En el cuento #58 publicado en el blog, un narrador
le cuenta a su amigo Juan los extraños caprichos de su propio pueblo.
También pueden encontrar la versión narrada
en mi podcast. Para la narración incluí algunos cambios como la inclusión
de Led Zeppelin y un pase de comedia un tanto experimental.
Por cierto, este cuenta fue finalista en el concurso "X Concurso de Relato Breve Osvaldo Soriano" y tendrá su publicación en una antología digital.
***
“Los
caprichos de un pueblo”
(Luciano
Sívori)
Entonces, don Juan, así de caprichoso
es nuestro pueblo. Tanto que ni nombre le han querido dar. Mire usté: una de
cada tres veces, el único cajero automático entrega un 10% más del dinero que
uno pide retirar. Pero, ¡guarda! Que también una de cada ocho veces le
descuenta lo que pidió y además le arrebata el 50% más de la cuenta. ¿Me
entiende? ¡Puro capricho!
¡Ya ve cómo es la cosa! Hoy ya
la gente no extrae dinero en efectivo porque le da miedo. Eso sí, los timberos
se gastan todas las municiones en aquella fuente de vicios. La quiniela que
manejaba el Horacio en el almacén ya no funciona más. No le juega nadie. ¿Pa´
qué? Si la gente tiene uno a la vuelta de la casa, ¡y ni vestidos tienen que estar!
Caminar por el pueblo, por más
chiquito que sea, no es moco de pavo. ¡Esa sí que es toda una aventura! Los
callejones, habrá visto, tienen personalidades propias. Una vez vi entrar a
tres tipos por un lado y salir a dos por el otro, sin tener recuerdo alguno del
tercero. Otra vuelta un tipo entró al callejón donde vive la Chicha Eulogelia y
salió hablando en un francés perfectito. Créame cuando le digo que nunca más
dijo una palabra en castellano. Al final se fue a vivir a París, porque ni pan
podía comprar el pobre diablo. Ahora me han contado que vive con una tal Marie.
(¿No le parece a veces que todas las francesas se llaman Marie? O Sophie. Hay
muchas Sophie me han dicho.)
¿Qué más? Ah, los armarios. Resulta
que están casi todos interconectados unos con otros. Supóngale esto: si usté,
don Juan, entra por el armario del Julio Abal, termina saliendo por el de doña
Azucena del Moral. Y mire que de tanto entrar y salir, y como los dos viejos son
viudos, se terminaron juntando. Una amistad matrimonial, como se dice.
¡Y eso que han venido de allá,
de Estados Unidos, a chusmear, eh! Tipos todo trajeados, de lentes aunque no
haya sol. Igualitos a los de las películas, parece mentira. Algo de español
hablan, pero hasta ahí nomás. No les sale la erre. En lugar de perro, dicen
“perou... perou”. La cosa es que les llamó la atención que nos tomáramos tan a
la ligera eso de que los gatos caminan en dos patas, o que las ranas tienen el
tamaño de un bebé de tres meses. Para nosotros es lo más normal del mundo. A
uno una vez le dije así, bien clarito pa´ que no queden dudas:
—¿Raro? Usted no tiene idea lo
que es raro. Raro es que acá nadie pelea ni mata, sino por necesidá, que la
vecina de en frente no come carne los martes porque se indigesta, que acá somos
siempre 810 habitantes, ni más ni menos. ¡En serio le digo! Nace uno y se muere
el otro en seguidita, como si no entráramos todos en este pozo. Raro es que ya
nadie acá en el pueblo quiere decir en voz alta la palabra: “ ”, o que la lluvia a uno lo moja el
doble. Raro… raro es que yo-yo-yo-yo e-e-empi-pi-pi-piece a ta-ta-ta-ta-tartamu-mudear
cuando pienso en las a-a-a-aceitunas. E-e-eso e-es raro.
Y el hombre se fue enojado
porque pensó que yo le hacía un chiste.
Así de hijo é puta es este
pueblo, ya ve. Y, sin embargo, la gente le ha tomado cariño. No se quiere ir,
la gente. Porque, mal que mal, tiene sus cosas buenas también. Qué se yo… qué
quiere que le diga... Raro es que yo pueda hablar con usté don Juan, siendo que
está muerto desde hace quichicientos años, ¿no? Ahora apúrese a terminar el
mate, que ahí viene el Roberto a entrar por mi armario. Mire que descubrimos
que nos deja derechito en la casa de… no, pare, se lo cuento mejor la que
viene. ¡Que cuando le diga se me muere de nuevo!
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DE MI AUTORÍA en el blog: “Desgracias
imperceptibles”; “Amistad
no garantizada”; “Vendrán
lluvias mejores”; “Franco,
el del chorizo”; “Los
malabaristas son (prácticamente) personas”; “Homicisium”.
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