La vida, tarde o temprano, se cierra con una muerte. Eso es lo único
garantizado. En la antología “12 muertes”, el escritor Martín Larrea busca
amigarse con este inevitable desenlace.
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El año de las antologías
¡Último libro que leeré en el año! Año raro, encima: porque sin planearlo terminé metido hasta el cuello en antologías de cuentos. El próximo post literario será mi TOP TEN LIBROS 2025.
“12 muertes” es uno de los dos libritos que compré en EDIUNS (sí, la misma editorial en la que publiqué El Ascenso de Elin el año pasado). El otro libro fue Cuentos de Robot, que ya tuvo reseña en el blog. Ambos son obras de autores bahienses.
La propuesta acá es simple y directa: 11 cuentos + un prólogo, todos centrados en un protagonista —casi siempre un hombre ya entrado en años— que termina muriendo de alguna manera. Conceptualmente fuerte.
Aunque confieso que al darme cuenta de que todas las muertes eran literales, físicas, me quedé con ganas de que en algún momento el autor se jugara por una muerte más simbólica, emocional, espiritual… algo que rompa la fórmula.
Aun así, disfruté un montón este librito. No es perfecto, tiene baches y cosas que piden edición, aunque también tiene tres o cuatro relatos que me pegaron fuerte. Dos incluso me hicieron llorar, y eso —para mí— merece respeto.
La inevitabilidad de la muerte
Conozco un poco al autor, aunque no creo que él me ubique a mí. Ambos somos colegas docentes de la Universidad Nacional del Sur y nos seguimos en IG. Sé, por sus posteos sobre Star Wars y demases, que probablemente nos llevaríamos muy bien. Es un autor joven atrapado en el cuerpo de un hombre adulto.
Larrea escribe en su propio libro que le tiene miedo a la muerte, al olvido. ¿Y quién no? Pero acá él lo resalta en cada oración, en cada párrafo y en cada relato.
Así, este libro funciona como antología literaria y también como una suerte de obra de autoayuda. Y es que, desde que uno entiende que ese final es ineludible, empieza a convivir con un miedo que te acompaña como una sombra.
Yo también siempre le tuve cagazo a la muerte, desde chiquito. Supongo que es casi de manual. Escribir ayuda. Porque para escribir es dejar huella y una forma hermosa de seguir estando incluso cuando uno ya no está.
Larrea también describe esta sensación en “12 muertes”. Dice: “con el
tiempo me fui dando cuenta de que muchas de mis historias terminaban igual: con
una muerte. En varios casos caí en que no estaba contando una trama, sino
relatando un final”.
Relatos favoritos de “12 muertes”
La antología abre con “Espacio”, no sólo el mejor relato del libro sino también uno de los mejores que leí este año. Ya lo conocía, de hecho, porque salió en una antología donde yo mismo publiqué: Cuentos EdiUNS 1 (2022).
Espacio es un cuentazo absoluto que tranquilamente podría imaginármelo como corto cinematográfico. Es la historia de un hombre que empieza a crecer sin razón alguna. Amé la sutileza, la forma en que describe esa transformación en gigante y ese cierre tipo gainax ending a lo Evangelion. Hermoso y desestabilizador.
“Libertades” va por otro lado: un cuento bahiense, pandémico, con un espíritu muy nuestro. Está bueno, aunque pide trabajo: algunas correcciones, edición, poda, afilarlo. Tiene potencial para ser mucho más.
“7 minutos más” es el aporte sci-fi de la colección: loops temporales, una vuelta interesante, un juego que funciona. “Niño” es un intento de creepypasta. Correcto, aunque sentí que ya lo había leído antes en otro lado.
Uno de los que más me emocionó fue “Conexión”, un cuento sobre la guerra narrado desde dos perspectivas. Fuerte, sentido, construido con un pulso muy humano. Terminé lagrimeando sin culpa.
Y la otra
bomba emotiva fue el relato que cierra la antología: “Entrar al océano”. Se
siente personalísimo, como si Larrea hubiera puesto ahí una herida propia. El
concepto es brillante, el poema final de Gibran funciona perfecto, y el giro
metatextual —ese diálogo entre protagonista, lector y escritor— me encantó. Lloré,
sí. También porque me agarró en días muy sensibles.
Oportunidades de mejora
Lamentablemente, también sentí que el texto requiere algo de edición, una constante con toda la obra. Hay vicios de escritura, repeticiones (“estaba”, “pero”), frases hechas, muchos lugares comunes. Con una buena pulida sería impresionante.
Un detalle que me llamó la atención: hay dos cuentos con un niño llamado Mateo. No sé si el autor tiene alguna conexión con ese nombre que yo desconozco, pero la coincidencia me tocó —obvio— por el nombre de mi hijo.
Entre las debilidades generales, lo dicho: cuando entendés el patrón “todos mueren”, medio que ya sabés cómo termina cada historia. A eso se suma un tema formal: el abuso del “pero”, muletillas, cuestiones de estilo que necesitan revisión.
Aun así, 12
muertes es un libro disfrutable, con varios textos formidables y un autor
que claramente tiene algo para decir. Larrea escribe porque —según él— le teme
a la muerte y al olvido. Y se nota. En cada cuento hay un intento de agarrar la
vida de un personaje y apretarla hasta que algo se rompa. A veces funciona
increíble; otras, no tanto. Pero siempre hay una búsqueda genuina… y eso se
banca.
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