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lunes, 15 de agosto de 2022

SAP y paseos por el río en San Nicolás de los Arroyos


Es verdad que fue un viaje de trabajo. Sin embargo, visité y recorrí bastante de San Nicolás de los Arroyos, por lo que califica para un post viajero de este blog. En esta nota un recuento de mis días por San Nicolás, un pequeño lugar que terminó siendo muy gratificante.

 



***

 

SAP paga las cuentas

A todos los que me preguntan les explico lo mismo: mis pasiones son la escritura, la docencia y los múltiples vicios que describo en este espacio (videojuegos, animé, literatura, cine… esas son las cosas que me dejan sin aliento cada día).

Pero SAP paga las cuentas. Soy consultor funcional SAP desde hace ya más de ocho años. Me encargo del mantenimiento y mejora de este Sistema de Información para la empresa Profertil, en Bahía Blanca, y también doy capacitaciones varias de los módulos que manejo.

Esta introducción innecesariamente formal es para justificar el motivo de este viaje. Profertil tiene terminales logísticas, con acceso a puerto, en San Nicolás y en Puerto General San Martín. Hay un proyecto de implementar el módulo en Mantenimiento de SAP allí y me tocó viajar presencialmente para “ponerle el gancho” al trato.

El plan era relevar un poco la situación actual, diagramar procesos, charlar con la gente de ahí y setear expectativas reales para el avance del proyecto. 

Ya saben, work and shit



En principio iba a hospedarme en Rosario, que me habría venido al pelo para conocer la ciudad y visitar a mi amiga Naty Bertolino, a quien no veo desde hace años.

Sin embargo, Rosario estaba todo ocupado por el fin de semana largo. La opción B fue San Nicolás, que igual yo tampoco conocía. Sinceramente, no me molestaba la idea de ir a una ciudad bastante más chica y tranquila… aunque toda la travesía fuera un chino.

Pero ya llegaremos a eso… ¡arranquemos el viaje!

 

Día 1 – miércoles 10/8: ¿Ya no sirven nada en los vuelos?

Salí de casa a las 9 hs. Un remise me llevó hasta el Aeropuerto de Bahía Blanca para comenzar la aventura. Esperé el embarque leyendo un capítulo de Un Mago de Terramar, la novelita de Úrsula Le Guin que tenía cargada en el ebook. A las 11 nos subimos a un vuelo que fue súper relajado, si bien últimamente decepcionante.

¿En serio ya no sirven nada en los vuelos? Es verdad que Bahía Blanca – Buenos Aires es una horita de viaje. No terminaste de ascender que ya estás descendiendo… ¡pero dale! ¡El pasaje salió 30K! Un cafecito de saquito en vaso descartable, al menos… no pido mucho más que eso…

Durante el viaje avancé un poquito con mi libro Darío Z. Estoy leyendo el primer volumen de Filosofía a Martillazos. También me vi un capítulo buenísimo de Barry (tercera temporada). El avión aterrizó en Aeroparque a las 12:15 hs como estaba previsto.

Todavía me sigue sorprendiendo la gente que se levanta de su asiento automáticamente aterrizamos, como si necesitaran volver a experimentar la incomodidad del día a día para recordar que acaban de sobrevivir a un vuelo. Están 15 minutos parados y apretados como unos boludos, mirándose las caras.



“El problema no son las personas… el problema es la gente”, diría mi hermano Tomás. Por cierto, ¡cómo lo gastamos al pobre Tommy en el grupo de WhatsApp familiar! Resulta que era el único Sívori que no estaba de joda esos días.

Mi hermano Francisco se había ido a mochilear por Salta (como lo hice yo allá por el 2018, solanga). Gastón, el que vive en Japón, andaba de campamento con amigos. Mis viejos (Silvia y Fredy) recorrían Mendoza y visitaban a viejos amigos. Qué país generoso, ¿no?

Al aterrizar me esperaba Fernando, el chofer que me llevaría hasta San Nicolás en un viajecito de 230 km (2 horas y media aproximadamente). El flaco era macanudo, aunque me venía preocupando un poco. Manejaba de forma errática, acelerando y desacelerando mucho, y ya se había tomado dos bebidas energizantes.

Traté de relajarme un poco. Puteé por no creer en ningún Dios y me agarré un poquito más fuerte del cinturón de seguridad, como si eso fuera a hacer la diferencia en caso de colisionar contra un poste. Quise trabajar un poco (recordemos que era un miércoles laboral) pero entre el cagazo, el movimiento del auto y la poca señal, se me hizo imposible.

En su lugar, me clavé una muy buena película que seguramente termine entre mis favoritas del 2022: Men, lo nuevo de Alex Garland. Una obra de folk-horror que se vuelva más bizarra y perturbadora conforme se acerca al final.

Llegué al hotel Gran Plaza, en San Nicolás, a las 16 hs. Me conecté al laburo para solucionar un temita con un usuario y en seguida salí a pasear, aprovechando los últimos rayos de luz. Primero pasé por Museo del Acuerdo. Allí, en 1852 se firmó el histórico acuerdo que precedió a la Constitución Nacional.

Bordeé la costanera del Río Paraná, yendo desde el hotel hacia la derecha. Pasé por el anfiteatro costero, la Plaza San Martín y la UTN. En una esquina me topé con la confitería Berlí y le entré a un café con medialunas, disfrutándolo el doble porque sé que lo pagará la empresa. (Algunos dirán que soy una olorosa rata de alcantarilla… otros seguramente dirán lo mismo).

La cuestión es que seguí hasta un lugar que en el mapa indicaba como “Plaza del Acuerdo”. Resultó ser un enorme espacio verde que parece estar en construcción. San Nicolás es linda ciudad, pero siento que va a quedar muy pituca recién en 3 o 4 años, porque están remodelando mucho y creando varios espacios verdes nuevos. Se ven máquinas trabajando por todos lados.



En el camino de regreso telefoneé a mi viejo para ver cómo andaba y compré unos regalitos para Benja y Mateo. Habré caminado 2 horitas, escuchando un podcast de los Malditos Nerds. Volví a casa para descansar un rato (o sea: viciar. Estoy con un metroidvania: Wonder Boy III: Dragon´s Trap).  Tipo 20.30 hs salí a scoutear cervecerías del microcentro.

Vi una que me gustaba (Cervexia) y estaba llena, así que terminé en Baku, a la vuelta del hotel. En el lugar justo tocaba una banda y había bastante gente. Pedí una hamburguesa y dos cervezas. Volví al hotel tipo 22 hs para ver unas series más (un capítulo de The Sandman y otro de Barry) y acostarme.

PD: Se llama San Nicolás de los Arroyos porque está, literalmente, entre dos arroyos. Con este datazo ahora podés quedar cool con tus amigos… si es que tenés (no sería mi caso).

 

Día 2 – jueves 11/8: Nos quedamos sin Vírgenes, sólo hay asado

Me levanté a las 7 a.m. para aprovechar el tremendo desayuno continental que ofrece el Hotel Plaza. 7.45 hs ya me esperaba el coche para ir a la Terminal San Nicolás de Profertil, que por suerte queda relativamente cerca.

En el lugar me recibió gente que conocía desde hace años por haber tenido reuniones por Teams, pero que nunca había visto personalmente.

Profertil allí tiene descarga de buques y despacho de producto por camiones. Además de gente de facturación y despacho, hay dos chicos de Sistemas (mis compañeros Juan y Emmanuel) y el equipo de Mantenimiento con quien yo venía a hacer el relevamiento: Gabriel y Gustavo.



GyG me llevaron a visitar la terminal y el puerto, en un recorrido laberíntico donde hablamos mucho sobre Ingeniería. Pese a que estaba un tanto fresco, disfruté muchísimo de aquella visita técnica. Yo trabajo en Sistemas. Profertil produce fertilizante para el campo, aunque bien podría traficar droga que para mí sería lo mismo porque configuro SAP a través de pantallitas.

Lo que no esperaba en absoluto era que iba a ser agasajado con un BRUTO asado con toda la gente de la terminal. Lo empezó a hacer Oscar Battellini, un usuario histórico de Profertil, y lo terminó Gustavo. A las 12.30 hs estaba comiendo una carne espectacular que llenó mi pancita hasta entrada la tardecita. Muy amena la conversación y muy rica la ensalada.

Por la tarde continuamos hablando de cuestiones de trabajo y el tiempo se me pasó volando. Terminamos de diagramar los procesos de mantenimiento que queremos implementar en SAP y para las 17.15 hs ya estaba de vuelta en el hotel.

Como hacía unos gloriosos 20° afuera, no dudé en salir a caminar nuevamente. Esta vez agarré la costanera por la izquierda, pasando por el Club de Regatas y llegando hasta el Ecoparque (que no me pareció la gran cosa, sinceramente). En el medio atravesé una suerte de circuito de ski acuático y coordiné ir a ver la nueva película de Dragon Ball Súper la próxima semana. Prioridades, chicos, prioridades.

En el camino de regreso, pasé por el famoso Santuario donde, en 1983, supuestamente se apareció la Virgen del Rosario. Los fieles han construido una iglesia titánica en la Costanera Alta que tiene unas vistas increíbles.

 


Yo no vi ninguna virgen fantasmal, aunque sí compré unos regalitos para Natalia, mi vieja y Gisela (quien me ayudó con todas las reservas del viaje) en una de las muchas santerías de los alrededores.

Esta sección de la costanera es definitivamente más pintoresca que la que había recorrido el día anterior. Me alegré de poder haberla conocido en un día más caluroso.

Volví al hotel medio derrotado. Ya eran más de las siete y media. Después de un buen baño, y de terminar el Wonder Boy III que venía jugando, me sentí muy cansado. Así que bajé a comer unos ravioles al restaurant del hotel mientras miraba un proyecto de fans de Scooby-Doo (Mistery Incorporated) que está buenísimo, mezclando a la clásica banda con un tono oscuro a lo Riverdale. Por acá tienen el primer episodio, por si les interesa:

 


 

Día 3 – viernes 12/8: Un muelle no apto para cardíacos

Me levanté 6.45 am para desayunar y salir para el laburo. Esta vez tocaba llegar hasta la terminal de Puerto General San Martín, a 100 km de San Nicolás. Iba a ser un viaje de horita y media si la visibilidad por los incendios del delta no complicaba el avance.

Durante el viaje leí un poco más de Un mago de Terramar, dormité un poco y me vi el nuevo episodio de Mady in Abyss (temporada 2). En las oficinas me atendieron igual de bien que el día anterior. Por la mañana hubo varias reuniones y charlas de trabajo y yo tenía unas capacitaciones de SAP que dar a la gente de Mantenimiento.

Luego de un almuerzo menos pecaminoso (se cambió el asado por pastel de papa), salimos con Gabriel y Ezequiel a recorrer la terminal y el muelle. Las instalaciones de San Nicolás me habían impresionado, pero PGSM directamente está a otro nivel. Es mucho más imponente, y todo está mucho mejor organizado.



Dimos vueltas por todos lados mientras yo iba haciendo preguntas y los chicos me explicaban los procesos y tareas de Mantenimiento que realizan. Llegamos hasta el punto más extremo del muelle, a una altura interesante que no es apta para cardíacos. Me encantó la visita y sentí que aprendí bastante durante la visita.

La vuelta al hotel se hizo larga. Tardé 1 hora y 45 minutos porque había más tránsito. Al llegar, cerca de las 19 hs, fui un ratito al gimnasio (como para hacer algo de ejercicio… igual me resultó medio pelo). Al lado del gym el hotel tiene una pileta que debe garpar en verano.

Por cierto, muy lindo el hotel Plaza en general, pero su Internet es bien apestoso. Esa tarde no logré hacerlo andar, y venía fallando bastante los días anteriores también. Afuera hacía 25° con sol, así que salí a pasear un rato por el microcentro.

Entré a Cervexia para clavar unas pintas. Muy ricas, aunque la flaca que me atendía se ofendió porque le exigí el ticket. Me dijo “no lo tengo, ¿para qué lo necesitás?”, con evidente cara de orto. Le expliqué que precisaba rendir las cuentas a la empresa y me lo dio de mala gana. No le dejé propina (no es que pensaba hacerlo tampoco). En cambio, le compré unos sahumerios a un pibe hippón que, al menos, me sonrió un poco.

Caminé un poco más por el centro notando cómo mi mente ya está inevitablemente preseteada en “modo padre”, desde hace un buen tiempo, de hecho. Cada vez que pasaba por una plaza con juegos pensaba cómo me gustaría poder llevar a Benja y a Mateo ahí (San Nicolás tiene plazas muy lindas y originales). Lo mismo me ocurrió al llegar a dos lugares de comidas con juegos para niños. Me grabé las direcciones por si alguna vez llego a volver con ellos.



Compré unas empanadas y me volví al hotel. Hice una videollamada con Naty y los chicos, terminé la temporada 3 de Barry y me acosté…

O al menos eso me habría gustado… la verdad es que me quedé mirando viejos capítulos de Seinfeld y terminé colgando hasta la 1 am. Al día siguiente, la alarma del celular sonó varias veces al pedo; me terminé levantando a las 9.23 hs. En otras palabras: la recontra cagué. Me agarró la desesperación porque a las 9.30 pasaba mi coche para llevarme a Aeroparque.

¡Adiós a mi último gran desayuno continental que quería saborear con tiempo! Tuve que salir de mi habitación a las apuradas (por suerte había dejado todo ordenado la noche anterior), me atraganté con un café y dos medialunas, encanuté un sánguche en el bolsillo, hice el check-out y salí. 9:37 hs. Afortunadamente, el auto todavía estaba ahí.

El viaje de regreso fue apacible. Terminé de leer Un Mago de Terramar (ya saldrá reseña en el blog) y pasé gran parte del trayecto escribiendo estas 2400 palabras.

No hay mucho más para agregar del viaje. Me siento agradecido por haber tenido la oportunidad de conocer San Nicolás de los Arroyos. Fueron tres días de mucho relax pese a que tocó trabajar… incluso el trabajo fue muy disfrutable en este caso. 

Ah, y me volví con el gancho puesto para iniciar el proyecto el año que viene. Win-win, I guess.



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=>> Otros posts sobre VIAJES en el blog:  Playas, dinos y pingüinos en Puerto Madryn”; “Bariloche y refugio del Frey”; “Mis días por el Norte Argentino”; “Brasil 2018: final del viaje, conclusiones y tips”; “Oktoberfest en Villa General Belgrano”.

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2 comentarios:

  1. Otra de tus grandes reseñas viajes! Fue laboral, pero se nota que lo disfrutaste. De todo lo que mencionaste, me quedo con el datazo del por qué del nombre, con Darío Z y con Seinfeld.
    En mi laburo (el que paga las cuentas) uso SAP, ahora ya sé a quién tirarle el mangazo cuando necesito un ayudín jajaja

    Abrazos, crack!

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    1. ¡Ja! No sos el primero que me escribe comentándome que tienen algún tipo de relación con el buen SAP. Ojalá todos pudíeramos vivir de sueños y palabras...
      ¡Abrazo!

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