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martes, 29 de agosto de 2017

Un análisis de la 7ma temporada de Game of Thrones


Y esto es todo el Game of Thrones que vamos a tener hasta, posiblemente, el año 2019, cuando llegue la octava y última temporada. En la mesa no queda mucho más que alguna que otra teoría de fans dando vueltas (como el hecho de que, de algún modo, Bran podría ser el Rey de la Noche, gracias a la habilidad del Cuervo de Tres Ojos para viajar en el tiempo).

"The Dragon and the Wolf", el séptimo y último episodio del año, fue un clásico cierre de temporada. Luego de los intensos eventos del capítulo anterior, en aquella travesía loca al norte para conseguir a un muerto vivo para Cersei, el desenlace resultó ser el episodio más largo de la serie (80 minutos) y con mucho más diálogo que cualquier otra cosa.

Creo que la temporada 7 tuvo sus puntos altos, sin duda. Uno de ellos lo mencioné en mi nota sobre Game of Thrones y el Dilema del Prisionero.

Sin embargo, la sentí como una secuela directa de su año anterior. La tendencia que comenté durante el análisis de la sexta temporada es más marcada ahora: la creciente pérdida de realismo, las inconsistencias geográficas (con personajes que se trasladan por Westeros a velocidades imposibles), las inconsistencias narrativas, etc.

Me remito a lo que dije el año pasado: Game of Thrones es ahora un fan-fiction (lo viene siendo desde mitad de la quinta temporada).

***

#SpoilerAlert - Duh!

***


El simbolismo en la muerte de Littlefinger

La muerte de Littlefinger era el momento más esperado de la serie desde que Joffrey se atragantó con el veneno de la Reina de Espinas. No resultó una gran sorpresa (nada en el capítulo final realmente lo fue) y representó otro de los momentos “para fans” a los que el show nos (mal)acostumbró en los últimos años.

Todo lo que sucedió este año en Winterfell, con las miraditas de Littlefinger, sus juegos obvios y poco sutiles, y el melodrama entre Sansa y Arya que podría haberse resuelto con tres minutos de conversación, me pareció lo más flojo de la temporada 7.

Personajes que supieron ser muy ricos, y que vivieron cosas tremendas a lo largo de varios años (aprendiendo lecciones invaluables) parecieron protagonistas de Gossip Girl gracias a los guiones tontos–sin una base en el material fuente– del equipo creativo.

Hoy la serie está plagada de personajes con “armadura narrativa”, y los días de “cualquiera pueda morir” terminaron hace rato. Ni siquiera Tormund o Gendry creo que vayan a morder el polvo antes de hacer lo que se supone que tienen que hacer (según el manual de las series de televisión). Es decir, reencontrarse con Brienne y Arya respectivamente.

La serie es, ahora más que nunca, un show tradicional de la televisión, cuando supo ser algo completamente diferente. Vi la primera temporada de GoT cuando nadie la conocía (y nadie daba dos mangos) y me voló la cabeza. Recuerdo haber charlado con mi viejo y los dos decíamos: “che, qué buena primera temporada, la puta madre”.

Las cosas siguieron para bien durante varios años. Ya para la tercera, todos veían GoT (con mi mujer la volvimos a comenzar desde el principio para ponerla a ella al día). Y el desencanto llegó a mitad de la temporada 5 cuando todos, incluso los espectadores más casuales, comenzamos a notar que la serie perdía su esencia.

Menciono esto porque creo que la muerte de Littlefinger fue algo grande, pero también tradicional. No fue una Boda Roja, ni una Boda Púrpura. No fue la decapitación de Ned Stark. Es un hecho notable porque el pícaro de Petyr Baelish estaba dando vueltas desde el episodio piloto, y es el villano al que podemos hacer responsable de disparar el conflicto más atractivo del show.


Excepto que no es el culpable de todo, como Sansa dijo. Hay dos personajes cuyas tramas no tuvieron absolutamente nada que ver con las manipulaciones de bigote. Jon Snow (perdón, Jon Sand… no… Aegon Targaryen) tuvo un sendero del héroe en su lucha en el Norte contra los salvajes y luego contra el Rey de la Noche. Y Dany conquistó Essos.

En realidad, estuvimos viendo tres series paralelas dentro de una misma serie:
  1. La canción de Hielo => Jon Snow y su lucha en el muro.
  2. La canción de Fuego => Daenerys y su lucha en Essos.
  3. El juego de tronos, o la “Guerra de Littlefinger” => todo lo demás.

El juego, esa intriga política tan picante de arreglos secretos, murmuros, traiciones y alianzas, es lo que a muchos realmente los llevó a amar Game of Thrones. Mientras tanto, Jon y Dany fueron pistolas de Chejov, no terminarían de cumplir su rol en la historia hasta volver al centro de la acción (y no morirían en el proceso). Sabíamos que nada les iba a suceder aunque la cosa se complicara en serio o aunque Jon estuviese literalmente muerto.

Cuestión que las tres historias se fusionaron cuando Jon cabalgó al sur y Dany navegó hacia el este. Como Jon Snow dijo:
«Only one war matters—and that war is here

En otras palabras: llegó finalmente la Canción de Hielo y Fuego. El Juego de Tronos terminó.

Esto deja al pobre Littlefinger en un problema grave, porque aquel juego de manipulaciones es el único que conoce. En la temporada siete se lo vio perdido, descentrado, como cuando un buen jugador pierde la magia y no sabe cómo recuperarla. (No lo culpo a él, sino a los escritores que no le encontraron la vuelta a su personaje).

Littlefinger fue sólo una sombra de lo que supo ser antes, lo cual me enferma porque sus juegos mentales eran demasiado obvios y nunca entendí por qué estuvo toda la temporada en Winterfell haciendo nada.

La cuestión es que, desde una perspectiva narrativa, era hora de que Littlefinger se fuera, y siempre estuvo claro que sería alguna de las Stark quien lo invitara a retirarse. Su muerte nos habla también de la muerte del show como drama político inspirado en la edad media.

Sólo nos queda la fantasía más pura, la batalla contra Caminantes Blancos, zombies y dragones de hielo. Ya no hay lugar para más conspiraciones.



Tenemos que hablar de Ned

La sombra de Ned Stark fue el gran leitmotiv de este año. Creo que ninguna temporada antes mencionó al bueno de Ned tanto como ésta. Están la nobleza y honestidad de Jon, las lecciones aprendidas de Sansa y Arya, etc. En una temporada que encontré sobrecargada de referencias y guiños a las primeras temporadas (de nuevo: “tenemos que satisfacer, y mucho, a nuestros fans”) el recuerdo de Ned me pareció de lo más interesante.

Junto con la muerte de Littlefinger, que cerró la rama política de la serie para dar pie a la fantasía, siento que el show terminó de despedirse de Ned durante estos siete capítulos, donde varios personajes lo recordaron y homenajearon a su modo.

Ned Stark tuvo solamente nueve episodios en la serie (si no contamos sus flashbacks de chico) y es, probablemente, el personaje con la barrita de moralidad más alta, aquella con la que se mide a todos los demás. 

Su participación en la primera temporada hizo eco durante todala serie y disparó el conflicto de la Guerra de los Cinco Reyes. Les dio forma a los jugadores de la nueva generación de héroes, no sólo Jon, Arya, Sansa y Bran, sino también a Theon.

Esto me lleva también a pensar que (aunque, lamentablemente, no va a pasar) me gustaría mucho que Sam y Bran no le digan nunca a Jon su verdadera identidad. ¿Cuál es el motivo real para hacerlo? ¿En qué cabeza entra que eso sea una buena idea? Una anagnórisis en este momento es lo menos útil para Jon (y para Westeros en general). Considerando que sólo ellos dos lo saben, bien podrían guardárselo.

No comprendo los razonamientos de Bran –de nuevo, culpa de los escritores. Por momentos dice y parece no importarle nada, porque ahora es una especie de Dr. Manhattan que ve todo. Se mantuvo frío con sus hermanas, aunque las ayudó con Littlefinger. Y, por alguna razón, está convencido de que “hay que contarle a Jon”. A lo mejor es porque sabe algo que nosotros no, pero, en serio, ¿de qué puede servir?

A todo esto, qué grande Sam, robándose crédito por el descubrimiento de la herencia de Jon. Cómo me habría gustado que Gilly estuviera ahí para verlo.

Lo que nos dejó la temporada 7

La caída del muro es exactamente la imagen que tenía en mi mente para el final de la temporada 7. Cómo iba a pasar es algo que se respondió solo con el final del capítulo 6, un espectacular episodio, súper intenso y épico, que no dejó de ser mágicamente conveniente.

Es increíble que los Caminantes Blancos hayan recorrido tan poco camino en siete temporadas cuando Jon y Dany pueden hacerse Westeros de una punta a la otra en cuestión de minutos. Hasta Gendry puede correr hasta el muro sin demasiadas complicaciones, aparentemente.

Justamente estas cuestiones son las que me molestaron durante este año. En ese afán frenético por cerrar tramas, generar encuentros entre dos personajes y complacer a los fans, los creadores se olvidaron de todo lo que hizo de Game of Thrones algo grandioso en un primer momento.

La distancia enorme entre dos puntos funcionaba como conflicto a nivel argumental. Muchas tramas estaban directamente relacionadas con la dificultad de recorrer aquel mundo peligroso e inhóspito.

Ahora todos parecen tener un jetpack atado a la espalda, y las distancias se ajustan de acuerdo a las necesidades de la historia. Si a esto le sumamos las conveniencias y grandes casualidades de cualquier show de televisión tradicional, lo que nos queda es la idea de que Game of Thrones es uno más del montón. (¡En serio, qué chiquito es Westeros que todos se cruzan con todos!)

La temporada siete es la que más pecó de los estereotipos que se ajustan a la televisión actual.

Game of Thrones ya dejó de tomar riesgos, y no necesita hacerlo. El final del juego está próximo. Si antes podíamos saltar a cinco, seis, siete u ocho lugares e historias diferentes en un mismo capítulo, ahora tenemos, como mucho, tres o cuatro lugares por episodio. Los personajes son cada vez menos también, y los lineamientos para el final están más o menos escritos.

No hubo demasiadas cosas en esta temporada que me hayan sorprendido realmente. Con esto no quiero decir que no la haya disfrutada enormemente. Sería muy hipócrita no admitirlo. Sí siento que es un buen momento para cerrar la serie.

Una bolsa mixta de pros y contras

Game of Thrones temporada 7 fue una bolsa mixta de aciertos y desaciertos. Hubo escenas de batallas espectaculares, mucho más que en cualquier otra temporada, y grandes revelaciones, pero aquellos buenos momentos estuvieron contrapuestos con decisiones argumentales muy extrañas.

Para muchos Arya matando a todos los Freys fue la forma ideal de comenzar la temporada, la merecida venganza contra Walder Frey

A mí me resultó insípida.

 ¿Cómo funciona la magia de los Hombres sin Rostro? Nunca me quedó claro. Ahora parece que podés convertirte en la persona, con sus gestos, tono de voz, altura. 

Lo peor de todo es que este hecho nunca tuvo repercusiones en la historia y Arya no hizo mucho más durante el resto del tiempo. A menos que contemos cuando ella conoció a Ed Sheeran: el peor y más estúpido cameo en la historia de GoT.

Este año me encantó Davos (MVP en mi lista de favoritos). Disfruté mucho de Dany también, desde su imponente llegada a Dragonstone hasta sus interacciones con Jon, Tyrion, Jorah y los demás. Al fin dejó de ser una llorona quejándose por sus dragones para convertirse en la reina que tiene que ser. Especialmente me gustaron sus conversaciones con Tyrion, el gran jugador de la temporada (y de la serie también). 

(Por cierto: ¿qué onda con esa mirada extraña del enano cuando tía y sobrino finalmente se acuestan?).


Del mismo modo, fue magistral la charla previa a la muerte de Olenna. Se va a extrañar a la Reina de Espinas. Fundamental y arrolladora escena con Jaime Lannister. (El episodio 3: The Queen´s Justice, es el mejor de la temporada).

Y, sin embargo, todo se sintió muy apresurado, sacrificando el realismo e hiriendo un poco a la fantasía en el camino.

Eventos que podrían haberse resuelto con más tiempo tuvieron un cierre apurado mientras que otras historias (léase: Sansa y Arya en Winterfell) nos llevaron todo el tiempo de la serie. La decisión de tener siete episodios contra los diez clásicos no terminó de convencerme, y creo que GoT se habría beneficiado con tres horas adicionales.

Este ritmo frenético hizo que quedaran muchos cabos sueltos, incluso si nos olvidamos por completo de la velocidad con la que se movían algunos personajes.

¿Por qué Tyrion fue tan malo para armar planes y estrategias? ¿Por qué Littlefinger fue tan denso e inútil? Mientras tanto, nunca vamos a entender cómo Jaime y Bronn nadaron lejísimos con una armadura tan pesada, o cómo hizo Euron para armar tantos barcos. ¿Cómo salieron los inmaculados de Casterly Rock? ¿Qué pasó con Ellaria y su hija? ¡Y por el amor del Dios Ahogado! ¿Dónde está Ghost?



La gran pregunta de todos, que me gusta llamar “El dilema del Señor de los Anillos” es: ¿Por qué no usó Dany sus dragones para llegar al norte y eliminar a los Caminantes Blancos?

Cuestiones como éstas abundaron, y le hicieron perder calidad a una serie que supo estar en los detalles. Es evidente que la prosa de George R.R. Martin no está presente, y se la extraña.

Ojo, los creadores han sabido crear muchas escenas que no están en los libros (Robert y Cersei, Varys y Littlefinger) y demostraron muchísima capacidad creativa. Pero ahora da la impresión de que se están quedando sin ideas.

***

Palabras finales

No quiero dejar la impresión de que odié esta temporada, porque no fue así. Sí la encuentro la más floja de todas hasta ahora, mostrando un descenso en calidad que viene siendo tendencia. 

Definitivamente, la próxima temporada es el momento justo para cerrar la serie.

A esta altura, es cuestión de aceptar cómo es Game of Thrones ahora y aferrarse igual, como un Lannister a su copita de vino. Se ha vuelto mucho menos sutil, reiterativa y poco realista. Aunque a la vez forjó un universo del que no nos podemos desprender con facilidad.

La intensidad y el cariño se mantienen, si bien se extrañan las sólidas bases del libro a la hora de armar situaciones con cierta lógica (incluso dentro de un mundo de fantasía). Faltando nada más que seis episodios, yo ya acepté sus defectos y aprendí a convivir con ellos. 

Espero, como espera Tormund tener un poco de amor francés con Brienne, que llegue el inevitable final.

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Mi calificación de la temporada: 6,5/10. (Como referencia, la anterior fue un 7/10 y las primeras dos creo que son un 10/10).

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3 comentarios:

  1. De acuerdo.. ( muchas lagunas y tipo: Chascomus ! ) pero igual me gusto.. La voy a reveer de nuevo !

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  2. Coincido en casi todo lo que has escrito lucho, llena de inconsistencias, poca lógica, mucha velocidad de traslado (se tomaron la línea H del subte en varias ocasiones), exagerada cantidad de momentos pochocleros (obvio que se esperaban eventualmente, pero fueron demasiados), etc, etc, etc.

    La serie en mi opinión perdió algo clave, que hacía que me encantara, una de las características que me enganchó desde el primer capítulo allá cuando arranque por el 2011… la moral "gris" de los personajes, esa sensación de que no podes ponerte de ningún lado, que no podíamos confiar en ninguno/a, que todos eran “buenos” y “malos” al mismo tiempo. Escenas que me pusieron la piel de gallina como la boda roja parecen sacadas de otra serie.

    Espero que le den un cierre como se merece, pero ya a esta altura es agarrar los pochoclos, sentarse y gritar cada vez que un dragón queme un par de muchachos/as. La enroscada trama de traiciones, intrigas, diálogos y demás, se ha perdido casi por completo.

    Quiero acotar igualmente que me gustaron varias cosas, por ejemplo las escenas de Sam o las que involucraban a Davos, me parecieron las más acertadas.
    Gran nota lucho!! Abrazo grande.

    P.D.: agregame a VARIS en la desaparecida (junto a Ghost). Fue parte del decorado toda la temporada.

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    1. Es todo tal cual lo comentás, JAG. Esa moral "gris" ya no está presente. La séptima temporada se las arregló para dejarnos a todos los buenos de un lado y todos los malos del otro. Davos es mi hombre, adoré todas sus participaciones durante esta temporada. GENIO total. Ojalá que se quede con el trono. =P

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