Sigo con mi plan de viajar, en solitario, al menos una vez al año. Me parece que tiene mucha magia y te permite sorprenderte/reinventarte a vos mismo. Esta vuelta me tomé una semanita para visitar –por primera vez en mi vida– la provincia de Mendoza. Esto fue lo que viví.
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Viernes 23/2 – 14 horas arriba del bondi no son joda (#Día 1)
Mi ansiedad por salir nuevamente en un viajecito fue apaciguada por unos mates
que disfruté por la tarde junto a mi amigo Marcelo,
quién de paso, me alcanzó muy amablemente hasta la terminal. El colectivo salió
a horario. Me esperaban unas 14 horas arriba.
Primero aproveché el tiempo para leer un poco. Conmigo viajaban César Aira (“El escritor, el fugitivo y el escultor”) y Stephen King (“El umbral de la noche”). En el celu acompañaba el infaltable Pixel Dungeon. Trabajé en un cuentito en el que venía pensando y planifiqué mi primera excursión vía Instagram.
Mi hermano Fran me dijo que, si me iba a Mendoza, sí o sí tenía que hacer rafting. También me agregó que él me lo pagaría. Terminé haciendo (y amando) rafting… pero el ratonzuelo nunca cumplió su promesa. (O_o)
Pero no nos adelantemos tanto. La verdad es que no tenía mucho planificado realmente. Quería dejar que la cosa fluyera. Sólo tenía la reserva en el primer hostel y el pasaje en bondi. Vale aclarar que estaba llegando muy crocante a fin de mes, por lo que mi viaje sería más bien gasolero.
Aproveché para ver el
interesantísimo primer capítulo de The
Curse (la serie de Emma Stone),
me vi una muy divertida parodia de terror (The
Blackening, 2022) y leí un poco más. Intenté dormir un poco, pero comenzó a
hacer mucho frío y no tenía abrigo. Pronto entendí que sería una noche
espantosa.
Sabado 24/2 – Llegada a Mendoza y el Cerro de la Gloria (#Día 2)
Dormí como el orto. Me recontra cagué de frío toda la noche. Entre las cosas
que nunca voy a entender se encuentran los amantes de la pizza con ananá y los
que choferes que ponen el aira al mando en el colectivo.
Cuestión que para las 7 am ya estaba con el ojo largo. Leí un poco más y miré uno capítulos de Undead Unluck, pero ya medio que no sabía qué catzo hacer. Quería llegar. Tipo 8.30 pasamos por San Luis y me dieron unas ganas bárbaras de bajarme ahí nomás. La pasé muuuuy bien en aquel viaje de 2022 (que pueden leer por acá, by the way).
Lo primero que hice al llegar a Mendoza fue comprarme un McCafé y caminar hasta las oficinas de Argentina Rafting para reservar la excursión de rafting (26.000$ + traslado). Me atendió Maru, quien también me convenció para hacer el Cerro Bayo el próximo viernes.
En el Clover Hostel (tremendo, por cierto. Súper recomendable) me recibió Paola. Pagué 11.000$ la noche, en una pieza de seis donde sólo estábamos un belga y yo. Comí unos fideos mientras charlaba con Silvana, una piba de Comodoro Rivadavia, que dejó la ciudad del viento para probar nuevos horizontes.
Paola me tiró algo de data sobre el “Free Walking Tour” y adonde podía alquilar una bici. El primer plan falló porque, cuando llegué al punto de encuentro a las 17 hs, estábamos sólo el guía y yo. Iba a ser un embole ir solo.
Así que desistí y salí a alquilar una bici eléctrica con los chicos de e-ride. Reservás por whatsapp y luego vas a retirar la bici a San Lorenzo 545, cerquita de la plaza principal de Mendoza.
Hice muchas cosas por primera vez en Mendoza. La primera de ellas fue manejar una bici eléctrica. Me costó 12.000$ por 3 horas y media. Son súper cómodas y hacés un esfuerzo mínimo al pedalear. Me vino al pelo para llegar al Cerro de la Gloria, que son unos 6 km en ascenso desde los Portones del Parque.
Durante la pedaleada cuesta arriba, comenzó a llover. Maldije a mi suerte, pero en unos treinta minutos ya estaba en la cima y pude colocarme al reparo hasta que volvieron a cantar los pajaritos. Una muy simpática familia chilena me tomó unas fotos y aproveché a charlar con ellos sobre un país que todavía me debo.
Desde Santiago de Chile se tardan unas 5 horas en llegar a Mendoza. Dos de ellas son únicamente para el cruce de la Cordillera, que es súper lento. La cercanía hace que la ciudad suele estar muy frecuentada por nuestros vecinos chilenos.
El resto de mi tiempo con la bici aproveché para pedalear por el hermosísimo Parque San Martín. Pasé por el Teatro Griego, me cruce a Godoy Cruz (y volví rápidamente, porque me pareció poco seguro), recorrí la Isla del Lago y todos los alrededores del Lago.
Dentro del parque está el Club Mendoza de Regatas. Allí, curiosamente, recibí dos primeros premios literarios, aunque nunca pude participar presencialmente de la entrega de premios. Uno fue por “Una sopa existencial” (en 2016) y el otro por “Se vuelven contra nosotros” (en 2022).
El parque es realmente muy bello. Toda Mendoza es súper prolijita, de hecho, y el Parque San Martín no es la excepción. Hay muchísimo verde y un montón de fuentes de agua por todos lados. Me pareció un re plan para refrescarme un día de calor con Benja y Mateo. Che… y hasta hay un parque acuático dentro del parque. ¡Yo re estoy para esa!
En la Plaza Independencia me volví a cruzar a la familia chilena. “Mirá si es grande el destino y esta ciudad es chica”. Hablando de encuentros bizarros, también me cruce tres veces a unas pibas que estaban arriba en el cerro y me habían sacado unas fotos. Debo haber quedado como alto stalker.
De vuelta en el hostel, pegué onda con un canadiense (Jonathan) y el belga de mi habitación (Clement, que hablaba un español re fluido). Los pibes estaban en la onda de voluntariado. Al día siguiente viajarían para Chile a construir unas casas. ¡Esos sí que son hombres! No como los que nos quedamos sentados escribiendo literatura barata.
Se ve que les caí bien, porque al toque me invitaron a comer con ellos. Confieso que me venía al pelo porque no tenía planes y estaba cagado de hambre. Clement cocinó unos chorizos con verduras salteadas. Un poco picante, para mi gustó. Pero disfrutable. Mientras tomábamos unas birras, me contaron algo de su vida y yo de la mía.
Se puso linda la noche porque seguía entrando más gente al espacio living-comedor del hostel. Por ejemplo, dos hermanos santafesinos que estaban de paso para Chile (y, al día siguiente, levantarían a Clement también). También había una asiática, algún que otro francés, un par de parejitas. Un lindo mix para abrir a la charla.
John y Clement se iban a jugar al pool. Yo me abrí para hacer un poco la mía.
Quería pasear un rato más por la Peatonal
Sarmiento. Terminé tomando la última cerveza del día en Berlina, donde me
sorprendí con la enorme cantidad de gente que vino a pedirme dinero.
Algunos pensamientos random más para cerrar el día:
- Me había olvidado que, en esta zona, a los bizcochitos de grasa los llaman “tortitas”. No sé, me da risa. No me termino de acostumbrar.
- Detrás de una ciudad realmente espléndida, Mendoza oculta muchísima pobreza. Incluso se torna medio peligrosa fuera de las zonas principales. Me cansé de ver gente pidiendo, vendiendo pavadas en la calle y buscando comida en los tachos.
- Hay dos cosas que le gustan más al mendocino promedio que el vino: andar en bici y comer panchos. Fuera de joda, ¡hay una panchería en cada esquina!
Domingo 25/2 – Rafting en Potrerillos y una noche en Arístides Villanueva (#Día 3)
Me levante tempranito y pensando en lo loco que son este tipo de viajes.
Literalmente no sabés cómo va a ser tu día o a quién vas a conocer en el camino.
Para mí esa incertidumbre es saludable cada tanto. Con la rutina de Bahía
Blanca, sé prácticamente lo que va a ocurrirme ese día, con quién voy a hablar
o qué planes tendré.
Ayer no sabía qué esperar de Mendoza y ahora ya podía, fácilmente, colocarla entre mi top de ciudades argentinas. Ya podía manejarme por las calles principales con relativa autonomía y había conocido a, por lo menos, diez o quince personas nuevas con las que compartí un pedacito de mi vida. Es un montón.
Desayuné café, tostadas y naranjas mientras charlaba un rato con Silvana, otro con los hermanos santafecinos y un poquito más con John y Clemente, que ya partían para Chile. A las 9 me pasó a buscar la gente de Argentina Rafting para comenzar la excursión en Potrerillos, que queda a 1 horita de viaje.
La combi estaba llena. En el camino leí Los Chicos del Maíz, parte de la antología de Stephen King, mientras nos adentrábamos en la precordillera de los Andes. Sólo el viaje hasta Potrerillos es re lindo porque vas metiéndote entre las montañas.
La experiencia de rafting fue una de las mejores que he tenido en cuanto a aventura. Me colocaron en un grupo con cuatro uruguayos (los apodé “La Sociedad de la Nieve”, porque se estaban yendo a hacer el cruce de los Andes al día siguiente) y Maxi, un pibe copado de Junín con el que clavé un bromance fuerte y muy rápidamente.
Nuestro guía, Marcos, era un genio total. Un poquito creído, nomás, como todo buen guía. La tenía atada y le ponía muchísima onda a la experiencia. En seguida se armó una camarería interesante con el grupo.
Literalmente, todos debíamos remar juntos y sincronizarnos durante los 12 km que incluyen varios tramos rápidos, torbellinos y olas que intentan tumbarte el bote. Hubo varios momentos donde creí que íbamos a caer, pero logramos mantenernos con los pies firmes. Verdaderamente es una experiencia que, como predijo mi hermano Fran, recontra disfruté.
Finalizada la excursión, te venden las fotos por unos 6-000$. Con Maxi fuimos “miti y miti” porque te las mandan en un link. Almorcé mate y sanguchitos junto a Maxi y su madre, Ana, que viajaba con él y que –con 60 años encima- se recontra bancó el rafting.
Por cierto, Maxi no fue el primero en darme unos 27/28 años en este viaje. Ay, chicos, van a hacer que me la crea en serio. ¿Tan bien me estoy arrimando, suavemente, a los 40? A lo mejor será el look con el pelo atado. Qué se yo…
La base de Argentina Rafting está muy bien preparada con restaurant, baños, reposeras y varios lujitos más. Tienen todo el currito armado. Ahí se pueden hacer todo tipo de salidas aventureras. Me dejo la tirolesa y el rappel para una próxima vuelta. Para mí fue otro día de hacer cosas nuevas por primera vez: no sólo rafting, sino también utilizar un traje de neopreno.
Guzmán, uno de los uruguayos, grabó todo el recorrido con su GoPro. Nos pasamos el contacto y prometió enviarme la grabación. Me dio risa cuando les conté a los uruguayos que yo era de Bahía Blanca y su respuesta fue “qué linda ciudad. Yo ahí fui a ver los pingüinos”. No, papi, eso es Puerto Madryn.
A la vuelta pasé por la terminal para sacar mi pasaje a San Rafael (tres horitas de viaje, 3.000$. Hay varias frecuencias posibles y viajes todos los días) y troté por el pituco Parque O´Higgins. Mientras estiraba, charlé un rato con una mendocina (Cecilia) que me explicó por qué hay tanto movimiento en Mendoza en estos días.
Resulta que estamos en épocas de la Vendimia, la fiesta máxima de la ciudad. Se celebra el periodo de cosecha de la uva para hacer vivo. Y es una explosión cultural. Vienen personas de diferentes lugares para el acto central, donde se baila folkclore, hay un show en el anfiteatro de Mendoza y se elige a la reina nacional de la vendimia.
Además hay varios eventos que la acompañan, como la vía blanca y el carrusel. En este último, cada departamento de la provincia hace un carro propio de su lugar y desfilan por las calles principales de Mendoza. La vía blanca es de noche y el carrusel de día. Siempre van tirando cosas tipo fruta, llaveros, especies, etc.
Luego hice unas compras (no tenía nada yerba ni nada para comer, ni belgas que me cocinaran) y volví al hostel. En la terraza me topé con Richard, un english gentleman que me alabó por mi inglés fluido (?). Me dijo que estaba sorprendido porque no suelen hablarlo tan bien. Al parecer no estoy tan oxidado como creía.
El caradura me preguntó si yo tenía algo de marihuana y le expliqué que sí. Así que terminamos disfrutando de un cigarrillo juntos, mientras charlábamos sobre temas varios. Richard estaba preocupado de que “al argentino no le gustan los ingleses, por el tema de las Malvinas”, por eso mentía y decía que era australiano. Le expliqué que, en mi opinión, eso no era necesario. Y menos en el ambiente de viajeros/hostels.
También conocí a Leandro, un entrerriano con un mambo místico: tenía su auto cargado con todas sus pertenencias y estaba mudándose a Ushuaia. Dejó toda su vida en Entre Ríos para animarse a probar algo en el punto más sureño de nuestro país.
Por la noche salimos a tomar algo con los chicos que conocí en rafting: Maxi, Yamila y Johanna (unas copadas de Buenos Aires que viajaban juntas). Jugamos pool en Aristides Villanueva, una re linda zona de bares en Mendoza. Después boludeamos bastante por Parque San Martín hasta bien entrada la noche.
Vino bien la juntadita. Vino muy bien, de hecho. Hacía muchísimo tiempo que no me reía tanto con un grupo de completos desconocidos. No quería que la noche terminara. Para cuando volví a acostarme, prácticamente estaba amaneciendo.
Próxima parada: ¡San Rafael!
Mendoza Parte 3 (Season Finale)
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=>> Otros posts sobre VIAJES en el blog: “Mis días por San Luis (parte 1)”; “Mis días por San Luis (parte 2)”; “Mis días por San Lorenzo (agosto 2023)”; “Un paseo por San Nicolás de los Arroyos”; “Refugios del Bolsón: el ascenso a Los Laguitos”; “Mis días por el norte argentino: Salta, Tucumán y Jujuy”.
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Hermoso Lupa las palabras tan lindas y como describía Mendoza! Un placer y un gusto conocerte. La experiencia del Rafting fue lo mejor y post también! Me reí muchísimo y la pasamos excelente junto a las chicas. Ojalá volvamos a coincidir en otras rutas 👏🏻💪🏼💪🏼
ResponderEliminarCumplo con mi palabra, acá los videos!!!
ResponderEliminarhttps://gopro.com/v/1Zko7b9lG0oDz
¡Genio!
Eliminar¡Mil gracias!