La novela con más ritmo y locuras que leí en lo que va de este 2021. La escalofriante y satírica historia de Rudy Waltz, alias Deadeye Dick, es una tremenda serie de eventos desafortunados.
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Un encuentro inesperado
Buena puntería (“Deadeye Dick”), de Kurt Vonnegut, es una deliciosa novela contemporánea –publicada originalmente en 1982– que llegó a mis manos de una forma extraña.
Resulta que, en mi ciudad de Bahía Blanca, hay un lugar adonde se dejan revistas, libros y manuales para que se sirva quien quiera. Es una esquina a tres cuadras de casa y paso por ahí seguido. Siempre chusmeo que hay y me he topado con algunas cosas interesantes.
Incluso, a veces supe dejar libros o manuales viejos yo mismo.
Ahí estaba esperándome una copia de esta novela, un poquito amarillenta pero impecable. En el pasado ya había leído Cuna de gato, también de Vonnegut, y me había parecido fascinante. Así que no lo dudé y la manoteé.
La sátira de Vonnegut
Kurt Vonnegut Jr. fue un escritor estadounidense conocido por su cosmovisión satírica, antiautoritaria, humanista, y, muy a menudo, brutalmente deprimente.
A pesar de haber sido un anti-intervencionista durante la Universidad, el tipo se alistó en el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Durante la Batalla de las Ardenas, fue capturado por el enemigo y llevado a Dresde, un evento que le quebraría completamente la cabeza.
Dresde era una ciudad alemana conocida por la fabricación de muñecas que, después de la conversión a la producción de guerra, producía equipo de infantería ligera que solo tenía un valor militar marginal.
Debido a esas industrias y a las líneas ferroviarias que la atravesaban, los aliados occidentales la bombardearon con bombas incendiarias para reducir la producción de armamento alemán. Alrededor de 25.000 civiles murieron. Vonnegut sobrevivió.
Por este motivo, no es raro que las bombas sean un elemento clave dentro de su literatura. Y Buena puntería no es la excepción. Pero ya llegaremos a eso.
Una imprudencia momentánea
Un inocente accidente tiene terribles consecuencias para nuestro héroe Rudy Waltz y es el disparador que utiliza Vonnegut para hablar sobre la soledad y el absurdo de la vida, entre otros temas.
Gran parte de la acción tiene lugar en la ficticia Midland City, un lugar que –al mejor estilo del universo de Stephen King– aparece en varios libros del autor.
A Rudy comienzan a llamarlo “Deadeye Dick” debido a un doble homicidio involuntario que comete, de forma accidental y absolutamente hilarante, cuando era niño. Si alguna vez vieron la serie Fargo o las locas películas de los hermanos Coen, la bizarra serie de eventos desafortunados en Buena puntería va por ese lado.
La cuestión es que su excéntrico padre –un tarado que se cree artista y tiene lazos con Adolf Hitler sin entender nada sobre el nazismo– asume las consecuencias de este incidente y esto marca el destino de la familia Waltz para siempre.
Rudy queda tan traumatizado que vive como un neutro asexual. Ya de grande, tiene una vida tranquila como gerente de un hotel en Haití y va contando su historia pasada mediante flashbacks.
En el medio van apareciendo muchas recetas de cocina (¿por qué no?) y hechos delirantes, como la bomba de neutrones que cayó sobre su ciudad, Midland City, matando sólo a las personas pero dejando las estructuras y edificios intactas.
Entre recetas y asesinatos dobles
Las relaciones de familia son un tema clave del libro. Waltz tiene una relación muy tóxica con sus padres y también con su carismático (pero fracasado) hermano, Felix.
A lo mejor, Buena puntería estaba pensada para ser leída como la experiencia mundana de una familia, intercalado con recetas de cocina y una admisión (por parte del narrador) de ser un doble asesino.
Sin embargo, los momentos locos continúan aflorando a la superficie y son recordados como si no fueran en absoluto notables. Junto con lo absurdo de la vida, Vonnegut también se mete con temas polémicos, como el abuso de medicamentos y la posesión de armas en Estados Unidos.
Al estilo del autor, la novela termina en un paradójico momento donde el narrador experimenta un caso de diarrea acompañado de una sensación de alivio. Se trata de una lectura fascinante que se va tornando más surrealista conforme avanzan las páginas.
Y, si bien todo está trabajado con un humor negro fantástico, en realidad el tema de fondo es brutal. Rudy ha pasado su vida conectándose con nada ni nadie. Es virgen, no tiene amigos, no tiene un propósito. Todo esto por temor a lastimar a otras personas.
Es un héroe poco común, de una nobleza tonta, ya que el dolor es parte de la vida y a veces hay que aceptarlo, tal vez incluso abrazarlo como un signo de estar vivo.
Palabras finales
Vonnegut parece estar diciendo que la tragedia en la vida de Rudy Waltz no es que haya cometido un acto terrible que cambió para siempre su vida. Es que se rindió y dejó de vivir una vez que sucedió. El autor nos advierte que vivamos, por más heridos que podamos estar.
Las situaciones en las que se mete Rudy son divertidísimas, pero tristes al mismo tiempo y te dejan cuestionando las cosas de las que te estás riendo y si deberías reírte de ellas. A veces es incómodo y emocionalmente confuso… y creo que eso lo hace realmente conmovedor. Me encantó.
Sí, tengo ganas de leer más de este muchacho. Creo que me va a gustar bastante más.
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