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martes, 4 de octubre de 2022

Los caprichos de un pueblo (cuento)


En el cuento #58 publicado en el blog, un narrador le cuenta a su amigo Juan los extraños caprichos de su propio pueblo.

También pueden encontrar la versión narrada en mi podcast. Para la narración incluí algunos cambios como la inclusión de Led Zeppelin y un pase de comedia un tanto experimental.

 


Por cierto, este cuenta fue finalista en el concurso "X Concurso de Relato Breve Osvaldo Soriano" y tendrá su publicación en una antología digital.



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“Los caprichos de un pueblo”

(Luciano Sívori)

 

Entonces, don Juan, así de caprichoso es nuestro pueblo. Tanto que ni nombre le han querido dar. Mire usté: una de cada tres veces, el único cajero automático entrega un 10% más del dinero que uno pide retirar. Pero, ¡guarda! Que también una de cada ocho veces le descuenta lo que pidió y además le arrebata el 50% más de la cuenta. ¿Me entiende? ¡Puro capricho!

¡Ya ve cómo es la cosa! Hoy ya la gente no extrae dinero en efectivo porque le da miedo. Eso sí, los timberos se gastan todas las municiones en aquella fuente de vicios. La quiniela que manejaba el Horacio en el almacén ya no funciona más. No le juega nadie. ¿Pa´ qué? Si la gente tiene uno a la vuelta de la casa, ¡y ni vestidos tienen que estar!

Caminar por el pueblo, por más chiquito que sea, no es moco de pavo. ¡Esa sí que es toda una aventura! Los callejones, habrá visto, tienen personalidades propias. Una vez vi entrar a tres tipos por un lado y salir a dos por el otro, sin tener recuerdo alguno del tercero. Otra vuelta un tipo entró al callejón donde vive la Chicha Eulogelia y salió hablando en un francés perfectito. Créame cuando le digo que nunca más dijo una palabra en castellano. Al final se fue a vivir a París, porque ni pan podía comprar el pobre diablo. Ahora me han contado que vive con una tal Marie. (¿No le parece a veces que todas las francesas se llaman Marie? O Sophie. Hay muchas Sophie me han dicho.)

¿Qué más? Ah, los armarios. Resulta que están casi todos interconectados unos con otros. Supóngale esto: si usté, don Juan, entra por el armario del Julio Abal, termina saliendo por el de doña Azucena del Moral. Y mire que de tanto entrar y salir, y como los dos viejos son viudos, se terminaron juntando. Una amistad matrimonial, como se dice. 

¡Y eso que han venido de allá, de Estados Unidos, a chusmear, eh! Tipos todo trajeados, de lentes aunque no haya sol. Igualitos a los de las películas, parece mentira. Algo de español hablan, pero hasta ahí nomás. No les sale la erre. En lugar de perro, dicen “perou... perou”. La cosa es que les llamó la atención que nos tomáramos tan a la ligera eso de que los gatos caminan en dos patas, o que las ranas tienen el tamaño de un bebé de tres meses. Para nosotros es lo más normal del mundo. A uno una vez le dije así, bien clarito pa´ que no queden dudas:

—¿Raro? Usted no tiene idea lo que es raro. Raro es que acá nadie pelea ni mata, sino por necesidá, que la vecina de en frente no come carne los martes porque se indigesta, que acá somos siempre 810 habitantes, ni más ni menos. ¡En serio le digo! Nace uno y se muere el otro en seguidita, como si no entráramos todos en este pozo. Raro es que ya nadie acá en el pueblo quiere decir en voz alta la palabra: “      ”, o que la lluvia a uno lo moja el doble. Raro… raro es que yo-yo-yo-yo e-e-empi-pi-pi-piece a ta-ta-ta-ta-tartamu-mudear cuando pienso en las a-a-a-aceitunas. E-e-eso e-es raro.

Y el hombre se fue enojado porque pensó que yo le hacía un chiste.

Así de hijo é puta es este pueblo, ya ve. Y, sin embargo, la gente le ha tomado cariño. No se quiere ir, la gente. Porque, mal que mal, tiene sus cosas buenas también. Qué se yo… qué quiere que le diga... Raro es que yo pueda hablar con usté don Juan, siendo que está muerto desde hace quichicientos años, ¿no? Ahora apúrese a terminar el mate, que ahí viene el Roberto a entrar por mi armario. Mire que descubrimos que nos deja derechito en la casa de… no, pare, se lo cuento mejor la que viene. ¡Que cuando le diga se me muere de nuevo!

 



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=>> Otros posts sobre CUENTOS DE MI AUTORÍA en el blog: “Desgracias imperceptibles”; “Amistad no garantizada”; “Vendrán lluvias mejores”; “Franco, el del chorizo”; “Los malabaristas son (prácticamente) personas”; “Homicisium”.

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5 comentarios:

  1. Me encantan los giros finales que sueles dar, ¡y este en especial por lo chistoso que es!

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    1. ¡Molto gratzie! Curiosamente, éste fue uno de los últimos cuentitos que grabé para el podcast:
      https://open.spotify.com/episode/1ud689Ad9LrRB53Zi7MqR1
      ¡Saludos!

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    2. Es una lastima que Spotify no esté disponible en mi país, le toca usar a uno la imaginación.
      Por acá esperando con ansias más de sus increibles cuentos.

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  2. ¡Vaya infierno grande y caprichoso!

    Fui hace poco a un pueblo a cien kilómetros de Bs.As. no me vas a poder creer, pero algunos frenan con el auto frente al banco, lo dejan en marcha (¡con la llave puesta!) retiran dinero, vuelven a subir a su auto y se van lo más campantes.

    Eso, acá, en la gran ciudad es tan surreal como todo tu cuento

    Abrazos, crack

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    1. Los pueblos son tremendos. Yo conozco mucho Pringles y tiene mucho de lo que comento en este pueblo (de hecho, se podría decir que es medio la inspiración).
      Frodo, no te olvides que éste (y varios otros cuentos) tienen sus versiones narradas y hechas con mucho amor. O_o

      https://open.spotify.com/episode/1ud689Ad9LrRB53Zi7MqR1?si=QqLaRlB0RnyO6GlYGRIG4w

      ¡Abrazo bloguero!

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