso me parece un poco excesivo –opinó Nicolás, orgulloso de sus distinguidos conocimientos de filosofía.
—Sí, y en 1976 se retractó admitiendo haber sido demasiado extremista –finalizó Valentina.
—No creí que fueras tan…
—¿Tan qué?
—No sé, tan… así.
—Todavía no me conocés bien –bromeó.
—De todas maneras sigo pensando que nada en la vida es casualidad, hay un motivo para todo lo que sucede en este mundo… Cada uno de nosotros tiene un camino a seguir, un sendero marcado por señales. Dios no juega a los dados con nosotros, me gusta creer eso. ¿Te conté alguna vez cómo nos conocimos?

(“Un verano para recordar”, 2013, fragmento)


***

Volvamos al ejemplo de las empanadas, que es interesante.

Supongamos ahora que volvemos a la rotisería a la semana siguiente y tienen una variedad impresionante de empanadas: pollo al champiñón, carne cortada a cuchillo, cerdo a la barbacoa, jamón y queso, napolitana, panceta y huevo, atún… y treinta variedades más.

Si sólo podés comprar un sabor (o, al menos, una cantidad limitada de sabores, debido a que los recursos económicos son escasos) el sentimiento de angustia te embarga. Temés no elegir el sabor más rico, el más adecuado. Pero hacés un esfuerzo y te decidís por media docena de cerdo a la barbacoa. Apenas le das el primer mordisco a la primera, te arrepentís y pensás que habría sido mejor llevarse tres de verdura y tres de atún, para que no caigan tan pesadas.

Usualmente experimentamos la angustia de elegir una carrera, una pareja, la compra de un bien. Tener libertad equivale a sentir angustia porque tomar una decisión implica que dejamos de tomar todas las demás. Esa es nuestra dulce condena.

3.- “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”

Como dije: el hombre existencialista es el que se define por la acción, por el movimiento. El hombre no nace, se hace.


Pero a pesar de que la filosofía sartreana es una filosofía sobre la libertad, también acepta que hay factores sobre los que no tenemos control. No elegimos nacer en cierto país, con un sexo determinado, una raza y una familia específica. Sin embargo, en cierto momento de nuestra vida adulta tenemos la opción de escoger, por nosotros mismos, otro lugar de residencia, una ocupación, una segunda familia (pareja, hijos…) y nuestro círculo de amigos..

En otras palabras, podemos elegir lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros.

Me gusta pensar de esta manera: nacemos con una mano de cartas al azar. Puede ser una buena mano (una buena familia, en un país del primer mundo, con posibilidades económicas, con salud, etc, etc) o puede ser una mano, dicho mal y pronto, de mierda. Pero somos nosotros quienes elegimos cómo jugamos con esas cartas que nos salieron.

Ciertamente el tema es mucho más complejo que eso, porque saber cómo jugar las cartas involucra cierta madurez mental, el uso de estrategias y, al final del día, de la misma suerte con la que uno nace.

Palabras finales

Hay muchas otras ideas de Sartre que no trabajé en esta nota.

Su frase “El infierno son los otros”, otra de sus esenciales, tiene implicancias interesantes. La dejé de lado porque es más bien paralela a sus ideas fundamentales. Pueden revisar lo que hay detrás de este concepto en mi nota sobre su obra dramática A puerta cerrada (No Exit) que analicé en esta otra nota.

Sartre nos invita a ser conscientes de nuestra libertad y a tratarla con responsabilidad. Hay cierta facilidad en el hecho de obedecer ciegamente a una religión, a un gobierno o a un sistema económico. 

El que obedece ciegamente, no necesita pensar por sí mismo. Limitarse a obedecer es cómodo, pero eso no nos diferencia de una silla o cualquier otro objeto inanimado. Eso sí: en el momento en el que nos damos cuenta de que somos libres, comienza el duro proceso de sentir angustia: ¿qué hacemos con esto que tenemos? ¿Qué hacer de nuestra vida, de nuestra libertad?


El filósofo nos invita a reflexionar sobre esta pregunta y lidiar con la angustia que la acompaña indisolublemente. Nos desafía a construirnos a nosotros mismos sabiendo, de antemano, que somos un proyecto que finalizará, inevitablemente, con el día de nuestra muerte.

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9 comentarios:

  1. Uf... complicado el tema..
    Bueno.. lo charlamos con una cerveza ! Te va ?

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  2. Excelente resumen. Lo que más me llamó la atención es la conversación de tus dos personajes que, además de estar muy bien, ¡no sabía que sartre había llegado a criticarse por ser tan extremista!
    Por otro lado, los subtitulos que utilizaste me parecen un excelente resumen.
    Supongo viste los capítulos de "Filosofia aqui y ahora" dedicados a Sartre. Van de todo esto que resumiste

    Abrazo!

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    Respuestas
    1. No los tenía a esos de "Filosofía aquí y ahora" (después los busco). Este resumen lo armé, en realidad, de notas mías que tenía de cuando estudié a Sartre tanto en la secu como en una materia de Letras y juntando con cosas que leí de la vida. Me alegra saber que estuvo más o menos enfocado. Es super complicado resumir todo el pensamiento filosófico de un autor en una nota de 1500 palabras.
      ¡Saludos!

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  3. Siempre se ha sabido que la historia se hace a través de las decisiones, que poseemos esa gran libertad, muy acertada la manera como Luciano Sivori aborda lo que Sartre nos describe como consciencia, algo que se va construyendo por la experiencia, difiero con la afirmación: "Tanta libertad es también condena ya que genera angustia", siempre he pensado que lo único que puede hacer un hombre realmente libre y fuerte es conocerse a sí mismo, saber quien soy , me hace más persona y tal vez de eso se trate todo, porque en realidad no existe el bien ó el mal, para mí existe la consciencia y la inconsciencia, a lo que quiero llegar es que la angustia solo puede surgir del no conocerse. Eso sí la libertad la podemos utilizar de forma errada cuando se es inconsciente, pero nunca va a ser una condena.
    Por ejemplo, si un periodista tiene la libertad de darnos a conocer un suceso tal cual es, pero modifica todo el suceso con intereses de por medio, ¿Condenamos la libertad que se le dio, condenamos su decisión ó su inconsciencia? lo más inocente y limpio de todo es la libertad.

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    1. Gracias por tu aporte. En casos como estos, las preguntas son infinitamente más interesantes que las respuestas. Saludos.

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  4. La conciencia es angustia, pues nos hace conscientes, valgase la redundancia de que estamos eligiendo casi en todo momento y que esas elecciones no se pueden ver en el momento hasta más adelante que se vean los resultados. Hasta entonces debemos vivir en la angustia y aprender a ser tolerantes a la incertidumbre, aferrandonos a las intenciones y valoraciones que hicimos para tomar tal decisión y no culparnos si los resultados no se acercan minimamente a lo esperado, pues no podemos saber de antemano cómo resultarán muchas cosas. Pues también podríamos elegir angustiarnos o no de nuestras decisiones en vez de asumirlas. Confiar en lo que decidimos, en que no somos torpes para buscar nuestro bienestar.

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  5. Muy buenas pinceladas sobre el pensamiento del gran Sartre.

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