Una obra donde la muerte no es el final, sino un trámite administrativo. Reseña
de “Los cuerpos del verano” (2012), novela corta de ciencia ficción escrita por
el argentino Martín Felipe Castagnet.
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La muerte como un trámite
Si alguna vez pensaste que la muerte era el final... este libro te va a cachetear con un futuro distópico donde morirse pasa por un tema burocrático y, por sobre todo, económico. Un mundo del que Aldous Huxley, sin duda, estaría orgulloso.
Leí esta novelita (que me prestó un amigo, Tincho Weingart) prácticamente de un tirón durante una escapadita a Caviahue con mis tres hermanos. Un gran viaje, por cierto. El primero que hicimos los cuatro juntos y solos (sin mis viejos o mis hijos). El libro representó mi primera lectura de 2025 y lo disfruté muchísimo por su brevedad, estilo e impacto.
En Los cuerpos del verano, Castagnet nos sumerge en un mundo donde el alma, o lo que sea que se sube a Internet después de que colgamos los guantes, puede “descargarse” a un cuerpo nuevo. Hasta ahí, todo bien. El problema es que los cuerpos son como departamentos en alquiler: depende de tu presupuesto y suerte si terminás en un penthouse o en un monoambiente que se cae pedazos.
El narrador, Ramiro, pasó un siglo flotando en la nube digital hasta que decidió volver al ruedo reencarnando en el cuerpo de una mujer mayor y gorda, que es lo que pudo pagar su familia. ¿Por qué? Porque en este futuro, los cuerpos buenos son un lujo.
Desde la primera página, la trama tiene la vibra de una obra futurista con venganzas, drama familiar y exámenes de conciencia que parecen sesiones de terapia. Sin embargo, la historia tiene guardadas varias sorpresitas. Todo está contado con una prosa muy ágil, sin vueltas ni flores, que te engancha como una buena maratón de Black Mirror.
¿Es ciencia ficción?
¿Es filosofía disfrazada? ¿O una oda a los cuerpos flojitos y los futuros
torcidos?
Sci-fi sin pretensiones
El libro plantea preguntas que te dejan con el cerebro en un cortocircuito existencial. ¿Qué es un cuerpo? ¿Qué significa “morir” si podés vivir para siempre en otro “envase” diferente? Y lo más jugoso: ¿qué pasa cuando las barreras de género, edad y biología se desmoronan como fichas de dominó? Porque Ramiro, quien ahora camina en su nuevo cuerpo, no solo enfrenta prejuicios sociales, sino que lidia con su propia adaptación.
Hay algo fascinante en cómo Castagnet no se enreda explicando el "cómo" de esta tecnología. En este sentido, el aspecto sci-fi del relato es más bien liviano. No nos importa saber si es magia negra o ciencia avanzada. Lo importante es el impacto emocional, social y filosófico.
Y eso sí que te lo tira en la cara: desigualdades que no desaparecen sino que mutan, familias que ahora son un lío genético y ético, y esa sensación inquietante de que, aunque cambien las reglas, el juego humano sigue siendo el mismo.
De hecho, Ramiro
termina en el cuerpo de una mujer mayor cuidando a su hijo, que ahora es padre
y está postrado en una cama. Un quilombo hermoso.
¿Cuánto pagarías por un mejor envase?
Uno de los momentos más WTF del libro es la introducción de los panchamas, personas que deciden quedarse en sus cuerpos originales y son tratados como parias. Una metáfora brutal sobre cómo incluso en el futuro, la exclusión sigue encontrando nuevas formas.
Este libro ya tiene más de una década, pero Castagnet te sumerge en un mundo que parece una extrapolación ácida de nuestro presente digital.
La idea de los cuerpos como departamentos en alquiler no es nueva, claro. Como casos ejemplares podríamos mencionar Altered Carbon (Richard Morgan, 2002) y las múltiples adaptaciones de Invasion of the Body Snatchers (basadas en la novela de Jack Finney de 1955).
Hace no mucho tiempo tuvimos la serie Upload (2020), de Amazon Prime Video. Y hay capítulos de Black Mirror (o incluso de La Dimensión Desconocida) que explorar esta temática.
El libro plantea algunas preguntas inquietantes: ¿Qué significa realmente estar vivo? ¿Qué pasa con la identidad cuando tu cuerpo ya no te pertenece del todo? ¿Cuánto pagarías por un mejor “envase”? Estas cuestiones existenciales le dan al texto un peso meditativo que lo aleja de ser solo otra historia futurista del montón.
El estilo de Castagnet es sencillo pero eficaz. Escribe en presente, lo que generalmente puede resultar pretencioso, pero acá le da un dinamismo que engancha desde la primera página. No pierde tiempo con largas explicaciones sobre cómo funciona el mundo que ha creado; en lugar de eso, deja que los detalles se filtren de manera natural a través de la narrativa.
Uno de los conceptos más atrapantes que introduce Los cuerpos del verano es el de la “flotación”, un estado intermedio entre la vida y la muerte donde las conciencias habitan el ciberespacio. Ramiro describe esta experiencia como una mezcla de libertad y miedo.
El autor utiliza esta idea para explorar cómo la tecnología redefine nuestras ideas sobre la existencia, la memoria y el tiempo. Hay una cita particularmente poderosa que me encantó e ilustra todo esto:
“La tecnología no
es racional; con suerte, es un caballo desbocado que echa espuma por la boca e
intenta desbarrancarse cada vez que puede. Nuestro problema es que la cultura
está enganchada a ese caballo.”
Un relato de venganza
Pero no todo es filosófico. Hay una historia muy humana en el centro de todo. Ramiro quiere reencontrarse con su descendencia y vengarse de su ex mejor amigo, quien le robó a su esposa (y, de paso, su corazón, literal y metafóricamente).
Es verdad que suena un poco El Conde de Montecristo y otro poco… no sé, cualquier telenovela argentina. Afortunadamente, el autor logra manejar el conflicto con una empatía y seriedad que hacen que te preocupes genuinamente por los personajes.
Quizá lo más
interesante sea cómo mezcla lo cotidiano con lo extraordinario. A pesar de la
premisa futurista, el libro está lleno de momentos pequeños y humanos: caminar
por la calle, sentir el calor del sol, recordar a un ser querido. Estos
detalles anclan la narrativa en una realidad emocional que es imposible
ignorar.
Palabras finales
Si la tecnología hace que vivir para siempre sea posible, ¿eso significa que la vida vale menos? ¿O más? A medida que Ramiro progresa en su investigación, descubre que, aunque pueda cambiar de cuerpo, no puede huir de las emociones humanas más básicas: amor, traición… miedo.
Y es que, al final del día, somos más que hardware y software; somos esos momentos incómodos, intensos, gloriosos y dolorosos que hacen que estar vivo tenga sentido.
No voy a spoilear el final acá, sólo decir que está muy logrado y deja un saborcito agridulce. Esta novelita de sólo 112 páginas se lee en un par de horas y te lleva por un viaje que mezcla ciencia ficción, filosofía, y una pizca de telenovela. Si estás buscando una lectura ligera, pero con profundidad, es por acá.
Los cuerpos del verano es un espejo raro, distorsionado, que te muestra un futuro que da tanto miedo como curiosidad. Y como todo buen espejo, refleja lo que somos ahora, con un guiño a lo que podríamos ser. Lo banco absolutamente.
Como recomendaciones similares de autores argentinos (y por el aspecto de sci-fi), podría mencionar: La ruta a Trascendencia (Alejandro Alonso), Plop (Rafael Pinedo) o la clásica novela gráfica El Eternauta (se viene la serie de Netflix, eh, ojo con esa...)
Todas estas obras tienen reseñas en el blog y las tengo en mi más alta estima.
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