Un nuevo capítulo de esta saga de pequeños ensayos
filosóficos donde busco desentramar las principales ideas de algunos de los mis
pensadores filosóficos favoritos. Hoy: el francés, nacido en Argelia, Albert Camus, y un análisis de la que
probablemente sea su novela más famosa: El
extranjero (1942).
***
Previamente… en “Filosofía a la
mano”
El viaje comenzó con Nietzsche, en agosto de 2017.
Venía escuchando mucho a Darío
Sztajnszrajber (aún lo sigo haciendo) y leyendo bastante a este autor.
Junté todo lo leído con mis experiencias personales y armé el primer post de Filosofía a la mano: Nietzche:
el filósofo del martillo.
Como me gustó cómo quedó, y porque tuvo un buen
recibimiento, seguí con Sartre
y la condena de ser libre. El existencialismo es una forma de vivir, y esto
es todavía más cierta en mi propia vida.
La tercera entrega se la dediqué a la ética
kantiana: Kant:
en busca de una Ley Universal. Por último, en la cuarta parte me metí con Platón
y su banquete, en una nota que habla sobre el amor desde un punto de vista
filosófico.
Albert Camus
era un autor del que me interesaba hablar mucho. Indirectamente ya había hecho
referencia a él en algunas notas anteriores. Por ejemplo, la maravillosa
película The Sunset Limited trabaja
las ideas detrás del mito de Sísifo del mismo modo que lo interpretó el
filósofo en su época. Pueden leer la nota completa por
acá.
Duelo de actores en "The Sunset Limited"...
Si bien Albert Camus tiene una bibliografía relativamente corta
(en comparación a otros filósofos), lo que quiero hacer hoy es trabajar al
autor a través de un único texto: la novelita El extranjero, publicada en 1942.
Tenía ganas de incorporar también el ensayo
filosófico donde reinterpreta al clásico mito griego –publicado el mismo año–,
ya que complementa muy bien a la obra literaria, pero la nota me iba a quedar
enorme.
Camus ganó el premio Nobel de la Literatura en 1957 sólo para morir uno años después,
cuando tenía 46 años. Iba en el asiento del conductor junto a su editor Michel
Gallimard, quien chocó contra un árbol. En su bolsillo, todavía tenía el ticket
de tren que había decidido no usar en el último momento.
***
El extranjero: la historia de
Meursault
La fama de Camus se basa, casi exclusivamente en El Extranjero, una novela corta que lo
puso en el foco de atención. El narrador y protagonista es Meursault, un joven viviendo en Algeria. Luego de recibir un
telegrama que informa la muerte de su madre (quien vivía en un asilo de
ancianos), él viaja para el velorio.
A partir de ese hecho –y una serie de sucesos tan
ordinarios como estrambóticos– descubrimos que Meursault es un antihéroe
distanciado del mundo real, irónico, escéptico, cínico incluso. Un hombre que
no le ve la razón de ser al amor, al trabajo y a la amistad.
El libro se configura en dos partes, cada una con
cinco capítulos. A la mitad del libro se da el primer gran giro argumental de
la historia (#SpoilerAlert.
Ups).
Sin querer, sin verdaderas intenciones, sin ningún
tipo de odio o rencor, o deseo de venganza, Meursault mata a un hombre. Un
árabe que tuvo sólo un contacto indirecto con él por un altercado anterior con
un amigo suyo. Le dispara en defensa propia, pero sin conocer sus propias
motivaciones y sin mostrar culpa. Tampoco parece importarle su propio destino.
La segunda parte es dedicada al juicio del
protagonista, donde finalmente se lo considera culpable y se dictamina su
ejecución por miembros del jurado que sirvieron al caso.
Sobre las últimas páginas, Meursault verdaderamente
termina por abrazar la idea que viene cocinando a lo largo de toda la novela:
la existencia humana no tiene un gran significado. No hay Dios, no hay destino.
La vida es caótica y absurda. Abandona toda esperanza de vivir y gentilmente
acepta la indiferencia del mundo. Esa aceptación finalmente lo hace sentirse
feliz.
***
“Hoy ha
muerto mamá”
El comienzo del libro es uno de los más poderosos
de la narrativa contemporánea. Nos introduce de lleno en la historia del
protagonista y, de un saque, nos muestra su absoluta indiferencia emocional, la
cual es su principal rasgo característico. Arranca así:
«Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.»
Meursault no demuestra tristeza o dolor por la
muerte de su madre. Sólo se limita a reportar el hecho de la forma más directa
y plana posible. Es más importante un dato trivial, como el día de la muerte,
que el hecho en sí.
En primera instancia choca el hecho de que Meursault
no tenga una reacción emocional. Lo hace difícil de categorizar. Si está feliz
por la muerte de su madre, puede ser definido como un inmoral, un sociópata o
un monstruo detestable. Pero él no está ni feliz ni infeliz. Simplemente le es
indiferente. Sin embargo, el mundo práctico y físico sí le interesa. Se preocupa por estar vestido adecuadamente,
por ejemplo.
También demuestra interés por la naturaleza y por
el clima. Justo antes del funeral, disfruta del escenario y el bello clima, a
pesar de la ocasión. Durante el funeral mismo, lo que siente no es pena, sino
cansancio físico y malestar por el insoportable calor.
Camus también acomoda la forma al contenido. La
narración de Meursault varía reflejando su visión del mundo. Cuando habla de
situaciones emocionales o sociales, las oraciones son precisas y cortas, con
mínimos detalles. Cuenta sólo lo esencial, sólo lo práctico. Rara vez se apoya
en metáforas. Rara vez busca embellecer el texto.
En cambio, la narración se expande cuando habla del
clima, que está directamente relacionado con su condición física. Por ejemplo,
al hablar del calor durante la procesión funeraria, el autor aprovecha varios
artilugios literarios.
La creación
del hombre-absurdo
Aunque la obra es usualmente clasificada como
“existencialista”, en verdad es más un exponente del absurdo que plantea Camus.
En la primera parte se explora lo absurdo de la existencia del personaje
principal. Aunque todavía no tomó consciencia plena de ello, el absurdo está
presente en todas sus acciones y a su alrededor.
El hombre absurdo (Meursault) no se guía por reglas definidas del bien y del mal. Por
eso, no siente que “se equivocó” al
ayudar a Raimundo a vengarse de su
novia (primera parte, capítulo III).
Aunque sabe que este último la piensa golpear,
ayuda a su amigo porque su responsabilidad se limita “sólo a escribir una
carta”. ¿Y qué hay de malo en escribir una carta? Entra en juego el tema de la
moralidad ante el absurdo. El hombre-absurdo no ve la moral como una Ley
Universal (como sí lo haría un personaje kantiano, por ejemplo). Tiene una idea
subjetiva de la moralidad.
Otro ejemplo de su insensibilidad lo vemos en la
relación que mantiene con María, una
compañera de trabajo con quien comienza a salir inmediatamente el día después
del funeral (primera parte, capítulo II).
Para Meursault la relación es exclusivamente física,
la usa para satisfacer sus deseos sexuales. María, en cambio, sí desarrolla
fuertes sentimientos. Cuando ésta le pregunta a Meursault si la ama, éste
responde que no lo sabe ni importa.
Asesinato en
la playa
Por supuesto, el gran giro argumental en la novela
es el asesinato del árabe en la playa (primera parte, capítulo V). Cuando
Meursault comete este crimen, su narración –una vez más– no se concentra en el
hecho moralmente cuestionable, sino en los efectos físicos que le estaban
causando al narrador el intenso calor en ese momento.
Este suceso atroz no tiene nada de diferente de los
otros que ocurren en su vida. Nunca se cuestiona ni piensa en la humanidad del
hombre al que mató (es irrelevante para él). Lo plantea como un simple hecho
que es consecuencia de sus acciones y la causa de su arresto.
Es a partir de acá que el protagonista comienza a
reflexionar mucho sobre su propia existencia. Si hubo un tiempo en el que vivía
de una forma desligada, considerando toda persona y acción como banales, ahora
es capaz de reconocerlo abiertamente, con una honestidad brutal y sin ningún
tipo de barreras sociales.
En este punto Camus propone tres elecciones
posibles. Es posible elegir el suicidio (1), ignorar el absurdo de la situación
y continuar viviendo (2) o aceptar el absurdo (3). Meursault, en el climax de
la historia, escoge la tercera opción.
En su ensayo El
mito de Sísifo (súper
recomendado, por cierto), Camus explica que el suicidio ante el absurdo es,
en realidad, la única gran elección que tenemos en esta vida. Lo único que vale
la pena plantearse.
«No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.»
Durante la escena final del libro –esa conclusión
hermosa donde Meursault se desquita violentamente con el sacerdote– nuestro héroe experimenta un momento de
catarsis en el que expresa frustración ante su absurdo y la angustia que le
provoca la falta de sentido de su vida.
Eventualmente, termina por asumirlo y aceptarlo
(opción #3), lo que le brinda libertad como nunca antes. Meursault se da cuenta
de la indiferencia del universo hacia su vida, lo que le permite afrontar su
sentencia de muerte con paz y armonía.
La
arbitrariedad del hombre
El tema del absurdo, obviamente, recorre toda la
novela. Durante el juicio, Meursault encuentra llamativo que un grupo de doce
desconocidos puedan realizar un juicio de valor sobre su vida. Se mantiene
siempre pasivo e inexpresivo, cosas que el abogado acusador utiliza en su contra
para “demonizarlo”.
Para Meursault, el hecho de dispararle una, dos,
tres o más veces a una persona no hace la diferencia. Fue el primer disparo el
que lo mató. Los que siguieron no cambiaron este hecho ni tuvieron otras
consecuencias. Para la Justicia, sin embargo, es un agravante. Puede, de hecho,
cambiar el estado de resultados, determinar la inocencia o la culpabilidad.
La acusación se enfoca en probar la culpabilidad de
Meursault. Se basa en que es ateo y no tiene sentimientos. Es un monstruo que no
ama a su madre, a quien internó en un asilo, a quien no lloró el día de su
muerte. Para peor, luego del funeral, fue a la playa y al cine con su novia María
a ver una película cómica. ¡Hasta se rio en la sala!
Para este tipo de justicia, todas las acciones
realizadas por el acusado son claras pruebas de culpabilidad. Imposible no
relacionar esta segunda mitad del libro con El
proceso, de Kakfa, novela en la
cual algo muy similar le sucede a su protagonista, Josef K.
Este intertexto no es casual. Camus era un amante
de la literatura kafkiana. Incluso le dedicó un apartado completo en el final
de El mito de Sísifo. Dice el autor
en el ensayo:
«Kafka niega a su dios la grandeza moral, la evidencia, la bondad, la coherencia, pero es para arrojarse mejor a sus brazos. Lo Absurdo es reconocido, aceptado, el hombre se resigna a él y desde ese instante sabemos que no es ya lo absurdo. En los límites de la condición humana, ¿qué mayor esperanza que la que permite escapar a esa condición?»
Palabras
finales
El extranjero
condensa (empaquetada en una historia de ficción) la tesis de la filosofía de
Albert Camus: la filosofía del Absurdo. Sin decirlo realmente, el autor profesa
que vamos por la vida, por el mundo real, desconociendo que somos todos
extranjeros.
Abrazar la filosofía del Absurdo, nos dice Camus, es quizás la
única manera de evitar el auto-engaño que ofrece el mundo material, lleno de ilusiones
y esperanzas falsas.
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=>> Otros notas sobre FILOSOFÍA A LA MANO en el blog: “Nietzche:
el filósofo del martillo”; “Sartre
y la condena de ser libre”; “Kant:
en busca de una Ley Universal”; “Platón
y su banquete”; “The
Sunset Limited y el Mito de Sísifo”.
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