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lunes, 22 de diciembre de 2025

Mis experiencias teatrales en 2025

 

Hay años que se miden en escenas. En entradas audaces, luces que se apagan, silencios compartidos antes del aplauso. Este 2025 fue, sin exagerar, uno de los años más teatrales de mi vida.





 

***

 

Habitar el cuerpo, confiar en la red

Con mi grupo de teatro, dirigido por Vicky Pezzutti, tuvimos nuestra muestra anual el pasado viernes 19/12. Se llamó Historias que me contó un carpincho y, aunque fue la cuarta muestra que hacemos, se sintió distinta.

Tal vez porque fue la primera vez que pisamos un escenario real, hermoso, de esos que imponen respeto y te abrazan al mismo tiempo: el mítico Tablado de Chiclana 453.


Presentamos cuatro obritas cortas de comedia absurda. En la mía interpreté a un párroco robótico, chanta, que no pierde oportunidad de meter publicidades en medio de las confesiones. Un delirio precioso y también una excusa perfecta para reírnos de todo: de la fe, del consumo, de nosotros mismos.

Más allá del resultado, lo que se celebró esa noche fueron meses de trabajo colectivo. Ensayos, dudas, bloqueos, risas, cansancio, volver a empezar.

El teatro, cuando se hace en grupo, es una red invisible que te sostiene. Te obliga a confiar: en el otro, en el tiempo compartido, en que si uno cae alguien va a estar ahí para atajar.

Y eso —confiar— no es poca cosa en un mundo que te entrena para la autosuficiencia y el sálvese quien pueda.




Ver teatro: entrenar la empatía

Esa experiencia de montar una obra me llevó, inevitablemente, a mirar hacia atrás y darme cuenta de algo: en 2025 vi muchísimo teatro. Más de doce obras, fácil. Prácticamente una por mes, a veces más. Y no como consumo pasivo, sino casi como un ritual.

Una de las últimas fue “En Convivencia”, de la Comedia Municipal. Dirigida por Belén Sosa a partir de un texto de Florencio Sánchez, la obra expone a siete hermanos atravesados por una crisis económica y moral, con la llegada del hermano “exitoso” como detonante.

Funcoina como una mirada cruda, incómoda, sobre el amor fraternal, los sacrificios y las miserias que emergen cuando los vínculos se tensan al límite. Fuimos con un par de amigos, Agus, Chiari, Fer. Salimos removidos, que es como hay que salir del teatro.


De la Comedia Municipal también vi, durante el primer cuatrimestre, “Pluma y la Tempestad”, un musical de Arístides Vargas dirigido por Claudia Quiroga. La amé profundamente porque amo los musicales. De esas obras que no se te van fácil, que siguen resonando días después.

En el Centro Cultural La Panadería disfruté “La Conspiración de los Verdaderos Dioses”, una comedia apocalíptica y delirante escrita por Carlos María Alsina. Un grupo de marginales planea un nuevo diluvio para reiniciar la vida. Humor, caos y pensamiento. Un elenco que la rompe, con la siempre fantástica Vero Iglesias. Fui con dos amigos, Adrián y Jona.


Ese mismo espacio fue escenario de uno de los puntos más altos del año: “Enajenada”, el primer unipersonal de mi amiga Keila Braidot. Una obra que combina danza, teatro y un uso experimental de luces y sombras para narrar la neurosis de una mujer que lucha contra sus máscaras y deseos. La amé profundamente.

También hubo lugar para la rareza hermosa: “Pareidolia, o cómo carajo se llame”, de la Escuela de Teatro. Surrealista, experimental, inclasificable. Actuaban Valen y Mila, compas de teatro. Fui solo y salí fascinado.


Entre los encuentros más random, pasé por una Inevitable Varieté tremenda, espectáculos de danza con el Baller del Sur y visitas a la orquesta sinfónica en el Teatro Municipal.

En el Teatro ATS de Villa Mitre acompañé a Diego Martínez Leotta en “El viento en un violín”. Una obra interesante, extensa (90 minutos, todo un acontecimiento). Fuimos con Facu Iriart y después la charla siguió en el Miravalles. El teatro también es eso: una brillante excusa para el encuentro.

En Juanita Primera vi de todo: “El Loco y la Camisa” (de mis favoritas del año), “Outsider” (unipersonal brutal), “Ramos Generales” acompañado por Leo Russo (costumbrismo del bueno).


No quiero olvidarme de “Extraña muerte”, montada por Vicky Pezzutti en La Macanuda; la muestra de teatro de Juan Manuel Caputo (donde mi amigo Juani Fernández la rompió completamente); de "Te Estaba Esperando", una obra costumbrista que vi en Carmen de Patagones; del Microteatro en Madrid durante mi viaje por el Camino de Santiago; ni del regreso mágico de Impro-Delivery con Machi y Cordi (fuimos con Naty, esos dos pibes son lo más).

2025 también fue el año donde me animé a hacer impro por primera vez. De la mano con ese salto, sumé admiración por otro grupo de improvisadores: “Cuántos pares son 3 botas”, una compañía local que propone juego, riesgo y presente absoluto. Los vi actuar varias veces este año.


El escenario ampliado

Hubo algo más que entendí este año: no todo escenario tiene telón. Algunos tienen parlantes gigantes. Por eso cuento acá los recitales como parte de la experiencia teatral: Sonata Arctica en mayo, Linkin Park en octubre, dos funciones de PowerUp Orchestra (Neuquén y Bahía) y dos recitales de 2Players, una banda tributo al animé que me ganó el corazón.


Y, claro, mis propias puestas en escena: aquellos eventos literarios donde narro e interpreto mis cuentos.

Participé de una sesión de narraciones en la fundación Ezequiel Martínez Estrada (con este cuento), me invitaron a leer textos en una tremenda degustación de vinos (“Escándalo al Plato”) y llené dos noches del café cultural Don Osvaldo

2025 fue un recontra año para el Lupa Literario… pero eso es parte de otro post.



Teatro como terapia (sin diván)

No es casual que todo esto haya pasado en un año intenso a nivel personal. Hacer y ver teatro me ordena un montón. Me saca de la cabeza y me devuelve al cuerpo. Me obliga a escuchar, a respirar, a estar presente.

Desde lo psicológico, el teatro funciona como un espacio seguro para ensayar emociones. Permite simbolizar lo que duele, exagerarlo, reírse, mirarlo desde otro ángulo. Desde el costado filosófico, es un recordatorio constante de nuestra condición más básica: somos seres narrativos. Necesitamos historias para entender quiénes somos.

El teatro no me curó —no creo en esas fórmulas mágicas— pero sí me acompañó. Y a veces eso es todavía más importante. Estar acompañado mientras atravesás.

Si algo me dejó el 2025 es esta certeza: mientras haya un escenario, una historia y alguien dispuesto a escuchar, siempre va a haber una forma de seguir adelante. Aunque sea, escena por escena.




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=>> Otros POSTS SOBRE TEATRO en el blog: “
Cine y teatro: actuar para sobrevivir”; “Rotos de amor, de Rafel Bruza”; “10 criterios de valoración para ser un espectador crítico”; “La excepción y la regla, de Bertolt Brecht”; “Plástico cruel y mis experiencias teatrales de 2023” . <==

 

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