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lunes, 6 de junio de 2016

La búsqueda y la transgresión en “Rayuela” (1963)


¿Por dónde comenzar a hablar de una novela tan gigante como Rayuela

Célebre por causar una revolución literaria en Latinoamérica luego de su aparición en 1963, la obra se declara a sí misma como "anti literatura", y rompió con todos los moldes y convenciones de la literatura del momento.

Este probablemente sea mi post más largo y me llevó bastante tiempo. También lo disfruté muchísimo; me dio la posibilidad de explorar a fondo la novela, releer capítulos que me interesaron o confundieron (en ocasiones, simultáneamente), lees críticas literarias y buscar mis propias conclusiones.

La idea es lograr desentramar un poco el texto y poner en relevancia algunos de mis capítulos favoritos. El mes pasado ya había dado un pequeño adelanto con “El extraordinario capítulo 66 de Rayuela”. 

Ahora, se viene el análisis completo. (Redoble de tambores…)
  
>> Como es de esperar: #MegaSpoilerAlert. Se revelan detalles fundamentales de la trama. So, yeah, you know how it goes…

***

¿De qué va la historia?

Contar el argumento de Rayuela de una manera lineal es, indudablemente, es un pecado que aleja al lector del verdadero sentido de la obra. En efecto, excluye el gran universo psicológico de los personajes y las complejas relaciones que tienen entre ellos.


Teniendo esto en cuenta, el “argumento” de la obra, se divide en tres partes:

1.- La primera parte (“Del lado de allá”) tiene lugar en París
2.- La segunda parte (“Del lado de acá”) ocurre en Argentina
3.- La tercera (“De otros lados”) está compuesta por capítulos prescindibles que funcionan como una especie de material complementario (sobre eso volveré más adelante).

Se espera que Rayuela sea más una experiencia intelectual para el lector que un simple libro con una historia. 

Es perfectamente posible leer los más de 100 capítulos en el orden que uno quiera, sin alterar del todo la “lógica” del texto. Julio Cortázar recomienda dos maneras de leerlo: seguir todos los episodios del 1 al 56 de la manera tradicional (uno detrás de otro) o hacerlo con un tablero de comandos, que te lleva en una sucesión de capítulos –aparentemente aleatoria–  entre el 1 y el 155.

La trama principal sigue la vida de Horario Oliveira, un escritor y pensador argentino viviendo en París. A pesar de (o, mejor dicho, debido a…) su inmenso conocimiento intelectual, Horario dedica su tiempo a realizar acrobacias filosóficas junto a sus amigos del Club de la Serpiente, y deambula por la ciudad con su musa, la extraña y misteriosa Lucía (La Maga).

Entrelazados con la odisea de Horacio por alcanzar el absoluto, aparecen capítulos sobre un autor (Morelli) que está realizando también una búsqueda literaria de algún modo. Los miembros del Club idolatran a Morelli y leen sus escritos constantemente.

Luego de una serie de eventos bizarros (y varias reflexiones filosóficas), Horacio decide volver a Argentina, donde se reencuentra con su viejo amigo Traveler. En su país natal, comienza a trabajar en un circo como ayudante, luego en un asilo de locos, y todo mientras se va hundiendo en una vorágine existencial.

En esencia, Rayuela es una historia sobre búsquedas, en el sentido más amplio de la palabra. Horacio está constantemente en busca de algo: el amor, el sentido, el absoluto. Morelli, paralelamente, busca transgredir las formas literarias actuales (al igual que el autor, Julio Cortázar). Trágicamente, ambos terminan por entender, en algún nivel, cómo pueden alcanzar lo que desean, pero que nunca podrán realmente hacerlo.

Un poco de trasfondo histórico

La experimentación literaria estaba a flor de pie en la década de los ´60. En Estados Unidos, por ejemplo, la Generación Beat (de la cual hablé en una nota anterior sobre “Burroughs y la adaptación de Naked Lunch”) comenzaban a publicar escritos arriesgados y disruptivos.


Más al sur, mientras tanto, había estallado el boom latinoamericano, con Cortázar (en Argentina), Carlos Fuentes (en México), Vargas Llosa (en Perú) y Gabriel Garcia Márquez (en Colombia). El movimiento vanguardista traía el surrealismo, la experimentación y el realismo mágico desde los centros culturales de Europa: Francia, España, Alemania e Irlanda.

Era un momento importante para la literatura, con autores que se atrevían a romper con lo tradicional, blasfemar, crear palabras nuevas (neologismos) y utilizar juegos de palabras.

La aparición de Rayuela, dentro de toda esta revolución, dividió completamente las aguas. Alteraba la historia de la narrativa argentina. Hasta ese momento, nadie había escrito en español con tanta libertad y con una actitud tan desenfadada. El texto, como ningún otro, generaba un vínculo especial con el lector, una complicidad lúdica, como si leer fuera como un juego de niños (pero pensado para adultos).

¿Cómo conviene leer “Rayuela”?

Por supuesto: esta es una opinión personal.

El lector que elige la primera manera, sugerida por Cortázar, de aproximarse a Rayuela, sacrifica por completo la lectura de los capítulos de la tercera parte (los llamados “prescindibles”). Si bien este tercer apartado no es fundamental a la trama narrativa, es muchas veces la clave para su interpretación.

La información confusa de los primeros episodios de Rayuela, por ejemplo, va tomando forma y coherencia a medida que avanzamos y nuevos datos se suministran en los nuevos apartados.

Por momentos, el bombardeo textual nos obliga también a volver sobre nuestros pasos (sé que tuve que hacerlo varias veces, releyendo capítulos anteriores). Los capítulos prescindibles, por su lado, aportan nuevas luces sobre la lectura inicial. La novela de Cortázar pertenece a un género muy particular de obras que exigen constantes relecturas (que nunca se manifiestan como definitivas).




Tablero de comandos de “Rayuela”

Lo genial de los “capítulos prescindibles” es cómo se vinculan con la narración principal. Quienes lean a través del Tablero de Comandos, van a notar que la mecánica es básicamente esta: se avanza la narrativa mediante los capítulos secuenciales (1-2…) y se toma un desvío hacia un capítulo complementario (116), se vuelve a la narrativa (3), para luego retornar al desvío (84). Así se sigue durante gran parte de la novela: 71 – 5 – 81 – 74 – 678 – 93 – 68 – 9, etc…

Por momentos también se avanza durante muchísimas hojas sólo por capítulos prescindibles, pero en esencia es un ida y vuelta.

Cortázar a veces alterna un capítulo de tono patético, o uno trágico, con otro de tono más bien burlesco (como en los capítulos 28 y 137). El famoso episodio 28 es uno de los más oscuros de toda la obra, y desconcierta. Mientras que, a escasos metros, el bebé Rocamadour acaba de morir, los miembros del Club de la Serpiente (Horacio incluido) se enredan en una discusión de tipo intelectual.

Así, Horacio y sus amigos pasan la noche hablando, bebiendo y escuchando antiguos discos de jazz, mientras el hijo de la Maga se está muriendo en el mismo cuarto. El capítulo que sigue (leyendo con Tablero de Dirección) es el 137, que consiste en un recorte del diario The Observer de Londres titulado "Riesgos del cierre relámpago". Este recorte es una advertencia contra una "nueva clase de accidente que pueden sufrir los niños", uno en el que "el prepucio se queda atrapado por el cierre". Ironía al 100%.

Veamos otro caso de complementos entre capítulos imprescindibles (1 al 56) y prescindibles (57 a 155). 

La relación entre el capítulo 15 y el capítulo 120 es muy poco clara, y hasta podría pasar desapercibida. En el episodio 15, la Maga cuenta a sus amigos la historia de su violación por un negro cuando tenía trece años. Por su lado, el episodio 120 nos habla del recuerdo infantil de una persona llamada Ireneo. Se trata de la imagen de unas hormigas que tratan de meter un gusano en su hormiguero (claro símbolo sexual). La relación simbólica entre los dos capítulos se vuelve explícita en el capítulo 16: resulta que el nombre del violador de la Maga fue Ireneo.

La realidad es que los capítulos que Cortázar llama "prescindibles" no lo son de ninguna manera.

Además de ser muchas veces la interpretación abstracta de la acción de las dos primeras partes, estos capítulos completan algunas veces esta misma acción. Algunos son una suerte de huérfanos aislados y extraviados de las dos primeras partes. Contienen las divagaciones de Horacio Oliveira y sus amigos, y continúan (incluso adelantan) la acción de las primeras partes. Lo vemos, por ejemplo, en la sucesión 135 - 63 - 88 - 72 - 77 - 131 - 58, o sea, los que prosiguen con la acción de la novela después del último capítulo de la segunda parte.

También, hay algunas cuestiones narrativas y giros argumentales de los que no nos enteraríamos si no leemos los capítulos prescindibles (más sobre eso, después)… pero para responder a la pregunta de cómo recomiendo leer la novela: la verdad es que creo que primero es preferible la lectura normal, leyendo secuencialmente de principio a fin entre los capítulos 1 y 56.

Aclaro: no fue la decisión que tomé yo (lo leí completo con el Tablero de Dirección, y fui volviendo sobre capítulos que me interesaron o no me quedaron claros). Pero la cosa es así: los episodios 1 al 56 contienen la historia de Oliveira completa, sus desencuentros con La Maga, sus búsquedas, sus conflictos con Traveler y su esposa Talita. Son el argumento sin adiciones, sin condimentos, es la “novela” más tradicional. Hacer primero la lectura de capítulos 1 a 56 permite “sacarse de encima” todo eso.


Una vez que sabemos de qué va la historia, podemos dejar de prestarle tanta atención, y enfocarnos en lo que Cortázar realmente quiere que veamos. Yo mismo creo que habría disfrutado más la novela sabiendo exactamente cómo comienza y cómo termina, para después darle una nueva y completa lectura a través del Tablero de Direcciones. Esto permite una suerte de efecto de distanciamiento (como diría Brecht), permite que el argumento no te distraiga, y te enfoques en las ideas, en la forma, en los símbolos, en la transgresión del texto, etc.

La transgresión como forma central en “Rayuela”

Lo que, en definitiva, se pone en tela de juicio con textos postmodernistas como éste es la línea divisoria entre realidad y ficción.

En Rayuela se rompe con TODO. 

Los límites del relato se aparecen como difusos (principio y final se ven entremezclan con el nudo), la linealidad narrativa se quiebra, aparecen historias dentro de historias (como una especie de estructura de “caja china”). Hay personajes que leen de sus propias vidas ficticias, situaciones que se contradicen y un prominente uso de la parodia.

Todos estos elementos son características de la narración metaficcional, en la cual se pone en un primer plano la idea de quebrar con las costumbres tradicionales de la novela realista.

Rayuela es transgresión pura porque lleva a la práctica todas y cada una de las transgresiones narrativas posibles. Veamos: para empezar, ofrece por lo menos dos lecturas de sí misma. Una tiene lugar siguiendo el convencional orden cronológico de los capítulos (hasta llegar al número 56). El otro resulta de seguir un Tablero de Comandos (que se facilita en la primera página) y que nos lleva por una organización laberíntica que puede desorientar hasta al lector más equipado.

La lectura con el tablero –que yo recomiendo para una segunda lectura– mueve la narración hacia adelante y hacia atrás, y el argumento se interrumpe constantemente con recortes de diario, escenas no vistas (que complementan a la trama principal), anécdotas sin relación aparente y fragmentos de notas de un tal Morelli.

El dato humorístico (Cortázar siempre fue un bromista) es que, sobre el final del tablero, el capítulo 131 nos manda al 58, y éste nos devuelve al 131. Así, quedamos atrapados en un bucle infinito, insertados dentro del universo ficticio de la obra.

Entre un capítulo y otro, a veces no existe ni la menor relación. En otros casos, estos se agrupan formando grandes ciclos. Luego de los fatídicos eventos del capítulo 28 (la muerte de Rocamadour), por ejemplo, el libro –y  Oliveira también– divaga por la impresionante cantidad de 22 “capítulos prescindibles”, antes de retomar el hilo argumental en el episodio 29.

En ocasiones, el contraste produce un efecto irónico y otras veces la oposición es brutal. Ya mencioné antes el capítulo 28, que narra la muerte del bebé Rocamadour. Va seguido del 130, un artículo del diario londinense The Observer que advierte sobre los peligros del cierre de cremallera en las braguetas. Otro ejemplo claro de la transgresión como forma en la novela.

Horacio también es el transgresor por definición de las costumbres burguesas. Un intelectual bohemio que tiene una actitud casi terrorista en relación al arte y al lenguaje. Recuerda a los primeros surrealistas (Bretón y su banda) y, por qué no, a los miembros de la Generación Beat de los años cincuenta y sesenta, algo que también ya comenté.

Sus teorías anarquistas plantean la destrucción del lenguaje como lo conocemos. Dice: “¿para qué sirve un escritor si no es para destruir la literatura?” Su admiración por Morelli es válida y completamente justificable, ambos comparten la necesidad de acabar con las formas prefabricadas, los clichés, incendiar completamente el lenguaje, prenderlo fuego.

Eso no es todo: la técnica de la novela es también una suerte de collage donde se entremezclan el comentario crítico y autoreflexivo, el lunfardo popular, la mezcolanza de géneros y el desorden argumental.

La expectativas del lector, incluso las de un lector habituado a los experimentos vanguardistas, son frustradas inmediatamente. Frente al clásico modelo realista, Rayuela desorienta con una narración súper fragmentada donde el punto de vista alterna entre el diálogo, la narración indirecta, lo epistolar, la primera persona, el collage, el recorte de diario y el ensayo. Lo que es peor, a las situaciones dramáticas (inclusive a las más trágicas) les sigue una serie de episodios humorísticos que desentonan. 

Todo vale en este discurso polifónico que es Rayuela.

Del lector (de nosotros) se espera que pueda darle sentido a la anarquía.

La búsqueda como tema central en “Rayuela”

Si la forma de la novela se caracteriza por la transgresión, el contenido de la misma es una búsqueda constante. Y como forma y contenido están indisolublemente unidos (funcionan orgánicamente) la transgresión es también una búsqueda, y la búsqueda se convierte en transgresión, necesita de ella para poder avanzar.

Los puentes, el caleidoscopio, el ovillo y la rayuela son elementos simbólicos que encierran un significado esencial en la novela. Todas estas imágenes evocan la búsqueda del protagonista. Son elementos que, de alguna forma, comunican a Horacio con otro plano de conciencia donde él puede llegar a alcanzar el “absoluto”, la revelación del hombre en toda su plenitud: aquello que tanto anhela.


La rayuela no sólo cumple el rol de “juego literario” (más sobre ese en el próximo apartado), sino que es la metáfora central del texto. Una representación gráfica del progreso espiritual de Oliveira, la mandala que lo invita a entrar a un cielo que se le aparece como “inalcanzable”.

Se trata, en esencia, de una novela calidoscópica y polimorfa que se despliega frente a lectores activos como la promesa de acceso a un umbral, a otra realidad. De hecho, Rayuela empieza con una búsqueda concreta: Horacio se pregunta, ya en el capítulo 1, si “¿encontraría a la Maga?”. Cuatro palabras que resumen el motivo principal de la obra: la búsqueda, y consecuentemente nos enfrenta a tener que preguntarnos: ¿LA BÚSQUEDA DE QUÉ?

En la Maga se concentra todo lo que Oliveira persigue: la felicidad, la pureza perdida, la esencia de ser. La busca en puentes, entre las calles. La busca sin verdaderamente buscarla. (“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”). Y ya en ese primer encuentro entre lector y protagonista, este último nos revela que va a tener que seguir buscándola (“Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente”).

Oliveira es un tipo atrapado por su razón y por su “hiper-intelectualidad”. Constantemente busca nuevos planos de la realidad, pero su modo de pensar lo detiene. En lugar de vivir, se preocupa por “pensar en vivir”. Él es consciente de esta contradicción, y por eso siente aquella extraña fascinación por la Maga.

Mientras tanto, Lucia (la Maga) no reflexiona sobre el ser, sencillamente es. Horacio siente deseo por ella porque desea esa espontaneidad y naturalidad de lo primitivo. Su mismo nombre hace referencia al plano espiritual, a lo irracional, a lo asombroso.

Morelli –si bien es un personaje secundario– también tiene su propia búsqueda personal, de carácter más académico, y lo mismo sucede con el resto de los personajes. Todos buscan algo que los complete, que los realice, que les permita alcanzar el cielo. Y el lector también, si es el tipo de lector activo de Cortázar propone, será inevitablemente un buscador. Es tarea del lector penetrar en el texto desde cualquiera de las aristas (virtualmente infinitas) que se abren en el mismo.

“Rayuela” como juego literario

La obra propone un concepto más bien lúdico del arte y la literatura. Uno en el cual es fundamental la participación del lector.


El texto prácticamente pide a gritos que se dé origen al diálogo, el carácter conversacional invade todos los aspectos del mismo. El contenido y la forma se reflejan como espejos a través de la búsqueda que comparten los personajes (Oliveira, Morelli), el lector (nosotros) y la novela misma.

Ahora bien, si el orden de los capítulos sugerido por el autor es deliberado, y si los capítulos de la tercera parte completan los de las dos primeras, tenemos que concluir que el "Tablero de Dirección" que nos ofrece Cortázar no es algo para tomar a la ligera.

Era muy conocida la pasión que tenía Cortázar por los juegos. Tanto la rayuela misma (como se juega en la Argentina y en Europa) como el “mandala” (símbolo budista que Cortázar pensaba en un principio utilizar como título de la novela) son concebidos por el autor como juegos metafísicos, iniciativos, de aplicación existencial. Los que han leído bastante de Cortázar saben que él concibe la vida humana en términos de una búsqueda de un orden superior.

El significado del “Tablero de Dirección” en Rayuela tiene que ser definido considerando esta preocupación de Cortázar por el lector. Si el tablero es, en cierto sentido, un juego, la intención del autor es que se tome este juego muy en serio. 

El que lo haga, el que decida ser ese "lector cómplice" entrando en el laberinto cortazariano, puede ser que llegue a una perspectiva más amplia de la literatura y de la realidad (precisamente lo que querría el autor).

La aventura intelectual que ofrece Cortázar exige a un tipo de lector que no es compatible con el consumidor “pasivo” de la novela tradicional. Ese “lector-hembra”, según define Morelli como “el que no quiere problemas, sino soluciones” es despreciado de forma manifiesta por los protagonistas (Morelli y Horacio, principalmente) y también por la ficción misma.

Pero para eso quizás sea mejor dedicar un apartado a ese personaje tan particular que es el viejo Morelli.

La teoría “Morelliana”

La sección “De otros lados” está compuesta a base de fichas, recortes, notas, citas. Este collage contiene, explícitamente incluso, los postulados básicos que expone Cortázar sobre cómo hacer Literatura. El protagonista de esta sección es, sin duda, un tal Morelli, un oscuro escritor admirado por todos los del Club de la Serpiente.

En su momento, esta tercera parte sorprendió a los lectores acostumbrados al Cortázar de cuentos más redondos y autoconclusivos, aquellos que estaban meticulosamente estructurados.

En Rayuela se experimenta la pérdida del valor conceptual de los signos, un tema que hoy es más recurrente en la narrativa contemporánea. Todos los personajes de Cortázar sienten cómo el lenguaje se convirtió en un instrumento imperfecto y hasta engañoso.

Así surge, por ejemplo, el gíglico, un lenguaje inventado por la Maga que resulta una burla del tradicional. El célebre capítulo 68 contiene un excelente ejemplo de esta lenguaje fabricado:

«Apenas él le amalaba el noema,
a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias,
en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes (…)»

No se precisa más que un poco de imaginación para entender que el pasaje es una pícara y divertida descripción erótica del acto sexual.

Los llamados “Capítulos prescindibles” de Rayuela contienen, abiertamente, las ideas de Cortázar acerca de su teoría de creación literaria. A través de Morelli (una suerte de alter-ego), Cortázar impone una doble intención:

1.- Discutir un proyecto literario global.
2.- Reflexionar sobre la novela misma.

Es en estas reflexiones donde el lector comienza a ocupar un lugar activo y central.

La obra sobre la que comenta Morelli en Rayuela es, innegablemente, Rayuela, o por lo menos una novela destinada a tener la misma premisa literaria que ésta. De ese modo, la novela se convierte en teoría y práctica de sí misma.


Me encanta el episodio en el que Horacio y Ettiene visitan a Morelli en el hospital (capítulo 154). Acá no sólo se nos revela que fue Morelli quien tuvo el accidente que Oliveira vio en un capítulo anterior, sino que además, en el diálogo, Morelli les propone que organicen su manuscrito de una novela (¿Rayuela?) de acuerdo a unas instrucciones más bien vagas, y que luego lo publiquen.

Oliveira enseguida expone su miedo a “meter la pata”. La respuesta de Morelli es impagable:

«Mi libro se puede leer como a uno le dé la gana. (…)
Lo más que hago es ponerlo como a mí me gustaría releerlo.
Y en el peor de los casos, si se equivocan, a lo mejor queda perfecto.»

Exactamente lo que hizo Cortázar. Toda una teoría de la Literatura resumida en unas pocas palabras.

Durante una de sus reuniones, los miembros del Club resumen las ideas de Morelli de esta forma:

Lenguaje quiere decir residencia en una realidad, vivencia en una realidad.
Aunque sea cierto que el lenguaje que usamos nos traiciona
no basta con querer liberarlo de sus tabúes.
Hay que revivirlo, no re-animarlo”.

El papel triple de Morelli (como crítico literario, autor y lector) también se corresponde con los personajes del Club, que organizan, leen y discuten su misma obra. Esto es tremendo… los propios personajes leen y comentan sobre una novela que sería la misma que está siendo simultáneamente escrita por el autor. Y en todo este lío, nosotros (lectores) reproducimos una dinámica similar. Las diferencias entre producción y recepción, emisor y receptor, autor y lector, Dios y hombre, son cada vez más pequeñas.

En el impresionante capítulo 34, famoso por contener una trama doble e interlineada, Oliveira se queja de las lecturas de la Maga. Las líneas impares de la novela reproducen el comienzo de la obra “Lo prohibido” del escritor español Benito Pérez Galdós (considerado por Cortázar como el “prototipo de la novela realista”). Mientras tanto, las líneas pares reflejan la burla de Horacio (y del autor) expresada como un monólogo interior.

Leer este texto es realmente complicado (y exige un nivel de concentración altísimo) pero es una verdadera joyita literaria por cómo se van intercalando los dos fragmentos.

El proyecto de Morelli es, entonces, el de un tipo de narrativa que requiere de un lector dispuesto a participar del juego. Acá la idea de Rayuela como juego literario cobra un nuevo sentido, y también lo metaficcional. Morelli (Cortázar) quiere que nos aventuremos a explorar el Tablero de Comandos, completar los intersticios y vacíos que aparecen en el texto y comenzar un diálogo con la obra en sí.

Lo que Morelli/Cortázar busca es quebrar los hábitos del lector “cómodo”, romper con los esquemas rígidos e impuestos por la realidad burguesa del momento. La novela es arcilla, tiene que ser modelada por cada lector para darle la forma final. De nuevo: búsqueda y transgresión parecen retroalimentarse una a otra, son parte de una misma cosa.

Más tarde, Cortázar seguiría utilizando su “teoría literaria” como disparador para el resto de sus novelas. El ejemplo más preciso es, quizás, «62/Modelo para armar» (en la novela, el capítulo 62 está compuesto por notas y garabatos escritos por Morelli, con la intención de juntarlos y armar una obra).

Rayuela fue el puntapié inicial, el primer ataque. Acá plantea una preocupación (ya formulada antes por los Formalistas Rusos) que no puede dejarse pasar: la forma y el contenido tienen que estar indisolublemente unidos.

El misterio del capítulo 133/55

Hablemos un poco poquito del capítulo 55. Argumentalmente es importante porque Talita le comenta a su esposo Traveler que Horacio la besó. Están en la cama conversando. Sin embargo, el episodio tiene un par de cosas muy particulares.

De seguir fielmente las instrucciones del Tablero de Dirección, nos quedaríamos sin leer este episodio 55 (duplicado y expandido por el 133), y acá vemos una de las clave de la estructuración cortazariana.

Al 55 sólo se llega “haciendo trampa”, salteando las casillas del tablero. Presenta a Traveler en la noche decisiva, emborrachándose mientras espera a su mujer. En el 133 vemos la misma conversación en su versión completa, incluyendo detalladamente los pensamientos, las teorías de Traveler desmenuzadas, su borrachera, sus pensamientos.

También, entre los capítulos 129 y 133, Traveler está muy contento leyendo la propuesta de una sociedad utópica, una propuesta de un tal Ceferino Piriz. Sugiere una “gran fórmula en pos de la paz mundial”. La propuesta de Piriz es una idea utópica de ordenar el mundo, clasificándolo de una forma bastante absurda. Una vez más aparece la transgresión al orden cerrado, presente también en las cartas de Morelli (“mi novela se puede leer como sea”). 

A lo mejor, al lector también se le está sugiriendo romper con el orden cerrado que se imponía en la novela tradicional.

Pero volvamos a la ausencia del capítulo 55 en el Tablero. No quedan dudas de que fue adrede, pero lo curioso es que en algunas ediciones fuera de Argentina, los editores eligieron incorporar el capítulo en algún punto arbitrario; pensaron que había sido un error del editor original.

Así, en algunas versiones alemanas aparece entre el 129 y el 139, intercalado en los capítulos «prescindibles». En la edición rusa, en cambio, se colocó justo detrás del capítulo 133, lo cual tiene también algo de sentido. Los chinos hicieron algo curioso: el capítulo perdido está justo después del 131, rompiendo el bucle infinito que propone Cortázar al final del libro.

Los capítulos de “Rayuela” más llamativos

En el último apartado quiero indicar una serie de capítulos que me resultaron importantes porque tienen formas extrañas o impactan desde lo argumental. Sin duda puede hacerse todo un análisis de cada uno de ellos. Quizás, en un futuro, los observe con más precisión:

Capítulo 7 (“Toco tu boca…”)

Una especie de poesía en prosa. Hay quienes han afirmado que el capítulo 7 es una de las hojas más perfectas de la literatura universal.  Tiene una relativa autonomía con respecto a Rayuela, y no es el único episodio que parece poder pertenecer a una obra completamente diferente.

Lo loco es que este es el único capítulo que queda encerrado en el mismo orden entre capítulos en una y otra forma de leer el libro (lectura secuencial y lectura con Tablero de Dirección). Estudiosos han llegado a conjeturar que, entonces, el capítulo 7 tiene que estar necesariamente en aquel único lugar, entre los dos libros que constituye Rayuela, como una suerte de engranaje que conecta.

Capítulo 28 (La muerte de Rocamadour)

Uno de los más brutales del libro, el que dispara toda la acción de la segunda parte (“Del más acá”) y la última vez que vemos a La Maga. Un umbral que marca un antes y un después. Hay muchísimo para reflexionar sobre este violento episodio de Rayuela, uno de los más famosos.

Capítulo 34 (El capítulo doble)

Uno de los máximos representantes de la transgresión literaria de Cortázar en Rayuela, y que ya mencioné a lo largo de la nota. Dos historias en un mismo capítulo, escritas línea por medio. Las líneas impares (1,3,5,7..etc) forman la primera historia ("En septiembre del 80 pocos meses después de haber muerto mi padre...") y las pares forman parte de la segunda historia.

Hay muchísimo jugo para sacarle a este pequeño texto, y muchos se han embarcado en realizar diferentes análisis estructurales.



Capítulo 41 (El de los tablones)

La historia de los tablones está entre las más conocidas del libro.

Traveler y Oliveira están aburridos en un día de calor (viven uno en frente del otro, ventana de por medio) y deciden fabricar tablones para hacer un absurdo puente. El problema consiste en atar los tablones que salen de ambas ventanas. Talita, que acaba de bañarse y está desnuda, es quien tiene que aventurarse sobre el tablón para atar la soga.

Es un pase de comedia, divertido, donde vemos a una Talita que se queda asustada en el medio y no sabe si ir con Horacio o con su esposo Traveler. Es especialmente ingenioso siendo que hay una especie de “triángulo amoroso” o cosa extraña dando vueltas por ahí. Buen capítulo.

Capítulo 66 (El fin de Morelli)

Ya lo mencioné en esta otra nota, así que no me voy a extender en el mismo.

Capítulo 68 (“Apenas él le amalaba el noema…”)

Seguramente el capítulo más famoso de todo el libro. Quienes nunca han leído Rayuela saben que existe un episodio, escrito en un idioma inventando por Cortázar (el gíglico), que habla de la relación sexual.

Hay quienes se animaron a traducirlo desde el gíglico al español, pero lo verdaderamente desafiante habrá sido llevar el gíglico a ruso, chino, japonés, alemán. Nuevamente aparece la transgresión como máxima expresión, y la búsqueda (real, terrenal) que se debe hacer para lograr llevar el texto hacia otros idiomas.

Investigadores afirman que Cortázar podría haberse inspirado en el idioma inventado por Lewis Carroll (el jabberwocky), pero hay también muchos antecedentes de escritores que crearon idiomas en Latinoamérica (Oliverio Girondo) o incluso en escritos medievales como los de Tolkien.

Capítulo 69 (El que está escrito como el orto)

Este capítulo es una noticia sobre la muerte de un coronel que creen que se suicidó. La noticia se llama "OTRO SUISIDA" y, como su título, la noticia completa está escrita con una ortografía diferente, incorrecta, horrible, desagradable a la vista.

Creo que Cortázar, gran bromista, quiso hacer muchas cosas con este texto, pero me guardo mis opiniones para otra vuelta.

Capítulo 96 (el de la sesión del Club)

Este episodio tiene la particularidad de cambiar de idioma varias veces, alternando entre el español, el inglés y el francés. Relata una de las sesiones del Club de la Serpiente. Para complicar más las cosas, el narrador también tiene la manía de juntar algunas palabras.

Otro ejemplo de transgresión en la forma, y otra situación en la que me pregunto cómo habrán llevado el libro a otros idiomas.

Palabras finales

En Rayuela, el texto no se ofrece gratuitamente como algo “acabado” y susceptible a una única visión posible. La idea de que una obra contiene verdades universales o significados específicos se somete a una deconstrucción demoledora. Así, el texto se concibe como un potencial que exige la labor actualizadora del lector, un lector atento, un lector activo, comprometido.


► La obra cumbre de Cortázar nos invita a reflexionar sobre la misma organización de la Literatura. A través de nuestra experiencia como lectores, llegamos a ser capaces de descubrir facetas desconocidas de nuestra propia conciencia. Este efecto de autoreflexión y participación activa revela la intención de compartir responsabilidades entre el emisor y el receptor, y de buscar incansablemente la identidad en el texto.

Del encuentro con el texto es de donde surge Rayuela, como anti-novela. Personalmente, disfruté mucho la lectura, si bien fue una de las más difíciles que tuve que hacer en toda mi vida.

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5 comentarios:

  1. He leído este libro de las dos formas posibles. Y la verdad que no me convence.
    Es un libro fallido o es un libro que no estoy capacitado para apreciar. O en como en la paradoja cuantica del gato, ambas a la vez.
    No entiendo lo del regreso a la Argentina.
    Y he desarrollado una cierta antipatía a Horacio Morelli, por la forma en que trata a La Maga. Cuando ella desaparece de la novela, termina mi interés por esta novela.
    En cambio, sí aprecio 62/ Modelo para armar. Sospecho que es un mejor libro.

    Muy buen analisis.
    Saludos.

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    1. Está bueno esto de que "Rayuela" no sea universalmente alabado. A mi me encantó mucho, pero puede entender porque a uno podría no gustarle... de hecho, me costó muchísimo leerlo, se me hizo pesado, difícil, desafiante. Quizás llegó en un buen momento a mi vida, quizás esta bueno para meterlo entre dos novelas ligeras. Quizás, a lo mejor, 62/Modelo para armar es superior. Es uno de los que tengo pendientes para el futuro.
      ¡Saludos, Demiurgo!

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  2. que buen comentario y explicacion de Rayuela , la verdad que siempre me gusto pero nunca me atrevi a comprarla, y creo que estuve bien pues de acuerdo a tus comentarios ,no la hubiera entendido, y tal vez tampoco la hubiera terminado de leer por extensa y complicada para mis pocos conocimientos literarios . Gracias por tus notas y comentarios interesantes que publicas Saludos Abu

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  3. Ya estoy por terminarlo y lo leí utilizando el tablero de dirección, pues Cortázar dijo que sería muy pretencioso de su parte que los lectores lo leyeran dos veces, por lo que la forma correcta es la de utilizar el tablero de dirección como el lector cómplice. Cabe mencionar que al principio me resultó difícil entender el la historia, pero después todo Hiba cuadrando, como si fuera un rompecabezas que iba agarrando forma, así que pude entender lo real, de lo irreal, la esencia misma de esta obra.

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